Músicas para una vida - "Las ciudades"

Algo ecléctica va saliendo la selección pero es imposible resistirse al "rey". José Alfredo Jiménez, un simple camarero, que se convirtió en ídolo de masas dentro y fuera de México gracias a su capacidad innata para contar y cantar historias sencillas y cercanas al corazón del común.


El cinismo del FMI


Cinismo y desvergüenza. No hay otros términos para calificar la recomendación del Fondo Monetario Internacional al Gobierno de España para que inyecte más dinero público en la atragantada de ladrillo banca española. Hay que ser muy caraduras y muy insensibles ante la situación del país y ante los brutales recortes del Gobierno del PP para hacer una propuesta de ese tipo.

Aunque tal vez no debería sorprendernos demasiado: El FMI es el fiel guardián de los intereses del capitalismo y sus mercados y, quien quiera saber más de las desastrosas consecuencias que han tenido sus recomendaciones a lo largo de la historia, tiene a su disposición un buen arsenal bibliográfico. Sin ir más lejos, el último y magnífico libro de Josep Fontana "Por el bien del imperio" (Ed. Pasado y Presente).

El FMI es el organismo que permaneció ciego cuando el castillo de naipes del sistema financiero se vino abajo conduciéndonos a la situación actual después de años de desregulación bancaria que, por supuesto, aplaudió sin reservas.

El ministro Luis de Guindos ya ha dicho que tendrán que ser los bancos los que se las arreglen solitos para digerir su atracón de ladrillo y lo ha dicho con la misma contundencia con la que Mariano Rajoy anunció que no subiría los impuestos, no abarataría el despido y no implantaría el copago, y ya ven cómo estamos.

Con esa "recomendación" del FMI tiene el Gobierno una buena excusa para echarle una nueva manita a los sufridos banqueros de este país que, llegado el caso, ya sabrá justificar por la vía de que eso "abrirá el grifo del crédito" y "fortalecerá nuestro sistema financiero", monsergas para ingenuos ya imposibles de creer, como casi todo lo que dice este Gobierno mientras hace justo lo contrario.  

Del estado del bienestar a la ley de la selva


Del muy imperfecto estado del bienestar del que hemos disfrutado después de muchos esfuerzos en España estamos pasando a marchas forzadas a la ley de la selva en donde prevalecen los más fuertes, léase los más ricos.

Amparado en su mayoría absoluta y en su completa falta de sensibilidad, el Gobierno ha cargado sobre los hombros de los empobrecidos pensionistas de este país el pago de los medicamentos y hasta de las prótesis y el transporte sanitario que necesitan, por ejemplo, para acudir a rehabilitación o a recibir quimioterapia.

No contento con tamaña injusticia, que extiende al resto de la población que tenga la desgracia de ponerse enferma, el Ministerio de Sanidad excluye también de la asistencia sanitaria pública a los inmigrantes irregulares sin detenerse a pensar en los riesgos que representa la medida para la salud pública general y, por supuesto, sin un ápice de piedad para aquellos ciudadanos de otros países extracomunitarios que se han quedado sin trabajo debido a la crisis.

Nada importa, no hay valores ni principios humanitarios ni de equidad social en una derecha ultraliberal que sólo ve en el estado del bienestar un despilfarro de dinero público y no una manera – la única posible -  de redistribución de la riqueza.

Vamos a ritmo imparable hacia esa ley de la jungla en la que los más débiles, los más pobres, los enfermos y los inmigrantes tienen todas las de perder. Sólo importa tranquilizar a los mercados – los reyes de esta selva -, echar números para ahorrar y hablar del déficit y del peligro de ser intervenidos, como si no lo estuviésemos ya de hecho.

Las personas ya no importamos, nuestros proyectos vitales estorban a la hora de hacer la resta y nuestra opinión como ciudadanos importa aún menos. Sálvese quien pueda.    

Las dos cartas de Rajoy


Cuentan que, cuando el viejo líder soviético Nikita Krushev (el del zapatazo en la ONU) abandonó la dirección del Partido Comunista, escribió y lacró dos cartas dirigidas a su sucesor Leonidas Brezhnev. Al cederle el poder, le aconsejó que abriese la primera carta en cuanto se le presentase un problema de difícil solución y la segunda cuando se volviera a encontrar en la misma situación.

El primero de los grandes problemas no tardó en llegar, así que Brezhnev abrió la primera de las cartas:
 - Hágame a mi responsable de todo – decía.
 Brezhnev se zafó de sus propias responsabilidades por la vía de culpar de todos sus problemas a Krushev. Pero, pasado el tiempo, los problemas seguían ahí y Brezhnev abrió entonces la segunda carta:
 -  Siéntese y escriba otras dos cartas – ponía ésta.

No sé si Zapatero escribió o no dos cartas dirigidas a Rajoy antes de dejar La Moncloa, aunque supongamos por un momento que lo hiciera. Rajoy está justificando todas las duras e injustas medidas de su Gobierno por la "herencia recibida" y, con la excusa de que los socialistas dejaron un déficit público del 8,5% que hay que bajar "cueste lo que cueste", está laminando a marchas forzadas los cimientos del estado del bienestar: educación, sanidad y políticas sociales.

Y amenaza además con seguir por la misma senda, al menos, hasta el verano si es que para entonces queda algo que recortar, ajustar o eliminar directamente. Ya no se corta incluso para pedirnos "unos pocos euros" porque no hay dinero para pagar los servicios básicos, aunque sí lo hace y mucho para atacar con valentía el fraude fiscal (en su lugar aplica una benevolente amnistía), gravar las rentas más altas o las transacciones financieras.

Todo por culpa de la herencia de los socialistas y todo en aras de la confianza de los benditos mercados que siguen a lo suyo – especulando - como quien oye llover. Sin embargo, el argumento de la herencia recibida no durará eternamente y no tardará en llegar el momento en el que esa excusa se agotará y Rajoy tendrá que asumir sus decisiones y las consecuencias dramáticas que ya están acarreándole al país. ¿Abrirá entonces la segunda carta?

Alivio para los elefantes


Vale. El Rey se ha disculpado, y con cara de no haber roto nunca un plato, ha dicho ante las cámaras de televisión que "lo siente mucho" y que "no volverá a ocurrir". Todo el país ha dado por sentado que se refería a la cacería de elefantes en Botsuana mientras en casa volvía a rondar la negra sombra del rescate económico y el Gobierno se ensañaba en su empeño de conducirnos a todos por la senda de la "recuperación y el crecimiento". Puede que hasta los elefantes de Botsuana hayan respirado aliviados al conocer las disculpas del Rey.

Pero ¿es suficiente? ¿hay que pasar página, considerar lo ocurrido como un error aislado, olvidar el pasado y volver al amor? Creo que no. Aunque la Casa Real anuncie ahora, a elefante pasado, que se estudiará con cuidado la agenda real, pública y privada, para no dar lugar a habladurías, es necesario hacer mucho más.

Empezando por definir con claridad y regular legalmente las funciones y obligaciones de la monarquía y de los miembros de la familia real, así como sus relaciones con el Gobierno. Tal vez si esto se hubiese hecho hace tiempo, si se le hubiesen marcado límites al Rey y a los miembros de su casa, si se le hubiesen trazado líneas rojas que en ningún caso debían traspasar, el Rey no habría tenido necesidad de adoptar ese gesto de niño pillado en un renuncio.

Y no estaríamos hablando hoy de sus medievales cacerías de elefantes indefensos o de osos borrachos, de los negocios turbios de sus parientes más allegados, de su propia presunta relación con ellos, de sus líos de faldas aireados en los últimos días pero conocidos sotto voce desde hace años o de la "soledad de la Reina". No están las cosas para perder el tiempo en estos asuntos aunque algo ha tenido de bueno todo lo ocurrido: por primera vez se ha hablado en España sin tapujos sabre la Casa Real y sus miembros.

Que en su vida privada el monarca y sus familiares pueden hacer de su manto un sayo como cualquier hijo de vecino nadie lo cuestiona. Sin embargo, el Rey y sus familiares no son cualquier hijo de vecino: viven de los presupuestos y asumen una responsabilidad pública de la que deben ser plenamente conscientes en todo momento, máxime en situaciones tan difíciles como las actuales.

El Rey ha demostrado en muchas ocasiones que lo es aunque en otras, como la última, la que asegura que no se volverá a repetir, no lo ha sido. La gran duda es si los políticos, tan poco proclives a pedir disculpas por sus diarias meteduras de pata aunque a veces - no siempre -  paguen sus errores en las urnas, algo por lo que el Rey no tiene que pasar, son capaces de una vez de enderezar el espinazo cuando se habla de la Casa Real.   

La Guerra de la Vaca Muerta


Miren que ha habido guerras con nombres llamativos: "Guerra del cerdo", "Guerra de la oreja de Jenkins", "Guerra de las naranjas", "Guerra de la silla de oro", "Guerra de los 30 años", etc.

Sin embargo, la que están librando estos días argentinos y españoles es inédita y podríamos llamarla "la Guerra de la Vaca Muerta". Ese es el nombre que recibe una zona de la provincia argentina de Neuquen fronteriza con Chile. En ella, la petrolera YPF, filial de la española REPSOL, detectó en noviembre pasado un importante yacimiento de crudo "no convencional" capaz de autoabastecer de petróleo a Argentina durante mucho tiempo.

No parece casualidad que, coincidiendo con el descubrimiento de esa importante bolsa de petróleo, el Gobierno de Argentina empezara a hostigar a la petrolera, que poco después los gobernadores de varias provincias le retiraran la licencia para operar bajo el argumento de que no cumplía los compromisos establecidos en materia de inversión y extracción y que, finalmente, la presidenta Cristina Fernández la expropiara sin tan siquiera derramar una lágrima, como suele ser frecuente en ella en momentos delicados. Y ya tenemos la Guerra de la Vaca Muerta armada.

Populismo petrolero

No seré yo quien defienda los intereses de REPSOL, una empresa lo suficientemente fuerte como para defenderse solita y que además cuenta con el inquebrantable apoyo público del Gobierno de España y, en especial, de su ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria. Ni siquiera es REPSOL una compañía netamente española, como se afirma alegremente. Basta echar un vistazo a la composición de su accionariado para comprobarlo.

Con todo, tampoco es defendible, se mire por donde se mire, la decisión del Gobierno de Argentina: imponer por las bravas el control público sobre un recurso estratégico de la importancia del petróleo, después de vender esos mismos recursos en 1999, cuando las cosas iban mal, al mejor postor, no parece muy coherente ni encaja con el Derecho Internacional y la seguridad jurídica de las inversiones. 

Nada digamos de echar a los directivos de YPF de la sede de la compañía, al más puro estilo bananero, cuando la ley de expropiación ni siquiera había llegado al Congreso. Responde más bien a otras razones: necesidad de buscar un enemigo exterior cuando hay problemas internos y, sobre todo, cuando se huele negocio y reparto de beneficios.

España amenaza, pero ¿puede dar?

¿Y qué decir de la postura del gobierno español? Más de una semana lleva el ministro Soria – el mismo que deba la cuestión por "encauzada" un día antes de la expropiación - y su colega Margallo amenazando con "medidas contundente" ante una acción "hostil" que tendrá "consecuencias".

Más prudente se ha mostrado el presidente Rajoy, que se ha limitado a calificar la decisión argentina de "muy negativa para todos", pensando, sin duda, en los intereses de otras muchas empresas españolas radicadas en aquel país y hasta en Venezuela, en donde Hugo Chavez ha salido en defensa de Cristina Fernández y al que ya se le ha pasado también por la cabeza quedarse con las empresas españolas presentes en su país.

Por lo demás, España no ha conseguido cosechar muchos apoyos más allá del presidente de México y el de Guatemala. Estados Unidos, con claros intereses en Argentina, se pone de perfil y la Unión Europea – pobrecita -, sin instrumentos legales para defender a un miembro de un atropello como éste, lanza mensajes de admonición y suspende reuniones de segundo nivel.

No sé cómo acabará esta guerra de la Vaca Muerta aunque probablemente pasen años antes de ver su final. Seguramente habrá denuncias en instancias internacionales cuyas decisiones Argentina desoirá si no le son favorables, como ya ha hecho en ocasiones anteriores; habrá seguramente represalias comerciales españolas y habrá mucha agitación nacionalista en una y otra orilla del Atlántico para el respectivo consumo interno. Lo que es seguro es que la guerra no se resolverá por la vía de las amenazas mutuas sino por la de la diplomacia más callada que de aspavientos.

Negro y en barril....

Un cuento real


Érase una vez un país otrora grande pero venido a mediano tirando a chico. Tenía un rey puesto en el trono por un general bajito y con muy mala leche. Con el fin de evitar males mayores, los súbditos aceptaron el apaño y tiraron para adelante; incluso aprobaron una constitución que consagraba que el rey en cuestión era el jefe del estado aunque nadie lo había elegido.

Fue pasando el tiempo y aquel rey hizo algunos importantes servicios a sus súbditos en momentos muy delicados. "Es todo un demócrata", decía el país casi al unísono. Pero el monarca tenía algunas debilidades - ¿y quién no? – y cada vez que podía se escapaba del país sin decírselo a nadie para practicar uno de sus pasatiempos favoritos: la caza, a ser posible de bichos descomunales como osos o elefantes.

Pero como las cosas iban razonablemente bien, los súbditos no le daban mayor importancia a aquellas aficiones y hasta consideraban que era lógico que todo un rey se solazara como tuviera por conveniente en su tiempo libre para descansar del peso de la púrpura. Incluso estaba mal visto criticar al rey y apenas se hablaba de aquellas escapadas y, si se hacía, era más bien con la boca pequeña y durante poco tiempo.

Por circunstancias diversas al país de marras empezaron a irle mal las cosas: la gente no tenía trabajo y los que lo tenían, temían perderlo. El rey les pedía sacrificios y esfuerzos y les engordaba el ego y el orgullo diciéndoles que el país era fuerte y que sus súbditos habían demostrado muchas veces que eran capaces de vencer todas las dificultades que se les presentaran en el camino.

Sin embargo, al mismo tiempo que les pedía más esfuerzos y sacrificios, él no se privaba de su hobby y se tomaba frecuentes vacaciones que seguía sin comunicar a nadie y que se pagaba con el dinero de aquellos súbditos cada día más angustiados por los problemas de la economía. 

En una de esas escapadas a un país lejano para cazar elefantes, el rey tuvo la mala pata de romperse una cadera y fue entonces cuando todo el país se enteró de que, mientras los súbditos las pasaban canutas, su rey se divertía cazando.

Y se enfadaron: le afearon la conducta y le pidieron una disculpa porque en tiempos de incertidumbre el rey debe ser el primero en dar ejemplo. Además, le recordaron otras cosas poco edificantes que habían hecho él mismo y algún miembro muy allegado de su familia. El rey, enterado del malestar de sus súbditos, no le dio mayor importancia y siguió con sus aficiones sin comunicárselas a nadie. Pero un día, cuando volvió de una de sus cacerías en tierras lejanas encontró que en el frontispicio de su palacio ya no ponía "Casa Real" sino "Presidencia de la República".

Moraleja: Reyes o gobernantes no son los que llevan cetro, sino los que saben mandar (Sócrates)  

Músicas para una vida - Sitting on the dock of the bay

....y con los pies metidos en el agua. Fantástica canción grabada por Redding poco antes de su muerte y que a la postre fue su mayor éxito. ¡Ironías de la vida!




Viejos: esa pesada carga económica


Dice el Fondo Monetario Internacional, esa egregia institución que tan fina estuvo a la hora de predecir la crisis y analizar sus causas, que los viejos de hoy y de mañana son un lastre para la economía y la masoquista consolidación fiscal que sufrimos.

Asegura en uno de esos informes que parecen – y lo son – hechos a la carta del capitalismo neoliberal y salvaje, que los gobiernos han infravalorado el coste que supone mantener las pensiones ante el envejecimiento de la población.

Cabe supone que se refiere a los países en los que, efectivamente, aumenta la esperanza de vida, aunque se da la circunstancia de que eso no ocurre para una gran parte de la población mundial en la que más bien disminuye.

Pero a lo que íbamos: ante esa "realidad", el FMI aconseja recortar las pensiones y "acomodar" la edad de jubilación a las expectativas de vida. Dicho en otras palabras: que si en España, por ejemplo, la esperanza de vida se sitúa en torno a los 82 años, lo conveniente sería que la jubilación se produjera en torno a los 81 años y medio o un poquito más, a ser posible.

Y a renglón seguido propone que se combine la pensión pública con la suscripción de planes privados de pensión. Es decir, que el que quiere gozar de una pensión de jubilación después de décadas trabajando – si es que ha tenido esa suerte - y cotizando a la Seguridad Social, que se la pague de su bolsillo. Toda una lección de solidaridad y cohesión social.

Por ahí van los tiros, no nos engañemos. Ya babean de placer algunas entidades dedicadas al negocio de las pensiones privadas que, al socaire del viento favorable que sopla en los últimos meses en España, no tienen reparo en pedir abiertamente que se fomenten los planes privados de pensiones.

Van a por todas y los pilares básicos del estado del bienestar se tambalean: hachazo en la sanidad y en la educación, amagos de tocar las prestaciones por desempleo y, pensiones de miseria porque, qué mala pata, hay demasiados viejos y poca gente cotizando.

Claro que, sobre las multimillonarias pensiones de jubilación de los directivos de entidades financieras que han recibido fondos públicos para evitar la quiebra no dice nada el sapientísimo Fondo Monetario Internacional. Pero tampoco le pidamos peral al olmo o que se tire piedras sobre su propio tejado. Hasta ahí podríamos llegar.   

Las formas y el fondo


Ninguno de los ajustes y recortes anunciados hasta ahora por el Gobierno español han merecido todavía una explicación detallada y profunda a los ciudadanos por parte del presidente Rajoy. 

Primero fue la subida de un IRPF que nunca se iba a subir; después llegó la injusta y desequilibrada reforma laboral con su correspondiente huelga general; enseguida fueron los duros Presupuestos Generales del Estado con su hachazo a las inversiones y ahora ha sido el recorte añadido de 10.000 millones de euros en sanidad y educación que se ha despachado con una simple nota de prensa como si estuviésemos hablando de calderilla y como si no afectase a servicios públicos esenciales.

Fallan pues las formas, la obligación que tiene el presidente del Gobierno de explicarle a los españoles, a todos los españoles, a los que confiaron en él y a los que no, las medidas concretas, los plazos para ponerlas en práctica y los objetivos que se persiguen.

Lo más que se le ha escuchado ha sido alguna declaración de pasillo o alguna respuesta parlamentaria; no ha habido una sola comparecencia ante los medios ni en el Parlamento para explicar con detalle qué pretende hacer el Gobierno con este país, hasta dónde deben llegar los sacrificios que se nos exigen, quiénes deben hacerlos y, sobre todo, si van a servir para algo más que para conducirnos por el mismo camino de Grecia, Portugal o Irlanda.

Los ciudadanos no parecemos contar en este torbellino de recortes más que para verlas venir y echarnos a temblar un poco más, meras víctimas de una política económica obsesionada con los recortes y los ajustes. No hay en los mensajes de los ministros, que tienen que dar la cara para que Rajoy no se queme en la hoguera de sus medidas aunque lo hagan habitualmente en medios de comunicación y foros extranjeros y para contradecirse con frecuencia entre ellos, ni un sólo ápice de optimismo, ni un pequeño mensaje de esperanza de que todo esto no nos llevará al abismo y a la destrucción de una cohesión social ya precaria con un aumento galopante de las desigualdades sociales, del paro, de los índices de exclusión, de la ausencia de perspectivas.

Los ciudadanos tenemos la creciente sensación de habernos convertido en víctimas propiciatorias de los sacrosantos mercados, a los que se intenta "calmar" a toda costa aunque sin conseguirlo; así las cosas, nos sentimos abatidos e indefensos – "no hay alternativa", "esto o el rescate", "hay que apretarse el cinturón porque hemos vivido muchos años por encima de nuestras posibilidades", "heredamos una situación terrible", etc., etc. - 

Este discurso simplista y falaz está llevando al país a la calle de la amargura y a la desesperanza ante un futuro sin horizonte en el que – dicen – "nada podrá volver a ser como era antes". Si la economía es también un estado de ánimo, nunca antes este había estado tan bajo.

Más ¿qué importamos los ciudadanos que pagamos nuestros impuestos sin amnistía fiscal, que sufrimos el paro o el miedo a perder el empleo, que no podemos hacer frente a las hipotecas o que no llegamos a fin de mes? Los mercados son los que importan y a ellos brinda el Gobierno nuestro sacrificio. Un vistazo superficial a Grecia – a las puertas de su ¡tercer rescate! - o Portugal bastaría para comprobar que es un sacrificio inútil que sólo generará más dolor y sufrimiento. Pero eso parece ser lo de menos para el Gobierno.

Músicas para una vida - In the summertime

Mungo Jerry fue una banda británica de principios de la década de los 70 liderada por Ray Dorset. "In the summertime" fue número uno en varios países. Sólo por el "look" de los miembros del grupo ya merecería la pena echarle un vistazo para recordar aquellos tiempos.




Músicas para una vida - "Te recuerdo Amanda"

Una generación hizo de esta canción un himno de amor y libertad. No había reunión o encuentro de amigos en la que no se cantase y, al mismo tiempo, se rindiese homenaje a Víctor Jara, asesinado por los militares chilenos a los pocos días del golpe de Pinochet. El estadio nacional de Chile, en donde murió este cantor popular, lleva precisamente el nombre de Víctor Jara. 



Músicas para una vida - "Desafinado"

Uno de los himnos de la bossa nova en la interpretación de uno de sus máximos exponente. Sensualidad, ritmo y dulzura en una pieza eterna. 



Músicas para una vida - "Ne me quitte pas"


La música está presente en nuestras vidas desde la cuna hasta la tumba. A menudo no somos conscientes de su presencia intangible pero marca nuestra biografía y, con el paso de los años, se convierte en referente indisociable de los momentos de dicha y angustia, de felicidad y tristeza, de rabia y de euforia. La música moldea nuestro carácter sin que nos demos cuenta, se pega de forma indeleble a nuestra vida y cambia nuestro modo de pensar, de amar, de sentir y hasta de sufrir.

Las músicas que vamos descubriendo a lo largo de nuestras vidas son como muescas en nuestro paso por este mundo: todas nos marcan de una forma u otra y nos delimitan un antes y un después de escucharlas; las músicas de nuestra vida nos transportan a momentos vividos o soñados, a paisajes nunca visitados y nos ponen en contacto con gentes y culturas que nunca habríamos conocido de otra manera; la música evoca paisajes y rostros de países lejanos y cercanos y despierta en nosotros sentimientos de ternura, identidad, rebeldía o alegría; en los momentos de incertidumbre y miedo nos provee de un escondite en el que refugiarnos cuando todo a nuestro alrededor ha dejado de tener sentido y nos da fuerzas para seguir adelante.

Si girásemos la vista e hiciésemos un esfuerzo por recordar, comprobaríamos que la música es un capítulo de nuestra biografía del que no podemos renegar sin riesgo de vaciarla de sentido.

Esta serie que inicio hoy en el blog y que promete ser larga, pretende ir recordando las músicas que ya forman parte indeleble de mi biografía personal. El orden con el que irán apareciendo estas músicas en el blog no tiene nada que ver con el que las fui descubriendo y me fueron conquistando, sino con el que me dicten los recuerdos. 

Comenzaré la serie con una de las grandes canciones de amor de todos los tiempos.....que la disfruten.....