Justicia caribeña

Al juez Garzón lo pusieron de patitas en la calle sus colegas del Tribunal Supremo por atreverse a pegar la oreja en las conversaciones entre los cabecillas de la trama Gürtel y sus abogados, no fuera a oír cosas inconvenientes. Por si fallaba la estrategia también lo empitonaron por investigar los crímenes del franquismo y por unos cursos en Nueva York con patrocinio de un banco. Un juez incómodo menos.
Al juez Carlos Dívar, presidente del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, le acaba de sacar los colores un vocal del Consejo que ha tenido la osadía de ir a la Fiscalía con las facturas de unos gastos que el tal Dívar realizó con cargo a las arcas públicas durante algunos fines de semana caribeños de lujo y mantel en Marbella – remanso y oasis de transparencia política, como todos sabemos.
Él dice que el gasto es una "minucia" y tiene razón: ¿qué son unos 6.000 euros de nada para el erario público en un país en donde atamos los perros con longanizas, apenas hay paro, todos somos banqueros y la justicia, la sanidad y la educación siguen siendo completamente gratuitas y universales? 
 Lo que hoy son ganas de molestar y desestabilizar las instituciones de este país cuando, además, esas cosas se pueden resolver de puertas adentro sin que se enteren ni la fiscalía ni los cotillas y entremetidos periodistas.  
¿Es que acaso no tienen derecho tan altos magistrados a disfrutar cómo les plazca de esos largos fines de semana que van de jueves a martes y que en la jerga judicial se conocen como "caribeños"? ¿No es bueno para su salud y la equidad de sus decisiones que trabajen poco, descansen en hoteles de lujo y coman en restaurantes de diseño?
¿No es un bien para el país que, en el tiempo que les quede libre, si pueden y no les causa mucho quebranto, visiten algún juzgado, se interesen por los problemas judiciales de la zona o se tomen unas cervezas con algunos colegas de promoción o carrera para estrechar lazos de amistad y compartir experiencias? Ya lo dijo Groucho Marx: "¿Pagar la cuenta? Qué costumbre tan absurda."

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