Y Rajoy cogió su serrucho


Como un jabato de los recortes o un león de los ajustes, el presidente del Gobierno ha cogido hoy su serrucho y se ha ido al Congreso de los Diputados para pegarle otro buen corte a lo poco que iba quedando de cosas como la prestación por desempleo, el poder adquisitivo de los apaleados funcionarios o el moribundo consumo. Ha sido un streeptease político e ideológico en toda regla, hasta el punto de que, a su lado, el que protagonizó Zapatero aquel fatídico 12 de mayo de 2010 no pasa de un melindroso destape del que apenas pudo verse un poco más allá del tobillo. 

Pero Rajoy, aunque en la mayoría de las ocasiones no se sepa si sube o baja si viene o si va, no se ha andado esta vez con remilgos y ha mostrado con desparpajo y sin rubor cómo son sus verdaderas curvas económicas que, por otro lado, muchos ya adivinábamos: a los funcionarios y empleados públicos, esos haraganes que no dan palo al agua, los deja sin paga de Navidad para que pierdan la derrochadora afición por el don perignon y se pasen inmediatamente a el gaitero; a los parados, otra caterva de vividores del presupuesto público que si no trabajan es sencillamente porque no les da la gana, les serrucha la prestación a partir del sexto mes para “incentivar la búsqueda de empleo”, dice. 

Del Gobierno de Zapatero dijo nuestro hombre del serrucho que quería subirle el IVA hasta a las “chuches” y él acaba de anunciar hoy que eleva tres puntos el tipo general y dos el reducido, medida como se sabe ideal para que la gente se anime a comprar, se reactive el consumo y las empresas puedan contratar a más trabajadores que atiendan la avalancha de pedidos que van a recibir nada más se ponga en vigor. 

No se vayan, que aún hay más: toquen madera porque nuestro presidente serruchador ha dicho hoy que también tiene intención de podar un poco más las mondas pensiones y meter en cintura a los viejos de este país que, encima de no producir nada, cuestan una pasta en medicamentos, dependencia y viajes del INSERSO. No lo dijo así el presidente pero se desprende de sus palabras que lo que se propone hacer es que la edad de jubilación se acerque lo más posible a la de la esperanza de vida. Así que a trabajar – si hay suerte – hasta la víspera del entierro. 

 Por lo demás, nuestro presidente se nos ha vuelto fervoroso ecologista a raíz de que en la reciente cumbre de Río+20 fuera presentado como primer ministro de las Islas Salomón y quiere implantar el “céntimo verde” sobre los combustibles. Me malicio que sigue los consejos de su famoso primo, aquel que hace unos años le dijo que no creyera en el cambio climático y ahora se debe haber convertido a la fe ecologista o, en su defecto, de José Manuel Soria, destacado defensor de las energías renovables como es público y notorio.

Su largo serrucho ha llegado también a los ayuntamientos, en donde piensa mandar al paro a un tercio de los concejales y fijar el sueldo de los alcaldes: medidas de corte – y nunca mejor dicho – más bien populista aunque necesarias pero pensadas para mitigar en parte el malestar social con la llamada clase política. Eso sí: el corte no llegará a las diputaciones provinciales que – según el propio presidente ha reconocido – cuestan unos 6.000 millones de euros al año, casi lo mismo que el recorte en la sanidad pública.

El serruchazo de hoy lo ha justificado el presidente - ¿cómo no? - en la herencia recibida, otro manido tópico que, aún teniendo parte de verdad como todos los tópicos, intenta sin embargo ocultar inútilmente que todas las curvas de la economía española han enloquecido desde que él habita en La Moncloa: el paro, las previsiones de crecimiento, la prima de riesgo, el interés del bono....y todo ello pese a los mandobles que le ha propinado en los últimos seis meses a las relaciones laborales, a los impuestos, a la sanidad, a la educación o a los servicios sociales, justo todo lo contrario que dijo a los españoles que haría si llegaba al poder.

Pero no seamos crueles con nuestro rambo del serrucho porque, en honor a la verdad, no actúa sólo guiado por su convencimiento – que también - de que lo mejor para salir de un agujero es cavar con denuedo para hacerlo más profundo, sino como persona interpuesta de unos mercados que no están dispuestos a soltar la presa hasta no verla completamente abatida, un objetivo que cada vez están más cerca de alcanzar con el apoyo inestimable de este Gobierno. 


Así que no tiene ningún sentido ni lleva a ninguna parte recordar que estos recortes dejan en papel para envolver bocadillos de sardinas los Presupuestos Generales del Estado recién estrenados; ni que ante una enmienda a la totalidad de su propia política lo mejor que podría hacer el presidente es convocar elecciones cuanto antes después de haber mentido con absoluto descaro a los ciudadanos por mucho que ahora quiera escudarse en la herencia y en las nuevas circunstancias que le obligan a tomar decisiones que no me gustan pero no hay otro remedio – mentira sobre mentira porque sí hay alternativas y lo que en verdad no hay es voluntad política alguna de adoptarlas.
 
Con todo, el desnudo protagonizado hoy por Rajoy no ha sido completamente integral ya que – como es sabido - eso habría echado a perder la fuerza erótica del momento. Así que nos quedamos con las ganas de ver qué se esconde debajo de la lencería fina y porqué el largo serrucho de los recortes sigue sin llegar a las grandes fortunas, a los gastos de Defensa, a la Casa Real, a los defraudadores fiscales o a las entidades financieras. Tampoco hemos podido averiguar si hay alguna relación cabalística o de algún otro tipo entre el fajo de 65.000 millones de euros que Rajoy ha lucido hoy en el liguero de sus recortes y los 62.000 millones de rescate que necesitan los queridos bancos españoles. Lo dejamos a la imaginación de cada uno, que siempre tiene más morbo.

Después de su faena serruchadora de esta mañana, saludada con división de opiniones del respetable pero con el apoyo cerrado y efusivo de sus mayoritarios seguidores, Rajoy llevará estos serruchazos al Consejo de Ministros del viernes que – qué casualidad – presidirá el Rey. La Casa Real ha hecho un hueco en la apretada agenda del monarca para que no se pierda un momento de tanta trascendencia histórica para el país: los osos y elefantes pueden esperar; los serruchazos, no.

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