Músicas para una vida - Reelin' in the Years

Allá por los 70 triunfó en todo el mundo un grupo norteamericano llamado Steely Dan;  mezclaba jazz, pop, rock, funk y R&B y lo lideraban Donald Fagen y Walter Becker.  Uno de sus canciones más conocidas es Reelin' in the Years....El "look" es auténtico de los años 70.....





¡Hagan juego, señores!

Junto con los Presupuestos de crisis para salir de la crisis, según la original definición de Soraya Sáenz de Santamaría, el Consejo de Ministros acaba de aprobar dos modificaciones legislativas que, sin necesidad de ser mal pensados, parecen diseñadas como regalo de despedida a Esperanza Aguirre y para dar satisfacción al magnate del juego Sheldon Adelson y a los jugadores profesionales de casinos y otros garitos similares.

Para empezar, el Gobierno modificará por la vía de urgencia – que hay muchos jugadores haciendo cola - la Ley de Haciendas Locales para que se pueda bonificar con hasta el 95% del Impuesto de Bienes Inmuebles y el Impuesto de Actividades Económicas cuando concurran “circunstancias sociales, culturales, histórico artísticas o de fomento del empleo”. El ayuntamiento madrileño al que le caiga en suerte Eurovegas tiene pues ya respaldo legal para darle gusto al jerifalte del juego, que había puesto como condición para levantar su imperio en España disfrutar de unas largas vacaciones fiscales del IBI y el IAE de no menos de diez años.

Adelson se frota las manos porque ya sólo le falta que el Gobierno también modifique el impuesto sobre plusvalías de los terrenos urbanos que paga el vendedor, con lo que el pelotazo será redondo y completo tanto para el que compra como para los que venden.

No es Adelson el único que tiene motivos para estar contento: los jugadores que acudan a sus casinos o los que apuestan por Internet también están de enhorabuena porque podrán desgravarse del IRPF las pérdidas en el juego siempre que no sean superiores a las ganancias. Es una buena manera de expulsar del juego a los gafes que pierden hasta la camisa y alentar a los verdaderos profesionales que nunca se van con las manos completamente vacías y que ahora encima ven como una comprensiva Hacienda está dispuesta a perdonar, que una mala noche la puede tener cualquiera.

También es una buena fórmula para que los curritos de a pie que compramos de tarde en tarde una bonoloto o un número para el Gordo de Navidad nos animemos a acudir a los casinos en busca de emociones fuertes; sobre todo ahora que, al mismo tiempo que le pone las cosas fáciles a Adelson y a los tahúres del Mississippi, el Gobierno anuncia que aquellos que tengamos la mala suerte de ganar más de 2.500 euros tendremos que pagar el 20% de los premios obtenidos en los populares sorteos de Lotería. Por la misma regla de tres que se va a aplicar a los jugadores de casino, sería justo que el Gobierno también nos devolviera el 20% de la inversión cuando no nos saquemos ni el reintegro.

Si con los presupuestos que presentó ayer el Gobierno nos pareceremos cada vez más más a Grecia y a Portugal, ahora ya nos falta menos para parecernos también a Mónaco y Montecarlo. Así que ¡hagan juego, señores!

Hoy tampoco será un gran día

Lo siento por Serrat y por los optimistas antropológicos, pero hoy tampoco será un gran día. El ambiente viene cargado de malos augurios que harán que este 27 de septiembre se gane por méritos propios el derecho a figurar en la relación de los numerosos días infaustos de la crisis. Que el Consejo de Ministros se reúna los viernes para aprobar nuevos recortes – recuerden aquello de habrá medidas todos los viernes – ya es motivo semanal de zozobra; que lo haga en jueves para aprobar los próximos Presupuestos Generales del Estado sólo puede causar pánico.

Sabremos hoy cuán profundo es el nuevo tijeretazo que prepara el Gobierno para agradar a los mercados y, por supuesto, para crecer y crear empleo. Con el fin de irnos preparando para la que nos va a caer encima hoy mismo, ayer ya se filtró que el sueldo de los funcionarios – yunque de la gran parte de los martillazos - seguirá un año más en el frigorífico, aunque el Gobierno tendrá el detalle de devolver la paga de Navidad que se ha quedado este año.

Ha sido sólo el aperitivo: con toda seguridad habrá recortes en la inversión pública – insisto, para crecer y crear empleo -, a los canarios es muy probable que nos recorten de un modo u otro las bonificaciones de los billetes aéreos, que nos hemos acostumbrado a viajar demasiado y demasiado barato entre islas o a la Península y eso no se puede tolerar. Lo mejor es permanecer en casa y en silencio, que es como le gustan a Rajoy que estén los españoles sensatos, aunque antes de llegar al poder él era un ferviente partidario de la algarabía y el lío si al que había que poner de vuelta y media era a Zapatero.


No se vayan que hay más: además de ultracongelar el sueldo de los funcionarios, continuar adelgazando la administración pública hasta dejarla en los huesos sin importar demasiado si los afectados son médicos, enfermeros o profesores, y de recortar la inversión pública, se anuncian también nuevos impuestos como el céntimo verde o la modificación de la tributación de las plusvalías del primer año para los viciosos que hayan tenido la mala idea de colocar parte de sus ahorros en bolsa. De una nueva subida del IVA o del IRPF no se sabe nada de momento, aunque de aprobarla tal vez figure en el quinto punto de una nota de prensa emitida a las diez de la noche por el Ministerio de Hacienda.

Queda la duda de lo que hará el Gobierno el próximo año con las pensiones, que Bruselas pide que se ultracongelen al igual que el salario de los empleados públicos. Sin embargo, Rajoy ha dicho que no las tocará - ¿le creemos? -, pero hace falta saber si las actualizará acorde con la subida del IPC o simplemente las subirá por debajo del incremento de la inflación, lo que en la práctica supone rebajarlas.

Y todo esto con el único objetivo de congraciarse con los mercados y conseguir que el déficit no rebase la última barrera impuesta por Bruselas. No son por tanto unos Presupuestos Generales del Estado pensados para reactivar la economía, crecer y crear empleo, sino para pagar la deuda, cuyo coste ya superará el año que viene el de personal; deuda que nos han infligido los propios mercados que, al mismo tiempo, atosigan a España para que pida cuanto antes el rescate y siga creciendo así la bola de nieve de la crisis: recesión – desempleo – déficit – deuda y vuelta a empezar.

Grecia y Portugal están recorriendo ese camino y España ya ha empezado a hacerlo también y se adentrará más en él con estos presupuestos con los que hoy nos castigará el Gobierno a pesar de haber sido buenos y no haber salido a la calle a protestar. ¿Comprenden ahora porque creo que hoy no será un buen día?

Un mal día para la “marca España”

Todo empezó a ir mal cuando muchos españoles se desayunaron con un reportaje fotográfico de la biblia mundial del periodismo, el New York Times, que retrata con toda crudeza algunas - solo algunas – de las dramáticas consecuencias de la crisis económica en España: gente hurgando en los contenedores de basura, comedores sociales, protestas contra los recortes laborales y sociales, etc. Más allá de que tampoco están los Estados Unidos para presumir de equidad social y ausencia de miseria y desprotección sanitaria, éste fue el presente con el que recibió Nueva York al Rey y al presidente Rajoy. En doce fotografías en deslumbrante blanco y negro para dotarlas de mayor fuerza, la alicaída “marca España” que el monarca pretendía fomentar recibió el primer golpe de la jornada.

La cosa empeoró cuando, subido a la tarima de oradores, el presidente catalán Artur Mas anunció lo que casi todo el mundo esperaba después del fracaso de su órdago con el pacto fiscal: elecciones adelantadas al 25 de noviembre. Envuelto en la estelada y tocado con la barretina, Mas escenificó su propio fracaso político al convocar elecciones cuando aún le quedaba por delante la mitad de la legislatura y en los dos años que lleva al frente de la Generalitat la situación económica de su comunidad no ha hecho sino empeorar.


Pero la culpa, obviamente, no es suya ni de los gobiernos catalanes anteriores ni de la profundidad de la recesión generalizada: la culpa sólo la tiene el Gobierno de Madrid, al que acusa de haber levantado un muro ante las aspiraciones catalanas de contar con un sistema de financiación similar al que tienen vascos y navarros. El paro o las interminables listas de espera que sufren los ciudadanos de Cataluña son asuntos secundarios para él y de hecho solo se refirió a ellos en su discurso media hora después de haber empezado a hablar: en donde haya una buena causa independentista a la que encaramarse por anacrónica que resulte, que se quiten del camino los problemas reales de la gente de a pie. Todo lo resolverá la soberanía o la independencia o lo que sea que pretenda en realidad con tal de sacarle los euros a Rajoy.

Si con las fotos del New Yok Times y las elecciones catalanes la “marca España” empezaba a registrar ya una de sus cotizaciones más bajas de los últimos años, la puntilla la pusieron las cargas policiales de la noche en los alrededores del Congreso de los Diputados. Las escenas ya conocidas de otras manifestaciones se repetían: carga policial, carreras, caídas, porrazos, gente sangrando, manifestantes arrastrados a las furgonetas policiales, periodo de descanso y vuelta a empezar.

Esto a las puertas del Congreso de los Diputados que los convocantes de la protesta se proponían rodear coincidiendo con un pleno de la cámara; sin embargo, la policía se les adelantó y lo rodeó primero desde un día antes, de manera que la mayoría de los manifestantes se contentó con verlo desde lejos, mientras los afortunados que pudieron mirar cara a a cara a los leones se llevaron algún que otro porrazo de recuerdo. Una vez más parece que ha habido de todo: exceso de fuerza policial por un lado y provocación de grupúsculos expertos en reventar manifestaciones por otro.


No fue una buena idea cercar el Congreso y no sólo porque era previsible que la policía lo hiciera primero y hasta porque la número dos del PP, María Dolores de Cospedal, llegara a comparar las protestas con el 23-F en un descarado intento de deslegitimarlas. No fue buena idea porque el Congreso es la sede de la soberanía nacional y, nos gusten más o menos, sus miembros han sido elegidos en unas elecciones libres y plurales. Si los impulsores de las protestas de ayer quieren cambiar el sistema deben explicar con algo más de claridad cuál es el que proponen para sustituirlo. Del mismo modo deben explicar por qué consideran que la Constitución Española no es democrática – me pregunto qué diría Santiago Carrillo ante eso – y cuál es la que proponen en su lugar.

Hay razones más que suficientes para salir a la calle y protestar alto y claro en contra de que paguen la crisis quienes la sufren y en contra del denodado ataque que sufre el estado del bienestar a manos del neoliberalismo más rampante. Pero no sólo el fondo de esas protestas es importante, también las formas lo son: la contundencia en las críticas no tiene porque estar reñida con el respeto a las instituciones que representan a todos los españoles, al menos mientras no haya un sistema mejor que el democrático, el menos malo de todos los conocidos hasta ahora.

Este es el panorama en vísperas de que el Consejo de Ministros apruebe mañana los Presupuestos Generales del Estado para 2013. Mucho me temo que mañana tampoco será un buen día y habrá más razones para salir a la calle a protestar, aún sintiéndolo mucho por la “marca España”.

Financiación autonómica y ceremonia de la confusión

Con la algarabía catalana – Mariano Rajoy dixit – en primer plano, el Gobierno del PP y el PP se han enredado en su propio lío con un confuso cruce de mensajes encontrados sobre la necesidad o no de revisar el sistema por el que se financia a las comunidades autónomas. Las declaraciones contradictorias sobre este asunto entre miembros del Ejecutivo y del partido que lo sustenta hacen pensar por momentos en que el PP le hace oposición a su propio gobierno y viceversa.

 
La película de los hechos es aproximadamente la siguiente: el jueves se reúnen Mariano Rajoy y Artur Mas con el pacto fiscal que pide Cataluña sobre la mesa; como la petición catalana es inasumible por el Gobierno central se le ofrece a Más una revisión del modelo de financiación. Al día siguiente, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría admite que hay muchas autonomías disgustadas con el sistema, promete que “se revisará en esta legislatura” y anuncia que el asunto se abordará en la reunión que los presidentes autonómicos celebrarán la semana próxima con Rajoy.



Sin embargo, para sorpresa de muchos, en la reunión que ayer celebraron la propia vicepresidenta y las comunidades autónomas para preparar el orden del día del encuentro autonómico con Rajoy, el asunto ni siquiera se mencionó. Esa fue la primera señal de aviso. La segunda, mucho más alarmante, la dio casi al mismo tiempo María Dolores de Cospedal, la número dos del PP y a la sazón presidenta de Castilla – La Mancha que, junto a la propia Cataluña, Canarias o Andalucía, peor financiación reciben.

Aseguró la dirigente popular – en contra de lo que había dicho Sáenz de Santamaría – que “no es el momento de abrir en canal” el modelo de financiación autonómico y que los presidentes de las autonomías en la que gobierna el PP ni siquiera lo plantearán en la reunión con Rajoy. Éste, desde la lejanía de Nueva York, a donde llegan muy atenuadas las demandas soberanistas catalanas, remachó el clavo asegurando que revisar la financiación autonómica no es una prioridad para su Gobierno.

Aunque con otras palabras, el presidente vino a decir que en épocas de vacas flacas como la actual, en la que la caja pública empieza a criar telarañas por la caída de los ingresos, poco es lo que hay para repartir y contentar las aspiraciones de todas las comunidades autónomas. Muchas de esas comunidades - caso de Canarias, que debió de habérselo pensado bien antes de darle en 2009 el visto bueno al modelo actual - se sienten perjudicadas por el reparto en vigor. Para estas autonomías, las últimas declaraciones de Cospedal y de Rajoy son un jarro de agua fría sobre sus aspiraciones – alimentadas por las palabras de Sáenz de Santamaría - de que el modelo se revise cuanto antes para paliar el déficit de financiación que vienen padeciendo en los últimos años.

Pero, más allá de la algarabía en la que parece haber caído de nuevo el Gobierno en relación con este asunto, con la desautorización de Rajoy a su propia vicepresidenta, surge una duda razonable sobre si efectivamente es este el mejor escenario económico para revisar la financiación autonómica de la que dependen la prestación de servicios públicos esenciales como la sanidad o la educación.

A menos que los ingresos vuelvan a aumentar significativamente a corto y medio plazo – que no parece lo más probable – será imposible atender las demandas de todos sin originar nuevos y tal vez más profundos agravios comparativos entre comunidades autónomas ricas y pobres, sobre todo si la revisión se hace pensando en calmar las veleidades soberanistas catalanas.

En ese escenario, Canarias podría salir aún mucho más perjudicada de lo que está actualmente con el ahora denostado sistema de 2009. ¿Qué hacer entonces? Sólo cabe una salida: exigir con una sola voz que reúna a todas las instituciones, fuerzas políticas, sociales y económicas del Archipiélago una financiación acorde con la realidad del Archipiélago y el cumplimiento escrupuloso del Régimen Económico y Fiscal, una particularidad canaria cada vez más arrinconada e ignorada por el Gobierno del Estado. Eso o, en el caso de que al final se abra el melón de la revisión del sistema, rezar aquello de virgencita, virgencita que me quede como estoy.

Errores y mentiras

Estos días está causando furor en la red un vídeo de apenas tres minutos en el que Nick Clegg, el líder de los liberal demócratas británicos, socios de los conservadores de David Cameron en el gobierno de su graciosa majestad, pide perdón por haber apoyado la subida de las tasas universitarias a la que se opuso en la campaña electoral. Una web satírica lo ha convertido en un rap y ahí tenemos a Mr. Clegg a un paso de ocupar el primer puesto de los 40 Principales gracias a la originalidad y a lo poco común de su decisión.

Es cierto que su gesto – que le honra – debería tener la lógica consecuencia de la dimisión por defraudar la confianza de los votantes, al margen de que no servirá para que bajen las tasas ni para que los estudiantes que ya han pagado la subida recuperen el dinero. Por otro lado, Clegg ha intentado con este vídeo – que sus asesores le desaconsejaron que grabara para no proyectar una imagen de debilidad - producir un golpe de efecto al inicio del congreso de su partido en el que, como es natural en este tipo de cónclaves, no falta gente con deseos de moverle la silla. Aún así, que un representante público se atreva a decir de motu propio que cometió un error y pida perdón por ello es algo que adquiere un altísimo valor en los tiempos actuales de descrédito de la política y de los políticos.

Traslademos el asunto a España. Los casos en los que un representante público pide perdón por sus errores o por haber hecho lo contrario de lo que prometió se pueden contar con los dedos de una mano y sobran más de la mitad. El ex presidente Zapatero admitió en un par de ocasiones que no vio el huracán económico que se avecinaba, aunque la confesión no incluyó nunca la palabra perdón o la expresión lo siento; además, no se produjo por propia voluntad sino en respuesta a preguntas periodísticas o a críticas de la oposición. Más parecido al gesto de Nick Clegg fue el de nuestro rey cazador, que con cara compungida pidió perdón en treinta segundos por su metedura de pata en Botswana y prometió que una cosa así no se repetirá.

Comentario aparte merece el caso de Mariano Rajoy, que tendrá el dudoso honor de pasar a la historia como el presidente del Gobierno que más medidas contrarias a lo que había prometido ha puesto en marcha. El problema de Rajoy no es que haya cometido errores, salvo que se consideren como tales el rosario de decisiones adoptadas en sus nueve meses de gobierno que van justo en la dirección contraria a las promesas hechas en la campaña (impuestos, despido, copago, recortes en sanidad, educación y servicios sociales, etc.).

El problema es que ha mentido a los ciudadanos, o por ignorancia – cosa poco probable –, o por calculo político – mucho más verosímil. Cogido en falta cada vez que aplica un nuevo recorte se escuda en vanos argumentos del tipo no hay más remedio, es lo que toca o a mi tampoco me gusta pero hay que hacerlo para crecer y crear empleo. Nick Clegg ha necesitado unos tres minutos para disculparse por el asunto de las tasas universitarias y el Rey treinta segundos para hacerlo por el caso de la cacería en Botswana; si Rajoy sufriera un ataque de remordimiento político – algo muy dudoso - necesitaría al menos un capítulo entero de Secretos y mentiras.

Músicas para una vida - Cantares

La poesía de Antonio Machado hecha música a través de Joan Manuel Serrat en un disco titulado Cantares grabado en 1969. Las tres primeras estrofas son de Machado y las otras tres del propio Serrat, que incorpora a ellas los versos caminante, no hay camino / se hace camino al andar.

¡Buen domingo!



Cuando la risa no hace gracia

El mundo musulmán clama estos días contra un supuesto video blasfemo del profeta Mahoma. Una treintena de personas han perdido ya la vida en las protestas que han recorrido la mayoría de los países de religión musulmana, entre ellas, el embajador de Estados Unidos en Bengasi (Libia). Hoy, viernes de oración en las mezquitas, seguramente será otro día de manifestaciones, quema de banderas e intentos de asalto a las legaciones diplomáticas, consulados y otros centros occidentales en esos países, lo que ha obligado a extremar las medidas de seguridad. Y confiemos en que quede sólo en eso. En medio de esta ola de protestas teñidas de violento fanatismo religioso, alentadas incluso por algunos Estados teocráticos para ganarse el favor popular, una revista satírica francesa publicó esta semana una serie de viñetas sobre Mahoma que han recrudecido las protestas al considerarlas los musulmanes más intransigentes igualmente ofensivas y blasfemas. 

La decisión de la publicación francesa ha venido también a poner de nuevo sobre la mesa si debe o no tener límites la libertad de expresión, derecho elemental en cualquier sociedad democrática. Los responsables de la revista aseguran que no debe haberlos porque la autocensura es el primer paso hacia el totalitarismo.

Ni los islamistas radicales que protestan violentamente estos días ni algunos de sus gobiernos permitirían jamás en sus países el ateísmo, que existiese libertad religiosa o que se erigiesen iglesias cristianas, sinagogas o templos budistas. Justo lo contrario de lo que exigen sus correligionarios en los países occidentales en donde se les autoriza la construcción de mezquitas y disfrutan como cualquier otro ciudadano del derecho a practicar su religión o a no practicar ninguna sin más límites que los establecidos por la Ley. Por eso, resulta asombroso que algún iluminado miembro de la Liga Árabe haya llegado incluso a proponer que la legislación de los países occidentales incluya la figura penal de la blasfemia.

¿Por qué entonces ponerle límites a la libertad de expresión? Por una sola razón: por responsabilidad y, si me apuran, por oportunidad. Las viñetas de la publicación francesa no parecen ni responsables ni oportunas porque sólo han contribuido a echar más petróleo en la hoguera del fanatismo, ya bastante extendida y violenta. Y no se trata de autocensurarse para no molestar a los intolerantes, que no tendrían los mismos miramientos si el problema fuera el inverso. Se trata de ejercer el derecho a la libertad de expresión de manera menos burda y provocadora para que no contribuya a incrementar aún más la intolerancia, sino a denunciarla y combatirla.

JK 5022: justicia de bajos vuelos

Después de cuatro años de perezosa investigación judicial, la Audiencia Provincial de Madrid acaba de llegar a la conclusión de que los únicos responsables de la tragedia aérea que acabó con la vida de 154 personas una calurosa tarde del mes de agosto de 2008 en el aeropuerto de Barajas fueron los pilotos del avión de Spanair, fallecidos también en el accidente. Según la Audiencia, los dos mecánicos de la compañía a los que el juez instructor había inculpado, actuaron de forma imprudente pero no son los responsables directos de la catástrofe. Archívese pues la causa penal, que los muertos no hablan y por tanto no pueden defenderse, y que inicien los familiares si quieren un nuevo y largo calvario judicial para reclamar indemnizaciones por la vía civil; si aún les quedan fuerzas, se verán obligados a sortear los mil y un obstáculos que les pondrán en el camino las aseguradoras, sin contar con que tendrán que luchar con los fantasmas de la compañía aérea y de la empresa fabricante del avión, ambas desaparecidas.


Los cuatro años que ha durado la investigación  desembocan en un lamentable y decepcionante fallo judicial que deja a unas familias ya destrozadas y ahora, además, profundamente frustradas por lo que a todos luces parece una clara falta de interés de las autoridades de aviación civil y de la Administración de Justicia para llegar al fondo de los hechos. Y ello después de las huecas promesas de investigar a conciencia, depurar responsabilidades y poner todos los medios para que algo igual no vuelva a ocurrir. 
 

En lugar de ordenar una exhaustiva investigación de la concatenación de causas que condujeron al accidente, que sirviese para detectar qué se hizo mal y ayudase a depurar las eventuales responsabilidades penales, la Audiencia ha optado por la solución más fácil y cómoda: echarle la culpa a los muertos. Todo ello – qué casualidad – justo una semana después de que se filtrase a los medios de comunicación - ¿por quién y con qué objetivos? - la grabación de la caja negra del avión siniestrado en la que los pilotos bromeaban entre ellos segundos antes de darse cuenta de la inminencia de la tragedia. Se esfuma así la posibilidad de someter a la controversia de un juicio oral los factores técnicos y los actos humanos que provocaron el desastre y aplicar la ley en consecuencia.

Los familiares de las víctimas, que siempre han tenido a gala subrayar que no buscaban venganza ni recompensa económica y que sólo deseaban que se aclarase lo sucedido para que no se repita, descubren incrédulos que sus justas demandas no tienen respuesta; los pilotos, estigmatizados por el fallo de la Audiencia, creen que un accidente como aquel se puede repetir y añaden que ni la Justicia ni las autoridades de aviación civil españolas han estado a la altura del caso. Mientras, los ciudadanos de a pie nos quedamos atónitos al comprobar cómo un accidente de aquella magnitud se sustancia judicialmente con tanta ligereza y nos preguntamos si podemos seguir confiando en los responsables de la seguridad aérea de este país.

Un día antes del fallo de la Audiencia madrileña, el nuevo presidente del Consejo del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Gonzalo Moliner, prometía solemnemente en la apertura del año judicial hacer “todos los esfuerzos” para que los ciudadanos recuperen la “confianza en la Justicia”. Después de decisiones como la de ayer lo va a tener, como poco, muy difícil.

Carrillo: hasta la última calada

 
Mis primeras noticias de Santiago Carrillo se las debo a Radio España Independiente, La Pirenaica, que los españoles escuchaban en el máximo secreto y muertos de miedo para intentar saber algo de lo que ocurría en el país en el que vivían. Franco la terminó diñando y los acontecimientos se precipitaron: Carrillo con peluca en la frontera, Carrillo detenido, su partido legalizado y sonoro ruido de sables en los cuarteles. 
 

Superados aquellos primeros momentos convulsos y de máximo riesgo, empezó la Transición de la dictadura a la democracia y Carrillo se dejó muchas plumas de la identidad de su partido por el camino con tal de evitar que los españoles volvieran a matarse entre sí: reconoció la legitimidad de un Adolfo Suárez nombrado por el Rey al que a su vez nombró Franco y renunció a la bandera tricolor y a la república. Muchos se sintieron traicionados y no tardaron en darle la espalda, a lo que él mismo ayudó al no mostrar en el seno del partido la misma cintura política que fuera.

Llegó la Constitución en la que la contribución de Carrillo fue esencial y llegaron las primeras elecciones democráticas en 40 años. Ahí se sitúa otra imagen imborrable para mi de Carrillo: la del líder comunista en un multitudinario mitin en el viejo Estadio Insular de Las Palmas de Gran Canaria con la grada curva a reventar y acompañado de algún dirigente del PCE en Canarias de cuyo nombre no consigo acordarme. El reducido grupo de amigos que nos habíamos atrevido a acudir – apenas habían pasado tres años de la muerte de Franco – estábamos conjurados para no hablarle a nadie, y menos a nuestras familias, de nuestra escapada política; cuando llegamos nos pareció que había el doble de maderos de los que realmente había y sospechábamos que la grada estaba plagada de agentes de la secreta.

Luego vendrían las elecciones de 1982 y la mayoría de los españoles prefirió al PSOE de Felipe González en detrimento del PCE de Santiago Carrillo, que había llevado la mayor parte del peso de la lucha contra el franquismo dentro y fuera del país. El fracaso en las urnas le obligó a abandonar la secretaría general y el PCE inició un lento y largo declive similar al de otros partidos gemelos, que se aceleró tras la caída del muro de Berlín en 1989. Los tiempos estaban cambiando profundamente.

Carrillo acaba de dejar una España que poco tiene que ver con la que se encontró al regresar después de 38 año de exilio. Entonces, conceptos como voluntad de diálogo, acuerdos y pactos estaban cargados de contenido: se buscaban sin descanso hasta que se alcanzaban y así fue posible la transición a la democracia, con todas las imperfecciones que se quieran enumerar ahora desde la distancia y la tranquilidad que proporcionan ver aquellos hechos con tanta perspectiva histórica; hoy, esos conceptos apenas llegan a la categoría de catálogo de buenas intenciones para la galería y, tal vez por eso, los políticos son hoy una de las principales preocupaciones de los españoles.

Salvando las distancias y las circunstancias, si en la España de hoy existiera sólo la mitad del convencimiento de que de las situaciones más complicadas se puede salir por la vía del diálogo y el acuerdo como se salió de la dictadura o de la crisis económica de entonces a través de los Pactos de La Moncloa, las perspectivas para nuestro país serían mucho más esperanzadoras. Carrillo vivió su larga e intensa vida como se fumó sus sempiternos cigarrillos: hasta la última calada. Ahora que el último se ha consumido casi entre sus dedos, se apaga también la vida de un hombre que puso la reconciliación de los españoles por encima de los intereses de su partido y que protagonizó en primera persona, para lo malo y para lo bueno, casi un siglo de la historia de España. Conviene tenerlo siempre muy presente en un país de tan corta memoria histórica.

Aguirre o la cólera del PP

En un país en el que el verbo dimitir aplicado a la clase política está a punto de desaparecer del Diccionario por desuso, que lo conjugue un animal político como Esperanza Aguirre sólo puede causar conmoción, respeto y un punto de admiración. Sin embargo, una vez superado el impacto inicial, las reacciones se dividen en varias categorías.

Por un lado están los que han brindado con lo que tenían a mano porque al fin se va la lideresa del ala más ultraconservadora del PP, la menos democrática en las formas y en el fondo y la más férrea defensora de recortar todo lo que se ponga a su alcance y huela a servicios públicos. Enfrente se sitúan los integrantes de lo que podríamos llamar el cocido party, huérfanos desde ayer de quien ha sabido expresar en voz alta y sin complejos todo lo que  comparten con ella pero no se atreven a decir en público.

Y luego tenemos a los esperanzólogos, subespecie analítica que lleva horas escudriñando los gestos y leyendo entre líneas para averiguar qué hay realmente detrás de la dimisión. No se creen – y tal vez no les falte razón – que sean sólo razones de salud y familiares las que han llevado a la dimisión de Aguirre. Suponen unos que la ex presidenta no puede soportar más a Rajoy, que la relegó en favor de su eterno rival Ruiz Gallardón y que, en contra de su forma de ser, nunca dice lo que piensa.


Hay quien ve en la marcha de Aguirre un choque de trenes por asuntos como el “caso Bolinaga” o la subida del IVA contra la que ella tanto luchó, sin contar el recortazo presupuestario de 1.000 millones de euros que le aplicó el Gobierno a su comunidad autónoma. Son cosas que Aguirre no perdona que, unidas a las razones explicitadas en la rueda de prensa de ayer, podrían explicar su abandono de la primera línea política.

La conclusión a la que llegan muchos de estos esperanzólogos es que realmente Aguirre no ha dicho adiós sino hasta luego y que ahora, mientras se cuida y cuida de su familia, esperará sentada a ver pasar los cadáveres políticos de sus enemigos, Rajoy entre ellos, arrastrados por el tsunami de la crisis.

Entonces podría hacer recuento de sus fuerzas y, en caso de considerarlas suficientes, intentar de nuevo el asalto a las altas torres de Génova y después a las de La Moncloa. Hasta podría imaginarse el slogan de la campaña: “Aguirre o la cólera del PP”.

Ni pongo ni quito Esperanza y respeto su decisión y sus razones para dar un paso atrás ¿o a un lado?. No obstante, si pudiera le recomendaría a esta mujer de hierro que haga un esfuerzo para olvidarse definitivamente de la política, que da muchas cornadas y es muy ingrata. Sé que sería muy duro para ella después de 30 años en la primera línea de fuego, pero estoy convencido de que su salud y su familia se lo agradecerían. Muchísimos españoles también.

La margarita del rescate

Continúa Mariano Rajoy deshojando la espinosa margarita del rescate de España: lo pido, no lo pido, lo pido. Semanas llevamos así con este juego mareante en el que el presidente dice una cosa en España - “a lo mejor no hace falta pedirlo” o “tengo que pensarlo bien y hablarlo con mucha gente” - y otra fuera - “parece que no habrá más remedio que pedirlo”.

Fiel a su estilo de tancredismo político, Rajoy parece seguir esperando a que la prima de riesgo se relaje un poco más, a que la economía dé alguna señal de recuperación – vana esperanza con los recortes aprobados y los que se anuncian para las próximas semanas – o a que pasen las elecciones gallegas. En definitiva, espera a que el toro del rescate pase de largo sin hacerle mucha pupa política más de la que ya le están haciendo sus medidas

Puede incluso que encuentre en Angela Merkel una inesperada aliada para no pedirlo y evitarse así el estigma político y económico que caería de inmediato sobre él, su gobierno y su partido. Circulan ya algunas teorías según las cuales, a la canciller, a las puertas de unas elecciones trascendentales, no le apetece lo más mínimo tener que volver a convencer a su partido, a sus socios, a su parlamento y a sus ciudadanos de que hay que desembolsar una importante cantidad de millones de euros para sacar de apuros a los derrochadores españoles, como ha tenido que hacer ya con griegos, irlandeses y portugueses.


Pero que nadie se llame a engaño: que España no pida finalmente el rescate integral tampoco importa mucho más allá del coste político que la petición tendría para el Gobierno y para el PP, ya estigmatizados por el rescate bancario. De hecho, mientras Mariano Rajoy deshoja la margarita o hace como que la deshoja, su ministro de Economía ha anunciado inminentes nuevas “reformas” - vulgo recortes – para cumplir con el objetivo de déficit de este año.

Dicho en otras palabras: España está dispuesta a hacer todos los recortes que sean necesarios y más – incluso antes de que se lo exijan los mercados - con tal de evitar la palabra maldita. Que esa política de obsesión por el control del déficit sin acciones compensatorias de reactivación económica siga conduciendo a España por el mismo camino que transitan ya griegos y portugueses parece que es lo de menos para el PP, convencido de que los españoles sabremos agradecerle a Rajoy tanto bien como nos está haciendo con sus medidas – Cospedal dixit. Y de lo del rescate ya nos enteraremos a su debido tiempo; sólo es necesario estar atentos a la prensa alemana.

Cadena perpetua encubierta

Prepara el Gobierno la enésima reforma del Código Penal cuando aún no se han cumplido dos años desde la entrada en vigor de la anterior y cuando ya rondan la treintena las que se han aprobado en la etapa democrática. No es cierto por tanto, como dice el ministro Ruiz Gallardón sin sonrojarse y para justificar esta nueva vuelta de tuerca, que el actual Código Penal apenas haya experimentado cambios desde el siglo XIX.

Porque una nueva vuelta de tuerca es lo que anuncia el Gobierno para un sistema penal que no ha cesado de endurecer las condenas, no siempre de manera justificada, en los últimos años. En esa línea va también la nueva reforma que tiene como nueva pena estrella una de las promesas electorales del PP - la única que parece dispuesto a cumplir hasta la fecha -, la implantación de la prisión permanente revisable para homicidios terroristas y de menores, entre otros delitos. Estamos ante otro de los eufemismos que tanto gustan al Gobierno y con los que intenta ocultar la realidad porque, en este caso, de lo que se está hablando es de cadena perpetua de hecho.

Con ese juego malabar de palabras se nos quiere presentar como constitucional lo que no tiene visos de serlo por mucho que el ministro recurra el Consejo de Estado, que no es precisamente la institución encargada de darle marchamo constitucional a las leyes. Dice la Constitución que el objetivo de las penas es la reinserción del penado, algo casi imposible si la condena puede convertirse en perpetua por la vía de la revisión. El ministro, con el fin de justificar su iniciativa, se agarra también a la legislación de otros países europeos que aplican esta pena; sin embargo, oculta que el plazo que debe transcurrir antes de la revisión es menor que el que se piensa aplicar en España y que no estará por debajo de los 25 o 35 años de prisión.


No es casualidad sino todo lo contrario que esta reforma se anuncie la misma semana en la que arrecian las críticas al Gobierno desde el propio PP por la excarcelación del etarra Bolinaga y cuando el “caso Bretón” sigue acaparando titulares y sensacionalismo televisivo. Subido en la ola de la alarma social que provocan casos como esos y otros parecidos, el Gobierno busca calmar las aguas y dar respuesta a un segmento de la sociedad que coincide en gran medida con el perfil electoral del PP y que está convencido de que sólo endureciendo mucho más las penas ese tipo de hechos no se repetirán, aunque la experiencia diga la contrario.

Tampoco es casualidad que, coincidiendo con las crecientes protestas por la crisis y los recortes sociales y laborales, el ministro incluya en su reforma un agravamiento de las penas por acciones derivadas de manifestaciones y otros actos de protesta. Por ejemplo, se modifica la definición de "alteración del orden público" para incluir en ella "una referencia al sujeto plural y a la realización de actos de violencia sobre cosas y personas".

El Ministerio de Justicia asegura que "se castigará la difusión de mensajes que inciten a la comisión de algún delito de alteración del orden público". La guinda la ha puesto el propio Ruiz Gallardón al asegurar que la modificación del Código Penal "no puede preocupar a nadie que no agreda a los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado". Se olvida sin embargo el ministro de los delitos de cuello blanco, del saqueo de las arcas públicas, del trinque de los directivos bancarios y de los que se ríen de Hacienda. Tal vez en otra reforma se incluyan también estas figuras, en el sentido amplio del término.Ahora no parece ser el momento.

Cuando esta nueva e innecesaria reforma salga adelante, España tendrá la legislación penal más dura de la Unión Europea y seguirá siendo uno de los países europeos con mayor número de presos en sus cárceles y en donde más años de prisión se cumplen, por mucho que la percepción social no sea esa. Como sigamos endureciendo el Código Penal para agravar las condenas a golpes de titular y alarmas sociales – comprensibles pero que no pueden convertirse en la guía de las reformas de un Código que debe tener vocación de permanencia – llegará un momento en el que sólo nos quedará recurrir a la ley del talión.

Re(in)sidencia aérea

El Partido Popular vuelve a meter la pata hasta más arriba del corvejón. No satisfecho con obligar a los residentes en Canarias a hacer cola en los ayuntamientos para obtener un certificado que lo acredite y acogerse así a los descuentos en los billetes aéreos y marítimos, se acaba ahora de sacar de la manga una moción que ha disparado todas las alarmas.

Aprobada ayer en el Senado con el único apoyo del PP – están tardando los senadores populares canarios en dar explicaciones sobre su apoyo a la iniciativa -, la moción de marras propone que se mantengan esas subvenciones “si hay disponibilidad presupuestaria”, es decir, si hay dinero en la caja. La coletilla de la “disponibilidad presupuestaria” abre la puerta a un recorte de la partida con la que se abonan esas subvenciones e incluso a su total supresión en el peor de los casos. Alegan los dirigentes populares que la alarmante coletilla figura en todas las mociones con contenido presupuestario porque estamos en una época en la que hay que mirar con lupa en qué se gasta el dinero público y juran en arameo que la subvención no corre peligro.

Si es así, cabe preguntarse qué necesidad había de presentar una moción que, además, contradice otra aprobada en junio y en la que el PP se abstuvo, en la que se insta al Gobierno a mejorar las conexiones aéreas y marítimas de Canarias. Es cierto que las mociones no obligan legalmente al Gobierno pero sí reflejan con claridad las intenciones de quienes las presentan y las defienden, en este caso el PP. Y esas intenciones no parecen augurar nada bueno para los que residimos en islas a 2.500 kilómetros de distancia del territorio peninsular y no disponemos de otros medios para movernos en nuestra comunidad o conectarnos con el resto del país que el barco o el avión.

Algo tan elemental que hasta suena a perogrullada no lo entienden en cambio ciertos políticos populares mesetarios – véase el caso del ínclito alcalde leonés que arremetió contra esas subvenciones a propósito del conflicto minero - que sólo parecen ver en los residentes en Canarias a parásitos del presupuesto público a los que es imprescindible extirpar de raíz en aras de los recortes tan en boga. 

Es creciente la sensación de que la ministra de Fomento, Ana Pastor, comparte también ese prejuicio. Su empecinamiento en obligar a los canarios a obtener el certificado de residente para acogerse a las subvenciones aéreas y marítimas, no sólo nos retrotrae a la prehistoria de la era informática causando gastos y molestias innecesarias a los ciudadanos, sino que ha terminado arrojando sobre ellos un manto de sospecha de fraude generalizado que ha obligado a algunos pesos pesados del Gobierno, empezando por el ministro Soria, a pedir perdón por el desatino, la torpeza y la improvisación.

Fraude que, por otro lado, el Gobierno español ni ha demostrado, ni cuantificado ni explicado quién lo comete, ni mucho menos el porqué deben ser los ciudadanos los que tengan que cargar con la prueba de su inocencia. Tal vez si el Gobierno pusiera el mismo empeño en perseguir el fraude fiscal con mayúsculas en lugar de promulgar ofensivas e inútiles amnistías fiscales, las cosas le irían mucho mejor al país.

Se impone que el Gobierno explique con claridad qué piensa hacer con las bonificaciones y, en el supuesto de que las mantenga, para qué siglo cree que tendrá a punto el sistema telemático que permita acreditar la residencia sin necesidad de retroceder a la época del “vuelva usted mañana”. Sobre todo por no hacer cola inútilmente e ir pensando ya en la posibilidad de recurrir a los cayucos y a las balsas.

Vamos a ver, dijo un ciego

Anuncian las petroleras españolas – REPSOL, CEPSA y BP – que van a hacer un esfuerzo para que bajen los precios de los combustibles. Confío en que no se hernien y quiebren en el intento, no vaya a ser que tengamos que rescatarlas como a los bancos, ahora que alguna de ellas se ha convertido incluso en un símbolo patrio. Lo dijeron ayer poco antes de reunirse con el ministro Soria, que anda el hombre agobiado con los disgustos que le están dando el déficit de tarifa eléctrica y la meteórica subida de los precios de la gasolina, entre otros agobios.

Previamente, el propio Soria había dicho en el Congreso que como las petroleras no se avengan a razones y recorten sus márgenes de beneficios – los más altos de la Unión Europea – se van a enterar de cómo se las gasta el Gobierno en una época de crisis como la actual en la que todos tenemos que arrimar el hombro para - ya saben – crecer y crear empleo. Amenaza incluso el Gobierno con un incremento de la presión fiscal vía céntimo verde o medida similar que se aplicaría sobre los beneficios de las compañías.

Confía en que de llegar a tomar una medida como esa - que está por ver – su impacto no se traslade a los precios en las estaciones de servicio – no me imagino cómo - hasta el punto de que llenar el depósito del fotingo salga más caro que hacerlo con Don Perignon. De vigilar cómo se forman los precios de los combustibles que pagamos los curritos en la gasolinera no ha dicho nada el ministro, ni de investigar ese extraño fenómeno por el cual los precios suben a la vez en todos lados y en una cuantía similar; pareciera como si las petroleras se hubiesen puesto de acuerdo bajo cuerda para incrementarlos anulando la competencia entre ellas por la vía del conchabo. Mas, no debe pensar el ministro que tal cosa esté ocurriendo ni que ello sea motivo para una sanción ejemplar.


Mentarle esas cosas tan feas e impopulares a las petroleras y a otras grandes empresas es como nombrar la soga en casa del ahorcado y no me cabe duda de que, para evitarlo, pondrán cara de ser buena gente y prometerán el oro negro y el moro si hace falta. Otra cosa es lo que ocurra realmente en la práctica en un sector en el que la ley de la gravedad funciona el revés: todo lo que sube nunca baja o, si lo hace, nunca en la misma proporción en la que ha subido. 

Me malicio, no obstante, que lo más que le preocupa a Soria no es tanto que los desafortunados que no disponemos de coche oficial tengamos que dejarnos una buena parte de nuestro sueldo en la gasolinera. Creo más bien que la preocupación viene por la subida meteórica del IPC a cuenta precisamente de los carburantes, con lo que eso puede implicar para las cuentas públicas a la hora de revisar las pensiones en noviembre.

Ahora que, por mucho que Rajoy lo niegue, llegan desde Bruselas mandatos cada vez más nítidos sobre la necesidad de revisar el sistema de pensiones, el Gobierno se ve en la necesidad de hacer como que hace algo con el fin de parar la escalada de precios de las gasolinas y las petroleras simulan que van a hacer algo para darle gusto al Gobierno.

Los que no tenemos más remedio que acudir a las gasolineras deberíamos ir pensando en la bicicleta o en el coche de San Fernando; los pensionistas, por su parte, que vayan haciéndose a la idea de otro hachazo porque, como dijo un ciego, vamos a ver.

Cataluña enseña las uñas

La multitudinaria manifestación independentista de ayer en Barcelona – 600.000 manifestantes según el Gobierno central, 1,5 millones según los Mossos y 2 millones según los convocantes – es un serio toque de atención al Gobierno de Mariano Rajoy más allá del ineludible baile de cifras. Alentada y respaldada por el Gobierno de la Generalitat, si una cosa ha puesto de manifiesto esta marcha es que el Estado autonómico empiezan a saltar por las costuras que la Constitución de 1978 pretendió dejar bien cosidas. El tiempo ha demostrado que no es así y que resulta cada vez más perentorio pensar en un nuevo traje en lugar de remendar el viejo por la vía de la recentralización que propugna el PP, que sí supone un riesgo verdadero de ruptura.

Es cierto que la manifestación de ayer es la respuesta – contundente - ante la negativa del Gobierno español a negociar el pacto fiscal que exige la Generalitat, por más que las dimensiones de la demostración pública del descontento hayan superado con creces las propias previsiones del Govern que ahora deberá gestionar esta reivindicación independentista.
 
Pero también lo es que, detrás de esa protesta, anidan intereses políticos y económicos poco solidarios con el resto del país en una situación de crisis tan dramática como la actual. Sin olvidarnos de que la llama independentista le permite a Artur Mas desviar la atención sobre sus durísimos recortes derivados del descontrol en las cuentas públicas. Todo ello, sin entrar a analizar ahora cuál podría ser el futuro de un Estado catalán independiente que tendría que solicitar su ingreso en la Unión Europea y contar con la unanimidad de todos sus miembros para ser aceptada.

Sin embargo, el envite independentista de ayer no sólo está ahora en los tejados de la Generalitat y de las fuerzas políticas soberanistas; también está en el del Gobierno español con su presidente a la cabeza, que no puede despachar con un desdeñoso no es el momento de líos ni algarabías un asunto de este calado político. Es evidente que el apoyo del PP a CIU en Cataluña y de los nacionalistas catalanes a Rajoy en Madrid pone a ambas fuerzas políticas en una situación incómoda pero, tal vez por eso, favorable también para el encauzamiento de la situación. Algo tendrá que decir también el PSOE, además de las ambigüedades previas a la manifestación de ayer.

La Constitución fija la organización política del Estado pero ello no implica que su reforma deba ser tabú para los partidos políticos – para responder al dictado de los mercados no lo fue en absoluto y se cambió de la noche a la mañana.

Cada vez parece más evidente que únicamente explorando la vía federal puede tener alivio la dinámica de tensión permanente que viene presidiendo desde hace años las relaciones entre el Gobierno central y las comunidades autónomas, mucho más acusada a raíz de la crisis económica – véanse también los casos del País Vasco o de Canarias.

Resolver los problemas empieza por afrontarlos, no por minimizarlos, despreciarlos, demorarlos o esconderlos. Si hay voluntad y altura políticas no faltarán instrumentos para lograrlo.

Mariano Tancredo Rajoy

Cinco avezados periodistas no fueron capaces anoche de arrancarle un titular medianamente potable al presidente Rajoy en la entrevista que le hicieron en Televisión Española. Y no es que les faltaran tablas y hasta colmillo retorcido a la mayoría de los entrevistadores, es que cuando uno no quiere ni cinco ni diez ni todo un país puede. Vano esfuerzo el de la televisión pública que se pasó todo el fin de semana autopromocionando la entrevista con Rajoy, la primera que ofrece el presidente a una cadena de televisión desde que llegó a La Moncloa. A la vista de los resultados, mejor hubiese programado un capítulo de Cuéntame.

Las respuestas de Rajoy, en un tono que pretendía ser didáctico pero que en la mayor parte de las ocasiones se quedó en un mero encastillamiento en sus posiciones ya de sobra conocidas, no sólo decepcionaron sino que no arrojaron la más mínima luz sobre lo que se propone hacer el presidente en los próximos días o semanas en asuntos como el tan traído y llevado rescate que él, por supuesto, evitó llamar así o adoptó un tono desdeñoso cuando lo hizo.

Como es lógico negó haber presionado al BCE para que compre deuda de países en apuros como España, pero se mostró encantado de que eso vaya a ocurrir en tanto le insufla oxígeno para aguantar ¿hasta las elecciones gallegas? Por cierto, preguntado por la posibilidad de que el PP pierda la mayoría absoluta en la tierra natal del líder, Rajoy no se cortó un pelo de la barba para hacer campaña electoral en la televisión pública en favor de Feijóo.


Por lo demás, sus razonamientos sobre el déficit – es más importante recortar el déficit que eso que usted llama rescate, le espetó a una de las periodistas – suenan ya a canción del verano, al igual que esa insufrible cantinela de que todas las medidas que su gobierno está tomando servirán para crecer y crear empleo; cuando se le preguntó por iniciativas que incentiven de verdad la economía más allá de los recortes en el estado del bienestar, entonó de nuevo el estribillo del control del déficit en el que este hombre de fe inquebrantable en el masoquismo fiscal que predica e impone su amiga Angela Merkel ve la panacea a todos los males del país.

Su reiterada promesa de que no tocará las pensiones – las personas que tienen 80 o 75 años ya no pueden ponerse a buscar trabajo ¡gran razonamiento! - sonó a que efectivamente las tocará a la vista de que, como él mismo tuvo que admitir, tampoco quería subir los impuestos directos e indirectos, ni recortar en sanidad o en educación o en servicios sociales y tuvo que hacerlo porque no había más remedio si queremos controlar el déficit para que que se crezca y haya enmpleo. ¡ Qué cansino puede llegar a ser este hombre! Que Rajoy esté muy contento con los resultados de la reforma laboral no debe sorprender a nadie siempre que se crea en que cuando la situación mejore la reforma será un elemento fundamental - ¿saben para qué? - para crecer y crear empleo. Nunca lo hubiera imaginado.

Ahora que el PP ha puesta en marcha la cruzada protaurina conviene recordar aquí a Don Tancredo, torero de fama mundial cuyo estilo consistía básicamente en salir al ruedo y subirse a una banqueta: allí esperaba a que el bicho embistiera y que, con un poco de suerte, pasara de largo. Y así actúa también Rajoy aunque con una diferencia con respecto a Don Tancredo: desde la banqueta del Gobierno, él azuza al toro para que cornee al respetable y aspira encima a cortar orejas y rabo y a salir a hombros por la puerta grande.

El sueño de Eurovegas

He soñado que era el primer español que disfrutaba de Eurovegas, el paraíso terrenal que nos ofrecen Sheldon Adelson y Esperanza Aguirre a los españoles . Me he visto ante uno de los majestuosos casinos y he admirado la colosal estatua de 15 metros de altura de la presidenta en mármol de Carrara; enseguida me he transportado a la descomunal sala de juegos en donde me ha dado la bienvenida la sugestiva cacofonía musical de las tragaperras y el dulce tintineo de los dolares, todo ello punteado por las voces bien timbradas de croupiers recién llegados de Las Vegas: ¡Hagan guegou, seniores! ¡Nou va másss! 

Me he paseado por los modernos restaurantes y me he deleitado anticipadamente con el menú: hamburguesas con o sin queso, pollo frito con o sin papas y perros calientes con o sin mostaza. Como no tenía hambre me he ido a dar una vuelta por los teatros y salas de cine pero no he sido capaz de decidirme entre David Bisbal, Julio Iglesias y Clint Eastwood. De modo que he optado por explorar uno de los faraónicos hoteles del complejo y alojarme en una de sus más de treinta mil habitaciones, en donde hasta James Bond tardaría varios días en encontrarme.

He pensado entonces en las injustas críticas que se le han hecho a Eurovegas. A Esperanza Aguirre y a Artur Mas se les reprocha haberse arrastrado por los despachos de Adelson implorando su favor millonario, como si un inversor de su importancia pudiera ser enviado a la ventanilla pública de juegos de azar a pedir cita previa. Se escandalizan algunos de que Adelson quiera exenciones fiscales y dispensas legales, olvidando que alguien que hace tanto por España merece un trato acorde con su generosa oferta en inversión y puestos de trabajo. 

Seguramente ha sido la mayor experiencia de Esperanza Aguirre a la hora de esconder los libros de leyes y el BOE cuando lo requiere el interés general - que es el caso – lo que ha animado al magnate estadounidense a decantarse por Madrid para hacernos el regalo de Eurovegas.

Considero fuera de lugar que se diga que Adelsón prohíbe a sus empleados afiliarse a un sindicato, organizaciones cegadas por el odio de clase e incapaces de comprender el enorme privilegio que representa trabajar para este self made man. Y si la apertura de Eurovegas atrae prostitución, blanqueo de dinero y gangsterismo como aducen otros, hay que recordar que toda idea de progreso y desarrollo económico incluye siempre algunos pequeños peajes que hay que asumir en beneficio del bien superior.

Para otros es escandaloso que este señor siente sus reales en España mientras en su país se le investiga por sobornar a funcionarios chinos. Los que enarbolan estas críticas olvidan que nadie amasa una fortuna de 20.000 millones de dólares levantándose diariamente a las seis de la mañana para acudir a la oficina o a la obra. 

Y luego están los que sacan a relucir que Adelson es el mayor donante del Partido Republicano de Estados Unidos. Desprecian la posibilidad de que los republicanos ganen las elecciones y, gracias a esas generosas donaciones económicas, podamos ver a Rommey y a Rajoy en buena compañía echando una partida en las tragaperras o jugándose los cuartos al póker en uno de los numerosos garitos de Eurovegas: ¿se imaginan como aliviaría eso la prima de riesgo y como mejoraría la confianza de los mercados en España?

En mi sueño me veo abandonando el casino con dos grandes maletas repletas de dólares. Junto a la estatua de Esperanza Aguirre dejo un buen fajo de billetes para obras de caridad; en la salida le doy otro fajo al portero para que envíe a sus hijos a la universidad, pague algunos plazos de la hipoteca y compre las medicinas para su esposa enferma. El hombre intenta agradecérmelo de rodillas y besándome la mano, que yo retiro confundido.

- No me dé a mi las gracias, déselas a Eurovegas – le digo. Y me voy pensando que España está salvada.

Músicas para una vida - Eu sei que vou te amar

Una hermosa canción de amor llena de sencillez que dan ganas de cantar sin parar. La letra es de un personaje singular, el poeta, compositor y hasta diplomático Vinicius de Moraes, uno de los pilares esenciales de la música popular brasileña; la música es de otro de esos grandes pilares, Tom Jobim, y la voz la pone una de las más grandes cantantes brasileñas, María Creusa. Para escuchar y canturrear contemplando tal vez una puesta de sol, en buena compañía y, si se tercia, saboreando una caipirinha.........






Ryanair: cuando volar es una experiencia única

Nunca antes volar había sido tan emocionante y más que se va a poner. Ryanair, la sin par compañía irlandesa de bajo coste y bajos vuelos, exigirá a sus pasajeros que lleven consigo un bidón de gasolina de 20 litros para poder embarcar. Para evitar incomodidades y manchas en las manos y en la ropa, quienes lo deseen tendrán la opción de pagar el combustible en el aeropuerto según la cotización que marque ese día el barril de Brent más un sobrecoste del 50% por gastos de gestión. La aerolínea ha advertido de que mientras sus pasajeros no presenten el bidón o lo paguen en el momento de la facturación. el avión no podrá despegar.

La única pega es que se prohibirá llevar equipaje de mano – aunque, al fin y al cabo, quién lleva equipaje de mano ni de ningún otro tipo con Ryanair - con el fin de utilizar los compartimentos situados encima de sus asientos para colocar el respectivo bidón de gasolina y tenerlo siempre a mano en caso de prioridad para el aterrizaje.

También será obligatorio llevar un bote tamaño familiar de oro matón para que no se repitan los picores que sufrió el pasaje de un vuelo de Ryanair en Italia, sorprendido por el ataque feroz de una legión de chinches. A quienes justifiquen con tres certificados médicos algún tipo de alergia al flis contra cucas y chinches se le permitirá embarcar con la condición ineludible de que limpien los servicios, le pasen a fondo la aspiradora al avión y recojan los restos de comidas y bebidas y los periódicos arrugados – quienes hayan comprado todo eso en el aeropuerto – que dejaron los pasajeros del vuelo anterior.

Al hacer la reserva online habrá que adquirir una mascarilla de oxígeno y un chaleco salvavidas. Para darle más emoción y suspense al vuelo, en lugar de explicar con voz cansina y gestos mecánicos cómo se coloca la mascarilla o el chaleco, la tripulación recorrerá los asientos e irá entregando ambas cosas a los pasajeros junto con un pequeño manual de instrucciones en inglés y sin admitir preguntas.

Aunque de momento no será obligatorio, la web de Ryanair ya recomienda a sus clientes llevar consigo un libro de oraciones y al menos un rollo de papel higiénico ante la posibilidad de que en una improbable despresurización de la cabina el pomo se les suba a la coronilla y lo pongan todo perdido. Si lo necesitan, los olvidadizos y los optimistas que siempre creen que no va a pasar nada podrán adquirirlo a bordo con un recargo del 75%.

Durante el vuelo, se invitará a los pasajeros a escribir atentas cartas a los medios de comunicación, a la ministra de Fomento y a las autoridades de aviación civil. Para ello, Ryanair recomienda que se lleve papel y lápiz de casa aunque la compañía lo suministrará amablemente a bordo si es necesario con un recargo por gastos de gestion, sobres y sellos del 40%.



De acuerdo a un modelo que se repartirá entre los pasajeros, estos deberán explicar que es rotundamente falso que los altos ejecutivos de la compañía presionan a los pilotos para que pongan poco combustible, que los aviones sean pocilgas voladoras llenas de chinches y que un vuelo sin una buena despresurización de la cabina es de las experiencias más aburridas que puede vivir un ser humano volador. Los más entusiastas pueden incluso dedicarle algún insulto a la indecisa y meditabunda ministra de Fomento y afearle haber dicho que se estudiarán sanciones y hasta la retirada de la licencia de vuelo a Ryanair.

Con este trajín – colocar el bidón de gasolina, leer e intentar comprender las instrucciones del chaleco y la mascarilla, comprobar que el oro matón y el papel higiénico están en su sitio, rezar el rosario y recitar las letanías, estar atento a cualquier ruido sospechoso y escribir la carta – los pasajeros notarán que el vuelo se pasará volando.

Una vez finalizado éste - con suerte - sin incidentes de ningún tipo, una vocecita enlatada les agradecerá haber volado con Ryanair y expresará el deseo de la compañía de volver a verles nuevamente a bordo. Ni lo dude, viaje de nuevo con ellos y deje atrás esos soporíferos vuelos de otras compañías en los que casi nunca pasa nada emocionante y en los que a los pasajeros se les trata generalmente con correcta cortesía. Todo eso ha pasado de moda: con Ryanair, volar puede ser una experiencia única y tal vez irrepetible.

Frau Merkel y Herr Rajoy: tanto monta monta tanto

Dijo ayer Angela Merkel que está “impresionada por la profundidad y la consistencia” de las reformas que está aplicando Mariano Rajoy en España para salir de la crisis. Que alguien de carácter tan granítico e inflexible como Merkel se impresione es una buena vara para medir lo impresionados que estamos los españoles que tenemos que sufrir en nuestros bolsillos esas mismas reformas que nunca se iban a poner en práctica.

Envalentonado ante un apoyo tan nítido a unas medidas que le vienen impuestas por la propia Merkel, Rajoy hizo de hooligan merkeliano y volvió a tirar de esa irritante frasecita que suelta ya a cada rato sin el más mínimo rubor: “sabemos que son medidas duras, difíciles de entender y que no nos gustaría tomar, pero es lo que hay que hacer y lo vamos a seguir haciendo porque es el único camino para volver a crecer y crear empleo”. Y la dice así, una y otra vez, palabra por palabra, sin tomar resuello y haciendo bueno el principio de que una mentira mil veces repetida se convierte en verdad a oídos de quienes la escuchan.

Rajoy y Merkel protagonizaron ayer otra de esas reuniones históricas, trascendentales, decisivas, claves y fundamentales para el futuro del euro de las que hemos tenido varios centenares desde que comenzó la crisis y que, una tras otras, han acabado como el parto de los montes: pariendo un ratón muy pequeñito. Aunque la de ayer no llegó ni a eso ya que, después de dos horas de reunión, ambos ofrecieron la rueda de prensa más narcotizante que uno recuerde en mucho tiempo, llena de tópicos, frases manidas, medias verdades y mentiras completas.


Ni un sólo mensaje de esperanza, ni una frase que infundiera algo de ánimo y alentara la confianza en que tantos y tan duros sacrificios y renuncias tienen algún sentido y terminarán más pronto que tarde, se escuchó en esa prescindible rueda de prensa de ayer; nada tampoco que sonara a medidas para reactivar la economía y para cargar los costes de la crisis sobre quienes la han provocado y sobre quienes más tienen.

A Merkel sólo parece preocuparle que continúen los recortes y ajustes, además de la pésima imagen que de ella y de su sadismo fiscal tenemos los españoles, por no mencionar la declarada germanofobia que arraiga ya entre los griegos. Y a Rajoy lo único que le interesa es quedar bien ante su jefa y anunciar que nos va a seguir suministrando la misma medicina de ajustes y recortes hasta que nos aprendamos todas las óperas de Wagner de carrerilla.

A su pesar, el protagonismo mediático de la enésima reunión histórica sobre la crisis se lo robó el ojeroso Mario Draghi, que con cara de enterrador anunciaba que el Banco Central Europeo comprará deuda soberana de países como España si estos lo piden y a cambio, cómo no, de estrictas condiciones macroeconómicas. Eso se llama rescate, lo llame como lo quiera llamar en su momento el propio Rajoy y sus expertos ministros en neolengua.

Falta saber si Merkel dará el visto bueno, cuándo se decidirá Rajoy a pedir el rescate y cuáles serán esas estrictas condiciones. Respecto a lo primero, la canciller respondió con calculada ambigüedad, así que cabe esperar tanto el visto bueno a la compra de deuda pública por el BCE como todo lo contrario, en cuyo caso el rescate se precipitaría.

En cuanto a lo segundo y en el caso de que la respuesta sea favorable, no hace falta ser un gurú de la economía de los que tanto abundan últimamente para intuir que las “estrictas condiciones” de las que habla Dragui implicarán un nuevo hachazo al estado del bienestar, en este caso con las pensiones como objetivo a batir. Dijo Rajoy que no tiene intención de tocar las pensiones “de momento”, aunque ya sabemos todos por experiencia que los “momentos” del presidente suelen ser muy breves. 

Rajoy necesitaba tiempo para capear la tormenta de la prima de riesgo a la espera de que pasen las elecciones gallegas y vascas, tal y como hizo con los Presupuestos de este año y las elecciones andaluzas. El anuncio del Banco Central Europeo y el apoyo de Merkel se lo conceden, aunque eso suponga volver a poner sus intereses electorales por delante de los del país. En realidad, nada nuevo bajo el imperio de la gaviota.