Victoria pírrica

Por primera vez y sin que sirva de precedente, todos los grandes medios de comunicación a ambos lados del espectro político español coinciden en la valoración de los resultados en las elecciones de ayer al Parlamento Europeo: el bipartidismo se desmorona en las urnas. Es casi imposible encontrar argumentos paliativos que permitan hacer una lectura más positiva para el PP y el PSOE. Bien es verdad que el primero gana al PSOE, pero lo hace por una diferencia de tan sólo dos escaños y después de perder ocho con respecto a 2009 y dos millones y medio de votos entre aquellas elecciones y las de ayer. Arias Cañete no estaba anoche para muchas fiestas ni para frases supuestamente ocurrentes y, junto a la secretaria general del PP María Dolores de Cospedal, despachó la comparecencia ante los medios con cara de susto y con un detalle marca de la casa: sin aceptar preguntas de los periodistas. La suya ha sido una victoria pírrica y lo sabe. 

En el PSOE lo que ha habido ha sido debacle, una más: nueve diputados menos que en 2009 y otros dos millones y medio de votos que han huido de sus candidatos. Si eso es todo lo que es capaz de conseguir después de tres años con la derecha aplicando con puntos y comas el manual merkeliano de la austeridad, es que el PSOE tiene un grave problema que debe gestionar de inmediato. De que acierte con las soluciones dependerá que pueda aspirar de nuevo a ser alternativa de poder. Bien fuera porque su margen de maniobra se encogió debido a la presión de los perversos mercados o porque su impronta política no demostró muchas luces para afrontar la situación económica, lo cierto es que el PSOE ha vuelto a pagar en las urnas la ausencia de una verdadera propuesta alternativa a la que enarbola la derecha. De promesas mitineras y de “y tú más” está más que hastiado el electorado. 

Los verdaderos ganadores

La consecuencia directa de la entrada en barrena del bipartidismo, que en conjunto pierde el 30% de los votos, es la constelación de fuerzas políticas que ascienden tras las elecciones de ayer y que con un nivel de abstención menos elevado tal vez habrían obtenido aún mejores resultados. Capítulo aparte merece Podemos, una derivación del 15M y la influencia catódica que ha colocado cinco diputados en Estrasburgo en su primera cita con las urnas. Su éxito arrollador hay que entenderlo en clave de desafecto hacia los partidos tradicionales y probablemente por el voto de muchos jóvenes que ayer tuvieron la oportunidad de ejercer este derecho por primera vez. No obstante, el recorrido político de la formación que lidera Pablo Iglesias es aún una gran incógnita que sólo empezarán a despejar las dos citas electorales del año que viene. 

Por lo demás, suben IU, que le roba votos al PSOE por su izquierda, y UPyD, que se los roba a socialistas y populares. Forma también parte de la ecuación política que deberá resolver este país el año que viene si los resultados registrados ayer en las elecciones europeas se reflejarán en mayor o menor medida en las autonómicas, locales y generales de 2015. El tiempo y las urnas lo dirán pero, por lo pronto, lo ocurrido ayer es el más severo toque de atención que han recibido PP y PSOE en toda la etapa democrática. 

Salvo en los índices de abstención, las encuestas fallaron una vez más: ninguna vaticinó una sangría tan acusada del bipartidismo ni el ascenso espectacular de Podemos. Puede que la causa haya que buscarla en la inmensa bolsa de voto indeciso y potencialmente abstencionista predominante hasta ayer mismo. De hecho fue la abstención, una vez más, la gran vencedora de estas elecciones con una participación prácticamente calcada a la de 2009. Si aún había alguna duda, la baja participación de ayer vuelve a poner de manifiesto el desinterés ciudadano por los asuntos europeos, agravado esta vez por una pobre campaña electoral desarrollada en clave estrictamente nacional y encima arruinada por unas declaraciones machistas del candidato popular. 

La excepción de la baja concurrencia de ayer a las urnas la encontramos en Cataluña, en donde la participación aumentó con respecto a 2009 y los electores, embarcados por Artur Mas en el debate soberanista, han preferido el original a la copia y le han dado el triunfo a ERC. CiU queda como segunda fuerza y se desploman PP y PSC-PSOE. El presidente catalán es desde ayer un poco más si cabe rehén de ERC. 

Menos Europa

En otros países de la UE, el cataclismo llegó de Francia en donde, como auguraban las encuestas, la ultraderecha racista y patriotera del Frente Nacional se llevó la cuarta parte de los votos y hundió al socialismo gobernante en la tercera posición. En el Reino Unido fue también partido eurófobo y xenófobo, el UKIP, el que obtuvo el respaldo mayor y en Alemania, en donde el partido de Merkel perdió apoyos y subieron algo los socialdemócratas con los que gobierna, se cuela otra fuerza política antieuropea. En el extremo opuesto, los griegos, más que hartos de la troika y de sus salvajes imposiciones, optaron por la izquierda radical y relegaron también a un segundo plano a los partidos tradicionales. 



Con todo, el próximo Parlamento Europeo seguirá dominado por los populares con los socialistas en segundo lugar, aunque ambos también han perdido apoyos en el conjunto de la UE con respecto a 2009. Jean Claude Junker, el candidato de Merkel a presidir la Comisión Europea, garantiza que no habrá grandes cambios en la política económica en los próximos cinco años. Lo que tendrá mucho más complicado garantizar es que las ascendentes fuerzas ultraderechistas que ocuparán escaño en Estrasburgo agraven la decadencia de una Unión Europea incapaz ya de ilusionar a millones de ciudadanos del viejo continente. La abstención en el conjunto de los países miembros fue ligeramente inferior a la de 2009 y, por ahora, con eso parecen darse por satisfechos en Bruselas en una lectura alicorta y falta de ambición sobre los retos que la Unión debería estar afrontando desde el inicio de esta crisis.

En España, mientras, los grandes partidos se lamen las heridas del más espectacular descalabro electoral que ambos han sufrido desde el inicio de la democracia. Los ciudadanos les han dado la espalda de forma clamorosa y no va a serles nada fácil volver a conquistarlos. Con todo, tal vez es pronto aún para dar por muerto el bipartidismo predominante y su sustitución por un sistema multipartidista en España, pero el primer aviso ha sonado alto y claro. 

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