La importancia de llamarse Iñaki

Yo antes no creía en la Justicia pero hoy la Audiencia de Palma me ha rescatado de las tinieblas y me ha hecho ver la luz: proclamo a los cuatro vientos que creo firmemente en que la Justicia es igual para todos y todas y reniego de los populistas que afirman que es más igual para unos y unas que para otros y otras. En consecuencia, me sumo con fervor al coro de voces blancas que canta sin cesar que las sentencias sólo se pueden respetar y acatar. Me cuidaré por tanto de crítica alguna a las rigurosas medidas cautelares que la Audiencia de Palma le ha impuesto hoy a Iñaki Urdangarín.

No diré, por ejemplo, que es un evidente trato de favor que el autor del guión y actor principal de esa serie de bandoleros titulada “Nóos” pueda seguir viviendo con comodidad en su querida Suiza. Ni me quejaré de que a las juezas que lo condenaron a la “elevada “ pena de 6 años de cárcel les baste con que se pase cada mes por un juzgado suizo que le pille de paso camino del padel o al esquí y se haga unos selfies con el funcionario o funcionaria de turno para que conste en donde y ante quien corresponda.

Además, comparto por completo con las juzgadoras que no hay necesidad alguna de entrar en pormenores sobre el arraigo de Urdangarín en su amado país natal y el nulo riesgo de fuga del condenado. Preciso tan sólo para malpensados que sus señorías se refieren a la reputación pública de Urdangarín como balonmanista de brillante trayectoria y al que en la vida se le ocurririá salir de naja por muy en forma que siga estando. 


Quien me está dando un poquito de pena es el actor secundario Diego Torres, ex profesor y, sin embargo, ex socio y ex amigo de Urdangarín. Él, que con su planta y su labia no le hubiera sacado un euro ni al tonto del pueblo, está bailando con la más fea desde el principio de la película y, seguramente, preguntándose qué ha hecho para merecer esto. Las juezas le impusieron la pena más dura  - 8 años - y ahora, de propina,  le retiran el pasaporte aunque le permiten continuar en libertad.

Pena da también el fiscal Horrach, el hombre que lo apostó todo para salvar a la infanta y cargarle el mochuelo al marido. A la infanta la salvó y ella y la Corona le estarán eternamente agradecidos. Sin embargo, el marido se le está escapando vivo: la sentencia rebaja dos tercios su petición de pena y ahora  las juezas lo dejan en libertad cuando él había pedido prisión eludible con fianza de 200.000 euros. A lo mejor tampoco son ganas de molestar por parte de las magistradas sino que habrán considerado que Urdangarín se quedaría sin tener con qué alimentar a su familia  si tuviera que pagar ese dineral para eludir la prisión. Aunque para pena penita pena la que da el juez Castro: él sí que apostó fuerte y se batió el cobre durante meses para acusar a la infanta y a Urdangarín y ve ahora que casi todo su esfuerzo ha sido en vano.

Y aquí lo dejo ya para no ser irrespetuoso con la luminosa decisión judicial que han adoptado hoy las juezas de Palma y que me han devuelto la fe en esa señora de ojos vendados y balanza en perfeto equilibrio llamada Justicia. Ahora sólo confío en que cuando la causa llegue al Supremo se le rebaje la pena de prisión a Urdangarín de tal manera que la pueda cumplir con algún servicio a la comunidad de su país de adopción y residencia. Podría, por ejemplo, dar alguna conferencia de vez en cuando en algún banco suizo sobre teoría y práctica de cómo mangar de lo público en beneficio propio y familiar. 

Sherlock y el misterio de la banca

Después de muchos meses empujando, el Congreso de los Diputados ha puesto hoy un huevo blanco y hermoso: ha creado una comisión de investigación. Como su propio nombre sugiere, el asunto va de investigar, verbo de un inconfundible aroma a misterio e incertidumbre sobre si el asesino fue el mayordomo o el ama de llaves. De lo que se trata en este caso es de investigar los avatares y sinsabores del sistema financiero de este país, que son sobre todo los de los españoles. Pero no se hagan ilusiones, sus señorías no tienen previsto contar con los servicios de Sherlock Holmes, Philip Marlowe y el inspector Gadget para que los españoles averigüemos quiénes se lo han llevado crudo y se han ido de rositas.

Eso es algo que los  ciudadanos de este país ya sabemos y sufrimos hace tiempo, así que no termino de entender la necesidad de la comisión de marras. Puede que sean ciertas ansias de protagonismo y, sobre todo, la mala conciencia política por la promiscuidad y la connivencia con la que se han relacionado políticos y banqueros durante estos últimos años, pero es sólo una sospecha seguramente sin fundamento. Los partidos también se han puesto hoy de acuerdo para que la investigación arranque allá por el año 2000, cuando Rodrigo Rato hacía milagros económicos en España y hasta Aznar se permitía sonreír mientras inauguraba autopistas de peaje.


Lo que me pregunto es por qué no remontar el periodo investigado a la época de Luis Candelas y José María “El Tempranillo” si al fin y al cabo, salvando los trabucos, sus métodos y los de los banqueros actuales tampoco se diferencian tanto. Seis meses como mínimo dedicarán sus señorías y sus invitados a investigar las causas y consecuencias de la burbuja inmobiliaria, quién la infló y quién  y por qué no la desinfló cuando debía antes de que el estallido nos alcanzara a todos. Se detendrán también los suyo en la rocambolesca fusión de las cajas de ahorro y en aquel rumboso rescate bancario que España nunca pidió pero que nos ha costado un Potosí a pesar de sus “ventajosas condiciones” – Rajoy dixit.

Al tocomocho de las preferentes, a las cláusulas abusivas de las hipotecas y a la salida de Bankia a Bolsa es seguro que dedicarán también unas cuantas semanas los investigadores, con Rato convertido ahora en villano pero con tarjeta black en el bolsillo. Después, redactarán unas conclusiones al gusto de los partidos que tengan mayoría en la comisión, las guardarán en un cajón y se dedicarán a otra cosa.

Que no se me entienda mal: no estoy menospreciando la labor del parlamento pero la experiencia ha demostrado sobradamente que estas comisiones carecen de utilidad y que las responsabilidades políticas que pretenden depurar nunca se llegan a sustanciar. Sería una sorpresa que no espero que esta nueva comisión sobre la banca y el sistema financiero no se convierta, como las anteriores, en un nuevo escenario para la disputa política y el “y tú más”.

Con todas sus deficiencias, que no son pocas, confío mucho más en las investigaciones judiciales que en las políticas, aunque ambas no sean excluyentes. Los jueces han sentado a banqueros en el banquillo de los acusados y alguno incluso purga sus culpas entre rejas, lo nunca visto antes. De las responsabilidades políticas deberíamos ocuparnos los ciudadanos en las urnas y confiar mucho menos en quienes, después de años de dejar hacer y dejar pasar todas las tropelías de la banca, pretenden ahora redimirse de su propia pasividad cuando no de su connivencia.Los culpables que ahora nos pretenden revelar ya los conocemos hace tiempo, así que harían mejor sus señorías en dedicar sus esfuerzos a otros menesteres como, por ejemplo, legislar para que no vuelva a pasar.    

Soria y el arte de la batata

Hay cierta clase de políticos tan pagados de sí mismos que sólo ven en los ciudadanos gente que se chupa el dedo y babean cuando ellos hablan. Son los mismos que demuestran una insana y desmedida afición por el cultivo de la batata política y que están dispuestos a sostenella y a no enmendalla salvo que sea un juez quien les enmiende la plana. Su estrategia suele consistir en mirarte fijamente a los ojos, apuntar con el dedo índice bien tieso hacia el techo y jurar por el santo patrón de las verduras todo lo contrario de lo que quiera que sea que hayan dicho o hecho y que pueda ponerlos en un brete. No se pueden permitir un pestañeo, un quiebro en la voz o una duda sobre las palabras a emplear, que siempre deben ser pocas y precisas. La contundencia, la firmeza y la brevedad son elementos clave para que una batata política eche raíces y engorde, dando así los frutos deseados por su cultivador.

Aún así, siempre habrá gente incrédula y metomentodo que sospechará al ver las ramas y escarbará hasta dar con el tubérculo por bien enterrado que parezca estar. A José Manuel Soria, ya conocido en su tierra por el gusto que le fue tomando en su carrera política a la batata de tamaño familiar, le acaban de descubrir otra bien gorda y bien enterrada en un hotel de la República Dominicana. Siendo aún ministro del Gobierno del Reino de España decidió que se merecía un reposo, de manera que se enfundó la guayabera y recaló en un lujoso hotel dominicano de un empresario lanzaroteño llamado Enrique Martinón, conocido en su isla natal por los hoteles a los que la Justicia tiene enfilados por sus irregularidades urbanísticas.


Ocurrió que el ex ministro debió olvidarse la cartera en España porque la estancia en una lujosa suite le salió gratis total y él sólo tuvo que pagar las chuches extras con las monedas de a céntimo que llevó para el cambio. Dos periodistas de eldiario.es/canarias ahora – Ignacio Escolar y Carlos Sosa – demostraron  con documentos que el relajado retiro de Soria había sido una graciosa invitación de Martinón al entonces ministro y presidente del PP canario. Éste adoptó entonces la estrategia que les dije antes y, con contundencia, firmeza y brevedad, negó ante los micrófonos y en sede parlamentaria que estuviera cultivando un robusto y hermoso boniato en la República Dominicana.

Con el argumento de que sus vacaciones se las paga de su bolsillo y de que él, como si acabara de salir de Media Markt, no es “tonto” y no deja que lo invite un empresario turístico, Soria se fue a un juzgado de Madrid y cual caballero andante presentó una demanda en defensa de su honor mancillado. La ha perdido de principio a fin y, en consecuencia, no sólo su batata ha quedado con las vergüenzas al aire sino que él ha quedado como un tonto que se ha pasado de listo. A los políticos que como Soria les atraiga el cultivo de la batata les recomiendo que lean, enmarquen y aprendan de memoria este breve fragmento de la sentencia en la que Soria ha salido trasquilado tras ir a por lana:

 “El Sr. Soria era Ministro (...) en la fecha de la publicación y es evidente que a los ciudadanos no les puede resultar indiferente la noticia de que un miembro del Gobierno disfíute de unos días de vacaciones invitado por el propietario de un grupo hotelero. (...) Consta probado que el Sr. Soria no pagó la estancia en el hotel, y ello resulta evidente pues el único justificante que aportó se refiere al abono de costes extra, pues con la cantidad abonada es impensable que pueda pretenderse justificar el pago de la estancia en una suite de un hotel de lujo, por lo que hay una total evidencia de que el Sr. Soria efectivamente fue invitado por la propiedad del hotel, o lo que es lo mismo, no se le cobró el coste del alojamiento”.

Fin de la cita y moraleja: batatas en política, ninguna o las menos posibles para no echar a perder el potaje. 

Nóos y el sentido común

A raíz de la sentencia del viernes sobre el caso Nóos venimos sufriendo un intenso chaparrón de frases hechas sobre la Justicia a cual más banal: “la Justicia es igual para todos”, “sentencia ejemplarizante”, “sentencia ejemplar”, “nadie está por encima de la ley” y  un interminable rosario de tópicos que, en realidad, parecen un ejercicio de autoconvencimiento ante las probables dudas de quienes los pronuncian. ¿No se supone que en un estado democrático y de derecho la Justicia es igual para todos? ¿No es de suyo que en un estado de esas características todas las sentencias son ejemplares y ejemplarizantes? ¿A qué viene entonces subrayar tanto lo que se supone obvio? ¿Es que acaso había dudas de que la Justicia no trataría igual que al resto de los ciudadanos a los que se sentaron en el banquillo de los acusados por la trama Nóos? Si es así se debería confesar abiertamente en lugar de repetir hasta la náusea ese latiguillo huero.

De la misma banalidad obvia participa también esa otra matraquilla de que las sentencias judiciales sólo se pueden respetar y acatar. En tal obviedad parece esconderse, no obstante, una especie de miedo arcano a criticar las decisiones judiciales como si quienes las dictan estuvieran tocados por el don de la infalibilidad papal. Claro que hay que respetarlas y acatarlas y, también, recurrirlas si hay instancias superiores a las que acudir y, por supuesto, someterlas a la crítica social.

Pero vayamos por partes: para poder concluir si la sentencia del caso Noos ha demostrado que “la Justicia es igual para todos” habría que compararla con otros casos similares. El ejemplo más reciente es el fallo judicial relacionado con la rama valenciana de la trama Gürtel en el que los jueces fueron bastante más duros con los acusados que la Audiencia de Palma con Urdangarín, Torres y la infanta Cristina. Al esposo de la infanta se le han aplicado algunas técnicas penales atenuantes del delito previstas en el Código Penal que han permitido dejar en menos de un tercio la pena de 19,5 años que pedía para él la fiscalía.

Por lo demás, es notable que Urdangarín reciba menos pena que su socio Diego Torres, al que le caen 8 años de prisión – el fiscal pedía 16 - a pesar de que con su nombre y su figura es muy poco probable que hubiera conseguido un solo euro de las administraciones  públicas. En otras palabras, es revelador que quien urdió la trama y  obtuvo la mayor parte de los beneficios ilícitos valiéndose de su parentesco con la Casa Real sea tratado con más benevolencia penal que quien solo fue un socio en segundo plano. 

Y llegamos a la infanta, absuelta de toda culpa y multada con 265.000 euros al considerársela responsable civil a título lucrativo de los negocios de su marido de los que ella, por supuesto, no fue consciente en ningún momento. Si en las penas impuestas a Urdangarín y a Torres pierde la fiscalía, en la absolución de la infanta el fiscal Horrach obtiene un triunfo en toda regla después de batirse el cobre junto a la abogacía del Estado para evitar que Cristina de Borbón pisara siquiera los juzgados de Palma. La esencia del fallo respecto a la hermana del rey es que no se ha podido probar que fuera consciente del delito de fraude fiscal del que la acusó Manos Limpias y por el que pedía 8 años de prisión para ella.

Teniendo en cuenta que, en contra de su forma habitual de actuar, la fiscalía y la abogacía del Estado evitaron a toda costa acusar a la infanta lo esperable era la absolución. Ahora bien, que no haya pruebas contra ella y que no la acuse la fiscalía, no despeja lo que deduce el sentido común: es del todo imposible que alguien como la infanta no fuera plenamente consciente de las actividades ilícitas de su marido siendo como era socia al 50% de una de sus empresas tapadera.

Si la evidente benevolencia del fallo del caso Nóos tiene más que ver con quienes son los principales acusados que con los hechos que se han juzgado en la Audiencia de Palma es algo de lo que tampoco hay pruebas y por tanto no cabe condena. Aún así, el sentido común también dice que los nombres y la relevancia social y política no es ajena  en absoluto al contenido de esta sentencia. 

Niño pobre, niño rico

¿Qué futuro tiene un país en el que 8 de cada 10 niños en situación de pobreza seguirán siendo pobres cuando sean mayores y probablemente nunca abandonarán esa condición? ¿Hay esperanza fundada en un país en el que la pobreza se hereda como se hereda una casa o un coche o una colección de arte? Lo ignoro pero dudo que sea muy halagüeña si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en España hay cerca de un millón de niños que viven en hogares en los que nadie trabaja y que, probablemente, la mayoría arrastrará de por vida la condición de excluidos sociales. Los datos los acaba de dar a conocer la ONG Save the Children y vuelven a poner el foco en uno de los segmentos de la población más castigados por la crisis y, paradójicamente, más olvidados: los niños.

A los niños pobres de este país la crisis económica, de la que algunos aseguran eufóricos que ya hemos salido, les ha golpeado cinco veces más fuerte que a los niños ricos. Dicho de otra manera, mientras que en los años más duros de la crisis la renta de los niños ricos se reducía en un 6,5%, la de los niños del 20% más pobre de la población lo hacía en más del 32%. En ese mismo periodo, la brecha de la pobreza se ha agrandado y por ella se han colado 424.000 niños más que han pasado a engrosar las estadísticas de la pobreza infantil en nuestro país, que con nada más y nada menos que 1,6 millones de niños pobres es uno de los más desiguales de toda la Unión Europea.


Nada más lejos de la verdad que suponer que esa dura realidad es el efecto indeseado pero inevitable de una profunda crisis económica que ha alcanzado a todos los sectores sociales. En primer lugar porque – como demuestran estos datos de Save the Children y otras muchas estadísticas que podríamos traer aquí – los efectos de la crisis han golpeado con mucha más fuerza a quienes ya se encontraban en los últimos peldaños de la riqueza y, además,  han empujado al fondo de las estadísticas a una buena parte de lo que hasta hace no mucho tiempo conocíamos como “clase media”, hoy muy tocada.

En segundo lugar, también es radicalmente falsa la inevitabilidad de las nefastas consecuencias de la crisis sobre la imprescindible cohesión que tendría que presidir una sociedad en la que impere un mínimo de justicia redistributiva de la riqueza. Un sistema fiscal como el español, escasamente progresivo y lleno de remiendos, apaños, rincones y gateras por el que se evaden y esquivan cantidades ingentes de recursos que deberían contribuir al mayor bienestar común posible, no es la mejor manera de luchar ni contra la pobreza ni contra la exclusión.

Añádamos a esa injusta política fiscal los inmisericordes recortes y copagos sanitarios y las restricciones del gasto en servicios sociales para cumplir con un déficit público leonino, y tendremos las causas centrales por las que España disfruta del dudoso honor de situarse a la cabeza de la desigualdad social de la Unión Europea. De hecho – dice Save the Children – el gasto en España para nivelar la desigualdad social se codea con el de Bulgaria o el de Eslovaquia y está a años luz del de Alemania, Dinamarca o Finlandia. ¿Cómo pueden entonces salir esos niños de la pobreza si no hay suficientes políticas públicas de protección de la infancia y si la mayor parte del empleo que la economía genera para sus padres es de tan escasa calidad y con salarios tan bajos que, en el caso de que alcancen un trabajo,  ni siquiera les permitirá salir de pobres?

Un país que no hace todo lo necesario para reducir desigualdades sociales tan clamorosas como las que padecen los niños españoles es un país que dilapida de forma irresponsable una parte esencial de su propio futuro. Los poderes públicos tienen la obligación irrenunciable de  aminorar al máximo la creciente brecha de la pobreza para revertir esta situación injusta, más injusta si cabe cuando quien la padece es la parte más débil e indefensa de la sociedad.

Cuando Rato tocaba la campana

Me gustaría conocer al que tuvo la genial idea de llamar “supervisor” al Banco de España para darle el premio mayor al humor negro. Si el Banco de España ha supervisado algo antes y durante la crisis económica mucho me temo que no ha sido el interés general. Si lo hubiera hecho habría advertido de los riesgos de la burbuja inmobiliaria y de las medidas que se deberían haber tomado para evitar el desastre que se terminó produciendo. Luego vino el vendaval de desahucios y el “supervisor” permaneció impasible el ademán, igual que cuando trascendió el timo de la estampita de las participaciones preferentes colocadas a pensionistas pillados en su buena fe. Mientras los bancos colaban a sus clientes cláusulas abusivas sin cuento en sus hipotecas, el “supervisor” miró para otro lado y dejó hacer.

Ciego, sordo y mudo ha permanecido el Banco de España ante los reiterados abusos y las evidentes malas prácticas de los bancos de este país, así que si en algún momento el “supervisor” ha defendido el interés de alguien en esta crisis ha sido sobre todo el de los propios bancos. En ese contexto, si hay un caso especialmente sangrante por el coste que ha supuesto para los españoles es el de la salida a Bolsa de Bankia, autorizada por el “supervisor” y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a pesar de los informes en contra de los inspectores del Banco de España advirtiendo de que la operación no era viable.


Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el ex gobernador del “supervisor bancario” que una semana sí y otro también nos sermoneaba sobre contención salarial y reformas del mercado de trabajo, tendrá que responder como imputado junto a la cúpula que le acompañaba al frente del Banco de España y al ex presidente de la CNMV.  Estamos expectantes por conocer cómo justifican todos ellos que desoyeran las advertencias reiteradas y contundentes del riesgo que suponía permitir que cotizara un gigante con pies de barro como el Banco Financiero de Ahorros, la matriz de Bankia, con un pasivo de más de 21.000 millones de euros que hemos terminado pagando los españoles y los accionistas con la pérdida de valor de sus títulos en cuanto se descubrió el falseamiento de las cuentas.

Todos los indicios apuntan a que la autorización de la salida a Bolsa de Bankia despreció los criterios técnicos – que debieron haber sido los que primaran – y se sustentó en criterios políticos. En el Gobierno de Zapatero había una imperiosa necesidad de hacer creer a los mercados que España tenía un sistema financiero a prueba de bombas hasta el punto de permitirse el lujo de fusionar un buen número de cajas y crear con ellas un banco capaz de competir en el mercado bursátil. De otro lado, con Rato convertido en el hombre de moda entregarle un gran banco para que pudiera seguírselo llevando crudo a través de tarjetas de todos los colores era casi una obligación ineludible. ¿Qué importaba que unos inspectores pelmas dijeran que si Bankia salía a bolsa se terminarían nacionalizando sus pérdidas y las acabarían pagando todos los españoles, como en efecto ocurrió?

Estas son las consecuencias de designar a políticos con disfraz de economistas para dirigir instituciones de la importancia del Banco de España, responsable teórico de la estabilidad, la transparencia y las buenas prácticas del sistema financiero; o para encargarse de la Comisión del Mercado de Valores, el organismo dependiente del Ministerio de Economía que debe garantizar que los accionistas no tiran su dinero a la basura invirtiendo en empresas ruinosas. La decisión judicial de imputar a los responsables de que Bankia saliera a Bolsa debería servir para acometer una profunda reforma de dos organismos cuyo prestigio, que tampoco era ya muy brillante, ha quedado seriamente magullado. Ya es hora de acabar con la práctica de colocar el frente de instituciones clave como estas dos a meras correas de transmisión del partido en el gobierno y de los intereses privados. Esa es la única manera de que no volvamos a ver nunca más al Rato de turno tocando la campana en la Bolsa y a los españoles tocándonos el bolsillo y las narices.  

Rajoy para rato

El triunfo de Pablo Iglesias y la derrota de Errejón en Vistalegre es una mala noticia para la izquierda de este país y el premio gordo para Rajoy quien, después de haber sido reelegido a la búlgara como presidente del PP, puede seguir durmiendo la siesta a pierna suelta: su potencial oposición seguirá con sus peleas internas y él podrá continuar gobernando sin mayores contratiempos. Con todo el poder de los sóviets en manos de Iglesias y con Errejón en expectativa de destino, es poco probable un entendimiento político fluído entre Podemos y el PSOE, bien sea para cuestiones parlamentarias puntuales como para hipotéticos futuros acuerdos de gobierno.

Los partidarios de Iglesias son ampliamente mayoritarios en el Consejo Ciudadano y si a eso añadimos que sus propuestas políticas han barrido a las de su contrincante, es lógico esperar maximalismo y radicalidad frente al posibilismo político que representaba la opción del todavía portavoz parlamentario, Íñigo Errejón. Uno y otro han querido escenificar este fin de semana un congreso de unidad más impostada que real y más de cara a la galería que de cara a los ciudadanos. Mucho puño en alto, muchos cánticos y muchos abrazos forzados no pueden ocultar la división que anida en Podemos y que se puede ensanchar aún más si Iglesias decide prescindir de Errejón como portavoz parlamentario y secretario político. De hecho, no parece muy lógico que alguien cuyas propuestas políticas han sido claramente derrotadas siga desempeñando esa responsabilidad o la de defender en el Congreso una estrategia que no comparte.


Si el PSOE había hecho cábalas sobre la posibilidad de un mayor entendimiento con un Podemos liderado por Íñgo Errejón ya puede enterrar esas ilusiones y ponerse manos a la obra para recuperar las fuerzas suficientes que le permitan valerse por sí mismo. Independientemente de quién sea elegido líder del PSOE en el congreso de junio, poco o nada deben esperar los socialistas de un Podemos controlado por Pablo Iglesias como no sean nuevos desplantes, humillaciones e insultos. En realidad, a Iglesias parece preocuparle mucho más superar al PSOE en las urnas que desalojar a Rajoy de La Moncloa, por mucho que su agresiva retórica populista quiere hacer ceer otra cosa.  

Ese izquierdismo de todo o nada tan querido por Iglesias y sus seguidores es el que le permite a Rajoy seguir en La Moncloa y ganar congresos por mayoría búlgara. En realidad, llamar congreso a lo que el PP ha celebrado en la Caja Mágica es un abuso del lenguaje que no nos deberíamos permitir: más bien ha sido un acto de pleitesía a un líder sin rival ni oposición interna en el que todos han estado encantados de saludarse y de conocerse. Ya, si eso, para mejor ocasión quedan los grandes asuntos que preocupan a los ciudadanos de este país: el paro, las condiciones laborales, la pobreza,  la corrupción de la que el PP es un muy aventajado exponente, el futuro de las pensiones o la financiación de los servicios públicos, asuntos sobre los que este congreso no ha tenido nada que decir a los españoles.

Nada que genere controversia política o perturbe la somnolienta inmovilidad de Rajoy tiene cabida en un congreso del PP y si por casualidad a alguien se le ocurre abrir un debate sobre el aborto, la duración de los mandatos o la gestación subrogada se le pasa a los “expertos” y asunto concluido. Sólo un partido y un lider que no sientan la presión de una oposición unida y dipuesta a desalojarlo del poder a la primera oportunidad que se presente se pueden permitir el ejercicio de abulia política que han mostrado el PP y su presidente este fin de semana. Esa oposición unida ni está ni lo estará en mucho tiempo con lo que habrá que irse haciendo a la idea de que tendremos Rajoy para rato. 

Bienvenidos a la casta

Ni toda la mano izquierda del mundo será capaz ya de conseguir que Íñigo Errejón y Pablo Iglesias se vayan de cañas cuando acabe Vistalegre II. Lo más probable es que los ganadores lo celebren entre ellos y los perdedores se vayan a casa a esperar las consecuencias que les acarreará su derrota. Errejón e Iglesias se han atizado con tanto entusiasmo a través de los medios y de las redes sociales y el cacofónico coro de seguidores y detractores que los ha rodeado ha montado tal guirigay, que sería un milagro que de Vistalegre II no salgan dos Podemos. Sus modelos de partido son radicalmente incompatibles y cuando se llega a esos extremos y ninguno de los dos cede, la consecuencia lógica es que la organización se parta en dos.

Iglesias apuesta por un partido en el que la élite dirigente de la que él sería la máxima expresión impone la estrategia política y designa a candidatos y cargos orgánicos. De esa élite para abajo y por mucho que el proceso de participación se revista de círculos y asambles, la cadena de mando apenas podrá hacer otra cosa que obedecer sin rechistar so pena de ser excomulgado. Quien necesite un ejemplo muy ilustrativo de ese modelo sólo tiene que acudir a la suerte que ha corrido el hasta ayer vicepresidente segundo del Cabildo de Gran Canaria, Juan Manuel Brito, aunque hay muchos más.

Frente a este modelo vertical y jerárquico de Iglesias, Errejon propone un partido más respetuoso con los orígenes de Podemos y, por tanto, mucho más horizontal que vertical, menos de ordeno y mando y más próximo a las decisiones de las bases. Pero más allá incluso de esos dos modelos tan dispares, el líder máximo y su número dos tampoco comparten los mismos puntos de vista sobre cuál debe ser la estrategia política de Podemos: en Iglesias es patente su deseo de conquistar el cielo por la vía de la radicalidad y el maximalismo mientras Errejón no rechaza por sistema la posibilidad de acuerdos útiles con el PSOE.


En buena medida, el origen de su distanciamiento actual está en el gratuito y humillante ataque de Iglesias al PSOE en la fallida investidura de Pedro Sánchez y en la obsesión del secretario general por hacer morder el polvo electoral a los socialistas. Como consecuencia de aquella posición irresponsable y dañina para los propios intereses políticos de la organización podemita, el PSOE empieza ahora abandonar la respiración asistida y Mariano Rajoy, que sigue en La Moncloa, se paseará triunfante este fin de semana por el congreso del PP mientras Podemos se desangra en Vistalegre.

Es muy notable que un partido que se presentó ante los ciudadanos como el paladín de la nueva política y que no hace ni dos años que llegó al poder en comunidades y ayuntamientos, esté a punto de sufrir una fractura interna como la que a todas luces se cierne sobre Podemos. Esa deriva autodestructiva tiene que ver con el mesianismo de un líder que se cree tocado por la mano de la Providencia y con la papilla ideológica trufada de populismo e izquierdismo infantil de la que ese mismo líder se ha ido alimentando durante todo este tiempo.

En Podemos no ha habido ni hay un mínimo de solidez ideológica ni análisis serio de de la realidad ni democracia interna ni altura de miras. Ha habido y hay dosis estomagantes de diletantismo y postureo políticos y, así, no es posible mantener un mínimo de unidad y cohesión en una organización de aluvión y sensibilidades políticas múltiples como Podemos. Como en las viejas películas del oeste, después de Vistalegre sólo podrá quedar uno aunque tampoco importa ya demasiado si es Errejón o Iglesias. Lo que importa es la desilusión de militantes y simpatizantes y, sobre todo, los 5 millones de españoles que confiaron en una fuerza política que no ha tardado en caer en los mismos vicios que venía a erradicar. Bienvenidos a la casta.    

Con Soria no pasaba

Salvando todo tipo de distancias, la inflación de candidatos a hacerse con el santo y la limosna del PP canario me recuerda a lo sucedido cuando el del Ferrol no tuvo más opción que dedicarse a criar malvas. Surgieron entonces tantos partidos políticos como setas después de un día de lluvia. Entre reconstituidos, históricos, renacidos, refundados, maoistas, marxista – leninistas, falangistas y medio pensionistas se podía militar cada mes en uno distinto sin riesgo de repetir militancia en todo un año. Con razón se llamó a aquello la sopa de siglas y no por nada lo del PP canario parece ya la sopa de candidatos.

Antes de que a José Manuel Soria lo arrastrará el vendaval panameño, el que se movía no salía en la foto. Con Soria enriqueciendo el currículum y el aire fresco circulando por todos los rincones del partido, la máxima de Alfono Guerra se interpreta a la inversa y, así, quien no sale en la foto ahora es el que no se mueve. Fue darse a conocer la fecha del congreso regional y saltar a la arena de los candidatos el ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, al que no han tardado en imitar la diputada tinerfeña Cristina Tavío y Enrique Hernández Bento, hasta hace un año mano derecha de Soria en el ministerio de Industria.

Los tres crecieron políticamente a la sombra de Soria y los tres aspiran a desplazar de la presidencia a Asier Antona, el ungido por Génova para dirigir el partido tras la debacle panameña y al que la dirección nacional sigue apoyando descaradamente, sin importarle gran cosa que haya más candidatos en liza.  Él, mientras, ya se ha ha hecho con el apoyo expreso de alcaldes y otros cargos públicos que, como buenos conservadores, tal vez prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer.
 
Es más, en Madrid, en donde con Rajoy se bastan y sobran per secula seculorum,  empiezan a hacerse cruces ante la inflación de candidatos y a lanzar mensajes a navegantes sobre lo negativo que sería para el partido que todos se mantuvieran en sus trece hasta el congreso. Un punto de razón no le falta a Génova: si el único objetivo de estos tres candidatos es desplazar a Antona más que ofrecer un proyecto de partido verdaderamente alternativo al oficialista, no parece de mucha lógica que no fusionen sus candidaturas.

No hay que descartar que sea eso lo que termine ocurriendo en función de los apoyos que cada uno sea capaz de exhibir y de los cargos orgánicos que esté dispuesto a ceder a sus contrincantes. Hay otro escollo clave para el acuerdo y es el origen territorial de los candidatos, un nuevo sesgo inesperado en el seno de un PP gobernado desde Gran Canaria desde 1991 hasta la marcha de Soria el año pasado. Aunque por obvias razones electorales nadie lo reconoce abiertamente, Cardona y Hernández Bento buscan que ese control no salga de Gran Canaria y Tavío aspira a que lo ejerza a partir de ahora Tenerife.

El control territorial del PP a través del reparto de los cargos orgánicos y procurarse de este modo el mejor puesto de salida para las próximas listas electorales son los asuntos que verdaderamente mueven a unos y a otros cara al congreso de marzo. Eso, y la posibilidad nada despreciable de poder tocar poder autonómico aprovechando la situación de precariedad política en la se encuentra CC en el gobierno regional. 

Así pues, no nos caigamos de un guindo a estas alturas de la historia: a eso y a muy poco más suelen reducirse en la actualidad este y los congresos de los restantes partidos políticos. A partir de ahí, las ponencias ideológicas, sociales o económicas sólo suelen ser literatura, generalmente mala, para quedar bien ante los afiliados y la opinión pública. Todas esas conclusiones y listas de buenas intenciones generalmente se olvidan en cuanto cae el telón y se apagan las luces del escenario. Eso pasaba con Soria y pasará también sin Soria.  

Suena el teléfono y es...Trump

Una feliz conjunción astral hará posible que dos grandes líderes de hemisferio occidental, Donald Trump y Mariano Rajoy, hablen esta noche por teléfono. A hacer posible el histórico momento ha ayudado mucho que Trump se haya tomado el día libre y no tenga previsto construir hoy ningún muro ni prohibir la entrada en Estados Unidos a los ciudadanos de Papúa Nueva Guinea y Madagascar. A Rajoy, por su parte, le ha venido muy bien que el Real Madrid no juegue hoy partido de la Champions, con lo que está dedicando la tarde a pulir la pronunciación del jau ar yu, el ai an Mariano y el ai an veri güell.

Ni la Casa Blanca ni La Moncloa han precisado quién pagará la llamada de larga distancia, aunque sabiendo lo que le preocupa a Rajoy incumplir el déficit es probable que se la intente cargar a Trump. Partiendo de que el inglés de Rajoy es más gestual que oral y de que Trump detesta el idioma español, sería muy conveniente que a uno y a otro lado del hilo telefónico se apostaran sendos intérpretes de probada competencia. Hay que evitar a toda costa cualquier malentendido en la coversación que lleve a Trump a firmar una orden ejecutiva para construir un muro entre Aragón y Cataluña y exigir que lo paguen los canarios.


En todo caso, no hay que ser adivino para saber de qué hablarán esta noche ambos líderes en un encuentro que los libros de Historia señalarán como un hito que marcó un antes y un después en la configuración de unas nuevas relaciones internacionales. De adelantarnos lo esencial del contenido de esa conversación se ha encargado esta misma tarde un feliz Íligo Méndez de Vigo, ministro portavoz de Moncloa, según el cual, Rajoy le va a decir a Trump que “cuente con nosotros” porque “somos dos socios importantes en el mundo” y vivimos en un momento en el que “es importante hablar y dialogar (sic) para buscar acuerdos y buscar soluciones (más sic) que al final sirvan para facilitar la vida a las personas (otro sic)”.

No le pareció suficiente inclinación de cerviz al ministro que remató asegurando que “queremos tener unas buenas relaciones” porque “España juega un papel protagonista en la Unión Europea” (aquí añadan un sic tan grande como quieran). Tengan la seguridad plena de que, efectivamente, el ministro dice la verdad y ese será el tenor de la charleta telefónica de esta noche de Rajoy con Trump. No habrá ni un solo reproche a las barrabasadas del Nerón de la Casa Blanca ni una palabra en defensa de México y de los mexicanos, país del que Rajoy se olvidará convenientemente esta noche a pesar de los lazos históricos y culturales y las relaciones económicas con España.No por nada es Rajoy un experto mundialmente reconocido en ponerse de perfil cuando hay tormenta hasta conseguir pasar completamente desapercibido. 

Eso es exactamente lo que ha venido haciendo desde que Trump llegó a la Casa Blanca y empezó a tomar decisiones que han alarmado a medio mundo menos al impertérrito presidente español. Ni siquiera ha seguido en esta ocasión a su admirada Angela Merkel, la única líder europea que junto a Hollande – aunque éste ya ha hecho las maletas - se ha atrevido a elevar el tono por las locuras de Trump. De otra cosa también podemos estar seguros: Trump no le colgará el teléfono a Rajoy como hizo hace unos días con el primer ministro australiano. Eso sí, corre un serio riesgo de quedarse dormido ante tanto arrullo sobre buenas relaciones bilaterales como tendrá que escuchar esta noche.  

Más de lo mismo

 Artur Mas no ha ido hoy a un juicio, ha ido a un mitin. En su cuidada puesta en escena con miles de entregados simpatizantes, no ha faltado siquiera el retraso de treinta minutos para hacer rabiar a los jueces y al fiscal al que luego ni se dignó contestar. Si acaso se ha echado en falta un telonero que fuera caldeando el ambiente entre las masas para la aparición en escena del ídolo caído por la causa del derecho a decidir. Ya ante el tribunal ha dicho Mas que cuando convocó el referéndum soberanista del 9 de noviembre de 2014 sólo pretendía satisfacer las ansias de democracia de un pueblo que a lo único que aspira es a pronunciarse en las urnas. En absoluto estaba en su cabeza desobedecer las leyes ni saltarse la Constitución a la torera, como sostiene el antidemocrático estado español que sojuzga los sagrados derechos del pueblo catalán.

Es más, si tan ilegal era la convocatoria, sostiene Mas, el Constitucional debería haberle advertido doscientas cuarenta y cinco veces de que no siguiera adelante con los faroles. Y si con eso no hubiera bastado, el alto tribunal tendría que haberle apercibido a continuación un mínimo de quienientas ochenta y seis veces de que estaba jugando con fuego y podría terminar sentado en el banquillo de los acusados por prevaricación y desobediencia. Pero como el Constitucional se limitó a enviar una simple providencia anulando la consulta él no consideró que con aquello fuera suficiente y dejó hacer a los “voluntarios”, eso sí, asumiendo él toda la responsabilidad como corresponde a un líder tocado por la Provindencia y con una misión histórica que encarnar.


Sencillamente, nada de lo que ha aducido hoy Mas en su defensa cuela ya a estas alturas y ni siquiera vale la pena rebatir las excusas de alguien que pretende ahora hacerse pasar por víctima de su propia insensatez política. Si de alguien o de algo es víctima el ex presidente catalán no es en ningún caso de la Constitución de un estado democrático a la que, como máximo responsable político de una comunidad que forma parte del mismo, debía absoluto respeto. Si quiere culpar a alguien puede empezar por él mismo y su irresponsable deriva hacia ninguna parte en la que, presa de sus intereses políticos personales, ha embarcado con mentiras, medias verdades e ilegalidades a una parte considerable de la sociedad catalana.  Él y quienes como él consideran que la legalidad democrática es un molesto estorbo que hay que saltarse para imponer tus ideas incluso a quienes no las comparten, son los responsables, que no las víctimas, de esta situación.

Ahora bien, el juicio contra Mas que ha empezado hoy en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña es también la constatación más evidente del fracaso de la política entendida como el arte del diálogo y el acuerdo incluso a partir de posiciones diametralmente opuestas. Zapatero la pifió prometiendo a los nacionalistas catalanes que el Congreso aprobaría la reforma estatutaria que enviara el Parlament, algo que luego no cumplió porque la reforma fue reformada en Madrid.Después la pifió el PP recurriéndolo ante el Constitucional y éste la pifió a su vez afeitándolo de tal modo que lo dejó materialmente irreconocible en una sentencia que caldeó aún más los ánimos nacionalistas. Así, cuestiones que debieron haberse resuelto por la vía política se judicializaron y de aquellos lodos vienen estos fangos. Después llegó el PP a La Moncloa y Rajoy consideró – y sigue considerando – como única alternativa al problema catalán la vía judicial antes que la política. Y así seguimos, sin salida a la vista y con más de lo mismo.  

Paro: basta de cuentos

Hasta un experto en la cría de caracoles no tardaría en caer en la cuenta de que las cifras macroeconómicas canarias no encajan. En un año en el que visitaron las islas 15 millones de turistas y la economía creció casi el 4%, no es de recibo que el paro sólo se redujera en apenas 23.000 personas según la última Encuesta de Población Activa. Durante la crisis, gobierno y empresarios nos vendieron la especie de que no se crearía empleo en cantidad hasta que el crecimiento del Producto Interior Bruto no fuera superior al 2%. Ahora que el aumento del PIB casi duplica esa cifra, me pregunto si era a esa cantidad a la que se referían. Y si hablamos de calidad, lo que encontramos es temporalidad y precariedad y si no le gusta lo que le ofrecemos, apártese y deje sitio que hay una larga fila de 231.000 personas esperando en la cola del paro. Más de la mitad de ellas ni siquiera recibe ya prestación alguna por su condición de parados y trampean como pueden en la boyante economía sumergida.

Si uno se toma la molestia de preguntar a gobierno y a empresarios sólo escuchará excusas para justificar que crecimiento económico y empleo no vayan de la mano, como sería de esperar. El Gobierno acude raudo a la vieja explicación de lo poco diversificada que está nuestra economía, un mantra que tengo la sensación de llevar escuchando desde que estaba en el vientre de mi madre. Décadas después seguimos tirando con el monocultivo turístico y rezando para que Turquía, Túnez o Egipto no levanten cabeza y así poder seguir usufructuando sus turistas por tiempo indefinido. Pensar que con los 1.600 millones de euros del tormentoso Fondo de Desarrollo de Canarias se va a cambiar el modelo económico de las islas es muy poco realista. En cuanto a orientar nuestra economía hacia la investigación y las nuevas tecnologías no hay un solo elemento que apunte en esa dirección más allá de buenas intenciones pero escasos presupuestos.

Si la pregunta se dirige a los empresarios, sus excusas para explicar que crecimiento y empleo no concuerden es también la clásica y manida de siempre: demasiadas normas y demasiada burocracia. La reforma laboral no les parece suficiente y piden más sangre y la legislación siempre les resulta excesiva y engorrosa si no les permite hacer de su capa un sayo. Desregulación, impuestos bajos y subvenciones públicas constituyen los ejes estratégicos de buena parte de una clase empresarial cuyo esfuerzo en favor del bienestar general es manifiestamente mejorable.

Si la pregunta de por qué el sector turístico no crea más empleo se dirige a los hoteleros, su explicación es también de manual: ya crea todo el que puede y no cabe que se les pida un mayor esfuerzo. Cuando se les recuerda que los precios hoteleros han ido al alza en el último año, dicen que se están resarciendo de los años de vacas flacas de la crisis, obviando que Canarias lleva cuatro años consecutivos batiendo todos los registros en la llegada de turistas sin que eso quiera decir que los anteriores fueran calamitosos.  

Queda una última explicación para la falta de concordancia entre crecimiento económico y paro y es la que aportan los sindicatos y no pocos economistas. A todas luces es la más probable y consiste, en lo esencial, en que la mayor parte de esa riqueza creciente que produce la actividad económica en las islas se la está quedando una minoría a la que, aún así, le parece un gran logro que en Canarias “sólo” tengamos el 25% de paro. De manera que si algún día, puede que en un remotísimo futuro, nos situamos por debajo del 10%  habrá que erigirles monumentos y rotular calles con sus nombres y al gobierno  declararlo vitalicio.  

Niños sin infancia

Escribo hoy en primera persona: no sé cómo hubiera reaccionado si mis padres se hubieran aprovechado de mi infancia para exhibirme como atracción de feria en competiciones con los de mi edad. De lo que sí estoy convencido es de que eso no hubiera añadido un minuto de felicidad a mi infancia, la etapa más feliz de la existencia humana y que más atención y cuidados merece. En cambio, se deslomaron y sacrificaron económicamente para que me procurara una vida menos dura que la que tuvieron ellos y me enseñaron, por encima de todo, una lección que no se compra ni se paga con todo el dinero del mundo: dignidad y autoestima.

Sospecho que a los oídos de muchos padres actuales esos valores suenan como si procedieran de una lejana galaxia ya desaparecida. No puedo evitar sentir una aversión instintiva por quienes, para satisfacer la vanidad que les proporciona un efímero minuto de fama televisiva, someten a sus hijos a concursos absurdos en los que los pequeños se ven obligados a actuar como máquinas de competición. Cocinan platos imposibles a las órdenes de cocineros que actuan como sargentos o hacen gorgoritos que valoran personajes sin arte ni oficio que se presentan como el sumun del conocimiento musical. Todo a mayor gloria de canales de televisión y anunciantes a los que los padres les entregan a sus hijos para que hagan con ellos caja y repartan beneficios.


No niego que los niños también se lo puedan pasar bien en esos espectáculos televisivos en los que, en todo caso, la decisión de participar no suele ser de ellos sino de unos padres más preocupados de su propia autoestima que de la de sus hijos, por mucho que se escuden en los deseos de ellos para justificar los suyos. Con ese fin, los someten a una presión ambiental para la que no tienen aguante y los exponen a consecuencias psicológicas indeseables si pierden e incluso si ganan en esos penosos concursos.

La mala costumbre de convertir a los niños en una suerte de mascotas de las que presumir ante los demás se ha extendido también a los carnavales canarios que, en su degeneración interminable, se han poblado de concursos de todo tipo entre los que no podían faltar las ineludibles reinas infantiles. A propósito de ese tipo de certámenes, una familia de Lanzarote no ha tenido empacho alguno en que un autodenominado diseñador disfrazara a su hija como bailarina de un cabaré nocturno. La denuncia de una asociación de mujeres atizó la polémica en las redes y tanto el diseñador como los padres han  decidido retirar el cartel con la inapropiada imagen de la pequeña.

No obstante, el revuelo provocado por este asunto tiene un punto de hipocresía social que no se puede olvidar:¿cuántas de las personas que han criticado a los padres de la menor de Lanzarote se repatingan todas las semanas ante la tele para ver esos lamentables concursos de niños cocineros o cantantes con padres llorando y babeando de emoción? Tenemos la inmensa fortuna de disponer de medios materiales y humanos más que suficientes para garantizar a los niños la infancia feliz y las oportunidades de las que muy pocos pudieron disfrutar en mi generación si no era gracias el esfuerzo titánico de padres como los míos.  Sin embargo, tenía algo esa generación que por desgracia parece haberse perdido en el barullo de la modernidad mal entendida: valores sólidos a los que atenerse y respetar y a los que cada vez se hace más urgente volver.   

Entre britos y pitas

El pacto que gobierna actualmente en el cabildo de Gran Canaria nació con fórceps y puede acabar autoestrangulado por una de sus tres partes contratantes, la que representa Podemos. Con sólo cuatro consejeros, en estos momentos hay al menos tres posiciones distintas sobre lo que debe pasar a raíz de que uno de ellos, el vicepresidente segundo Juan Manuel Brito, fuera expulsado del partido. Así, tenemos la fracción partidaria de que se le envíe a las tinieblas de los no adscritos, a la que lo apoya y al propio Brito que no ve inconveniente en seguir siendo miembro del gobierno insular. Todo un récord de posiciones para una fuerza política que prometió a los ciudadanos que no actuaría como los partidos de la casta y que sólo se pelearía por el interés general y no por los sillones.

El pacto nació forzado porque la dirección de Podemos nunca aceptó de buen grado que Brito ganara las primarias como candidato al cabildo. A partir de ahí se le ha sometido a un marcaje inmisericorde en el que no han faltado denuncias judiciales por hechos muy graves que han terminado archivadas, acusaciones de nepotismo y, lo penúltimo, que amañó las primarias para hacerse con la candidatura. A la vista de que ninguno de esos intentos ha conseguido que renunciara al acta, el argumento para expulsarlo de Podemos ha venido a ser que Brito se ha convertido en una suerte de verso libre que desoye las directrices políticas del partido por el que se presentó a las elecciones.


Brito y su entorno, sin embargo, tampoco han permanecido pasivos ante las andanadas que han recibido periódicamente durante estos casi dos años de mandato. Amén de contraatacar con otra acusación de amaño electoral en primarias a la secretaria general Mery Pita, ha propiciado el desembarco en Gran Canaria de una formación como Sí Se Puede, de la que Podemos recela como del fuego a pesar de que compartieron cartel electoral en varias instituciones de Tenerife. Una vez fuera de Podemos, la dirección le pide a Brito que entregue el acta y, en su defecto, al presidente Antonio Morales que lo destituya de sus responsabilidades y lo envíe al grupo de los no adscritos.

A Morales, al que el pacto con Podemos no le ha acarreado más que disgustos y sinsabores, le ha caído en las manos una de esas papas calientes de las que los políticos buscan librarse a toda costa. Para ello le ha pasado la responsabilidad a unos servicios jurídicos que, si aplican la ley correctamente, sólo pueden darle la razón a Podemos y dictaminar que Brito tiene que convertirse en no adscrito. No me cabe duda de que Morales lo sabe y lo que no entiendo es por qué – por mucho que le pese – se sigue escudando detrás de los abogados y no adopta ya una decisión que más pronto o más tarde será ineludible. A partir de ahí, será su responsabilidad política que Brito conserve sus actuales tareas de gobierno sin retribución de ningún tipo, tal y como establece la norma para los cargos publicos expulsados del partido por el que concurrieron a las elecciones.

Si se toman la molestia de recapitular lo dicho hasta hora, notarán que ni por un momento las razones para este rebumbio político están relacionadas con la gestión de los intereses generales por parte de Brito. Ni siquiera la dirección de Podemos la ha cuestionado y mucho menos Nueva Canarias y el PSOE, las otras dos partes contratantes. Sólo la oposición, pero es de suyo y casi no cuenta. De manera que lo que se ventila aquí no es una discrepancia sobre la gestión de Brito sino un enfrentamiento personal y político en el que, a punto de llegar al ecuador del mandato, el interés general de los grancanarios sigue relegado a un muy segundo plano.