Rajoy para rato

El triunfo de Pablo Iglesias y la derrota de Errejón en Vistalegre es una mala noticia para la izquierda de este país y el premio gordo para Rajoy quien, después de haber sido reelegido a la búlgara como presidente del PP, puede seguir durmiendo la siesta a pierna suelta: su potencial oposición seguirá con sus peleas internas y él podrá continuar gobernando sin mayores contratiempos. Con todo el poder de los sóviets en manos de Iglesias y con Errejón en expectativa de destino, es poco probable un entendimiento político fluído entre Podemos y el PSOE, bien sea para cuestiones parlamentarias puntuales como para hipotéticos futuros acuerdos de gobierno.

Los partidarios de Iglesias son ampliamente mayoritarios en el Consejo Ciudadano y si a eso añadimos que sus propuestas políticas han barrido a las de su contrincante, es lógico esperar maximalismo y radicalidad frente al posibilismo político que representaba la opción del todavía portavoz parlamentario, Íñigo Errejón. Uno y otro han querido escenificar este fin de semana un congreso de unidad más impostada que real y más de cara a la galería que de cara a los ciudadanos. Mucho puño en alto, muchos cánticos y muchos abrazos forzados no pueden ocultar la división que anida en Podemos y que se puede ensanchar aún más si Iglesias decide prescindir de Errejón como portavoz parlamentario y secretario político. De hecho, no parece muy lógico que alguien cuyas propuestas políticas han sido claramente derrotadas siga desempeñando esa responsabilidad o la de defender en el Congreso una estrategia que no comparte.


Si el PSOE había hecho cábalas sobre la posibilidad de un mayor entendimiento con un Podemos liderado por Íñgo Errejón ya puede enterrar esas ilusiones y ponerse manos a la obra para recuperar las fuerzas suficientes que le permitan valerse por sí mismo. Independientemente de quién sea elegido líder del PSOE en el congreso de junio, poco o nada deben esperar los socialistas de un Podemos controlado por Pablo Iglesias como no sean nuevos desplantes, humillaciones e insultos. En realidad, a Iglesias parece preocuparle mucho más superar al PSOE en las urnas que desalojar a Rajoy de La Moncloa, por mucho que su agresiva retórica populista quiere hacer ceer otra cosa.  

Ese izquierdismo de todo o nada tan querido por Iglesias y sus seguidores es el que le permite a Rajoy seguir en La Moncloa y ganar congresos por mayoría búlgara. En realidad, llamar congreso a lo que el PP ha celebrado en la Caja Mágica es un abuso del lenguaje que no nos deberíamos permitir: más bien ha sido un acto de pleitesía a un líder sin rival ni oposición interna en el que todos han estado encantados de saludarse y de conocerse. Ya, si eso, para mejor ocasión quedan los grandes asuntos que preocupan a los ciudadanos de este país: el paro, las condiciones laborales, la pobreza,  la corrupción de la que el PP es un muy aventajado exponente, el futuro de las pensiones o la financiación de los servicios públicos, asuntos sobre los que este congreso no ha tenido nada que decir a los españoles.

Nada que genere controversia política o perturbe la somnolienta inmovilidad de Rajoy tiene cabida en un congreso del PP y si por casualidad a alguien se le ocurre abrir un debate sobre el aborto, la duración de los mandatos o la gestación subrogada se le pasa a los “expertos” y asunto concluido. Sólo un partido y un lider que no sientan la presión de una oposición unida y dipuesta a desalojarlo del poder a la primera oportunidad que se presente se pueden permitir el ejercicio de abulia política que han mostrado el PP y su presidente este fin de semana. Esa oposición unida ni está ni lo estará en mucho tiempo con lo que habrá que irse haciendo a la idea de que tendremos Rajoy para rato. 

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