Violencia machista: ¿qué hacer?

Con desesperanza se preguntaba hace unos días la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, qué hacer ante el aumento del número de mujeres asesinadas vilmente a manos de sus parejas o ex parejas. Era una reflexión en voz alta a propósito de dos recientes y nuevos casos de sendas mujeres que perdieron la vida en menos de 48 horas en Sevilla y en Tarragona. En ambos casos medió un arma blanca asesina y un hombre que probablemente sigue convencido a esta hora de haber hecho lo que tiene que hacer todo hombre que se precie cuando esa mujer, a la que ha puesto en el mismo nivel que cualquier otra propiedad material suya, no se aviene a sus deseos y a su dominio.

El descorazonamiento de Becerril es más que comprensible si uno repasa las frías pero elocuentes estadísticas sobre la violencia machista en España difundidas hoy mismo por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial. En los seis primeros meses de este año el balance asciende a 31 mujeres asesinadas, la cifra más alta de los últimos 7 años, casi el doble de la del año pasado.


“El número de mujeres asesinadas este año en España casi duplica el del año pasado”


Por si el dato no fuera suficientemente dantesco, a las 31 mujeres asesinadas hay que añadir la muerte de seis menores, un número que no se registraba desde hacia cuatro años y que multiplica por seis el de menores asesinados el año pasado en este contexto de violencia doméstica y de género. A la estadística del horror hay que añadir, además, 15 huérfanos, los últimos correspondientes a los asesinatos del pasado fin de semana en Sevilla y Tarragona.

Atención especial merece el número de víctimas mortales de la violencia machista registradas en lo que llevamos de año que había denunciado malos tratos y cuántas de ellas contaban con protección judicial. Y es aquí en donde de nuevo se aprecia una de las fallas por las que probablemente la lucha contra esta lacra sigue flaqueando. De las 31 mujeres asesinadas sólo 6 habían denunciado a su agresor y, de ellas, sólo cuatro tenían medidas de protección. El escaso número de mujeres que denuncia en relación con el de asesinadas y la aparente renuencia de los jueces para conceder protección a las victimas se ha convertido en una cansina constante de las estadísticas sobre violencia machista.


El aún reducido número de denuncias tiene causas conocidas en el miedo de muchas de las víctimas a empeorar la relación o en la esperanza, la mayor parte de las veces vana, de que mejore. Lo que merecería una reflexión a fondo por parte del Consejo del Poder Judicial y del legislador es por qué los jueces de violencia de género parece tan pacatos cuando se trata de ordenar protección. A lo que hay que añadir que en no pocos casos esas órdenes no han sido en absoluto garantía de seguridad para las mujeres protegidas por ella.
 "Mientras, los partidos discuten sobre si es violencia machista o de género"
Las cifras que hoy ha publicado el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género deberían servir también para sacar de una vez de su modorra a la subcomisión del Congreso de los Diputados creada hace meses para consensuar un pacto contra este goteo constante de mujeres asesinadas y minutos de silencio al día siguiente ante las instituciones. A fecha de hoy, los partidos que integran esa subcomisión parece que no se han puesto de acuerdo prácticamente en nada. Tal es así que ni siquiera hay consenso sobre si hay que hablar de violencia machista o de violencia de género.

Si no fuera trágico sería de risa que la discusión esté encallada en una cuestión semántica y que nada se sepa aún de cambios legislativos, medios materiales y medidas preventivas y educativas para luchar contra lo que todos podemos coincidir en llamar simple y llanamente viles asesinatos. Pues claro que es para estar descorazonado y preguntarse qué hacer si, mientras siguen muriendo mujeres a manos de sus parejas, quienes tienen la responsabilidad pública de hacer frente a este azote se limitan a convocar minutos de silencio y discutir sobre si son galgos o podencos: son asesinos y punto. 

Patinazo real

En España somos tan monárquicos que no nos basta con un rey: necesitamos cuatro, dos eméritos y dos haciendo méritos. Puede que no haya muchas cosas en las que destaquemos en el concierto internacional pero en número de reyes no hay monarquía parlamentaria que nos haga sombra. El problema surge cuando necesitas decorar, por ejemplo, el Congreso de los Diputados y te sobran reyes. Entonces pasa como con los jarrones chinos de los que hablaba Felipe González, que no sabes qué hacer con ellos ni dónde ponerlos. No quieres que un jarrón chino determinado por valioso y antiguo que sea le reste protagonismo al último que acabas de añadir a la colección y te preguntas si al menos por esta vez no no sería mejor dejarlo en el desván. 

Eso, poco más o menos, es lo que ha pasado este miércoles con ocasión del solemne acto institucional con el que se conmemoraron los cuarenta años desde las primeras elecciones democráticas, después de otros cuarenta en los que la palabra votar había sido tachada del diccionario.  Allí se dieron cita algunos padres de la Constitución ya talluditos junto a recién llegados con camisetas reivindicativas para los que todo aquello de la Transición del 78 les suena a cosa superada y con olor a naftalina. Son gente esta que tal vez nunca ha sabido de verdad lo que es correr delante de la policía, esconder libros perseguidos o panfletos  y cuyo modelo de democracia le debe más a regímenes que de democráticos tienen lo que yo de budista.

“Somos tan monárquicos que no nos basta con un rey, necesitamos cuatro” 

Lo cierto es que, como en todo acto institucional que se precie, hubo sentidos discursos sobre el valor de la transición pacífica de una dictadura a una democracia imperfecta pero perfeccionable; se subrayó también la necesidad de recuperar el consenso de hace 40 años que ha hecho posible que los españoles hayamos enterrado de una vez los garrotes goyescos con los que históricamente nos habíamos venido atizando con un entusiasmo digno de mejor causa. Hubo aplausos y silencios elocuentes y cada uno dejó constancia fehaciente del valor que le otorga y la trascendencia que le da a aquel 15 de junio de 1977 cuando los españoles pudimos empezar a ser libres. 


Pero en esta institucional escenografía conmemorativa faltaba un jarrón chino cuya ausencia no le pasó desapercibida a nadie: la del rey emérito que a la sazón era el jefe del estado cuando se celebraron aquellas elecciones. Los corrillos no tardaron en comentar la falta y el propio afectado se las arregló para que el país supiera a través de los medios de comunicación que no le había hecho ni pizca de gracia que se le tratara precisamente como un jarrón chino molesto que no cabe en el protocolo de los actos institucionales en los que interviene su hijo heredero.

“La exclusión de Juan Carlos I  del acto en el Congreso es un patinazo real”

Comentan algunos que tienen hilo directo con la realeza que el patinazo real se originó en la Casa Real – léase rey en prácticas – al considerar que no había sitio en la tribuna del Congreso para dos jarrones chinos a la vez ni tiempo para hacer reformas que le hicieran un hueco al más antiguo. De manera que se optó por dejarlo en casa viendo la tele o repasando las fotos de la última cacería en África. Craso error porque, como ha dicho incluso Pablo Iglesias, reconocido monárquico de toda la vida, el viejo y descangallado jarrón chino ausente  hizo méritos sobrados en su día para haber estado ayer en un lugar bien visible y preminente del Congreso de los Diputados. 

Ese jarrón chino, del que ayer sólo se conoció su justificado cabreo, desempeñó un papel decisivo en el cambio político pacífico en este país. Sin negar las muchas sombras, claroscuros y luces que han acompañado su desempeño de la jefatura del estado y de las que la historia terminará dando cuenta detallada antes o después, ocultar su figura en el acto conmemorativo de una fecha histórica de la que fue protagonista destacado es, cuando menos, un real patinazo propio de un rey novato e imberbe. Y esto lo dice alguien mucho más partidario del gorro frigio que de los jarrones chinos. 

Reunionitis política

El síntoma principal de la reunionitis política son los deseos irrefrenables de reunirse casi todos los políticos entre sí sin causa justificada aparente. En la práctica son reuniones en las que quedan en verse más adelante para fijar la fecha de otra reunión. Y así hasta el infinito. España es un país encantado de conocerse y de reunirse y por eso la prevalencia de la reunionitis entre su clase política debe ser de las más elevadas del mundo. En los últimos días parece que estamos asistiendo a un repunte de casos a tenor de los análisis que uno lee y escucha. Raro es el que no ha mojado su pluma en los ríos de tinta de la reunionitis y no ha escrito sobre las razones por las que Pedro quiere a Pablo y viceversa o por los parecidos y diferencias razonables entre Mariano y Alberto. Los más osados se atreven incluso a especular con la posibilidad de ver sentados a una misma mesa a Pablo, Pedro y Alberto. ¿Para qué? Pues para volver a reunirse, para qué si no.

Exagerando un poco, a veces pienso que las elecciones son sólo pequeños paréntesis entre una campaña electoral y la siguiente. La misma noche de los resultados los perdedores se proclaman vencedores morales y anuncian reuniones para el día siguiente con el fin de preparar la victoria en las elecciones siguientes. Mientras la reunionitis se convierte en dolencia crónica de la clase política también se cronifican los problemas. A algunos de ellos les crecen las raíces y les salen canas de viejos y sin que nadie se ocupe de afrontarlos como no sea con parches y cataplasmas. Si me pusiera exhaustivo me faltarían posts para enumerar la lista de cuestiones olvidadas en aras de la reunionitis. Me conformaré tan sólo con ser ilustrativo de las dimensiones del problema al que se enfrente un país en el que está mal visto hacer hoy lo que puedes dejar para mañana o para el año que viene.

“A veces creo que las elecciones son solo un breve paréntesis entre dos campañas electorales”

Empezaré por la parte inferior de la pirámide de población en donde se acumulan los jóvenes que o no tienen trabajo o el que tienen no les da para salir de pobres. Lo ha dicho hoy mismo el Consejo de la Juventud, cuyos datos revelan que no llegan ni a dos de cada diez los jóvenes de entre 16 y 29 años  que se pueden emancipar del hogar paterno. Salarios de hambre quienes los tienen y acceso prohibitivo a la vivienda impiden que jóvenes en su mayoría sobrecualificados puedan desarrollar su proyecto de vida. Las familias de este país, que durante los años de la crisis han tenido que sacar aceite de la exigua pensión de los abuelos para llegar a fin de mes, ahora tienen que seguir manteniendo a toda una generación a la que las empresas de este país sólo le ofrecen condiciones laborales en precario o dique seco.


En el extremo opuesto están los pensionistas presentes y futuros. Sin prisa pero sin pausa el gobierno del PP se ha ido gastando el dinero de la hucha con la que se abonan las pagas extra. Apenas quedan 15.000 millones de euros en donde hubo cerca de 70.000. En otras palabras, por primera vez en muchos años el Gobierno va a tener que echar mano del Tesoro para pagar la extra de julio. Salvo que caiga maná del cielo, en diciembre tendrá que volver a hacer lo mismo, lo que engordará un poco más si cabe la deuda pública. ¿Qué van a hacer los poderes públicos para garantizar la sostenibilidad de las pensiones, pilar central del estado del bienestar? Pues justo para eso llevan reuniéndose sus señorías en una comisión específica del Congreso desde el comienzo de esta legislatura. A fecha de hoy lo que piensen hacer sólo lo sabrán ellos si es que lo saben.

“Los líderes políticos se reúnen sin parar y los problemas echan raíces y canas”


Pero no se vayan que aún hay más: en el Congreso hay también subcomisiones de comisiones para estudiar el gran pacto de estado por la educación que prometió Rajoy en su investidura y para el no menos gran pacto de estado contra la violencia machista. Tampoco se sabe para cuándo habrá una propuesta sobre educación ni en qué términos. Por otro lado, apenas pasa semana sin que se convoquen minutos de silencio aquí y allá  por otra mujer asesinada a manos de su pareja o ex pareja. Admito que la pintura tiene colores crudos pero nadie podrá decir que no responde a la realidad. El diálogo y el acuerdo sobre visiones diferentes de la realidad deben formar parte insustituible de la democracia. Lo que no puede ocurrir es que la reunionitis sea la coartada para demorar sine díe la solución de los problemas mientras se practica el figureo político en busca de los focos de la banalidad mediática. 

Playas más seguras

Que Canarias recibiera el año pasado 15 millones de visitantes no le da derecho a los responsables públicos a considerar los ahogamientos en las costas de las islas como una cuestión sin relevancia estadística. En primer lugar porque la vida y su protección es un valor en sí mismo que no requiere de ninguna otra justificación. Pero, además, porque la imagen de un destino turístico como Canarias no se puede permitir un constante y rutinario goteo de fallecimientos en el medio acuático sin apenas hacer nada por remediarlo.

Un total de 72 personas murieron ahogadas el año pasado en Canarias, colocando a esta comunidad autónoma a la cabeza de la clasificación nacional por este motivo. A pesar de ello, brillan por su ausencia las campañas de prevención impulsadas por las administraciones con competencias en la materia, especialmente la autonómica y la municipal. La situación contrasta con lo que ocurre a propósito de los accidentes de tráfico. Por esta causa murieron el año pasado en las carreteras de las islas 38 personas, es decir, poco más de la mitad de las que perdieron la vida ahogadas. Sin embargo, las autoridades competentes mantienen campañas permanentes de prevención y sanción de conductas de riesgo al volante.  
“Las autoridades no pueden tratar los ahogamientos como una cuestión estadística sin relevancia”
Se me escapan las razones por las que una región como Canarias en la que tanto solemos presumir del número de visitantes, lleva años dándole vueltas a un decreto sobre medidas de seguridad en el medio acuático que no termina de ver la luz. Es igualmente incomprensible que en ayuntamientos en los que el turismo es la principal actividad económica, sus responsables racaneen con los recursos que se deben destinar a garantizar la seguridad en las zonas de baño. Es evidente que la seguridad absoluta no existe pero eso no puede llevar a encogerse de hombros y confiarse a la suerte para ahorrarse unos miles de euros. Si esa hubiera sido la actitud ante los accidentes de tráfico es seguro que no se habría reducido el número de fallecidos en las carreteras en los últimos años. La resignación no es una opción por parte de las autoridades por más que sea inevitable que quien lo desee ponga en riesgo su integridad física..
  
Mapa de Ahogamientos presentado hoy por "Canarias, 1.500 kilómetros de costa"
Por fortuna las cosas parece que empiezan a cambiar para bien y son cada vez más las instituciones que están tomando medidas en este ámbito. Ese paulatino cambio de actitud hay que registrarlo en el haber del proyecto “Canarias, 1.500 kilómetros de costa”. Impulsada con escasos medios pero con mucho empeño por el periodista Sebastián Quintana, está consiguiendo que poco a poco las autoridades responsables de esta materia empiecen a reaccionar para mejorar la seguridad y minimizar los riesgos. Una vez más se demuestra que la sociedad civil adelanta y sobrepasa a la burocracia y su desesperante lentitud a la hora de reaccionar.

“Canarias registró el año pasado 72 muertes por ahogamiento"

Habla por sí sólo del nulo interés que este asunto ha despertado hasta ahora en las administraciones públicas, el hecho de que las primeras estadísticas fiables sobre el número de accidentes en el medio acuático y el perfil de las víctimas haya sido elaborada precisamente por el proyecto “Canarias, 1.500 kilómetros de costa”. Al parecer, a nadie le había preocupado hasta este momento disponer de datos fiables sobre los que basar la toma de decisiones quizá por la sencilla razón de que en sus agendas no figuraba la intención de tomar decisión alguna.  

Sin embargo, el tiempo de ignorar el problema y mirar para otro lado debe quedar definitivamente atrás para los responsables públicos, entre cuyas  competencias figura garantizar la seguridad pública hasta donde sea humanamente razonable. Un archipiélago como Canarias que ingresa miles de millones de euros anuales gracias al turismo tiene que destinar medios y recursos suficientes para prevenir los ahogamientos y sancionar con severidad los comportamientos de riesgo y desprecio al sentido común que, como todos sabemos, también los hay. Bien está presumir dentro y fuera del vergel de belleza sin par pero mucho mejor estará cuando se pueda hacer con unas costas y unas playas mucho más seguras que las actuales. 

Bárcenas el fuerte

Luis Bárcenas, la estrella invitada para el inicio de los trabajos de la comisión parlamentaria que investigará la caja B del PP, no ha defraudado a sus señorías. Ha actuado siguiendo escrupulosamente el guión establecido y ha mantenido un silencio cuasi sepulcral del que cabría deducir que quien calla otorga. Fiel a la perentoria petición que en su día le hizo Rajoy – “sé fuerte, Luis”  – el ex tesorero del PP no sólo ha salido airoso de la prueba sino que ha afeado a los diputados que hayan tenido el atrevimiento y hasta el mal gusto de preguntarle por las financiación irregular del PP y por sus cuentas en Suiza. Nada nuevo se esperaba que dijera y nada nuevo ha dicho sobre las cuentas opacas del PP quien, según su propio relato mágico de los hechos, amasó una fortuna y la depositó en Suiza gracias a su ojo crítico para las obras de arte.

En su línea habitual de chulería, prepotencia y arrogancia ha ignorado la inmensa mayoría de las preguntas de los diputados alegando que está inmerso en dos causas judiciales en curso y, por tanto, no iba a dispararse en un pie. A las cuestiones a las que se ha dignado contestar entre sorbo de agua y consulta del teléfono móvil, lo ha hecho para corregir la pregunta de tal o cual diputado o para rechazar las acusaciones contra él o contra el divino Rajoy, el hombre del que “nunca ha pronunciado el nombre en vano”. Luego se ha ido entre un tropel de periodistas y ha dejado a todos como estaban antes de la comparecencia: a dos velas. No hizo la peineta en la que es tan diestro pero en la práctica es como si la hubiera hecho.

“En su línea habitual de chulería, prepotencia y arrogancia ha ignorado la mayoría de las preguntas”

A uno le gustaría equivocarse pero me temo que del mismo tenor que la de Bárcenas serán todas las comparecencias de quienes de verdad puedan arrojar datos nuevos sobre la corrupción en el PP que no hayan aflorado ya en la investigación judicial. Empezando por la comparecencia de Rajoy, que hoy mismo ha desdeñado este tipo de comisiones de investigación alegando que son un “circo” y que sólo buscan abrir una causa general contra su partido y contra el gobierno. Detesto admitirlo pero no le falta algo de razón al presidente al considerar estos órganos parlamentarios como una suerte de caja de resonancia ampliada a través de los medios de los dimes y diretes y de las acusaciones cruzadas entre los partidos a propósito de la corrupción.
  

Claro que, mientras Rajoy descalifica las comisiones de investigación, el PP hace lo imposible por desactivar la del Congreso y, al mismo tiempo, llama a declarar en la creada en el Senado a Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias. En este ejercicio de hipocresía política consistente en hacer lo mismo que critica, al PP le ha faltado tiempo para citar a declarar al Tempranillo y a Luis Candelas pero todo se andará. En el Congreso, en donde está a merced de la oposición y de sus decisiones sobre quién debe declarar y cuánto pueden alargarse los trabajos, el PP amenaza con acudir al Constitucional porque se siente encausado injustamente. En el Senado, en donde tiene mayoría absoluta, no sólo no mueve los hilos para desactivar la comisión sino que pone en marcha el ventilador  de la porquería sobre el resto de las fuerzas políticas con la esperanza de que le toque una porción mucho menor de la que le corresponde por méritos propios.

“Al PP le ha faltado tiempo para llamar a declarar al Tempranillo y a Luis Candelas” 

Una democracia con unas instituciones mucho más sanas que las española y unos partidos políticos mucho menos comprometidos con sus ombligos políticos y mucho más con la transparencia y la rendición de cuentas ante los ciudadanos, buscarían la manera de hacer de estas comisiones instrumentos útiles para luchar contra la corrupción. Pero mientras eso no ocurra, creo que sólo cabe adoptar una actitud de absoluto escepticismo ante los resultados de comisiones como la que hoy ha echado a andar en el Congreso para investigar un asunto que ya investigan los jueces y fiscales. Admito que tampoco el sistema judicial de este país está para grandes alegrías debido a la lentitud  y la obscena injerencia política en el nombramiento de puestos clave de la judicatura y la fiscalía. Aún así, confío mucho más en el trabajo judicial que, aunque lento y lleno de recovecos y disfunciones, suele terminar por dar resultados tangibles y concretos a los que poder agarrarse para exigir responsabilidades políticas que, de otra manera, nadie está dispuesto a asumir.       

Brexit: lo que va de ayer a hoy

Hace hoy un año los que aún conservábamos una menguante fe en el llamado “proyecto europeo” conteníamos la respiración ante la decisión que iban a tomar los británicos en el referéndum sobre la permanencia en la Unión Europea. Pocas horas después el sueño europeo pareció habérselo tragado el torbellino del populismo y la xenofobia: la mayoría de los británicos –  51,9%  – había decidido irse frente a un 48,1% que había preferido quedarse. Un año después de aquella decisión polémica y controvertida, con intentos incluso de marcha atrás, las cosas han mejorado en la Unión Europea y han empeorado en el Reino Unido.

Desde el punto de vista de la Unión Europea, el peligro de las fuerzas populistas en ascenso parece temporalmente conjurado tras las elecciones holandesas y francesas y a expensas de las alemanas de septiembre. Particularmente importante han sido las francesas, en donde un partido de diseño ha conseguido para su líder la presidencia republicana y de propina la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. En otras palabras: ¿para qué necesita la Unión Europea al Reino Unido y a Theresa May teniendo a Enmanuel Macron y a Angela Merkel?. En paralelo, y sin que sirva de precedente, los socios comunitarios se pusieron de acuerdo en que la negociación con el Reino Unido debería comenzar por  las condiciones del divorcio antes de pasar a las relaciones futuras. Esta cuestión, que Londres ha tenido que aceptar, es fundamental porque evita la tentación británica de mezclar churras con merinas e imponer condiciones sobre relaciones futuras a cambio de cumplir compromisos firmes con el club del que ha decidido marcharse.

 “Para qué necesita la UE a Theresa May teniendo a Merkel y a Macron?” 

Esa marcha no se va a sustanciar ya desde una posición de fuerza y petulancia de Londres frente a la Unión Europea. La primera ministra, la misma que cuando tomó las riendas del gobierno de manos del fracasado Cameron dijo aquello de “brexit es brexit”, tiene ahora ante sí un panorama que ni en sus peores pesadillas podía imaginar: la xenofobia se ha disparado, la libra sigue a la baja, escoceses y norirlandeses se revuelven inquietos y ha perdido ante los laboristas la escueta mayoría absoluta que tenía en la Cámara de los Comunes en unas elecciones que se podía haber ahorrado. Para terminar de componer el cuadro de problemas, ha reaparecido el terrorismo yihadista y ha puesto en tela de juicio su estancia de siete años en el Ministerio del Interior en donde se hizo una experta en recortes de personal.


Pintan bastos para una política que fanfarroneó con la posibilidad de irse de las negociaciones con Bruselas si no le convenían las condiciones y que ahora tiene que recoger velas.  Su desconcierto y el de la clase política y dirigente británica  es también el reflejo del desconcierto y la perplejidad de los británicos que desde el brexit no parecen saber lo que quieren ni cómo lo quieren. Frente a eso, el ninguneo con el que en la Unión Europea se ha tomado el asunto en los últimos meses es señal evidente de que el brexit preocupa cada vez menos entre los estados miembros.

“Pintan bastos para May, que fanfarroneó con irse de la mesa si no le gustaban las condiciones ”

Escuchar hace poco al presidente de la Comisión, Jean Claude Junker, hablando en francés porque “el inglés está en declive” es una de esas bofetadas sin manos que muchos europeos habrían estado encantados de propinarle a la arrogancia británica. No quiere esto decir que el terreno esté despejado y que la ruptura no vaya a tener consecuencias muy negativas para ambas partes. Tampoco es que algo se muera en el alma cuando un amigo se va ya que, al fin y al cabo, la amistad británica con la UE nunca ha sido muy leal ni muy apasionada.

De lo que se trata es de que, un año después de augurar la próxima desaparición de la UE, las tornas han cambiado por completo y se han puesto en contra de quien utilizó la demagogia, la mentira y las medias verdades en la más penosa y deplorable decisión tomada por la clase política británica en muchas décadas. Se abre ahora una negociación que debería ser corta y que tiene que resolver en primer lugar la situación en la que quedarán los ciudadanos comunitarios residentes en el Reino Unido y los británicos que viven en la UE. Para todos los demás asuntos que tienen que ver sobre todo con las relaciones económicas futuras entre Burselas y Londres hay tiempo suficiente. Mientras, si alguna lección política se puede extraer de este primer año de  brexit, sobre todo por parte de los políticos británicos que impulsaron y jalearon la salida, es que lo de nunca digas nunca jamás deberían habérselo dejado en exclusiva a James Bond.     

Volare

Volar en Canarias se va a poner en unos días a precio de bazar chino. Un vuelo entre Tenerife y Gran Canaria o viceversa saldrá más barato que un bono guagua y al mismo precio que una carrera cortita en taxi. Esto, siempre y cuando uno se deje llevar por los entusiastas titulares de determinados medios para los que todo lo que sale por boca empresarial es verdad revelada. Las gangas aéreas que nos esperan tienen su causa en la aplicación a partir del 1 de julio del nuevo descuento del 75% en los billetes aéreos y marítimos interinsulares al que tendrán derecho los residentes. 

Al calor de esa medida las compañías se han lanzado a anunciar astronómicas ampliaciones de plazas aéreas y precios acordes con las próximas rebajas de julio. La única pega es que si mantuvieran durante mucho tiempo las tarifas que algunos dicen que nos va a costar viajar entre las islas no tardarían en perder altura y estrellarse. Lo más lógico y natural será que, más allá de las ofertas puntuales para atraer clientes, los precios se reduzcan en la misma proporción en la que aumenta la bonificación.  
“Si se mantuvieran las tarifas que algunos anuncian las compañías perderían altura y se estrellarían”

Todo lo anterior no desmerece ni un ápice la que tal vez sea la mejor noticia práctica para los canarios de este año. La movilidad entre las islas ha sido una asignatura pendiente para los sucesivos gobiernos centrales que este incremento de la bonificación debe servir para aprobar de una vez. El mérito hay que ponerlo en el haber de NC y en su negociación presupuestaria con el PP.  El demérito corresponde a los sucesivos gobiernos centrales que, mientras a un canario le salía más barato volar a Londres que entre las islas, se gastaban más de 50.000 millones de euros en trenes de alta velocidad con paradas en las que ni sube ni baja nadie. Por no hablar de los 5.000 millones de euros que nos costará el rescate de las autopistas de peaje o lo miles de millones enterrados en aeropuertos para las personas. Y todo ello pagado también con los impuestos de los canarios.


No es por tanto una graciosa concesión de Madrid a Canarias, sino la reparación de una deuda histórica para con unos ciudadanos que tienen tanto derecho como los de cualquier otro punto del país a moverse en su territorio en condiciones razonables de precio y calidad. Derecho aún más justificado si cabe en un archipiélago en el que las opciones para la movilidad son muchas menos que en un territorio continental.  Ahora se trata de rematar el logro consiguiendo que el incremento de la bonificación no sea flor de un día sino un derecho reconocido a través del Régimen Económico y Fiscal. Para que no se le vuelva a olvidar que Canarias son ocho islas, el gobierno estatal debe quedar obligado a destinar un partida anual a sufragar el derecho a la movilidad de los canarios.

“La mano de los mercados no siempre es infalible: del monopolio se puede  pasar al duopolio”

El otro fleco al que conviene estar muy atentos es el de los precios que empiecen a aplicar las compañías a partir de ahora. Se trata de vigilar que no se caiga en la tentación de hacer caja a costa del erario público elevando artificialmente las tarifas. Al calor del incremento del descuento acaba de anunciar su inminente aterrizaje en el mercado aéreo interinsular la compañía Air Europa, que ya voló entre las islas y que terminó abandonando. Si Adam Smith tenía razón debería funcionar la invisible y sabia mano del mercado y mejorar la competencia frente al cuasi monopolio del que disfruta ahora Binter.

Sólo que la mano en cuestión no siempre ha acertado y, en ocasiones, el monopolio ha sido sustituido por el oligopolio o por el duopolio con el consiguiente riesgo de los acuerdos tarifarios por debajo de la mesa, conchabos  de los que ya hemos sido víctimas los consumidores en otros sectores como el de la telefonía o la energía. Air Europa no llega precisamente precedida de buena fama después de que la Audiencia Nacional la haya condenado a pagar una multa de 30 millones de euros por el fraude cometido precisamente en los descuentos de residentes en los vuelos entre Canarias y la península. Ese fraude, denunciado por las agencias de viaje y ante el que el Ministerio de Fomento pasó años mirando para otro lado, llevó en su día a la entonces ministra Ana Pastor a endosarnos la obligación de llevar el certificado de empadronamiento entre los dientes como si hubiéramos sido los ciudadanos los responsable del fraude.

Así pues y en resumen, está bien alegrarse de que los billetes para volar entre las islas se abaraten pero conviene no caer en la bobaliconería autocomplaciente y estar muy atentos a la jugada. Mientras, abrónchese los cinturores, pónganse cómodos y disfruten del viaje. 

Ley del Suelo: de la panacea al apocalipsis

Si uno hiciera caso de las loas y alabanzas a la Ley del Suelo que el Parlamento de Canarias está a punto de aprobar, lo siguiente sería sentarse a mirar crecer la economía y el empleo una vez entre en vigor. Si por el contrario atendiera a quienes ven en esa ley la hidra de las mil cabezas, ya estaría tardando en hacer las maletas y emigrar. Es hasta cierto punto lógico y natural que las fuerzas políticas exageren la nota cuando se trata de defender o atacar una iniciativa de la parte contraria. Sólo que en este caso se han superado todos los listones de la exageración a favor y en contra en un debate que, dada la sustancia del asunto, debería haber sido menos interesado y enconado y más esclarecedor para la ciudadanía. En definitiva somos los canarios y no determinados intereses creados que ya aplauden la nueva ley, quienes nos tendríamos que beneficiar  de las ventajas que ven en esta norma sus defensores o los perjudicados si se cumplen los peores vaticinios de sus detractores.

La ley, iniciativa estrella del Gobierno canario para esta legislatura, nació con el objetivo declarado de desenredar la madeja normativa y burocrática que frena y demora inversiones y creación de empleo. En este punto coinciden casi todas las fuerzas políticas que, sin embargo, discrepan radicalmente en las soluciones. A pesar de esa declaración de principios, se trata de una norma de más de 400 artículos, lo que de entrada no es precisamente un ejemplo de simplificación y claridad sino de prolijidad tal vez excesiva e innecesaria. A este pecado original hay que unir la ausencia de un estudio riguroso sobre la relación entre la economía canaria y el suelo que debería haber servido de guía de actuación sobre el territorio.

“Somos los canarios quienes deberíamos beneficiarnos de esta ley”

Una de las grandes batallas del debate ha sido el control de legalidad de las actuaciones urbanísticas, ciertamente capitidisminuido en el texto que aprueba el Parlamento con respecto a las funciones actuales de la denostada COTMAC, el organismo al que los defensores de la ley culpan de que las inversiones se eternicen. Está por ver si la solución mejor ha sido vaciarla de contenido o hubiera sido preferible dotarla de las herramientas necesarias para que hiciera su trabajo en tiempo y forma, garantizando la legalidad de las actuaciones sobre el suelo. El uso del suelo rústico o las competencias municipales, insulares y autonómicas sobre el planeamiento y sus excepciones han sido también caballos de batalla en el debate previo a la aprobación. Si como dice el presidente canario la nueva ley aporta transparencia y evita eventuales corruptelas derivadas de la demora en la resolución de los expedientes, no es menos cierto que la laxitud regulatoria también puede ser causa de todo lo contrario.


En algunos aspectos el texto ha mejorado sensiblemente y ha despejado dudas e indefiniciones que habrían dado lugar a interpretaciones dispares sobre lo que se puede hacer o no en un territorio fragmentado y por definición escaso como el canario. Así lo ha reconocido no sólo el bloque parlamentario que apoya la Ley – CC, PP y Agrupación Socialista Gomera – sino algunos de los que se integran en el bloque opositor como Nueva Canarias y el PSOE, aún dejando claras estas dos fuerzas sus profundas discrepancias.

“No debería cerrarse en falso un debate clave como el del uso del territorio”

Mención especial merece la postura de los socialistas, a los que la presentación de esta ley por parte del presidente Clavijo cogió literalmente con el pie cambiado a pesar de formar parte del Ejecutivo. Su reacción fue entonces de desconcierto y cuando menos dubitativa ante un texto que no les gustaba pero que parecían dispuestos a envainarse en aras de la continuidad del pacto con CC. Liberado el PSOE de esas ataduras, la labor de su portavoz Nayra Alemán en la ponencia que estudió la ley les permitirá ahora a los socialistas presumir de que muchas de las mejoras introducidas en el texto son mérito suyo. La duda es qué hubiera hecho el PSOE si hoy continuara formando parte del Gobierno.  

Lo que debería preocupar al Gobierno, a las fuerzas que apoyan la ley y al conjunto de la sociedad es el ajustado consenso de 33 votos que la respaldan. Las razones por las que una norma de este calado no ha recibido un apoyo parlamentario mucho más amplio, que la dotara de estabilidad, habrá  que buscarlas en ambos bloques políticos y en su voluntad real de consenso. Cerrar en falso el debate sobre una cuestión de la trascendencia de los usos del territorio es un riesgo que no deberíamos habernos permitido. En todo caso y a la espera de comprobar los efectos de la aplicación de la ley para determinar si es la panacea o la hecatombe, convendría adoptar de momento una prudente equidistancia entre apocalípticos e integrados y aplicar aquello de que la virtud está justo en medio de los extremos.    

Portugal en llamas

Perplejo y consternado por la tragedia que vive Portugal, el primer pensamiento sólo puede ser de pésame por las víctimas y de solidaridad con sus familias y el resto de afectados. Sin olvidar el reconocimiento y el apoyo a las más de 2.000 personas que llevan cuatro días luchando contra las llamas. Haya sido un rayo o la mano humana, se hace casi imposible admitir que en pleno siglo XXI y en un país como Portugal un incendio forestal haya acabado con la vida de más de 60 personas y haya herido a más de 150. Como suelen decir los responsables políticos en estos casos, puede que no sea aún el momento de buscar causas y responsables mientras las llamas siguen avanzando. Pero es difícil sustraerse a la imperiosa necesidad de preguntarse si la tragedia pudo haberse evitado y hay mucho indicios que apuntan a que habría sido posible.

Es cierto que entre las causas mediatas están las altas temperaturas, la sequedad del terreno, el viento y una tormenta seca de rayos. Todas ellas parecen haber formado un cóctel incendiario que tal vez una chispa fortuita o una mano humana activó provocando el incendio más mortífero en la historia de Portugal. Pero comprender lo ocurrido desde sus raíces es esencial para prevenir que no se repita. Y la falta de prevención es clave para explicar el avance incontenible y mortal de las llamas en este incendio, alentadas por el viento, el calor, la sequedad del terreno y la presencia de especies alóctonas poco resistentes al fuego como los eucaliptos. De hecho, los medios de comunicación lusos han puesto el acento en la deficiente política preventiva pública a pesar de ser Portugal uno de los países europeos más azotados por el fuego todos los veranos.
“La falta de prevención es clave para entender el avance de las llamas” 

Prevención es, básicamente, apagar el fuego antes de que se produzca. Eso, que a pesar de las dramáticas experiencias aún no hemos terminado de aprender del todo en lugares como Canarias, se consigue limpiando de maleza los montes en invierno y facilitando determinadas labores agroganaderas hoy prohibidas por un mal entendido prurito medioambiental de las autoridades responsables y determinadas organizaciones ecologistas. Prevención es también construir cortafuegos y otros elementos de seguridad como refugios para las poblaciones de las zonas más susceptibles de sufrir incendios. Y, así mismo, prevenir es educar a los ciudadanos en medidas de autoprotección y establecer pautas claras de comportamiento para evitar el pánico y las huidas descontroladas que, como se ha visto en Portugal, han conducido a muchas personas a morir abrasadas en sus vehículos.


Nada de esto es gratis pero es fundamental para salvar vidas humanas e impedir la grave degradación medioambiental que casi siempre producen los incendios. Se trata de poner en una balanza si optamos por encomendarnos a la suerte y a la benevolencia de la Naturaleza o si ponemos los medios para evitar o al menos minimizar los daños asociados a los incendios. Portugal no es un país rico y sus recursos para la lucha contra el fuego parecen reflejar esa realidad. En ese sentido, no es descabellado suponer que el leonino rescate al que fue sometido el país por la troika  comunitaria en aras del sacrosanto déficit público debe haber pasado factura también a los medios públicos destinados a prevenir y luchar contra los incendios.
 “Los primeros bomberos en llegar al incendio estaban a 200 kilómetros de distancia”

De esas deficiencias en medios habla a las claras que los primeros bomberos en llegar a la comarca afectada por el incendio fueran los de Lisboa, a más de 200 kilómetros de distancia. Carencias que se evidencian también en el hecho de que, a pesar de las altísimas temperaturas que se venían registrando en la zona, las autoridades no tuvieran previsto activar el dispositivo contra incendios antes del 1 de julio. Si a este cúmulo de factores unimos una gestión de la lucha contra el incendio que los medios portugueses ya han tildado de manifiestamente mejorable en términos de reacción y coordinación, nos podremos hacer una imagen cabal de las causas de esta tragedia.

Es difícil, por no decir imposible, determinar cuál ha sido la que más peso ha tenido en que Portugal siga en llamas cuatro días después de que se iniciara el incendio. Eso corresponderá en todo caso a los expertos pero, de lo que no hay dudas, es de que muchas de ellas eran evitables y se tenían que haber evitado. Con más de 60 víctimas mortales no es fácil decir que ojalá sus vidas perdidas en estas atroces circunstancias sirvan para que algo así no vuelva a ocurrir. No obstante es lo único que cabe desear y, sobre todo, exigir a quienes tienen bajo su responsabilidad disponer de los medios y arbitrar las medidas para garantizar la seguridad pública. 

¡Ave, Pedro!

Líbreme Pablo Iglesias – el impresor, no el presentador de televisión – de cuestionar el derecho de Pedro Sánchez a nombrar su guardia de corps de acuerdo con sus preferencias y objetivos. A alguien que ha ganado unas primarias con tanta solvencia no se le puede negar que opte, si lo desea, por sentar a su mesa únicamente a sus afines. Lo que ocurre es que en política el derecho que se pueda tener a hacer algo y que convenga hacerlo no siempre coinciden.  A mí me pareció haber oído que las primarias en el PSOE servirían para cerrar heridas y tender puentes entre quienes se tiraron las rosas a la cabeza en el tormentoso Comité Federal del año pasado. Debí haberlo entendido mal porque, a la vista de la nueva dirección, no parece que se haya cerrado herida alguna y los puentes siguen tan o más rotos que antes del congreso.

 A lo mejor, lo que ha pasado es que Sánchez se está curando en salud y lo que quiere precisamente es que los puentes sigan rotos para que nadie caiga en la tentación de volver a enseñarle la puerta de salida de Ferraz. Con todo, que los barones territoriales y quien obtuvo el 40% del apoyo de los militantes no tengan presencia en el núcleo duro del partido es una decisión cuando menos arriesgada para su cabeza, además de cesarista. Nadie debería rasgarse las vestiduras si Sánchez la pifia por tercera vez consecutiva en las primeras elecciones que se le presenten y los ancianos de la tribu le hacen juicio sumarísimo y dictan de nuevo sentencia de ostracismo contra él.

“Tenía entendido que las primarias servirían para cerrar heridas y tender puentes"
A esa dirección afín de la que Sánchez se ha rodeado en este congreso le ha encargado el líder socialistra una tarea cuando menos próxima a la ciencia ficción política: pergueñar un acuerdo con Podemos y Ciudadanos para desbancar al PP de las instituciones. No se le puede negar a Sánchez ser un hombre de ideas fijas e incluso obsesivas a las que vuelve con insistencia por más que se dé de bruces una y otra vez contra la dura realidad. Pensar en sacar al PP del Gobierno – algo para lo que Mariano Rajoy y los suyos han hecho méritos más que sobrados – sería una loable y legítima causa si cuadrara la aritmética parlamentaria y encajaran los programas de gobierno de los eventuales protagonistas de la alternativa con la que sueña Sánchez.


Ni una ni otra cosa se dan y, por lo tanto, el empeño sólo puede conducir a la melancolía.  O lo que es peor, de darse un posible apaño numérico, llevaría a una situación de inestabilidad política que a muchos haría añorar la tranquilidad del bipartidismo.  No sólo no sale la suma sino que ni Pablo Iglesias – el presentador de televisión, no el impresor – ni Sánchez tienen programa alternativo alguno que encajar más allá de hacer tabla rasa con la herencia popular. Y llamar a eso construir una mayoría alternativa al PP, francamente, es abusar del lenguaje. Por lo demás, las amistades que quiere cultivar Sánchez a su izquierda le pueden enajenar el apoyo del centro y centro izquierda y no garantizarle en cambio que aquellos votantes a los que ahora corteja no prefieren el original a la copia sobrevenida por las circunstancias.

“Lo de la nación de naciones es como el misterio de la Santísima Trinidad”

Aunque para amistades peligrosas y arriesgadas las que Sánchez quiere hacer con su creativa fórmula constitucional de la plurinacionalidad o “la nación de naciones”, a elegir la que sea más fácil de pronunciar. El objetivo es evangelizar a los ariscos independentistas catalanes con la verdad revelada por el propio Sánchez sobre la esencia de España y sus naciones varias, cuyo número y rasgos característicos aún desconocemos. Hasta ahora uno era capaz de imaginar poco más o menos qué es y cómo funciona un estado federal de los muchos que hay repartidos por esos mundos de Dios y en los que no hay naciones sino estados federados, como su propio nombre indica.

Como bien ha dicho el constitucionalista Jorge de Esteban, España como una nación de naciones en la que el único soberano sea el pueblo español raya en lo teológico y resulta tan o más díficil de comprender que el mismísimo misterio de la Santísima Trinidad.  Pero a ver quién convence a estas alturas a Sánchez de que mezclar teología y política y poner la otra mejilla a quien ya te ha abofeteado a placer, es el camino menos adecuado para llegar a La Moncloa aunque sea dando un largo y tormentoso rodeo por Cataluña.  Sólo cabe por tanto exclamar  a una ¡Ave, Pedro: los que van a votar te saludan!

La censura, el cinismo y el descubridor de la pólvora

Con cierto fariseísmo se escandalizan hoy algunos comentaristas del cinismo político que ha presidido la fracasada moción de censura de Pablo Iglesias contra Mariano Rajoy. Se necesita vivir mucho tiempo como un ermitaño en lo alto de una columna o en el desierto para rasgarse las vestiduras tras descubrir que el único objetivo ha sido cortocircuitar la leve mejoría de los socialistas tras meses en estado comatoso. Si sorprende que supuestos sagaces analistas se escandalicen ante las aviesas intenciones políticas de Podemos, no sorprende menos que el “nuevo PSOE” parezca a punto de caer otra vez en las redes embaucadoras de quien es, en gran medida, el responsable de sus calamidades actuales. La oferta del portavoz Ábalos a Iglesias para buscar una mayoría alternativa a Rajoy y los tuits que al parecer ya se han intercambiado Sánchez y el líder de Podemos para verse en cuanto pase el Congreso Federal del fin de semana vuelven a presagiar lo peor.

Y eso por varias razones. La primera porque, para la supuesta mayoría alternativa a Rajoy, los números son los mismos que había antes de que el presidente actual fuera investido gracias a la abstención del PSOE. Una vez que para Podemos el partido de Albert Rivera no pasa de ser una mera muletilla del PP y por tanto queda excluido de cualquier pacto, para llegar a los 176 votos imprescindibles para una investidura habría que juntar votos de mareas, confluencias y  nacionalistas de aquí y de allá e incluir en la suma a los independentistas catalanes. A la vista de cómo ha tratado un Iglesias peleado con el mundo a esos hipotéticos apoyos, tengo muchas dudas de que una  Oramas o un Quevedo o un PNV le dieran su respaldo. Del mismo modo, me gustaría ver cómo explicarían Sánchez e Iglesias a los españoles no catalanes que se apoyan para gobernar en quienes desprecian un día sí y al otro también  las normas comunes que obligan a todos.

“Será interesante ver a Sánchez explicando a los españoles no catalanes un eventual apoyo de los independentistas"
Cierto es que en una segunda votación bastaría con la mayoría simple pero eso sólo resuelve la parte menos complicada del problema: la gestión de gobierno. Soy completamente incapaz de imaginar cómo podría ocuparse de los asuntos de este país un gobierno cuya estabilidad parlamentaria dependiera de una constelación de votos con los más variados e incluso contradictorios intereses. A un Ejecutivo de esas características le faltarían manos, mangueras y agua para apagar los fuegos y conatos de incendio que se le declararían a cada paso que intentara dar. Eso por no hablar de la completa orfandad de ideas y de proyecto para este país que el propio Iglesias puso de manifiesto en el debate de su moción de censura, al final convertida en una cuestión de confianza que claramente perdió. Tampoco es que ande el PSOE y su nuevo líder Sánchez sobrados de ideas y proyecto de país, de modo que un eventual pacto de gobierno entre ambos sería algo así como juntar el hambre con las ganas de comer.
  

 Por lo demás, y después de lo ocurrido el año pasado, es cuando menos asombroso que Sánchez no parezca estar calibrando el riesgo político que representa ceder al abrazo de quien emplea toda clase de trucos políticos, incluso sucios, para arrebatarle la hegemonía de la izquierda. Esto es público y notorio para casi todo el mundo menos, al parecer, para Sánchez y para algún analista que ahora acaba de ver la luz  y el verdadero percal que se esconde detrás de los arrumacos y el tono conciliador de lobo con piel de cordero del líder de Podemos.

“Sánchez da muestras de estar encantado con la posibilidad de volver a cometer los mismos errores”.


Escribía el martes que Sánchez había aprendido la lección al rechazar la trampa saducea que le tendió Iglesias cuando le ofreció retirar la moción si el líder del PSOE le relevaba en la tarea de echar a Rajoy. Aunque no las tenía todas conmigo, pensaba que el reelegido secretario general tendría la paciencia suficiente para armar una buena dirección y prepararía al PSOE para convertirse en alternativa creíble al PP y verdadero referente de la izquierda frente al aventurerismo y las frases huecas. Me desdigo por completo: a la vista de lo dicho en las últimas horas y ante el escenario que se empieza a configurar, creo que Sánchez no sólo no ha aprendido absolutamente nada de sus errores sino que está encantado con la posibilidad de repetirlos más pronto que tarde. Y mientras, algunos descubriendo ahora la polvora y hasta la rueda de molino.     

Popular: el extraño caso del banco zombi

Una semana después del chollo bancario del año se acumulan las preguntas sin respuesta. ¿Cómo es posible que un banco que hace no mucho tiempo valía 19.000 millones de euros se vendiera al precio de la chuche de un chino?. Esa es la principal pero hay muhas más. El Popular arrastraba problemas de ladrillo que se han valorado en más de 36.000 millones de euros, de sobra para lastrar cualquier balance. Lo que no se ha aclarado es la razón por la que otros bancos que también sufrían indigestión inmobiliaria consiguieron superarla y el Popular no. Con las cuentas de este banco y con la operación que lo ha convertido en una nueva perla del collar bancario de Ana Patricia Botín, continúa habiendo más confusión que claridad. 

El ministro de Economía, Luis de Guindos, compareció este lunes en el Congreso con la supuesta intención de aclarar las dudas pero no aclaró prácticamente ninguna. El mismo ministro que a mediados de abril decía que el Popular era estable y solvente lo ha calificado ahora de banco zombi. Todo un récord para un banco que en apenas mes y medio haya conseguido pasar de ser una joya del sistema financiera a un detritus con un agujero del tamaño del triángulo de las Bermudas valorado  entre menos 2.000 y menos 8.000 millones de euros. Y eso después de haber aprobado los famosos test de estrés realizados el año pasado por la Autoridad Bancaria Europea que, a lo que se ve, ese día optó por el aprobado general.

“Luis de Guindos se cuida por todos los medios de que no se le sitúe en la escena del crimen”


El mismo de Guindos que en abril loaba al Popular – se supone que con conocimiento de causa de lo que decía -  se cuida ahora mucho de que no se le sitúe en la escena del crimen. Si le preguntan qué entidad financiera examinó al paciente la noche de la venta dice que no lo sabe; si la pregunta es por qué se le dio el visto bueno en los test de estrés recuerda que esos exámenes los organiza la Autoridad Bancaria Europea y para la falta de vigilancia y diligencia sobre la salud del Popular  remite al Banco de España, al Banco Central Europeo y a la Comisión del Mercado de Valores. Él se quita ahora de en medio y le pasa el mochuelo a organismos a los que, es verdad, cada día parece quedarles más grande el calificativo de supervisores.


El Banco de España sí que parece un banco zombi con buena parte de las competencias sobre el sistema financiero en manos del Banco Central Europeo con sede en Frankfort. Y en cuanto a la Comisión del Mercado de Valores, responsable último de las ampliaciones de capital del Popular, también hay que exigirle explicaciones por no suspender la cotización a pesar de que se hundía a ojos vista en la bolsa. Una pasividad que contrasta poderosamente con la agilidad con la que ha prohibido ahora durante un mes las operaciones especulativas sobre Liberbank. ¿Se estaba dejando caer al Popular para encontrarle comprador a precio de saldo? ¿Qué papel jugó en la tormenta perfecta que se desató en torno al banco en sus últimas semanas de vida su propia cúpula, encabezada por Emilio Saracho, un hombre vinculado durante años al Santander? ¿Por qué la auditora PwC cerró y abrió al poco tiempo las cuentas de 2016 para pedir más provisiones? Preguntas que, junto a otras muchas, requieren respuestas y una investigación a fondo, técnica y judicial, de las maniobras que han rodeado la operación.
  
“Las preguntas sobre los tejemanejes en el Popular requieren una investigación técnica y judicial”


Sólo una cosa aclaró de Guindos en su comparecencia en el Congreso: que ha habido varias comunidades autónomas – Canarias entre ellas, según se ha sabido después – ayuntamientos y empresas públicas que sacaron el dinero del Popular antes de que fuera demasiado tarde. Se supone, según la explicación del ministro, que debido a la rebaja de la nota que le daban las agencias de calificación al banco y no a ningún tipo de tráfico de información privilegiada interinstitucional. Las consecuencias de la operación que ha convertido a Ana Botín en la reina bancaria patria están aún por escribir. Empezando por la posibilidad, aún no descartada del todo, de que termine costando dinero al bolsillo público y continuando por la drástica contracción de la competencia bancaria, con sus perversos efectos sobre el crédito y los servicios financieros para familias y empresas.  

Puede haber también miles de puestos de trabajo afectados y hay 300.000 accionistas e inversores que no se van a quedar de brazos cruzados y a los que desde el primer momento se les repite sin cesar el mantra de que lo han perdido todo y que de nada servirá reclamar. Si así fuera dudo mucho de que el Santander les hubiera lanzado hoy mismo un cable al anunciar que estudiará de qué manera les compensará. Es muy probable que la entidad presidida por Ana Botín esté intentando parar a tiempo la avalancha de pleitos judiciales que se le puede venir encima, contribuyendo a deteriorar un poco más si cabe la merecida mala fama de los bancos españoles. Estas maniobras bancarias en la oscuridad, que tanto recuerdan a lo ocurrido con Bankia, son un baldón más sobre la credibilidad de un sistema financiero en el que, de nuevo, parece haber primado un cierto compadreo de capitalismo de amiguetes mezclado con una clara falta de diligencia y supervisión.   

Iglesias se dispara en el pie

Cuando Pablo Iglesias presentó su moción de censura dijo que iba contra la corrupción en el PP y la personificó en Mariano Rajoy. Sólo su parroquia, y no al completo, se lo creyó. La mayoría interpretó que a quien realmente le presentaba el líder de Podemos la moción era al PSOE, su gran escollo para convertirse en el único referente de la izquierda. Hoy, sin que siquiera haya concluido el debate en el Congreso y sin que se haya confirmado el anunciado fracaso, creo que Pablo Iglesias se ha dado un tiro en el pie con esta iniciativa y se lo ha dado a su partido y a sus confluencias. De rebote, le ha vuelto a dar oxígeno al PP y a Rajoy, algo que ya se va convirtiendo en una rutina del líder podemita aunque pueda parecer lo contrario.

En otras palabras, esta moción de censura va camino de convertirse en un boomerang contra Iglesias. Y no es necesario siquiera aludir al discurso interminable de la portavoz Montero al más recio estilo habanero o caraqueño y a su filípica interminable de casos de corrupción y disfunciones varias del sistema democrático perpetradas por un impasible y aburrido Rajoy y su bancada. Tampoco es imprescindible desentrañar las claves del discurso de Pablo Iglesias en su papel de “alternativa”, ni sus medidas contra la corrupción ni sus recetas para que los nacionalistas catalanes se acomoden en España. Todo eso lo tenemos muy oído los españoles, incluso con los mismos gestos agresivos y el mismo tono vociferante que hoy se ha escuchado en el Congreso.

“Esta moción de censura va camino de convertirse en un boomerang contra Iglesias”

A Iglesias y a Montero se los ha merendado Rajoy dialécticamente hablando en mucho menos tiempo que el empleado por la portavoz y con su habitual y viejuna socarronería gallega. Y no es que en lo que argumenta Unidos Podemos para desalojar al PP del Gobierno no haya razones de mucho peso y verdades insoslayables. Es sólo que a la pretendida alternativa le pierden las formas y las intenciones inconfesables aún asistiéndole una buena dosis de razón. Y las formas, en el ritual de la democracia, siguen siendo tan importantes como el fondo por más que Iglesias y los suyos tiendan a despreciarlas o a burlarse de ellas.


Esas formas, que sirven de cauces para hacer posible la convivencia pacífica y los acuerdos entre los partidos políticos, no remiten sólo a cómo se exponen y defienden los argumentos sino también a cuándo, cómo y con qué objetivos se toman determinadas decisiones políticas. Iglesias soñaba con el triunfo de Susana Díaz en las primarias socialistas porque estaba convencido de que eso le dejaría libre el campo de la izquierda y podría erigirse en la única oposición a Rajoy. Así que no dudó en registrar su moción de censura dos días antes de que se celebraran las primarias y de propina organizó una concentración en Madrid para el día siguiente con el fin de que quien resultara elegido secretario o secretaria general socialista sintiera en el cogote todo el peso podemita de la calle. Las fechas elegidas no fueron casuales sino intencionadas con el fin de interferir en el proceso socialista y cortocircuitar la posibilidad constitucional  de que otra fuerza política – es decir, el PSOE – presentara una moción de censura alternativa a la suya. 
“Rajoy podrá seguir sesteando mientras la única alternativa de gobierno sea Pablo Iglesias”

Pero ganó Pedro Sánchez contra todo pronóstico e Iglesias no tardó ni 24 horas en ofrecerle la manzana de la serpiente: estaba dispuesto a retirar la moción si Sánchez presentaba la suya. Afortunadamente el renacido líder socialista ya tenía la lección bien aprendida y no cayó de nuevo en la trampa saducea de Iglesias, que hoy ha tenido que batirse el cobre en solitario ante el resto de la cámara. Su soledad de esta mañana en el Congreso, fruto de su maniobrerismo y de su afán por quedarse con el santo y la limosna de la izquierda, escenifica mejor que ningún otro argumento que no es ni será en mucho tiempo verdadera alternativa de gobierno en este país por mucho que pretenda revestirse de hombre de estado.

No hay credibilidad alguna en Iglesias cuando desde la tribuna del Congreso invita al PSOE a desalojar al PP del Gobierno y no la hay porque esa posibilidad la tuvo al alcance de la mano en la anterior legislatura y la despreció olímpicamente. A Iglesias ni le ha interesado nunca ni le interesa ahora la unidad de acción de la izquierda y ni le ha interesado ni le interesa que haya un recambio en La Moncloa que no pase única y exclusivamente por él. Esa obsesión con el sorpasso le llevó a presentar la estéril e inútil moción de hoy que le desgasta mucho más a él y a su opción política que al presidente de Gobierno y al PP.  Más allá de algunos arañazos superficiales, Rajoy, el verdadero ganador de esta jornada, podrá seguir durmiendo la siesta a pierna suelta mientras no haya otra alternativa a su gobierno que la que representa Pablo Iglesias. 

Clavijo y Antona: pactar o no pactar

Puede que me equivoque y el pacto se firme pasado mañana. Sin embargo, en estos momentos, mi sensación es que Asier Antona tendrá que correr la Transvulcania si quiere que el PP entre en el Gobierno en minoría de Fernando Clavijo. Dicho de otra manera, CC quiere hacerle sudar la camiseta al PP antes de abrirle la puerta del recibidor si es que se la llega a abrir del todo y si es que a los populares les gusta el color de los sofás. A los hechos me atengo: el anuncio en tono más bien imperativo de Antona exigiendo entrar “ya” en el Gobierno para “coparticipar” en la gestión de los recursos que los presupuestos del Estado destinarán este año a Canarias, ha sido recibido en las filas nacionalistas como el que oye tocar a la puerta y desde el fondo de la cocina grita ¡ya vaaa! pero no termina de ir a abrir.

Que a las pocas horas de que Antona pidiera pacto algún medio ya hiciera pública la lista de consejeros nacionalistas defenestrados para hacerle hueco a los del PP, no debió ser visto con mucha simpatía en CC. Si encima Antona tilda a los que quiere convertir en sus socios de incapaces de gestionar por sí solos el dinero de los presupuestos del Estado, es más que comprensible que el entusiasmo en las filas nacionalistas no se haya desbordado. Un par de detalles aparentemente nimios ponen de evidencia que en CC parecen haber apostado por bajarle los humos al PP y a la urgencia con la que quiere entrar en el Gobierno.

“CC ha reaccionado como quien oye tocar a la puerta pero se demora todo lo que puede en abrir”

Pocas horas después de que la dirección popular hiciera oficial su intención de abrir las negociaciones, el secretario de CC, José Miguel Barragán, difundió unas declaraciones, no sobre ese posible acuerdo, sino sobre la necesidad de “diálogo y  consenso” para resolver el problema...¡de Cataluña!. Y por si no había quedado claro el mensaje, tras la reunión que la dirección de CC celebró el sábado no fue Barragán sino la número dos del partido, Guadalupe González Taño, la que atendió a los medios. Su respuesta ante las llamadas del PP al pacto se puede resumir en una sola frase: ni sí ni no ni qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas. En cuanto a plazos para alcanzar un hipotético acuerdo el límite es, como pronto, allá por las calendas griegas.


En este momento procesal es necesario hacerse un par de preguntas. La primera es lo que gana y lo que pierde CC accediendo a las arremetidas de Antona.  Ganaría en estabilidad política pero perdería autonomía y tendría que  verse obligada a presindir de algunos consejeros clave para la gestión del Ejecutivo y para los planes políticos de los nacionalistas. No es riesgo menor tampoco compartir gobierno con tu principal rival político en Tenerife, tu granero de votos más importante. Por tanto, la situación ideal para CC es que el PP continúe en la oposición apoyando al Gobierno en asuntos como la ley del Suelo o los próximos presupuestos autonómicos. Y para hacer valer esa posición dispone de una carta muy valiosa: el voto de Ana Oramas, clave para que Rajoy pueda presumir de haber aprobado dos presupuestos generales en un año, los de este y los del que viene. Ese voto es ahora más decisivo si cabe toda vez que nada o poco puede esperar Rajoy de un PSOE liderado por Pedro Sánchez.

Esa circunstancia maniata las alternativas de Antona en la oposición si CC se enroca y no cede a sus condiciones para entrar en el Gobierno. Y es aquí en donde toca preguntarse lo que gana y lo que pierde el PP. Sin duda gana proyección política y da satisfacción a quienes en el partido consideran que el dinero fresco de los presupuestos estatales les toca gestionarlo a ellos, por más que fueron los votos de dos diputados nacionalistas canarios los que lo consiguieron. El riesgo político que corren, y no es un riesgo nada desdeñable, es que se hacen corresponsables del eventual fracaso de la gestión de esos recursos y de apuntalar a un gobierno en minoría a cambio de unos cuantos cargos públicos. 

“A los ciudadanos no les interesa tanto quién gestiona sino cómo se gestiona el dinero público”


La tercera pregunta a responder es la más importante y tiene que ver con las ventajas y desventajas para los ciudadanos. En mi opinión, lo que interesa a los canarios no es tanto quién gestiona sino cómo se gestionan la sanidad, la educación o los servicios sociales. El PP está en su derecho de considerarse mejor gestor que CC pero la experiencia en otras instituciones y en otros ámbitos no siempre avala esa presunción que con tanta seguridad usan los populares para justificar que deben entrar en el Gobierno. Por lo demás, es cuando menos dudoso que poner el Ejecutivo patas arriba por segunda vez en seis meses para que el PP encuentre acomodo y satisfaga sus deseos de tocar las mieles del poder, sea algo que estén dispuestos a asumir de buen grado unos ciudadanos cansados de que el interés general sea una mera excusa para hacer valer determinadas estrategias políticas. Eso, por no mencionar la pereza que da sólo pensar en volver a decorar tanto despacho de consejería después de las mudanzas a las que obligó la expulsión del PSOE a las tinieblas exteriores.    

Ganar perdiendo y perder ganando

La política tiene a veces caprichosas maneras de hacer sus cálculos. Lo acabamos de ver en las elecciones generales de ayer en el Reino Unido en donde la primera ministra y candidata a seguir en el cargo, la muy conservadora Theresa May, ha ganado las elecciones pero ha perdido la mayoría absoluta. Su rival, el desahuciado líder laborista Jeremy Corbyn, ha resucitado de sus cenizas y ha conseguido un resultado que, aunque muy lejos de la mayoría absoluta, supone un triunfo incontestable para él y para su partido si nos atenemos a las previsiones. Ahora se abre en el Reino Unido un periodo de incertidumbre política que, salvando todas las distancias, recuerda mucho al que se vivió el año pasado en España.

Eso incluye, por supuesto, la posibilidad de nuevas elecciones si laboristas y conservadores no logran nuclear en torno a sus respectivos partidos los apoyos suficientes para formar gobierno. Los resultados electorales han arrojado lo que los británicos llaman un “parlamento colgado” en el que ningún partido político dispone de mayoría absoluta para gobernar en solitario. Así que sólo hay dos opciones, o pactar  para conseguirla o atreverse a gobernar en minoría. Por cierto que, sobre esto, podrían May y Corbyn preguntar a algunos políticos españoles sobre las ventajas y los inconvenientes de una u otra fórmula.

“May y Corbyn podrían preguntar en España cómo gobernar con un parlamento colgado”

El asunto no es menor porque este inesperado resultado se produce a menos de dos semanas de que quien quiera que represente entonces al gobierno de su graciosa majestad se siente en Bruselas con la Unión Europea para comenzar a darle forma al brexit. May se las prometía muy felices pero ha metido bien la pata política. Cuando en abril adelantó unas elecciones que no debían celebrarse hasta 2020, lo hizo con la idea de aprovecharse de la extrema debilidad laborista para ganar por goleada y  ampliar su ajustada mayoría absoluta. Pensaba, probablemente con razón, que eso le serviría de aval y respaldo para mantener a raya a Bruselas. En su arrogancia llegó a amenazar con abandonar las negociaciones si le parecía inaceptable lo que le exigiera la UE, como si no hubiera sido ella y sobre todo su antecesor, David Cameron, los que apostaron por el brexit.


En realidad, el problema de la arrogancia conservadora y las meteduras de pata no son privativas de May. Su antecesor Cameron ya la pifió bien a fondo cuando se sacó de la manga el famoso referéndum sobre el brexit para chantajear a la UE y terminó estrellándose contra su propia irresponsabilidad. De aquellos polvos proceden estos lodos que abocan ahora al Reino Unido a la inestabilidad y a la insignificancia política en el contexto europeo e incluso internacional. Pero como, además, las desgracias nunca llegan solas, a la incertidumbre sobre el brexit se unió  un invitado en cierta medida inesperado o que al menos se pensaba controlado. Los ataques terroristas de las tres últimas semanas pusieron patas arriba la campaña e inevitablemente salieron a relucir los recortes presupuestarios de la aspirante conservadora durante sus más de siete años como ministra de Interior.

“May se las prometía muy felices y ha metido bien la pata política”

La derechización de su discurso antiterrorista y la promesa incluso de derogar leyes sobre derechos humanos han terminado volviéndose contra ella como un boomerang. Todo esto, añadido al descontento de una buena parte de la sociedad británica ante el aislamiento hacia el que se dirige el país como consecuencia del brexit que los conservadores han convertido en su bandera, han puesto ahora a May contra las cuerdas y a las puertas de la dimisión. Tal vez la ganadora y perdedora al mismo tiempo de estas elecciones podría aplicarse a sí misma una de las tantas frases atribuidas a su correligionario político Winston Churchill: “A menudo me he tenido que comer mis palabras y he descubierto que es una dieta equilibrada”.