Fueron felices y comieron perdices

No por mucho madrugar se alcanzan mejores acuerdos. Los presidentes autonómicos se plantaron ayer al alba en el Senado y mantuvieron una reunión con Rajoy más larga que un discurso de Fidel Castro. El encuentro se concretó en un documento unánime plagado de buenas intenciones: las comunidades autónomas se comprometen a cumplir el déficit del 1,5% este año y, en justa recompensa, el Gobierno abre la posibilidad de revisar el sistema de financiación autonómico y el reparto de la carga del déficit entre las distintas administraciones publicas.

Para acuerdo tan etéreo habría bastado con una hora de reunión e incluso con unos cuantos correos electrónicos. Porque una cosa son esos compromisos y otra bien distinta su cumplimiento: algunas autonomías no podrán cumplir el déficit y el Gobierno aplaza casi a las calendas griegas la revisión del reparto del déficit y del sistema de financiación autonómico. La de ayer era la quinta reunión en ocho años de los presidentes autonómicos con el jefe del Gobierno central y se celebró en medio de fuertes tensiones territoriales de las cuales, al parecer, apenas se habló salvo para defender la unidad nacional por parte de algunos presidentes autonómicos del PP. Así, mientras Rajoy aseguraba que la reunión no tenía como objetivo debatir el modelo de Estado, el presidente catalán Artur Mas hacía mutis por el foro camino del puente aéreo.

Al parecer, tampoco se habló mucho de los efectos sociales y económicos de los recortes del Gobierno de Rajoy y sólo el lendakari se atrevió a elevar la voz para advertir de que por esta senda el país va camino del abismo. Uno no entiende que no se aproveche un foro como ese, que debería ser mucho más frecuente y normal a la vista de que el Senado ni desaparece ni se convierte en una verdadera cámara de representación territorial, para exponer a tumba abierta los evidentes desajustes del modelo territorial de este país y las consecuencias que está acarreando para los servicios básicos de sanidad y educación que prestan las autonomías la política de orejeras de recortes sobre recortes.

A pesar de su escasa consistencia, el compromiso de ayer deja al menos tres conclusiones positivas: la primera el acuerdo en sí que, aunque demasiado bienintencionado, es una rara avis de estos tiempos de gresca permanente; la segunda, que las autonomías no son tan irresponsables como el propio Gobierno, el partido que lo sustenta y algunos medios de comunicación pretenden hacer creer; la tercera conclusión beneficia en exclusiva a Rajoy, que ha conseguido aplacar a sus barones más incómodos y a las comunidades más díscolas y presentarse ante los mercados con el compromiso de que todo el mundo será obediente y cumplirá sus obligaciones para crecer y crear empleo. Si a eso unimos que España “no pedirá el rescate este fin de semana”, qué más se puede pedir como no sea comer perdices.

Política para quien se la pueda pagar

María Dolores de Cospedal es una mujer muy atareada: preside la comunidad de Castilla – La Mancha, es la número dos del partido en el Gobierno del país y hasta antes de ayer era también senadora. Por los tres cargos percibía anualmente en torno al cuarto de millón de euros. Como senadora ya no cobra y como secretaria del PP asegura que tampoco, de modo que solo le queda el sueldo de presidenta autonómica, al parecer unos 68.000 euros anuales.

No creo que haya sido la caída de sus ingresos lo que la ha llevado a eliminar de los presupuestos autonómicos de 2013 el sueldo del medio centenar de diputados regionales, que sólo cobrarán dietas por asistencia a plenos y comisiones. Esto, para empezar, supone un elevado riesgo de que se declare en la cámara una epidemia de dietitis de difícil erradicación como no sea por la vía de reponer los sueldos como ocurrió hace unos años en la Asamblea de Madrid.

Lo grave es que la medida huele que apesta a un populismo demagógico, que lamentablemente tiene muchos seguidores, y nos retrotrae a los muy lejanos tiempos en los que la política sólo podía ser cosa de gente con posibles y cuyo objetivo no era la defensa del interés general sino el de una casta o grupo social determinado: la Iglesia, la familia o los sindicatos en las cortes franquistas, por no remontarnos a las cortes medievales o a las del Estado preliberal y democrático.

Al margen de que todo trabajo tiene que ser retribuido adecuadamente, su decisión – que ni siquiera comparten algunos destacados miembros de su partido – abre de par en par la puerta a que los representantes de la soberanía popular se conviertan en presa fácil de los grupos privados de presión. El sueldo público de los diputados, además de dignificar su trabajo, es una garantía contra ese tipo de prácticas corruptas y el mecanismo que permite a los ciudadanos que lo pagan exigir responsabilidades a sus representantes.

Por continuar con su razonamiento populista, si Cospedal quiere dar ejemplo de austeridad en tiempos de crisis, no debería aplicarlo sólo en espaldas ajenas sino en las suyas propias y en las de su Gobierno suprimiendo también sus respectivos sueldos. ¿Por qué no si, como pregona, la política debe ser una actividad eminentemente altruista?

De forma paralela a la supresión de los salarios de los diputados regionales, Cospedal quiere reducir a la mitad los 49 diputados que ahora tiene el parlamento autonómico de Castilla – La Mancha, como si – toda vez que no van a cobrar – importara demasiado que fueran 25, 100 o 200. Tal vez, lo que esconde la propuesta es tenerlo mucho más fácil en las urnas y rodearse de un exquisito círculo de adinerados diputados que puedan dedicar todo su tiempo a hacer lobby en la cámara autonómica .

A raíz de la crisis económica y de los sufrimientos que un día sí y otro también se les exigen a los ciudadanos, en la sociedad española ha crecido de forma alarmante la desafección hacia la política y los políticos, que es como decir hacia el sistema democrático; al mismo tiempo, se ha convertido en abrumadoramente mayoritaria la opinión de que debería de reducirse el número de representantes públicos quienes, además, deberían de ser los primeros en ajustar sus legítimas retribuciones a estos tiempos de sacrificios casi generalizados para le gran mayoría. Sobre todo eso se puede y se debe discutir y buscar acuerdos, pero cosa bien distinta y además muy peligrosa  es alentar esa desafección con medidas de rancio olor a tiempos felizmente superados.

El verdadero objetivo de los Presupuestos

Los presupuestos son el espejo de las intenciones políticas de un gobierno y los que se presentaron el sábado en el Congreso reflejan con toda claridad las del Ejecutivo que preside Mariano Rajoy. De nuevo se apuesta por el recorte del gasto frente al incremento de los ingresos y de nuevo se cava un poco más en el ya profundo hoyo en el que está hundida la economía española. 

De las cuentas públicas presentadas el sábado lo único creíble son los nuevos recortes en inversión pública que generarán más desempleo hasta rondar previsiblemente el 25% de la población activa, la congelación de los salarios públicos que enfriarán más el consumo y el nuevo tijeretazo en servicios básicos como la sanidad. Así y todo, no serán estos los únicos ni los últimos recortes si como es de temer España termina pidiendo el rescate, en cuyo caso, los libracos entregados el sábado en el Congreso se convertirán en puro papel mojado.

Por la parte de los ingresos, los presupuestos del año que viene no pasan de la mera declaración de intenciones: presuponer que en un escenario de recesión, desempleo y consumo congelado crecerán los ingresos es como creer en el milagro de los panes y los peces. Igual de ilusorio es suponer que con la aplicación de estos presupuestos la economía española sólo caerá el año que viene un 0,5%, en contra del parecer de la inmensa mayoría de los analistas y organismos internacionales. 
 
A la vista de la situación tampoco es creíble, como afirma el Gobierno, que se cumpla este año el sacrosanto objetivo del déficit y mucho menos el del año que viene y todo eso a costa de inmensos e inútiles sacrificios que una vez más recaen sobre los de siempre. Añádase que en 2013 destinaremos 38.000 millones de euros a pagar la deuda, más de lo que se destinará a gastos de personal, a pesar de lo cual deberemos a nuestros prestamistas prácticamente lo mismo que ganamos gracias a la generosa ayuda que recibirán los menesterosos bancos que han conseguido que entre todos paguemos sus pufos inmobiliarios sin que ello vaya a servir tampoco para que de una vez abran el grifo de los créditos.


Ese es, a grandes rasgos, el cuadro macroeconómico que dibujan estos maquillados presupuestos estatales que el Gobierno ha intentado endulzar anunciando una subida del 1% de las pensiones pero sin querer aclarar por evidentes razones electoralistas si las revalorizará de acuerdo con el alza del IPC, disparado a raíz de la subida del IVA.

Frente a las advertencias nada menos que del FMI y de la Comisión Europea en el sentido de que Rajoy se está pasando de frenada con sus recortes sin compensarlos con medidas que reactiven la economía, el Gobierno hace oídos sordos y se muestra completamente decidido a aprovechar la crisis para convertir en grato recuerdo del pasado el estado del bienestar por la vía de su acoso y derribo y su entrega en bandeja de plata a intereses privados. Con estos presupuestos, el PP da un nuevo y decidido paso en esa dirección y delata con claridad cuáles son sus verdaderas intenciones.