Lo mejor está por llegar

El reelegido presidente Obama me acaba de alegrar el día y hasta me ha facilitado el título de este post. En el de ayer escribía que merecía ser reelegido a pesar de las luces y las sombras que han marcado su mandato porque, aún así, ha sido el primer presidente norteamericano que mira el resto del mundo con mucho más respeto que sus antecesores en la Casa Blanca. Por eso, y porque posee la sensibilidad y la preocupación necesarias para hacer frente a las abismales diferencias sociales de su país que a su multimillonario contrincante republicano le han faltado.

Aunque sólo fuera a través de las encuestas, el mundo ya había votado en las elecciones de ayer antes de que los hicieron los norteamericanos y había decidido por aplastante mayoría que Obama merecía seguir siendo presidente de los Estados Unidos cuatro años más. Ayer lo hicieron los estadounidenses y con su voto han respaldado a Obama para un segundo mandato en el que no son pocos ni pequeños los retos que tendrá que afrontar.

Bien es cierto que ese respaldo ha sido menor que el que obtuvo en 2008 y es que el poder desgasta, aunque también es verdad que mucho más lo hace no tenerlo. El poder, por tanto, sigue en manos de Obama y en él se depositan las esperanzas de que ahora, con más experiencia y conocimiento de la realidad que hace cuatro años, consiga concluir lo que ha dejado a medias y poner en marcha los cambios que no ha podido o no ha sabido emprender.

Desde luego, su discurso de esta madrugada tras saberse ganador invita al optimismo: ese “lo mejor está por llegar” es una hermosa frase cargada de buenos augurios y su apelación al consenso del pueblo estadounidense y a la acción política con mayúsculas como instrumentos para mejorar la vida de millones de ciudadanos que se han ido quedando en la estacada de la crisis, permiten abrigar esperanzas de que ahora sí se cumpla de verdad aquella otra frase famosa que marcó su campaña electoral en 2008: “Yes, we can. No sólo a los estadounidenses les importa mucho que lo consiga.

Por lo pronto y a la espera de lo que haga Obama con su renovado poder, podemos celebrar su reelección escuchando este “The best is yet to come” pero en versión de Tonny Bennet y Diana Krall...


Haz el amor y no la puñeta

La ya lapidaria frase de Obama también me viene de maravilla para la segunda parte de este post: lo mejor también está por venir para las parejas homosexuales españolas. Siete años y más de 22.000 matrimonios entre personas del mismo sexo después, la ancestral institución familiar sigue viva y coleando a pesar de los lóbregos agoreros que pronosticaron su muerte cuando en 2005 entró en vigor la ley que reconoce los matrimonios homosexuales. Es más, podría hasta decirse con ironía que está más fuerte que nunca, con esos miles de jóvenes que no pueden independizarse de sus padres porque no encuentran trabajo y con esos abuelos que cuidan a sus nietos o mantienen a su prole con su exigua pensión.

Ironías al margen, lo cierto es que la decisión del Tribunal Constitucional que rechaza el recurso del PP contra los matrimonios homosexuales y, por tanto, respalda la constitucionalidad de la ley, supone acabar con la espada de Damocles que pendía sobre las cabezas de las matrimonios homosexuales formalizados en nuestro país. Es más, la sentencia conocida ayer tarde y aprobada por una amplia mayoría de los magistrados, extiende a este tipo de uniones la adopción y la posibilidad de tener hijos por el sistema de embarazos subrogados.

Conocida la decisión del Constitucional, la caverna mediática empezó a removerse mientras el PP intentaba pasar de puntillas sobre este varapalos judicial. Mariano Rajoy, que en 2005 aseguraba que “a lo largo de la historia el matrimonio ha sido la unión de un hombre y una mujer”, - también podía haber dicho que matrimonio era sólo la únión de blanco con blanca, negro con negra, amo con ama y esclavo con esclava -  ha olvidado convenientemente aquella afirmación y ahora dice que lo único que no le gustaba es que a ese tipo de uniones se les llame matrimonio. Todos en el PP parecen haber olvidado ya su apoyo a las manifestaciones convocadas por los obispos contra una ley que amplía los derechos, la libertad y la igualdad de los ciudadanos independientemente de su sexo y que, en consecuencia, no podía ser inconstitucional.

A la espera de lo que diga ahora la Conferencia Episcopal, organizaciones como Hazte Oír o el Foro de la Familia ya le han pedido al Gobierno que derogue la ley porque dicen - ¿lo adivinan? - “es la sentencia de muerte para la familia”. No creo que el PP, deseoso de pasar cuanto antes esta vergonzosa página, se atreva a tanto. Lo más seguro es que, en lugar de seguir haciendo la puñeta con este asunto, lo olvide y deje que la gente haga el amor con quien estime conveniente. 

De hecho, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, que siendo alcalde de Madrid no tuvo reparos en celebrar bodas homosexuales reflejando así la división interna que este asunto produjo en el seno del PP, asegura que se acatará el fallo del Constitucional y no se modificará la ley. Esperemos que esa sentencia ayude también a que Ana Botella, su sucesora en la alcaldía madrileña, se aclare por fin entre las peras y las manzanas.....

 

Obama merece ganar

No es difícil leer o escuchar estos días comentarios desencantados sobre el balance de la gestión de Barak Obama como presidente de los Estados Unidos, sobre lo que prometió hace cuatro años y no ha cumplido o sólo ha cumplido a medias. En ese balance han influido de manera decisiva varios factores.

En primer lugar, la deteriorada situación económica de la todavía primera potencia mundial, con un elevado paro, un abultado déficit público y un sistema financiero desregulado al que tampoco ha sido capaz de meter en cintura a pesar de las multimillonarias ayudas públicas recibidas; ha influido también la propia indeterminación de un presidente a menudo dubitativo o atrapado en las redes de los poderosos grupos de presión económica de Estados Unidos; la enconada oposición de un Partido Republicano, aliado natural de esos mismos grupos de presión, ante las reformas emprendidas por el presidente – véase lo ocurrido con la sanidad pública - es otro elemento a tener muy presente en el recuento final; y, por último, las a todas luces exageradas expectativas que puso en él medio mundo cuando llegó a la Casa Blanca. 

La conjunción de todos esos factores permiten comprender mejor porque Obama ha llegado a su reelección para un segundo mandado sin el aura renovadora e ilusionante que mostró a su país y al mundo hace cuatro años. Si en política interna, en definitiva la que más le interesa a los votantes estadounidenses, el balance de Obama arroja al menos tantas luces como sombras, ocurre lo mismo en política internacional, que es la que más le interesa al resto del mundo.

Obama no ha podido acabar con la ignominia de Guantánamo, no ha conseguido avanzar lo más mínimo en la resolución del conflicto palestino-israelí, ha abandonado a Irak a su suerte y dentro de poco hará lo mismo con Afganistán. Es verdad que son dos conflictos que él no inició pero que tampoco ha sido capaz de concluir con éxito. Por otro lado, siendo muy benevolentes, su compromiso en la lucha contra el cambio climático ha sido más que tímido a pesar de ser Estados Unidos uno de los países más contaminantes del mundo.



En su haber hay que contabilizar, no obstante, una visión multilateral de la realidad mundial, con varios países emergentes que empiezan a hacerle sombra a la que seguirá siendo la primera potencia del mundo al menos por algún tiempo más. Aunque sólo fuera por el hecho de que, por primera vez en muchas décadas, un presidente de Estados Unidos ha dejado de mirar al resto del mundo por encima del hombro, Obama merece ganar la reelección.

Pero también porque, a pesar de su balance de claroscuros, ha demostrado una sensibilidad desconocida en su rival de hoy Mitt Romney, ante una sociedad norteamericana que sufre una profunda brecha de desigualdad social y económica entre los cada vez menos y más ricos y los cada vez más numerosos y más pobres en el ya mítico país de las oportunidades.

Es esa actitud la que le lleva también a comprender que la suicida política de masoquismo fiscal que impera en la Unión Europea es el camino contrario al que se debe seguir para superar la crisis y, Estados Unidos – como el propio Obama ha reconocido –, se juega mucho en que Europa salga de la crisis. Frente a él, el multimillonario Mitt Romney – una especie de Merkel made in USA – al que no se le conoce ni una sola idea de política internacional, barre para casa y únicamente predica austeridad fiscal y más rebajas de impuestos. Y aunque sólo fuera también por ese discurso plano, cansino y monótono de la derecha estadounidense más conservadora, Obama merece ser reelegido hoy por sus compatriotas. De lo que no cabe ninguna duda es de que, a pesar del justificado desencanto, Obama tendría la reelección asegurada por aplastante mayoría si el resto del mundo pudiera votar en Estados Unidos.

Madrid Arena: la hora de las responsabilidades

Pasan los días, avanza la investigación y se acumulan las evidencias de las gravísimas responsabilidades que rodean la tragedia del Madrid Arena del pasado día 1 en una macrofiesta de Halloween – cuatro chicas fallecidas y una en estado muy grave que, aunque no se teme por su vida , sufrirá secuelas permanentes.

Las primeras pesquisas policiales se han centrado en determinar si se superó el aforo permitido y ya no parece haber duda al respecto: a pesar de que la empresa organizadora anunció que esperaba unas 7.000 personas y luego reconoció que fueron casi 10.000 para un aforo de unas 10.600 – versión sorprendentemente seguida a pies juntillas por el ayuntamiento de Madrid - la revisión de las grabaciones de las cámaras de seguridad no parecen dejar lugar a dudas de que la fiesta congregó a muchas más personas.

Queda también fuera de toda duda que al recinto accedieron numerosos menores de edad – una de las fallecidas lo es - y que muchos se colaron. Los testimonios de varios participantes en la trágica fiesta ponen de evidencia que los controles de acceso eran cuando menos laxos ya que no se comprobaba la entrada ni la edad ni se revisaba el contenido de las mochilas. Una avalancha humana entre los que querían entrar y los que querían salir a través de un único pasillo y que parece coincidir en el tiempo con el inicio de la actuación del disc jockey estrella de la noche, generó las desgraciadas consecuencias ya conocidas. El lanzamiento de al menos dos petardos pudo provocar una situación de pánico que previsiblemente agravó la situación.

Y todo ello, con un despliegue de seguridad a cargo de la empresa organizadora a todas luces insuficiente: 38 vigilantes privados para supuestamente 10.600 personas y una docena de policías locales enviados por el Ayuntamiento. Por si todas estas evidencias no fueran suficientes para concluir que lo ocurrido ha estado plagado de irregularidades que requieren que se depuren responsabilidades judiciales, en las últimas horas hemos conocido dos datos más: el Sindicato Unificado de la Policía ha denunciado que el Madrid Arena carecía de licencia de funcionamiento a pesar de tratarse de una instalación municipal.

El Ayuntamiento alegó el sábado que, precisamente por ser municipal, no necesitaba licencia, lo cual no puede sino producir indignación: ¿está la administración pública dispensada de cumplir sus propias normas? Lo cierto es que, según pública hoy El País, el ayuntamiento de Madrid solicitó esa licencia en 2009 pero los técnicos municipales se la denegaron tras comprobar las graves deficiencias del recinto de la tragedia. ¿En qué quedamos? ¿Necesita o no necesita licencia?. Y, sobre todo: ¿por qué el ayuntamiento no corrigió los defectos señalados por los expertos en lugar de desistir de obtener la licencia y continuar autorizando fiestas multitudinarias como la de la tragedia del pasado jueves?.

Ahora promete la alcaldesa Botella que nunca más alquilará el ayuntamiento un recinto municipal para ese tipo de fiestas en las que acaba de descubrir sorprendida que se congrega mucha gente joven y se consume mucho alcohol: a buenas horas la medida, cabe responderle. No les bastará a la alcaldesa y a su equipo con esa promesa y con asegurar que se personará en la causa judicial por lo ocurrido para esquivar sus responsabilidades, empezando por las políticas. ¿Por qué el ayuntamiento se apresuró a respaldar la versión de la empresa organizadora sobre el aforo del recinto? ¿Tiene algo que ver en ello la estrecha amistad entre el empresario y algunos destacados concejales del grupo municipal de gobierno? ¿Por qué el ayuntamiento autorizó una fiesta en un recinto de su propiedad que carecía de licencia de funcionamiento y que no reunía las condiciones adecuadas para ello ? ¿Por qué no se extremaron las medidas de seguridad ante la previsible concurrencia de miles de personas al Madrid Arena como se hace, por ejemplo, en los estadios de fútbol?

Lo que parece claro es que la tragedia del pasado jueves en Madrid no es el resultado del azar o la mala fortuna, sino la consecuencia de un cúmulo de irregularidades que salpican de lleno a la empresa organizadora y al ayuntamiento. Además de que sus responsables respondan por ellas, lo ocurrido debería de servir de dolorosa lección para que los poderes públicos sobre las que recae la competencia de este tipo de eventos cumplan y hagan cumplir a rajatabla la normativa al respecto y, si es necesario, la hagan más estricta. Esa es una obligación que en ningún caso cabe soslayar por desidia, amiguismo o interés privado.