Snowden, espía en tránsito

La genialidad de El Roto
A la odisea que el ex espía estadounidense Edward Snowden inició cuando huyó de Hawai a Hong Kong y de allí a Moscú le queda al menos un capítulo. Tal vez quede lo más difícil, conseguir llegar a Venezuela, el país que se ha comprometido a darle asilo. Se supone que Snowden permanece en la zona de tránsito de un aeropuerto de Moscú buscando la manera de eludir sobrevolar el espacio aéreo de los países aliados de Estados Unidos, especialmente los europeos. Washington ya ha advertido a sus aliados – más bien siervos - que no se tomará de buen grado que se le permita pasar, aunque nada debería de temer al menos de los países europeos después de la vergonzosa actuación de la semana pasada de Italia, Francia, Portugal y España con el avión de Evo Morales. Los gobiernos de estos países no dudaron en doblar la cerviz ante un interesado rumor propalado desde la capital estadounidense mientras hipócritamente gimoteaban sobre la suspensión de conversaciones sobre libre comercio con Estados Unidos por el escándalo del espionaje masivo.

España, que deshojó la margarita hasta que se convenció de que Snowden no iba a bordo del avión de Evo Morales en su regreso de Moscú a Bolivia, saca ahora pecho y dice que nunca cerró el espacio aéreo para que el aparato hiciera escala técnica. El magnánimo ministro García Margallo hasta se ha ofrecido ahora a pedirle disculpas a Morales por el vejatorio trato dispensado a todo un jefe de Estado.

Los expertos analizan en estos momentos las posibles rutas que podría seguir Snowden para escapar de Estados Unidos, que lo quiere atado de pies y manos para ser juzgado por desvelar que millones de personas, además de gobiernos e instituciones internacionales, llevan años siendo espiadas impunemente por los servicios de inteligencia norteamericanos con la connivencia culpable de las grandes multinacionales de internet, también estadounidenses. No parecen que sean muchas las opciones que tiene Snowden para alcanzar el país de asilo y es seguro que ninguna de ellas está exenta de riegos.

Es más, que consiga llegar sano y salvo a Venezuela, si finalmente es éste el país elegido puesto que también ha solicitado asilo en Nicaragua y Bolivia se ha ofrecido a acogerlo, tampoco le garantiza la seguridad absoluta habida cuenta de cómo suelen actuar los servicios secretos de Estados Unidos para los que Snowden se ha convertido en el enemigo público número uno por revelar al mundo sus tejemanejes con la libertad y la intimidad de ciudadanos de todo el mundo.

Ahora que lo pienso, tal vez ese era el verdadero significado del famoso lema de la campaña de Obama “Yes, we can”: sí, podemos espiar a placer a quién nos dé la gana y nadie puede pedirnos explicaciones ni responsabilidades porque somos los Estados Unidos de Norteamérica.

Acabe como acabe la odisea de este espía en tránsito que es Snowden y ojalá que acabe en bien para él por su valentía democrática, ni Obama ni ningún otro presidente norteamericano podrán volver a decirle al mundo sin mentir descaradamente una vez más, que Estados Unidos es el país garante de la libertad y la democracia fuera y dentro de sus fronteras.

Rajoy, un presidente inmerecido

El PP dice que Rajoy “está tranquilo y centrado en salir de la crisis”. Es de suponer que se refiere a la económica ya que la  del hedor que emana de las cloacas de su presunta financiación ilegal está “sujeta a procedimiento judicial” y el PP siempre es respetuoso con la Justicia. Rajoy ha estado hoy Zaragoza haciéndose lenguas de lo bien que empieza a irle a la economía española a pesar del pescozón  del Fondo Monetario Internacional. De nuevo evitó ponerse a tiro de preguntas incómodas sobre el hombre que desde la cárcel empieza a someterlo a una suerte de gota malaya que augura muchas mañanas de gloria para los titulares periodísticos.  

Sí se quejó de que se tienda hablar más de lo que “no es bueno” y pidió que se hable más de lo “importante”. Para el presidente, los papeles en tinta de bic y libreta Miquelrius publicados ayer por EL MUNDO no merecen la más mínima consideración y los que a diario nos tapamos la nariz al leer la prensa o escuchar la radio deberíamos de olvidarnos ya de bobadas como las cuentas en Suiza y los sobresueldos porque, ya saben, “todo es falso salvo algunas cosas”.

Esta mañana la oposición en peso, salvo UPyD – bonito ejemplo de regeneración política el suyo – abandonó la comisión en la que se debatía la Ley de Transparencia. El PP se quedó solo defendiendo algo que nadie con un mínimo de decencia política puede tomarse en serio mientras siguen apareciendo indicios cada vez más contundentes sobre el monopoly montado por Bárcenas en sus dorados años como tesorero popular sin que nadie de los mencionados en sus papeles – empezando por Rajoy – salga a explicar nada de nada.

Al presidente – hombre discreto y prudente como es fama - no le debe parecer bueno que su nombre sea arrastrado todos los días por tertulias, titulares y corrillos de café. Lo verdaderamente gravísimo es que tampoco parezca creer en la urgencia de una aclaración ante los ciudadanos a los que, con escasa autoridad moral para hacerlo, les sigue exigiendo infinitos sacrificios; todo ello mientras se conoce que, siendo ministro de Aznar, presuntamente cobró jugosos pero ilegales sobresueldos del partido obtenidos a partir de comisiones por adjudicaciones públicas de administraciones del PP; él y otros cuantos ministros como Arenas, Álvarez Cascos o Mayor Oreja, todos ellos igual de atorrados estos días que su líder.

Caen chuzos de punta sobre Génova y La Moncloa y hasta Esperanza Aguirre le mete el dedo en el ojo; sin embargo, Rajoy sigue fumándose sus puros, tal vez conservados en las cajas en las que Álvaro Lapuerta le llevaba los sobresueldos – Pedro J. dixit -. Si no fuera indignante movería a risa que, con la pestilencia de la corrupción anegándolo todo, al ministro de Exteriores sólo le alcance el juicio para preocuparse por los negativos efectos del escándalo sobre la marca España, reflejados ya en los titulares que la prensa europea le dedica hoy mismo a las revelaciones de Bárcenas.

Incluso empieza a circular en los mercados internacionales la posibilidad de unas elecciones anticipadas si el ex tesorero consigue tumbar al Gobierno que ha permitido su encarcelamiento y contra el que dirige ya su artillería, seguramente mucha y de grueso calibre.

El lunes tiene cita urgente con el juez Ruz para explicarle lo de la “financiación ilegal” del PP que contó Pedro J. Ramírez el domingo quien, por su parte, se lo contará de viva voz mañana mismo al magistrado. Probablemente se agotará la tila en Génova pero en La Moncloa, Mariano Rajoy guardará silencio y seguirá envuelto en las volutas de su puro, tranquilo y centrado en salir de la crisis. Y es que tenemos un presidente de una templanza y un amor por el bien del país que, sencillamente, no nos merecemos.

El FMI y los brotes verdes

El sapiente e infalible Fondo Monetario Internacional ha repartido esta tarde urbi et orbe la corrección de sus propias previsiones económicas para este año y el que viene. Tras auscultar a la moribunda economía española ha concluido que el PIB se desplomará este año el 1,6%, que el que viene entraremos en situación de encefalograma plano con un insípido 0,0% y que, sólo y si acaso, empezaremos a crecer en 2015.

Dice también en su informe que el paciente puede que experimente alguna leve mejoría en algún trimestre que otro pero no se librará de recaídas y, en definitiva, de una recuperación lenta y dolorosa. Como si no lo tuviéramos ya bien asumido los que la sufrimos, que cada vez que alguien como el FMI se dedica a jugar con las décimas de crecimiento o decrecimiento de la economía corremos un tupido velo y seguimos a lo nuestro, respirando mientras podamos.

Debería de andarse con tiento la señora Lagarde no vaya a terminar declarada persona non grata en España. La señora de los pañuelos de diseño le ha cogido un gusto excesivo a chamuscar los escuálidos brotes verdes que el Gobierno, la patronal y el Banco de España se empeñan en vendernos hasta el punto de que se permiten la estúpida y ofensiva puerilidad de pugnar sobre si la recuperación llegará por Otoño o por Navidad. Las previsiones de hoy son una enmienda a la totalidad del injustificado optimismo de Rajoy, Baños, Guindos, Linde y otros políticos y empresarios nacionales, autonómicos o mediopensionistas. Semanas llevan proclamando que “lo peor ya ha pasado”, que “hay signos de esperanza” o que “España va mejor”. ¿Dónde? ¿Para quién? ¿Desde cuándo? ¿Ya no hay paro ni exclusión social ni recortes en sanidad y educación ni desahuciados ni preferentistas estafados por banqueros avariciosos ni problemas para conseguir crédito? ¿Quién ha obrado el milagro para elevarlo a los altares?

Seamos serios: un empeoramiento de las previsiones económicas como el que esta tarde ha dado a conocer el FMI no creo que agrave mucho más la situación de los españoles. Del mismo modo tampoco mejoraría gran cosa si se cumplieran las previsiones del Gobierno, por otro lado una y otra vez desmentidas no sólo por los organismos internacionales sino por la tozuda realidad de los datos.

A las depauperadas clases medias y a los trabajadores empobrecidos de este país, unas décimas arriba o abajo en las previsiones del PIB les surten el mismo alivio que a un moribundo un golpecito en la espalda: miren lo bien que nos empieza a ir después de las imprescindibles e inevitables reformas, ya “nadie habla del rescate de España”, nos podemos financiar en los mercados internacionales a precios razonables, nuestros bancos son un primor de solvencia y pronto regarán con sus créditos a las pymes, resolveremos el paro juvenil y garantizaremos las pensiones y la universalidad, calidad y gratuidad de la sanidad, la educación y los servicios sociales.

La cansina y voluntarista cantinela carece de toda credibilidad y, eso sí, llega siempre acompañada del mismo estribillo machacón: es necesario mantener el pulso de las “reformas estructurales”, es decir, continuar administrando el mismo veneno que ha llevado al enfermo al comatoso estado en el que se encuentra.

No está por tanto el dilema en crecer o no crecer unas décimas más o unas décimas menos este año o el que viene, lo diga el Gobierno o el FMI. La verdadera disyuntiva es continuar por el mismo camino hacia el abismo final o cambiar radicalmente de rumbo económico a la vista del no por advertido menos clamoroso fracaso del que se ha seguido desde el inicio de la crisis. Todo lo demás, pura filfa.

Cuatro horas con Luis

Hace tiempo que el chapapote de la corrupción política rebasó los débiles diques con los que se encontró en su camino y ninguna de las promesas de los grandes partidos sobre transparencia y otras milongas ha detenido la riada de basura. La semana pasada fueron los socialistas los que salieron en tromba a afearle a la jueza Alaya que imputara a Magdalena Álvarez por el fraude de los EREs. La acusaron de incoar una “causa general contra el PSOE” y de “sincronizar sospechosamente sus decisiones con fechas clave en la agenda del partido”.

El mantra del respeto a las decisiones judiciales se esfumó en cuanto la magistrada elevó un poco el punto de mira. Otro tanto viene haciendo el PP desde que estalló el “caso Bárcenas” o el “caso Gürtel”, que al final son una misma y fea cosa. También los populares se han quejado de una causa general contra ellos al tiempo que son ya incontables las veces que han renegado del que fuera el hombre en el que Rajoy puso toda su confianza para llevar las cuentas del PP y del que ahora elude hacer comentario alguno como no sea para decir que no hace comentarios. Eso sí, sin mencionar nunca al hombre que, aún entre rejas o tal vez por eso, estos días seguramente le quita el sueño al propio Rajoy, a su gobierno y a su partido. El nuevo capítulo de este interminable y descarnado culebrón que es el “caso Bárcenas” lo ha escrito este domingo Pedro J. Ramírez en EL MUNDO después de pasar cuatro horas con el ex tesorero popular. Sus revelaciones no es que hayan sido una gran novedad respecto a lo que se sospechaba con fuerza desde hacía tiempo: que el PP se financió ilegalmente durante años mientras algunos dirigentes, entre ellos el propio Rajoy, cobraban jugosos sobresueldos.

Una conversación de cuatro horas da para mucho, especialmente si una de las partes tiene deseos de revancha. La de Bárcenas con Pedro J. Ramírez no sólo reveló la financiación ilegal del partido sino que incluso mencionó casos concretos en los que se cobraron comisiones a cambio de adjudicación de contratos públicos. Es probable que estas declaraciones de Bárcenas en EL MUNDO sean sólo el aperitivo de una cascada de revelaciones que puede arrinconar aún más a Rajoy y a los suyos. El ex tesorero, al que sus abogados han abandonado hoy a su suerte un día después de la publicación periodística, parece haber dado el primer paso para comenzar a tirar de la manta y puede que todavía no hayamos agotado nuestra capacidad de asombro ante lo que se esconde debajo.

La reacción de Rajoy ha sido la canónica: no abrir la boca y esconderse en La Moncloa. Lo ha hecho por él la secretaria Cospedal, la mujer a la que le toca dar la cara para protagonizar papelones como el de las “indemnizaciones en diferido” y hacer valer el argumentario del partido en este asunto: es un caso que está en manos de la Justicia y el PP siempre respeta los procedimientos judiciales salvo – claro está – que perjudique a los rivales políticos, en lo cual no se distingue especialmente del PSOE.

A lo más que se han atrevido hoy algunos en el PP ha sido a retar a Bárcenas a decirle al juez lo que le ha dicho a Pedro J. Ramírez y además a demostrarlo documentalmente. Sin embargo, no son esos dirigentes de segunda fila los que tienen que retar a Bárcenas sino Rajoy. A él es a quien se le pide que salga de una vez de la concha en la que se oculta cuando se le pregunta por el ex tesorero de su partido, el que fue su mano derecha y del que dijo que “nunca se demostraría que no es inocente”. 

Rajoy es el que tiene que dar la cara porque es el presidente del Gobierno y del partido bajo sospechas de financiación ilegal que lo sustenta y porque él mismo aparece claramente señalado en los papeles de Bárcenas. ¿A qué espera? ¿De qué tiene miedo para hablar si, como dice Cospedal, las cuentas del PP son transparentes y las conoce todo el mundo en España? ¿Cree acaso que callando y dejando pasar el tiempo la tormenta amainará y se olvidará definitivamente? ¿Habría podido cualquier otro dirigente político europeo permanecer en el poder sin dar ningún tipo de explicación ni asumir ninguna responsabilidad? El silencio de Rajoy es ya tan ruidoso que cada día que pasa se impone más el convencimiento de que el presidente es rehén de un chantaje en toda regla al que elude hacerle frente. La pregunta es inevitable: ¿qué tiene que ocultar? ¿nos lo dice él o prefiere que se lo digamos los ciudadanos?

No escupan a la cara de Mandela

Bochornoso y obsceno son los calificativos que merece el espectáculo que estos días ofrecen al mundo nietos, esposas e hijas de Madiba. Con Mandela oficialmente en estado “crítico” en un hospital de Pretoria, todos ellos se han lanzado a despedazarse entre sí por el lugar en el que deben reposar los restos del líder sudafricano. Desenterramiento y traslado de cadáveres de por medio, la mal avenida familia de Mandela avergüenza a los sudafricanos y al mundo con su mezquina rapiña y su pública pelea por hacerse con los jugosos derechos de imagen del “abuelo venerable”.

En Soweto, cerca de la casa en la que vivió el ex presidente sudafricano, ya se venden camisetas y otras prendas de vestir estampadas con el número 46664, el que lució Mandela en su traje de presidiario durante los 27 años que pasó en el infrahumano penal de Robben Island; los curiosos y fetichistas turistas que han empezado a llegar en manada a la zona a raíz de la hospitalización del líder enfermo, pueden hacerse incluso con unas botellas de vino de la Casa Mandela.

Para terminar de enrarecer el ambiente con el más absoluto desprecio hacia su figura, un grupo de familiares acaba de presentar una declaración jurada en la que aseguran que Mandela se encuentra en estado vegetativo y conectado a un respirador artificial que lo mantiene con vida. Los médicos que atienden al líder sudafricano lo han negado y el Gobierno ha reiterado que Mandela se encuentra en “estado crítico pero estable”, el mismo mensaje que viene lanzando desde hace días. En consecuencia es imposible saber en estos momentos cuál de las dos partes dice la verdad y, por tanto, si el Gobierno está alargando artificialmente la vida de Mandela de manera injustificada o si mienten los familiares por razones desconocidas pero tal vez no demasiado humanitarias.

Sea como fuere, estas repugnantes maniobras familiares en torno al lecho de muerte de Mandela no deberían merecer más allá de un par de líneas de condena y repulsa en los libros de Historia. La imagen y la figura del ex presidente sudafricano es tan gigantesca que ni siquiera la mezquindad con la que se comportan sus familiares en los últimos días de su fructífera vida puede deteriorarla en lo más mínimo. Mandela es y será siempre referencia y ejemplo para un mundo necesitado de líderes de su talla moral y humana, muy pocas veces igualada.

El hombre que se hizo abogado para luchar contra el abominable régimen del apartheid, que fue tratado como un terrorista por el indigno gobierno racista de su país, que se pasó tres décadas de su vida recluido en una cárcel de mala muerte y que, cuando salió de ella, fue capaz de perdonar y liderar la reconciliación del país y retirarse cuando consideró concluido su trabajo, proyecta desde hace tiempo una imagen inmortal para cualquier ser humano que ame la paz, la libertad y la justicia en este mundo.

Ahora que el próximo 18 de julio se cumplirán 95 años de su nacimiento, una fecha declarada por la ONU Día Internacional Nelson Mandela para recordar su legado perpetuo y los 67 años que ha dedicado a servir a los valores de la paz, hay que aplaudir las palabras dichas hoy por otro gran sudafricano, el obispo y Premio Nobel de la Paz Desmond Tutu: “No escupan a la cara de Mandela”.

Egipto: la primavera traicionada

Si no fuera dramático sería cómico: el Ejército egipcio convertido de la noche a la mañana en garante de la democracia. Las mismas Fuerzas Armadas que han controlado la economía y la política egipcias durante más de medio siglo acaban de dar un golpe de Estado y han derrocado a Mohamed Morsi, el primer presidente democráticamente elegido y lo han hecho apelando a la democracia. Para demostrar que van en serio, nada más tomar la televisión y sacar los tanques a la calle en una innecesaria exhibición de músculo, derogaron la Constitución, disolvieron el Parlamento y detuvieron a todos los miembros del Gobierno, incluido el presidente Morsi de cuyo paradero no se tiene constancia oficial. Toda una lección de democracia, sin duda.

A renglón seguido designaron al presidente del Tribunal Constitucional como presidente interino del país y le marcaron la hoja de ruta: elecciones presidenciales seguidas de legislativas. Los plazos se desconocen de momento aunque ya se los harán saber los mismos que lo han elevado a la presidencia del país. Cumplidos estos deberes inaplazables han iniciado la caza de los principales líderes de los Hermanos Musulmanes, la organización de la que surgió el partido que llevó a Morsi a la victoria electoral de 2012.

Pensar que las revueltas de hace dos años y medio en Egipto o Túnez conocidas ya por la Historia como “primavera árabe” desembocarían rápidamente en regímenes democráticos fuertes es pecar como mínimo de ingenuidad. Desde Naser a Mubarak pasando por Sadat, los militares han sido los verdaderos protagonistas de la historia reciente de Egipto. De ellos ha sido el poder político, económico y, por supuesto, militar. Es decir, todo el poder. Y lo siguió siendo tras la caída de Mubarak en la “primavera árabe”, como acaban de poner de manifiesto con el golpe de Estado de ayer.


Ellos, los militares, son de nuevo los que marcan el paso del país después de un levantamiento militar al que se ha llegado por un cúmulo de factores que evidencian la fragilidad extrema de la recién nacida democracia ahora descabezada. Morsi no ha sido el presidente de todos los egipcios que reclamaban quienes en la primavera de 2011 se concentraban en la ya célebre plaza Tahrir de El Cairo para exigir la caída de Mubarak. Ha gobernado más pensando en su hermandad musulmana que en el conjunto del pueblo egipcio y lo ha hecho además como si el triunfo electoral de 2012 fuera un cheque en blanco que le permitía iniciar un proceso islamizador que rechaza buena parte de una sociedad de fuertes raíces laicas. No ha sido capaz tampoco de contrarrestar el poder de las Fuerzas Armadas ni el de un poder judicial infiltrado por los fieles a Mubarak.

En paralelo, la situación económica se ha continuado deteriorando hasta conformar un cóctel explosivo de factores que ha estallado con la población en la calle para exigir la marcha de Morsi. Y lo ha conseguido, aunque a un precio tal vez excesivamente alto para sus propias aspiraciones democráticas. En ese sentido, no deja de ser extraordinariamente paradójico ver a los manifestantes de Tahrir vitoreando un golpe militar que ha acabado de momento con la incipiente democracia egipcia.

Sostienen algunos analistas que lo sucedido es la prueba de la inmadurez democrática del país y, en consecuencia, de su incapacidad para encontrar una salida negociada a la situación creada por Morsi y los Hermanos Musulmanes. Probablemente sea así y puede que hasta lo ocurrido no sea más que un bache en el camino y la democracia termine consolidándose en el país de los faraones. Sin embargo, encargar la misión a los militares no parece la solución más conveniente ni segura para alcanzar ese objetivo.

De espías y de hipocresía

No se recuerda en la historia reciente un papelón tan escandaloso como el que en las últimas horas han protagonizado los muy democráticos países de Europa Occidental. El interesado embrollo diplomático a propósito del avión en el que el presidente boliviano regresaba de Rusia a su país, ha dejado con las vergüenzas al aire a quienes suelen permitirse ir por el mundo dando lecciones de democracia y respeto. Se retrata ante todo Estados Unidos pero a su mismo nivel se han puesto también los gobiernos que en las últimas horas le han hecho el juego en esta pésima comedia de espías.

Fue sospechar que en el avión de Evo Morales podría colarse el ex espía norteamericano Edward Snowden, que supuestamente sigue atrapado en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, y los espacios aéreos por los que debía pasar el aparato se fueron cerrando uno tras otro. De nada sirvió que el gobierno boliviano asegurara oficialmente que Snowden no estaba en el avión: Italia, Francia y Portugal le negaron la posibilidad de tomar tierra para repostar. A la desesperada casi, el avión de Morales tuvo que aterrizar de emergencia en Viena y allí permaneció 13 horas con el presidente en su interior en una situación muy próxima a la retención y tras haberse puesto en peligro su integridad física.

Sólo después de que la policía austriaca se cerciorara de que el perseguido espía no estaba a bordo pudo el presidente andino continuar viaje para hacer escala técnica en Gran Canaria y de ahí seguir hasta Bolivia. Ello fue posible gracias a que España, que durante toda la larga noche que duró el embrollo ni confirmó ni negó el permiso para que el avión presidencial boliviano sobrevolara el espacio aéreo nacional y repostara en Canarias, sólo dio su visto bueno cuando tuvo constancia de que Snowden no estaba a bordo.

Estos son los mismos gobiernos que se ponen dignos y exquisitos para reprocharle a Obama que espíe a mansalva a ciudadanos de todo el mundo, a países aliados, a la UE y a la ONU. Desde el gobierno francés al alemán, todos han alzado la voz en los últimos días y han tronado pidiendo explicaciones al presidente norteamericano que, por su parte, calla y sigue dejando hacer a sus servicios de espionaje. Sin embargo, bastó la sospecha de Washington de que el espía más perseguido de los últimos tiempos podía viajar en el avión de Morales para que esos mismos  gobiernos europeos se plegaran como corderos y entre la dignidad del presidente democrático boliviano y la indignidad del espionaje norteamericano escogieran sin dudar la segunda. 

Pura y dura hipocresía de gobiernos a los que es imposible creerles una palabra cuando dicen sentirse muy ofendidos de que una potencia extranjera espíe impunemente a sus ciudadanos y hasta en sus embajadas. El boquete en las relaciones diplomáticas que han abierto con Hispanoamérica estos países europeos que no han dudado en hincar la rodilla ante Estados Unidos es de consideración. Hay que incluir entre ellos a España por su calculado silencio hasta el último momento en esta tragicomedia que a Mariano Rajoy no se le ha ocurrido otra cosa que calificar de “debate artificial” y asegurar que lo “importante es que Snowden” no iba a bordo. Si eso es lo que cree se lo puede transmitir así a Evo Morales la próxima vez que se encuentre con él.

Por todo ello, la indignación de quien como el presidente democrático boliviano se siente hoy humillado por la democrática Europa es más que justificada. Los exquisitos dirigentes europeos a los que se les suele soltar la lengua hablando con desdén y prepotencia del “populismo” de determinados líderes hispanoamericanos, están tardando en disculparse de manera pública y sin medias tintas por el incalificable desprecio que han mostrado en las últimas horas hacia uno de ellos, desde luego, tan democrático como el que más aunque a algunos no les guste.

Un paso cualitativo en el fraude de los ERE

Causalidad o casualidad en relación con la reciente e inesperada espantada del presidente andaluz, José Antonio Griñán, lo cierto es que la jueza Mercedes Alaya ha decidido dar un “paso cualitativo” e imputar en el fraude de los ERE a la que fuera consejera de Economía y Hacienda de la Junta entre 1994 y 2004 y posteriormente ministra de Fomento con Zapatero. La propia Alaya lo explicita con toda claridad en su auto de imputación: “Ha llegado el momento de dar un paso cualitativo en la instrucción y determinar la participación en los hechos investigados de otras personas, las cuales habrían permitido este uso indebido de las transferencias de financiación, con las consecuencias del dispendio continuado de fondos públicos".

Sostiene Alaya en su auto que el sistema empleado durante años por la Junta de Andalucía para pagar los expedientes de regulación de empleo era ilegal en tanto escapaba a los necesarios controles internos. Respecto a la ex consejera y ex ministra Magdalena Álvarez, la jueza la considera responsable de dictar las normas para dichos pagos.

Se produce el auto menos de una semana después de que Griñán dijese que no repetirá como candidato del PSOE a la Junta y convocara para desconcierto de Pérez Rubalcaba unas primarias de prisa y corriendo en las que elegir candidato o candidata para unas elecciones que se celebrarán tan pronto como dentro de tres años. Si no se adelantan, que nada es descartable, sobre todo si la jueza decidiera dar un nuevo “paso cualitativo” y elevara el punto de mira en sus próximos autos. En él ya se encuentra el propio Griñán, que sustituyó a Álvarez en Economía y Hacienda, y que ha sido citado varias veces por la jueza en sus decisiones aunque por ahora no imputado.


Seguramente, quienes crean en las casualidades políticas no verán ninguna relación entre la decisión de Griñán y la imputación de Magdalena Álvarez. Sin embargo, casualidades en política no son muy frecuentes y todo hace indicar que lo que existe en realidad es una relación de causalidad entre ambas decisiones: Griñán ve venir el morlaco y está apurando los tiempos con sus primarias para pasado mañana antes de que la marea del fraude de los ERE le termine alcanzando de lleno a pesar de su condición de aforado. Si eso termina ocurriendo siempre podrá dimitir, convocar elecciones anticipadas y ponerle el toro en suerte a su sucesor o sucesora. Es verdad que son meras especulaciones pero no necesariamente inverosímiles.

Por lo demás, la reacción en el PSOE andaluz tras conocer el auto de imputación de Magdalena Álvarez apenas se diferencia de la de algunos dirigentes del PP respecto a Luis Bárcenas. El vicesecretario de los socialistas andaluces, Mario Jiménez, ya ha dicho que la jueza Alaya ha emprendido una “causa general contra el partido”, exactamente la misma expresión empleada por Carlos Floriano y algún otro dirigente popular para referirse a los autos del juez Ruz respecto a Bárcenas. Ya ven, dos gotas de agua idénticas cuando se trata de desviar la atención sobre lo verdaderamente sustancial, la manga ancha con la que durante tantos años se han conducido los dos grandes partidos españoles en el manejo del dinero de todos. 

Sin embargo, Jiménez ha ido incluso un poco más allá y ha insinuado que Alaya pretende dañar electoralmente al PSOE. No ha dicho sin embargo que ponga la mano en el fuego por Álvarez y los casi veinte imputados más que aparecen también en el auto conocido hoy aunque ha defendido su inocencia. Con tiento deberían andarse Jiménez y sus compañeros porque de imputados de los que “nunca se demostrará que no son inocentes” tenemos ya alguna experiencia en este país.

Monseñor 500 y el Banco Vaticano

Ese es el mote con el que conocen sus allegados a Nunzio Scarano, el sacerdote que hasta la semana pasada llevaba las cuentas del Instituto para Obras de Religión, mucho más conocido como Banco Vaticano. Al parecer, el apodo le venía como anillo al dedo por su afición a los billetes de intenso color púrpura que simbolizan el lavado de dinero en países como España. Scarano, que antes de contable banquero con sotana fue banquero de civil en el Deutsche Bank, acaba de ser detenido por la policía italiana. El cargo, intentar introducir en Italia con métodos poco ortodoxos unos 20 millones de euros que descansaban en un banco suizo, tal vez próximos a los de Luis Bárcenas, otro contable de mucho éxito.

Junto al cura banquero la policía arrestó también a un ex agente secreto italiano y a un bróker napolitano llamado Giovani Carenzio, del que se tienen jugosos testimonios de sus andanzas por Canarias. En las islas es investigado por estafar a placer a un buen número de pudientes familias con el timo de la pirámide, que hiciera famosa allá por los felices años veinte del siglo pasado un paisano suyo llamado Carlo Ponzi. El tal Carenzio convencía a sus víctimas de que si le confiaban sus abultados ahorros obtendrían milagrosos beneficios de hasta el 20% sin más preocupaciones que la de buscar otro primo al que timar.

Luego se esfumó y los avariciosos inversores no tuvieron más remedio que acudir al juez para reclamar su dinero; eso los que pueden justificar su procedencia, porque es probable que parte de las sumas fueran de origen harto dudoso y sus dueños anden maldiciendo el día en que estrecharon la mano de un hombre que deslumbró a todos pagando de su bolsillo un fiestorro de alto copete con Al Gore de invitado estrella y el hoy ministro Soria entre los comensales.

Carenzio, Monzeñor 500 y el ex espía que iba por libre reflexionan estos días en una cárcel de Roma sobre el mal paso en el que han sido descubiertos apenas un par de días después de que el papa Francisco anunciara la creación de una comisión que explore las entrañas del Banco Vaticano, considerado a todos los efectos como un paraíso fiscal por países como Estados Unidos y a punto de serlo también por la Unión Europea.

No son pocas las voces en el seno de la Iglesia que han pedido el cierre del Banco Vaticano, recurrente fuente de escándalos muy poco edificantes por sus turbios negocios en los que se mezcla el lavado de dinero con la mafia, los supuestos suicidios y el tráfico de armas, por sólo citar unos pocos asuntos demoledores para la imagen del catolicismo. La detención el viernes de este trío digno de un nuevo capítulo de El Padrino, tal vez haya servido para que el papa se plantee con más fuerza la posibilidad de cerrar una institución opaca y hermética que maneja miles de millones de euros de procedencia no siempre diáfana y que, de añadidura, administra un patrimonio inmobiliario descomunal.

Para ser consecuente con su propio mensaje tras su llegada al Vaticano, el papa tendrá que aplicarle a su banco aquel pasaje evangélico en el que se proclama que “no se puede servir a Dios y al dinero al mismo tiempo porque se amará a uno y se odiará a otro”. No hay muchas dudas sobre lo qua aman Scarano y los que como él han contribuido a hacer del Banco Vaticano uno de las mayores baldones con los que carga la Iglesia Católica.

Bárcenas: de Suiza a Soto del Real

Los ríos de tinto provocados por el caso Gürtel y los papeles de Bárcenas se han desbordado en las últimas horas a raíz de la decisión del juez Ruz de enviar a prisión incondicional al ex tesorero del PP. Salvo en el propio PP, en donde la decisión judicial solicitada por la acusación particular y a la que esta vez no se opuso la Fiscalía Anticorrupción sólo ha merecido 17 palabras, ni una más ni una menos, entre las que no figura precisamente el innombrable.

Bárcenas está en la cárcel porque el juez aprecia que hay riesgo de fuga toda vez que su chapucera explicación sobre una supuesta venta de cuadros no se sostiene y porque desde que estalló la trama Gürtel no ha dejado de traspasar fondos desde sus cuentas en Suiza a paraísos fiscales en América. En Suiza llegó a acumular – que se sepa por ahora – más de 48 millones de euros fruto de la muy rentable sociedad delictiva montada con el cabecilla de la trama Gürtel y las comisiones ilegales obtenidas de empresas beneficiarias de contratos públicos con administraciones gobernadas por el PP.


De esa exitosa sociedad para delinquir se han beneficiado también mediante generosos sobresueldos varios cargos públicos y orgánicos del partido del que continuó cobrando hasta el pasado mes de enero, explicada por la inimitable Cospedal como una “indemnización en diferido”. Sin embargo, Bárcenas, el hombre del que Rajoy dijo que nunca “se demostrará que no es inocente”, parece ahora que nunca ha militado en el PP y que nunca ha sido su tesorero ni ha acumulado 48 millones de euros en Suiza obtenidos ilícitamente. Es un desconocido, un señor particular que si ha cometido delitos está bien que los pague. Nada que ver con el PP para el que trabajó tantos años y que tantas alegrías proporcionó a sus dirigentes que no dudaron en alabar su “capacidad” hasta antes de ayer.

Ahora que a Bárcenas se le han acabado los viajes a Suiza para depositar sus mordidas en los bancos helvéticos y regalarse de paso unos slalons en la nieve, el PP se pone de nuevo de perfil y actúa como si el asunto no fuera con él y con su financiación irregular. Vano intento para el que no cabe otra explicación que el pavor que existe en la dirección popular ante la posibilidad de que el ex tesorero ahora tras las rejas de la cárcel de Soto del Real destape algunas malolientes alcantarillas más.

Frente a esa actitud cobarde y huidiza de dirigentes como Floriano o Cospedal y sus jeremiadas sobre una causa general contra el PP – por no hablar del silencio sepulcral de Rajoy - se agiganta la figura de dirigentes como la presidenta del PP vasco que, ante las mismísima narices del líder de su partido y presidente del Gobierno, dijo con todas las letras que el asunto de los “papeles de Bárcenas” es “vomitivo” y “asqueante”.

Seguramente es lo mismo que piensan pero no dicen otros muchos dirigentes, militantes y votantes populares, amén del conjunto de los ciudadanos de este país que asisten también asqueados al espectáculo nauseabundo e interminable de la corrupción política. Es verdad que con el innombrable en la cárcel se respira hoy un poco mejor en España, pero la calidad del aire no mejorará de forma sustancial hasta que Rajoy y los suyos expliquen a la sociedad qué le deben a Bárcenas.

Snowden: el espía que habló

Puede que en Hollywood tengan ya muy avanzado un guión sobre las peripecias del espía más famoso del mundo desde la época del inmortal Smiley de John Le Carré. Lo único que no pueden tener aún es el final de la película, dada la incertidumbre existente sobre el desenlace de la huida de Edward Snowden para escapar del largo brazo de Estados Unidos después de revelar a la prensa que millones de ciudadanos de todo el mundo estamos siendo espiados impunemente por los servicios de inteligencia norteamericanos y británicos con la connivencia cómplice de las grandes empresas de Internet.


Atrapado en tierra de nadie en un aeropuerto moscovita, las andanzas de este espía están haciendo revivir las novelas y películas de espionaje inspiradas en la Guerra Fría. Su fuga de Hawai a Hong Kong y posteriormente a Moscú para desde allí intentar volar a Cuba o tal vez a Ecuador ha provocado también no pocas preguntas sobre la coherencia de quien proclama defender la libertad de expresión y, sin embargo, encamina a sus pasos a países en donde ese derecho no existe o está muy cuestionado. 


En cualquier caso, la aventura de Snowden a la que la opinión pública mundial asiste en vivo y en directo desde hace casi una semana, ha elevado el tono de las declaraciones diplomáticas amenazantes de Estados Unidos a quien ose darle asilo. En paralelo y en secreto es más que seguro que esas mismas diplomacias y sus correspondientes servicios secretos están buscando ahora mismo conjuntamente la manera de resolver el caso de modo que parezca que nadie ha cedido y que cada cual se ha mantenido firme en sus respectivos principios. A la espera de que se escriba el capítulo final de la historia para saber si Snowden termina condenado por traición en Estados Unidos o refugiado de por vida en algún otro país, conviene no olvidar cuál es el verdadero telón de fondo dibujado por este espía arrepentido.

Sólo los muy ingenuos pueden ignorar que los servicios secretos de los países más poderosos del mundo espían a diario a sus ciudadanos y a los de cualquier otro país que puedan considerar estratégico para sus intereses. El espectacular avance de las nuevas tecnologías permite a las grandes potencias conocer todos y cada uno de los movimientos, acciones y pensamientos de millones de personas en todo el mundo. Para lograrlo basta con desarrollar sofisticados programas de espionaje y pagar a las grandes multinacionales de la red para que les permitan acceder a los servidores en los que se acumula toda esa información que los ciudadanos de a pie vamos dejando como un reguero de huellas a través de nuestras llamadas telefónicas, correos electrónicos, comentarios en las redes sociales o fotografías.

Las revelaciones de Snowden a la prensa nos han hecho despertar del sueño y millones de personas en todo el mundo hemos sido muy conscientes, tal vez por primera vez, de que el derecho a la intimidad en la era de Internet y las redes sociales no es más que un derecho ficticio. No existen fronteras que no puedan traspasar los servicios de inteligencia apoyados en las nuevas tecnologías ni existe posibilidad alguna, salvo desconectarse por completo de la red y tirar el móvil a la basura, de escapar a la vigilancia del nuevo Gran Hermano.

Los gobiernos ocultan que nos espían y cuando son descubiertos en falta nos garantizan que todo es legal y está bajo control, como ha hecho el decepcionante Obama tras conocerse las andanzas de sus servicios secretos. Los ciudadanos nos vemos convertidos así en meros objetivos del espionaje sin posibilidad alguna de defensa, sin capacidad para exigir que se respete nuestra intimidad y sin poder democrático alguno para decidir si estamos dispuestos o no a ceder un poco de nuestra libertad para garantizar la seguridad, como pidió también Obama con no poca hipocresía. El comité político que controla las operaciones es secreto, los jueces que las supervisan son secretos, la misma decisión de espiarnos es secreta y el uso que se da a la información recabada también lo es. Ningún poder democrático reconocible y público al que se le puedan exigir responsabilidades controla al controlador y a los ciudadanos sólo nos queda la opción de creer en quienes nos han engañado al espiarnos en secreto.

En resumen, lo que las filtraciones de Snowden a la prensa ponen de manifiesto es que Internet y las redes sociales tienen que regirse por el Derecho Internacional y dejar de ser la jungla en la que se han convertido. Derechos fundamentales de ciudadanos de todo el mundo se vulneran a diario saltándose cualquier tipo de control democrático. Puede sonar a utópico, pero es algo que quienes hemos hecho de estas poderosas tecnologías una útil herramienta de trabajo y comunicación no  debemos seguir tolerando.

Wert da la nota

Hay que decirlo sin rodeos: endurecer los requisitos para obtener una beca de estudios al tiempo que se elevan las tasas de matrícula en la universidad sólo persigue reducir el dinero destinado a esas ayudas y expulsar del sistema a miles de jóvenes, precisamente aquellos con menos recursos económicos que no pueden costearse sus estudios. El ministro Wert, experto en polémicas estériles y frases gruesas, es un verdadero lastre para la educación de este país. Su habilidad para evitar el consenso e imponer su criterio en un asunto tan delicado y su obsesión por implantar un sistema educativo fuertemente ideologizado, pueden hacerle un daño irreparable a un pilar básico en cualquier sociedad avanzada.

Elevar la nota media de acceso a la universidad para tener derecho a una beca pone de manifiesto, además, su mal disimulada intención de primar una supuesta excelencia académica en detrimento de la igualdad de oportunidades entre quienes tienen recursos propios para estudiar y quienes carecen de ellos, fin primero y último de la ayuda pública a los estudios. El mismo objetivo que persigue endurecer los requisitos para mantener la beca obtenida.

Todos estos cambios se condensan en una alambicada e ininteligible fórmula matemática que el ministerio se ha sacado de la manga y con la que pretende darle visos seudocientíficos a lo que no es otra cosa que un recorte puro y duro que castiga a las familias menos pudientes. Las variables que contiene esa fórmula – entre ellas la disponibilidad presupuestaria del Gobierno para conceder becas – convierten su consecución en una carta a los Reyes Magos con respuesta muy diferida en el tiempo. La incertidumbre que se genera es tal que un alumno no sabrá hasta casi acabado el curso si tendrá o no beca. En caso de que la respuesta sea negativa tendrá que abandonar los estudios si no puede pagar las tasas – cada vez más elevadas – de su bolsillo. Pierde el alumno, que no puede seguir estudiando, y pierde la universidad unos ingresos nunca antes tan necesarios en tiempos de recortes.

La razonable conveniencia de que las ayudas públicas al estudio valoren y premien el rendimiento académico del beneficiario no puede convertirse en el criterio último y determinante para conseguir la beca. Ese criterio tiene que ser ante todo el de compensar las desigualdades económicas entre los estudiantes y favorecer su acceso a los estudios superiores en las mejores condiciones de igualdad posibles. En definitiva, la beca no es otra cosa que una redistribución social de la riqueza y una garantía de que nadie con aptitudes y actitudes es expulsado del sistema educativo por razón de renta.

Pero eso es justo lo contrario de lo que busca el ministro, ya que un estudiante de escasos recursos que no alcance la nota requerida se quedará sin beca y no podrá seguir estudiando; por el contrario, al que disponga de medios le será indiferente obtener la nota requerida y le bastará con el 5 de toda la vida. A la hora de mantener la ayuda, éste último estudiante podrá repetir cursos y asignaturas cuantas veces quiera sin preocuparse por si le renuevan o no la beca, algo que se convierte en un imposible para el menos pudiente.

Arrinconado por toda la comunidad educativa, buena parte de las comunidades autónomas y hasta por su propio partido, Wert promete ahora que “recalculará” y “reconsiderará” la nota mínima de 6,5 para obtener una beca y las condiciones para mantenerla. Eso sí, ya ha dejado claro que en ningún caso la nota de corte va a ser un 5 puesto que, de hecho, ya el curso pasado la elevó al 5,5. No es suficiente: Wert debería tirar su normativa sobre becas a la papelera por innecesaria y clasista. Ya puestos debería también hacer lo mismo con la LOMCE y buscar un gran pacto nacional por la educación pública. Pero como todo eso es poco probable que ocurra, quien de verdad debería rectificar es Mariano Rajoy y buscar a otro ministro de Educación capaz de afrontar con diálogo y consenso los graves problemas educativos de este país.