Solbes vuelve por Navidad

Sufro de alergia crónica a las memorias con las que de un tiempo a esta parte nos atosigan políticos de toda suerte y condición. Bono, González, Aznar o Zapatero perpetran sus respectivos recuerdos en libros que no suelen pasar de ser flor de un día de platós, redacciones y librerías pero que los ciudadanos suelen sabiamente ignorar salvo que quieran castigar a algún mal amigo por Navidad, santo o cumpleaños. Ni siquiera los historiadores del pasado reciente parecen muy interesados por los recuerdos políticos de quienes escriben desde la cómoda posición de ser juez y parte y contar por tanto sólo aquello que conviene y beneficia a su imagen pública.

De ese estigma no escapa otro libro – uno más – de memorias políticas. Se titula “Recuerdos” – muy original el título, cómo pueden apreciar – y lo firma Pedro Solbes, el otrora poderoso vicepresidente económico con Rodríguez Zapatero. Confieso no haberlo leído y no tener intención alguna de hacerlo. Sin embargo, no he podido evadirme de leer lo que sobre el libro se ha escrito en varios medios o escuchar al propio autor que estos días recorre platós de televisión y estudios de radio en un intento de autojustificación de lo que pudo haber hecho y no hizo cuando la crisis económica que nos acogota ya se oteaba en el horizonte.

Puede que sea la edad o puede que sean sus múltiples ocupaciones como consejero de la eléctrica italiana ENEL, matriz de ENDESA, pero lo cierto es que a Solbes ya se le ha olvidado lo que dijo en su día sobre la burbuja inmobiliaria, la recesión económica o el sistema financiero español. En síntesis, que nada de lo que luego ha ocurrido iba a ocurrir aunque ahora achaque el desastre a una suerte de conjunción astral que llevó al país a la peor crisis de su historia reciente. 

A estas alturas nadie niega que algunas de las causas de la crisis fueron externas pero nadie – ni siquiera Solbes – puede negar tampoco que había factores internos que no se ponderaron adecuadamente o, como dice ahora el ex ministro –, “no se hizo lo suficiente para desactivarlos”, caso de la burbuja inmobiliaria y la desastrosa situación de las cajas de ahorro. En cualquier caso, quien desee ilustrarse a fondo sobre algunas de las frases sobre la crisis que Solbes parece haber olvidado por completo, puede echarle un vistazo a este esclarecedor enlace: http://noticias.lainformacion.com/espana/solbes-donde-dije-digo_PIDX3ppnnIi4iVZb1Modb5/
 
Ahora, Solbes se arrepiente de haber seguido en el Gobierno de la segunda legislatura de Zapatero y afirma haberle envido un documento al presidente en 2009 - con la crisis ya en su apogeo -  con algunas medidas para hacer frente a la situación pero nadie, salvo el propio Solbes, parece haberlo visto nunca. En él, y según su propio relato de los hechos, el ex ministro ya apuntaba maneras con medidas como el abaratamiento del despido que luego Zapatero se vio obligado a aplicar por imposición de los mercados y que el PP ha desarrollado y profundizado con tesón y entusiasmo dignos de mejor causa.

Escuchando o leyendo lo que Solbes dice estos días en las entrevistas, alguien que acabara de llegar a este país después de un largo periodo en el extranjero jamás creería que este señor fue nada menos que vicepresidente económico del Gobierno en los años primeros de una crisis que todo el mundo vio menos él y el gabinete del que formaba parte. Tal vez para eso sirvan las memorias, para intentar borrar o cuando menos ocultar el pasado cuando el pasado es tan digno de olvidar.

¿Quo vadis, Venezuela?

Observando a simple vista lo que ocurre estos días en Venezuela, un pesimista diría que todo lo que es susceptible de empeorar termina empeorando. A menos de un mes para las elecciones municipales del 8 de diciembre, el presidente Maduro está a un paso de conseguir poderes habilitantes para gobernar por decreto durante un mínimo de un año. Si los plazos previstos se cumplen – lo cual no es seguro que ocurra en un país como Venezuela – la Asamblea Nacional le otorgará mañana a Maduro la facultad, por ejemplo, de “prohibir” la inflación por decreto.

No es broma, aunque suene como tal. De hecho, el presidente venezolano parece que se ha inspirado en Robert Mugabe, el presidente de Zimbabue, que adoptó medidas similares cuando la inflación en su país se duplicaba en menos de una hora; después de las medidas se duplicaba cada 15 minutos. Para ir calentando motores, Maduro ya ha adelantado por dónde irán sus medidas contra la inflación, el acaparamiento y la especulación de los comerciantes, males que él atribuye a los taimados imperialistas norteamericanos y a sus cómplices en la burguesía nacional.

Hace poco ordenó a una conocida cadena de electrodomésticos bajar los precios hasta límites “razonables” y el agolpamiento e incluso el pillaje de ciudadanos ávidos de llevarse una nevera o un televisor de plasma gratis o a precios de ganga dio la vuelta al mundo. Ahora, una vez en disposición de ordenar lo que se le pase por su alucinado pensamiento sin necesidad siquiera de pedir autorización a un parlamento copado por el oficialismo chavista, las cosas pueden ponerse aún mucho peor. Por ejemplo, condenando a penas de 30 años, lo máximo permitido en la Constitución Bolivariana que Maduro esgrime a toda hora, a los comerciantes a los que se considere culpables de acaparamiento o especulación con los precios.

Que Maduro está en campaña electoral y que quiere a toda costa borrar la mancha que dejó en su hoja de servicios al chavismo haberle ganado por sólo dos puntos de diferencia al opositor Capriles con el cuerpo del comandante aún caliente, es más que evidente. Sin embargo, que esté a punto de meter al país más de lo que está en una peligrosa espiral de “ordeno y mando” y caos económico, culpando a un imaginario enemigo exterior de todos los males de Venezuela es ir demasiado lejos. La difícil situación el país requiere calma y sensatez y no más populismo hueco ni más alucinaciones presidenciales.

El aumento de la inflación en más del 50% castiga en especial a las clases sociales más desfavorecidas que el chavismo encarnado por Maduro dice defender y el río de divisas que recibe Venezuela de sus exportaciones petrolíferas alimentan una máquina clientelar gigantesca mientras el país tiene que importar el 95% de los productos básicos.

Todo ello en el marco de una desastrosa intervención política en la economía en la que Maduro – a punto de quedarse con las manos libres para gobernar por decreto - parece dispuesto a profundizar sin importarle si con ello empeora la situación. Sus medidas auguran más inflación, más desabastecimiento, más mercado negro, más especulación y más corrupción. Y eso, ni el recién creado Viceministerio para la Felicidad Suprema del Pueblo será capaz de arreglarlo.

De Madrid al vertedero

Así ve eljueves la huelga de basura en Madrid
Mucho me temo que Ana Botella no se va a poder tomar a relaxing cup of café y leche en la Plaza Mayor de Madrid. Supongo que estará hecha unos zorros – la Plaza, digo – al igual que el resto de la capital después de 11 días de huelga de basura. Y lo que es peor, la situación puede empeorar en las próximas horas con un enfrentamiento entre huelguistas y empleados de la empresa pública Tragsa, conminados a hacer de revientahuelgas muy a su pesar. El caos y el hedor ya no sólo se extienden por todo Madrid sino que contaminan sin remedio la penosa Marca España a través de los lacerantes reportajes que han dedicado a esta huelga un buen número de medios de comunicación extranjeros.

Mientras las calles se llenaban de basura y se convertían en una carrera de obstáculos para propios y extraños, la irresponsable alcaldesa circunscribía el asunto a un problema de relaciones laborales entre las empresas adjudicatarias del servicio y sus trabajadores. Con la situación ya enquistada, la alternativa que se le ha ocurrido a esta lumbrera política, cuyos méritos como gestora pública sólo los respalda ser la esposa de Aznar, ha sido tirar de una empresa pública para que le saque las castañas del fuego en un servicio privatizado.

En opinión del PP, para eso deben de servir las empresas públicas como Tragsa, para resolver los problemas que crean las privadas y los políticos incompetentes como Ana Botella. El ayuntamiento, que se supone sigue siendo el titular del servicio por muy privatizado que éste, no hizo el más mínimo intento de mediar al menos en el conflicto y cuando el daño ya estaba hecho y las calles de Madrid llenas de desperdicios se descolgó Botella con un ultimátum que le ha salido por la culata: como era de esperar, empresas y trabajadores no se han puesto de acuerdo y, por tanto, la huelga continúa de manera indefinida.

La apestosa situación que vive la capital trae causa de una privatización temeraria del servicio de recogida de basura que instaba a las empresas a rebajar sus ofertas económicas a cambio de quedarse con el servicio. Consiguió lo que quería pero las empresas adjudicatarios no han tardado en repercutir la rebaja de sus ofertas sobre los hombros de los trabajadores con recortes de salarios y despidos, a los que estos legítimamente se han opuesto. Ahora, Botella se hace de nuevas y asegura que ninguna de las empresas concursantes le advirtió de su intención de bajar sueldo y despedir empleados, algo que las propias empresas se han encargado de desmentir. ¿Acaso creía la sin par alcaldesa que estas filantrópicas empresas acudían al concurso por amor al arte de recoger basura y no por interés económico?

Sinceramente, no me gustaría estar estos días en la piel y en las narices de los vecinos de Madrid, una ciudad admirable que no se merece tener al cargo de sus intereses públicos a alguien que ha demostrado con creces su absoluta incompetencia y ha convertido la capital de este país en un vertedero y en el hazmerreir de España y de medio mundo.