¡Felicidades y hasta muy pronto!

Se acumula estos días el trabajo y no dispongo de suficiente tiempo para poder dedicárselo al blog. Así que me tomo un pequeño descanso para recargar las pilas y regresar con fuerzas renovadas en cuanto pasen estas fechas. Mientras, vaya como regalo de felicitación esta hermosa canción de Silvio Rodríguez que canta a la Navidad, pero desde un punto de vista muy poco habitual y con la sencillez y profundidad de todas sus letras. 


¡Feliz Navidad y que 2014 sea un año mucho mejor para la paz, la justicia y el trabajo!



Cristóbal McCarthy Montoro

Vaya por delante, por si acaso, que no tengo deudas que yo sepa con Hacienda. Lo digo con antelación suficiente, no vaya su jefe máximo a cogerme ojeriza y ponerme de chupa de dómine en la plaza pública a la primera rabieta infantil que le provoquen mis críticas inocentes y bienintencionadas. Hoy mismo ha vuelto a enrabietarse en el Congreso cuando la oposición le ha echado en cara la purga de altos cargos  en la Agencia Tributaria bajo la terrible acusación de ser peligrosos socialistas.

En lugar de dar explicaciones convincentes sobre si ser militante del PSOE o de otro partido que no sea el PP es un impedimento legal e incluso un delito penal desconocido hasta ahora para ser alto funcionario de Hacienda, el ministro ha optado por lo que mejor sabe hacer: expulsar tinta de calamar y acusar a los medios de comunicación que critican su gestión de tener problemas con Hacienda. Nada nuevo bajo el sol, ya ha hecho lo mismo en otras ocasiones con la prensa, con los partidos políticos de la oposición y hasta con los artistas, apuntándose si es necesario a crítico cinematográfico a tiempo parcial.


Tal y como se han puesto las cosas en Hacienda, a uno no le extrañaría lo más mínimo que a esta hora haya empleados públicos quemando el carné del PSOE o los ejemplares de El Socialista para evitar perder el puesto de trabajo. Y deberían de tomar también buena nota todos aquellos que se han atrevido a denostar la amnistía fiscal en la que el ministro puso tanto empeño para enjuagar el delito fiscal de las grandes fortunas del país por la vía de “paga una mínima parte de lo que debes si te viene bien y si no hazte el sueco y aquí no ha pasado nada”.

Del mismo modo, que se amarren los machos los que han osado alzar la voz para criticar el impresentable embrollo de las facturas de la infanta Cristina y su supina ignorancia sobre números a pesar de ser alta ejecutiva de un gran banco y consorte del más empalmado de los pocos duques que van quedando en este país, a Dios gracias. Además, a partir de ahora, cuando haya que aplicar una sanción de muchos ceros a alguna gran fortuna o a una multinacional de las que se lo llevan crudo y se defienden con una legión de abogados, conviene pedirle el visto bueno personal al ministro. No vaya a pasarle como a la alta funcionaria a la que no se le ocurrió otra cosa mejor que sancionar con 450 millones de euros a la cementera CEMEX por falsear las cuentas para tributar menos y ha visto como era destituida y la multa reducida a unos módicos 15 millones de euros. De lo que cabe concluir que estamos pasando a marchas forzadas del “Hacienda somos todos” – lo que nunca fue del todo cierto - a “Hacienda somos solo los tontos de la nómina a fin de mes”.

Con la altura y el rigor intelectual que le caracterizan, ha dicho el ministro que el PP volverá a ganar las elecciones porque “los mercados no son gilipollas”, aunque también ha reconocido que estos dos primeros años de la era Rajoy han sido “duros de cojones”. Seguro que sí, sobre todo para las grandes fortunas y empresas de este país que han defraudado a Hacienda unos 80.000 millones de euros mientras a los paganinis de costumbre se les han subido los impuestos y se les han recortado salarios y servicios públicos.

De estos asuntos no habla el ministro, él prefiere actuar aplicando la amnistía fiscal a los defraudadores y poniendo en marcha una caza política de brujas que nos recuerda poderosamente al fanático senador estadounidense Joseph McCarthy, que veía comunistas hasta debajo de la cama. No deseo para Montoro el fin que tuvo McCarthy, que murió joven, desprestigiado y alcoholizado después de atemorizar al país con sus bravatas de matón de barrio. Solo hago votos – ya sé que con escasas esperanzas de verlos cumplidos - para que en un rapto de lucidez y decencia política el presidente Rajoy lo destituya antes de que el estropicio en Hacienda sea completamente irreparable y la indignación de los contribuyentes incontrolable.   

Mandela ha muerto ¡Viva Mandela!

No deseo ser aguafiestas ni restarle trascendencia al multitudinario adiós que hoy se le ha brindado a Nelson Mandela en Soweto. Que se lo merecía y que los elogios que ha recibido esta mañana de políticos tan dispares como Raúl Castro o Barak Obama no son exagerados está fuera de discusión. Sin embargo, tengo la sensación de que Mandela tal vez habría deseado un adiós diferente, menos plagado de jefes de estado, presidentes de gobierno, reyes y príncipes. Él fue un hombre que derrochó vitalidad por los cuatro costados, al que le gustaba cantar y bailar, que sonreía con una sonrisa amplia y sincera que alegraba el alma de quien la contemplaba y que se sentía cómodo y expansivo entre los suyos, los desheredados a los que el régimen del apartheid que él derribó con su valentía y determinación persiguió, torturó y asesinó.


No fue Mandela un político al uso, al menos tal y como lo entendemos por estas latitudes. Aunque por su condición de jefe de estado tuvo que codearse con testas coronadas y homólogos de otros países, jamás pareció que el cargo se le había subido a su venerable cabeza; nunca se alejó de su pueblo, que para él lo integraban blancos y negros por igual y, aunque también disfrutaba de los baños de multitudes como en los grandes conciertos solidarios o en las grandes citas deportivas, siempre prefirió el suelo al palco, la gente sencilla a la estirada y encumbrada, la risa a la circunspección, la cercanía a la rigidez.

Mucho y bien han hablado todos hoy y en los últimos días de Mandela y todos coinciden en su inspirador ejemplo y se declaran en deuda con Madiba; incluso el presidente del Gobierno español, que no ha sentido rubor ni vergüenza alguna en sacar a colación en un día como este el triunfo de España en el mundial de Sudáfrica y hasta de echar mano del legado del líder africano para defender la unidad nacional. Obama ha sido tal vez el más emotivo y él más certero, dada la habilidad retórica del primer presidente negro de Estados Unidos, aunque desgraciadamente esa facilidad de palabra que le adorna no suele ir acompañada de la misma determinación con la que Mandela consiguió reconciliar a los sudáfricanos.

Dijo entre otras cosas el presidente norteamericano que muchos de los líderes a los que estos días se les llena la boca alabando las virtudes de Mandela, jamás permitirían la disidencia en sus respectivos países. Es posible que se refiriera entre líneas, ente otros, al vicepresidente chino Li Yuanchao, al presidente Mugabe de Zimbabue o al cubano Raúl Castro, al que incluso saludó durante la ceremonia, aunque lo más importante no es a quién iba dirigido el mensaje sino el mensaje en sí. Si de verdad todos estos presidentes y jefes de estado que hoy se han dado cita en Sudáfrica creyeran como dicen en la grandeza de Mandela deberían de ser los primeros en respetar su legado y su grandeza humana y contribuir a expandirlo y perpetuarlo hasta donde alcancen sus responsabilidades políticas.

En realidad, para la inmensa mayoría de ellos Mandela está muerto y dentro de poco enterrado y tras las declaraciones rimbombantes de los últimos días echaran sobre su vida ejemplar toneladas de olvido. Es la ciudadanía mundial que ve en la gigantesca figura humana y política de Mandela un ejemplo de valor y dignidad merecedor de emulación y respeto la verdadera heredera de su obra y la única que puede hacer que su luz jamás se apague bajo el peso del cinismo, el olvido y la indiferencia.