Un tal Marco Antonio

No es tenor, barítono o bajo pero ha cantado como los ángeles. Se llama Marco Antonio Tejeiro Losada y hoy se ha convertido en el primer “pentito” del “caso Nóos”. Así llaman en Sicilia a los capos mafiosos que deciden tirar de la manta y dejar a sus compañeros de fatigas con las vergüenzas al aire. El tal Marco Antonio ha llegado a un pacto con el fiscal Horrach, el esforzado abogado defensor de la desconcertada e imputada infanta Cristina, y ha puesto negro sobre blanco los tejemanejes que se han traído durante años Iñaki Urdangarín y su profesor de negocios y, sin embargo socio, Diego Torres. Se da la casualidad nada casual de que el tal Marco Antonio es hermano de la esposa de Torres, que está imputada también en la trama, y que su función en el andamio montado para drenar dinero público para lucro personal de Torres, Urdangarín y demás familiares era la de “contable” y administrador. Por tanto, se supone que sabe de lo que habla o no habría conseguido el trabajo en una empresa tan respetable y ejemplar como Nóos.

El tal Marco Antonio dice en su escrito de “pentito” que fueron Urdangarín y Torres los que montaron el rentable chiringuito con la intención de sangrar las arcas públicas de Baleares y Valencia y otras administraciones públicas que se les aparecieran por el camino y picaran. Para ese fin nació Nóos, la pantalla de credibilidad y prestigio que le permitía a Urdangarín y a su socio hacerse pasar por grandes filántropos amantes del deporte popularmente conocido como toma el dinero y corre: el primero ponía la planta y el parentesco real para hipnotizar a la víctima de turno y el segundo ideaba cómo llevárselo crudo. A los efectos se creó una tupida red de empresas ficticias a las que iba a parar el dinero público que obtenían a través de Nóos, ente las que figura Aizoon y en las que hacían y deshacían Urdangarín y Torres. 

¿Verdad que hasta aquí la letra y la música del aria son bastante conocidas o por lo menos sospechadas? ¿Qué ha pasado entonces para que en ese punto concreto, cuando más interesante estaba el aria de bravura del tal Marco Antonio, éste enmudeciera súbitamente y no emitiera una nota más como si se hubiera quedado sin voz o hubiera olvidado el papel? La clave no hay que buscarla en lo que ha dicho sino en lo que no ha dicho y se ha guardado. ¿No es llamativo que no haya una sola palabra sobre el papel de la infanta en Aizoon, de la que era propietaria al 50% con su marido? ¿Habrá sido un lapsus del tal Marco Antonio? ¿Se le habrá comido la lengua el gato? 

Nada de eso, créanme: el fiscal Horrach quiere utilizar esta confesión para exculpar a la infanta de cualquier responsabilidad en Aizoon y presentarla ante la sociedad como la tonta del bote que, a pesar de trabajar en una gran entidad financiera en Ginebra, no sabe nada de cuentas bancarias ni le interesa en qué negocios anda metido su esposo y de dónde saca para tanto como destaca. Pero mejor eso que sentada en un banquillo de acusados, algo que Horrach y sus jefes en la Fiscalía General del Estado están decididos a que no ocurra. 

La cuestión está ahora en lo que hará el vilipendiado juez Castro y cómo interpretará la confesión del “pentito” Marco Antonio y su silencio sobre la hermana del rey. Si hace caso a esta inesperada garganta profunda que Horrach se ha sacado de la manga casi a la desesperada puede interpretar que, efectivamente, la infanta pasaba por allí y ni se olió el pastel que cocinaban Urdangarín y Torres sin contar con nadie más. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que interprete lo contrario, ya que una vez confirmado que Aizoon era una pura ficción con trabajadores ficticios pero con facturas reales, la infanta tenía que saberlo por fuerza como dueña de la mitad de la fantasmal empresa. 

Si cree al “pentito” cantarín tendría que levantar la imputación contra la infanta y en caso contrario mantenerla en todos sus términos por mucho que rabie Horrach. La única ventaja para Castro si cree al tal Marco Antonio y permite que la infanta salga de su doloroso desconcierto de imputada es que Horrach no lo volvería a llamar de todo menos bonito y es posible que hasta vuelvan a ser amigos. Continuará, porque a esta ópera trágica de final incierto le quedan aún muchos capítulos.

¿Tú también, Nicolás?

Aprendiendo francés a marchas forzadas estoy para no perderme detalle esta noche de la anunciada comparecencia en radio, televisión e internet de Nicolás Sarkozy. Quiere el ex presidente francés defenderse de la imputación que le acaba de caer encima por tráfico de influencias y corrupción, dos cosas feísimas por las que ayer se pasó declarando casi un día entero ante la policía y ante los jueces. Le supongo casi tan “deconcertado” como a la infanta Cristina con su imputación a manos del juez Castro, según reza el recurso presentado hoy por sus leales abogados defensores, y que conste que no me refiero el fiscal Horrach sino al despacho de abogados que la representa.

Pero volvamos a Francia, en donde el terremoto político que ha desatado la imputación por cosas tan poco edificantes y republicanas como las mencionadas amenaza con remover los cimientos de la torre Eiffel y la Bastilla a un tiempo. El hombre que al inicio de la crisis económica prometió que iba a refundar el capitalismo – fue una lástima que los franceses no lo reeligieran para que cumpliera la promesa - está acusado ahora de utilizar su influencia para ayudar a un magistrado a conseguir un puesto que ansiaba a cambio de información sobre la investigación policial sobre la financiación de su campaña electoral de 2007, sobre la que hay más sombras que luces. En cristiano: si me dices que ha descubierto contra mí la policía yo muevo los hilos adecuados para que hagas realidad tus sueños. Sin duda, es una excelente manera de empezar a refundar el capitalismo la elegida por el pequeño Napoleón: volver a la economía del trueque.

Pero la policía, que no suele ser tonta, se malició que la mano del ex inquilino del Elíseo andaba de por medio y fue a por él: lo detuvo y lo sometió a un interrogatorio de 15 horas al que le siguió de propina otro de tres ante los jueces. Satisfechos por fin decidieron que podía irse a casa con una buena imputación bajo el brazo. Con todo, no tiene el gran Sarkozy el mérito ni el honor de haber sido el primer presidente francés en pasar por la afrenta de que te detenga e interrogue la gendarmería. Su antecesor Jacques Chirac ya pasó por el mismo trago amargo y terminó condenado a pena de cárcel con suspensión de ejecución de la sentencia por un delito de malversación y deslealtad.

Ahora será la justicia gala la que determine la culpabilidad o inocencia de Sarkozy, el hombre que quería volver a reinar – perdón, a gobernar – en la republicana Francia pero al que los malvados jueces se lo quieren impedir como si de un Berlusconi cualquiera se tratara. Hasta su propio partido, la UMP, le ha dado la espalda y los socialistas, que aunque gobiernen también andan de capa caída, se frotan las manos ante el grave tropezón judicial del líder de la derecha francesa. Aunque para contentos los de la ultraderecha del Frente Nacional quienes, sin duda, ven en las desgracias judiciales de Sarkozy y en la debilidad de Hollande y los suyos una oportunidad de oro de la que volverán a intentar sacar el máximo rédito en la próxima cita electoral como ya ocurriera en las europeas de mayo. 

Hechas estas reflexiones, uno se pregunta si algo similar a lo que ha pasado en Francia con la detención, interrogatorio e imputación de Sarkozy podría ocurrir en un país imaginario llamado España con un jefe del Estado inmune ante la Justicia y un presidente del Gobierno mudo ante la corrupción en su partido. La respuesta es “sí”: la única condición es que el país sea imaginario. Au revoir, mes amis.

Rajoy el regenerador

No se les puede dejar solos un par de días: me tomo un pequeño respiro para oxigenarme de tanto fasto real y, cuando vuelvo, me encuentro con el antiguo rey aforado para los restos y al nuevo haciendo su primera visita “internacional” al papa Francisco, lo que cabe interpretar como una completa declaración de intenciones de la rejuvenecida monarquía española. En el interín se ha seguido hablando de la reforma fiscal – y lo que te rondaré Montoro – y ahí tenemos a algunas autonomías a las que ya no les cuadran las cuentas. De propina ha dicho el dueño de la caja fuerte que lo de reformar el modelo de financiación autonómico que prometió allá por 2012 antes de que acabara la legislatura va a ser que no, que no toca ahora: no hay dinero para repartir entre todos, tenemos las elecciones autonómicas y locales a menos de un año y encima está el problema con los nacionalistas catalanes. Así que, agua y ajo y a recortar más si con lo que hay no da para atender la sanidad y la educación y cumplir el sagradísimo déficit. 

En la peculiar regeneracionista y reformadora hoja de ruta del Gobierno y del PP, el líder dejó caer ayer algo que huele a oportunismo electoral a siete leguas: que los alcaldes sean elegidos de forma directa, es decir, que gobierne el candidato de la lista más votada. Con eso y con reducir el número de aforados que en este país tienen la suerte de que los juzgue el Supremo y no el juzgado de instrucción, considera Rajoy que se regenera la vida política del país. 

Vamos por partes: proponer a estas alturas de la legislatura popular que el alcalde sea elegido de forma directa suena a tembleque ante la posibilidad de que las urnas repitan el próximo mayo lo ocurrido en mayo pasado con las europeas, un revolcón electoral en toda regla en ayuntamientos grandes y comunidades autónomas importantes. 


Hacer la propuesta de una manera tan ambigua y vaga - ¿se va a suprimir también la posibilidad de presentar mociones de censura en los ayuntamientos si el candidato más votado es un zote o un corrupto? – y hacerla en una reunión de partido y no en el Congreso de los Diputados negociada con todas las fuerzas políticas denota prisas, nervios y tentaciones mal disimuladas de aplicarla por la vía del decreto para intentar salvar los muebles en la cita de mayo. Ante las críticas de la oposición por la forma y el lugar en el que se hizo el anuncio – en la sede de Génova y por la número dos De Cospedal – Rajoy ha dicho hoy en Panamá que se elevará una propuesta al Congreso el próximo mes de septiembre. También se ha mostrado muy abierto al diálogo pero ya sabemos por experiencia lo que eso ha significado en asuntos como la reforma educativa, por citar uno solo. 

Por lo demás y al margen de que la propuesta es más vieja que la gripe – ya la planteó el PSOE en 2002 -, que Rajoy llame a ese cambio en la ley electoral “regeneración política” es, como mínimo, para abrir los ojos con estupor. Hasta hoy, yo al menos pensaba que esa expresión era de aplicación sobre todo a asuntos como la transparencia de las administraciones públicas y, principalmente, a la financiación irregular del PP en el “caso Bárcenas”, al caso Noos o al de los EREs andaluces. Sin embargo, sobre esto siguen sin decir nada novedoso el Gobierno y el partido que lo apoya. 

Por ahí tendría que haber empezado si quiere verdadera regeneración y luego continuar por un cambio a fondo de la ley electoral y no sólo de aquellos aspectos que más le pueden beneficiar. En cuanto a lo del aforamiento es para caerse de espaldas: ahora, con el rey aforado a pesar de no desempeñar función pública alguna, le da al PP por rebajar el número de los que merecen ese estatus jurídico que, efectivamente, son multitud. Si estas son las medidas con las que Rajoy pretende regenerar la vida política española que venga Bárcenas y lo vea.