La importancia de llamarse Iñaki

Yo antes no creía en la Justicia pero hoy la Audiencia de Palma me ha rescatado de las tinieblas y me ha hecho ver la luz: proclamo a los cuatro vientos que creo firmemente en que la Justicia es igual para todos y todas y reniego de los populistas que afirman que es más igual para unos y unas que para otros y otras. En consecuencia, me sumo con fervor al coro de voces blancas que canta sin cesar que las sentencias sólo se pueden respetar y acatar. Me cuidaré por tanto de crítica alguna a las rigurosas medidas cautelares que la Audiencia de Palma le ha impuesto hoy a Iñaki Urdangarín.

No diré, por ejemplo, que es un evidente trato de favor que el autor del guión y actor principal de esa serie de bandoleros titulada “Nóos” pueda seguir viviendo con comodidad en su querida Suiza. Ni me quejaré de que a las juezas que lo condenaron a la “elevada “ pena de 6 años de cárcel les baste con que se pase cada mes por un juzgado suizo que le pille de paso camino del padel o al esquí y se haga unos selfies con el funcionario o funcionaria de turno para que conste en donde y ante quien corresponda.

Además, comparto por completo con las juzgadoras que no hay necesidad alguna de entrar en pormenores sobre el arraigo de Urdangarín en su amado país natal y el nulo riesgo de fuga del condenado. Preciso tan sólo para malpensados que sus señorías se refieren a la reputación pública de Urdangarín como balonmanista de brillante trayectoria y al que en la vida se le ocurririá salir de naja por muy en forma que siga estando. 


Quien me está dando un poquito de pena es el actor secundario Diego Torres, ex profesor y, sin embargo, ex socio y ex amigo de Urdangarín. Él, que con su planta y su labia no le hubiera sacado un euro ni al tonto del pueblo, está bailando con la más fea desde el principio de la película y, seguramente, preguntándose qué ha hecho para merecer esto. Las juezas le impusieron la pena más dura  - 8 años - y ahora, de propina,  le retiran el pasaporte aunque le permiten continuar en libertad.

Pena da también el fiscal Horrach, el hombre que lo apostó todo para salvar a la infanta y cargarle el mochuelo al marido. A la infanta la salvó y ella y la Corona le estarán eternamente agradecidos. Sin embargo, el marido se le está escapando vivo: la sentencia rebaja dos tercios su petición de pena y ahora  las juezas lo dejan en libertad cuando él había pedido prisión eludible con fianza de 200.000 euros. A lo mejor tampoco son ganas de molestar por parte de las magistradas sino que habrán considerado que Urdangarín se quedaría sin tener con qué alimentar a su familia  si tuviera que pagar ese dineral para eludir la prisión. Aunque para pena penita pena la que da el juez Castro: él sí que apostó fuerte y se batió el cobre durante meses para acusar a la infanta y a Urdangarín y ve ahora que casi todo su esfuerzo ha sido en vano.

Y aquí lo dejo ya para no ser irrespetuoso con la luminosa decisión judicial que han adoptado hoy las juezas de Palma y que me han devuelto la fe en esa señora de ojos vendados y balanza en perfeto equilibrio llamada Justicia. Ahora sólo confío en que cuando la causa llegue al Supremo se le rebaje la pena de prisión a Urdangarín de tal manera que la pueda cumplir con algún servicio a la comunidad de su país de adopción y residencia. Podría, por ejemplo, dar alguna conferencia de vez en cuando en algún banco suizo sobre teoría y práctica de cómo mangar de lo público en beneficio propio y familiar. 

Sherlock y el misterio de la banca

Después de muchos meses empujando, el Congreso de los Diputados ha puesto hoy un huevo blanco y hermoso: ha creado una comisión de investigación. Como su propio nombre sugiere, el asunto va de investigar, verbo de un inconfundible aroma a misterio e incertidumbre sobre si el asesino fue el mayordomo o el ama de llaves. De lo que se trata en este caso es de investigar los avatares y sinsabores del sistema financiero de este país, que son sobre todo los de los españoles. Pero no se hagan ilusiones, sus señorías no tienen previsto contar con los servicios de Sherlock Holmes, Philip Marlowe y el inspector Gadget para que los españoles averigüemos quiénes se lo han llevado crudo y se han ido de rositas.

Eso es algo que los  ciudadanos de este país ya sabemos y sufrimos hace tiempo, así que no termino de entender la necesidad de la comisión de marras. Puede que sean ciertas ansias de protagonismo y, sobre todo, la mala conciencia política por la promiscuidad y la connivencia con la que se han relacionado políticos y banqueros durante estos últimos años, pero es sólo una sospecha seguramente sin fundamento. Los partidos también se han puesto hoy de acuerdo para que la investigación arranque allá por el año 2000, cuando Rodrigo Rato hacía milagros económicos en España y hasta Aznar se permitía sonreír mientras inauguraba autopistas de peaje.


Lo que me pregunto es por qué no remontar el periodo investigado a la época de Luis Candelas y José María “El Tempranillo” si al fin y al cabo, salvando los trabucos, sus métodos y los de los banqueros actuales tampoco se diferencian tanto. Seis meses como mínimo dedicarán sus señorías y sus invitados a investigar las causas y consecuencias de la burbuja inmobiliaria, quién la infló y quién  y por qué no la desinfló cuando debía antes de que el estallido nos alcanzara a todos. Se detendrán también los suyo en la rocambolesca fusión de las cajas de ahorro y en aquel rumboso rescate bancario que España nunca pidió pero que nos ha costado un Potosí a pesar de sus “ventajosas condiciones” – Rajoy dixit.

Al tocomocho de las preferentes, a las cláusulas abusivas de las hipotecas y a la salida de Bankia a Bolsa es seguro que dedicarán también unas cuantas semanas los investigadores, con Rato convertido ahora en villano pero con tarjeta black en el bolsillo. Después, redactarán unas conclusiones al gusto de los partidos que tengan mayoría en la comisión, las guardarán en un cajón y se dedicarán a otra cosa.

Que no se me entienda mal: no estoy menospreciando la labor del parlamento pero la experiencia ha demostrado sobradamente que estas comisiones carecen de utilidad y que las responsabilidades políticas que pretenden depurar nunca se llegan a sustanciar. Sería una sorpresa que no espero que esta nueva comisión sobre la banca y el sistema financiero no se convierta, como las anteriores, en un nuevo escenario para la disputa política y el “y tú más”.

Con todas sus deficiencias, que no son pocas, confío mucho más en las investigaciones judiciales que en las políticas, aunque ambas no sean excluyentes. Los jueces han sentado a banqueros en el banquillo de los acusados y alguno incluso purga sus culpas entre rejas, lo nunca visto antes. De las responsabilidades políticas deberíamos ocuparnos los ciudadanos en las urnas y confiar mucho menos en quienes, después de años de dejar hacer y dejar pasar todas las tropelías de la banca, pretenden ahora redimirse de su propia pasividad cuando no de su connivencia.Los culpables que ahora nos pretenden revelar ya los conocemos hace tiempo, así que harían mejor sus señorías en dedicar sus esfuerzos a otros menesteres como, por ejemplo, legislar para que no vuelva a pasar.    

Soria y el arte de la batata

Hay cierta clase de políticos tan pagados de sí mismos que sólo ven en los ciudadanos gente que se chupa el dedo y babean cuando ellos hablan. Son los mismos que demuestran una insana y desmedida afición por el cultivo de la batata política y que están dispuestos a sostenella y a no enmendalla salvo que sea un juez quien les enmiende la plana. Su estrategia suele consistir en mirarte fijamente a los ojos, apuntar con el dedo índice bien tieso hacia el techo y jurar por el santo patrón de las verduras todo lo contrario de lo que quiera que sea que hayan dicho o hecho y que pueda ponerlos en un brete. No se pueden permitir un pestañeo, un quiebro en la voz o una duda sobre las palabras a emplear, que siempre deben ser pocas y precisas. La contundencia, la firmeza y la brevedad son elementos clave para que una batata política eche raíces y engorde, dando así los frutos deseados por su cultivador.

Aún así, siempre habrá gente incrédula y metomentodo que sospechará al ver las ramas y escarbará hasta dar con el tubérculo por bien enterrado que parezca estar. A José Manuel Soria, ya conocido en su tierra por el gusto que le fue tomando en su carrera política a la batata de tamaño familiar, le acaban de descubrir otra bien gorda y bien enterrada en un hotel de la República Dominicana. Siendo aún ministro del Gobierno del Reino de España decidió que se merecía un reposo, de manera que se enfundó la guayabera y recaló en un lujoso hotel dominicano de un empresario lanzaroteño llamado Enrique Martinón, conocido en su isla natal por los hoteles a los que la Justicia tiene enfilados por sus irregularidades urbanísticas.


Ocurrió que el ex ministro debió olvidarse la cartera en España porque la estancia en una lujosa suite le salió gratis total y él sólo tuvo que pagar las chuches extras con las monedas de a céntimo que llevó para el cambio. Dos periodistas de eldiario.es/canarias ahora – Ignacio Escolar y Carlos Sosa – demostraron  con documentos que el relajado retiro de Soria había sido una graciosa invitación de Martinón al entonces ministro y presidente del PP canario. Éste adoptó entonces la estrategia que les dije antes y, con contundencia, firmeza y brevedad, negó ante los micrófonos y en sede parlamentaria que estuviera cultivando un robusto y hermoso boniato en la República Dominicana.

Con el argumento de que sus vacaciones se las paga de su bolsillo y de que él, como si acabara de salir de Media Markt, no es “tonto” y no deja que lo invite un empresario turístico, Soria se fue a un juzgado de Madrid y cual caballero andante presentó una demanda en defensa de su honor mancillado. La ha perdido de principio a fin y, en consecuencia, no sólo su batata ha quedado con las vergüenzas al aire sino que él ha quedado como un tonto que se ha pasado de listo. A los políticos que como Soria les atraiga el cultivo de la batata les recomiendo que lean, enmarquen y aprendan de memoria este breve fragmento de la sentencia en la que Soria ha salido trasquilado tras ir a por lana:

 “El Sr. Soria era Ministro (...) en la fecha de la publicación y es evidente que a los ciudadanos no les puede resultar indiferente la noticia de que un miembro del Gobierno disfíute de unos días de vacaciones invitado por el propietario de un grupo hotelero. (...) Consta probado que el Sr. Soria no pagó la estancia en el hotel, y ello resulta evidente pues el único justificante que aportó se refiere al abono de costes extra, pues con la cantidad abonada es impensable que pueda pretenderse justificar el pago de la estancia en una suite de un hotel de lujo, por lo que hay una total evidencia de que el Sr. Soria efectivamente fue invitado por la propiedad del hotel, o lo que es lo mismo, no se le cobró el coste del alojamiento”.

Fin de la cita y moraleja: batatas en política, ninguna o las menos posibles para no echar a perder el potaje. 

Nóos y el sentido común

A raíz de la sentencia del viernes sobre el caso Nóos venimos sufriendo un intenso chaparrón de frases hechas sobre la Justicia a cual más banal: “la Justicia es igual para todos”, “sentencia ejemplarizante”, “sentencia ejemplar”, “nadie está por encima de la ley” y  un interminable rosario de tópicos que, en realidad, parecen un ejercicio de autoconvencimiento ante las probables dudas de quienes los pronuncian. ¿No se supone que en un estado democrático y de derecho la Justicia es igual para todos? ¿No es de suyo que en un estado de esas características todas las sentencias son ejemplares y ejemplarizantes? ¿A qué viene entonces subrayar tanto lo que se supone obvio? ¿Es que acaso había dudas de que la Justicia no trataría igual que al resto de los ciudadanos a los que se sentaron en el banquillo de los acusados por la trama Nóos? Si es así se debería confesar abiertamente en lugar de repetir hasta la náusea ese latiguillo huero.

De la misma banalidad obvia participa también esa otra matraquilla de que las sentencias judiciales sólo se pueden respetar y acatar. En tal obviedad parece esconderse, no obstante, una especie de miedo arcano a criticar las decisiones judiciales como si quienes las dictan estuvieran tocados por el don de la infalibilidad papal. Claro que hay que respetarlas y acatarlas y, también, recurrirlas si hay instancias superiores a las que acudir y, por supuesto, someterlas a la crítica social.

Pero vayamos por partes: para poder concluir si la sentencia del caso Noos ha demostrado que “la Justicia es igual para todos” habría que compararla con otros casos similares. El ejemplo más reciente es el fallo judicial relacionado con la rama valenciana de la trama Gürtel en el que los jueces fueron bastante más duros con los acusados que la Audiencia de Palma con Urdangarín, Torres y la infanta Cristina. Al esposo de la infanta se le han aplicado algunas técnicas penales atenuantes del delito previstas en el Código Penal que han permitido dejar en menos de un tercio la pena de 19,5 años que pedía para él la fiscalía.

Por lo demás, es notable que Urdangarín reciba menos pena que su socio Diego Torres, al que le caen 8 años de prisión – el fiscal pedía 16 - a pesar de que con su nombre y su figura es muy poco probable que hubiera conseguido un solo euro de las administraciones  públicas. En otras palabras, es revelador que quien urdió la trama y  obtuvo la mayor parte de los beneficios ilícitos valiéndose de su parentesco con la Casa Real sea tratado con más benevolencia penal que quien solo fue un socio en segundo plano. 

Y llegamos a la infanta, absuelta de toda culpa y multada con 265.000 euros al considerársela responsable civil a título lucrativo de los negocios de su marido de los que ella, por supuesto, no fue consciente en ningún momento. Si en las penas impuestas a Urdangarín y a Torres pierde la fiscalía, en la absolución de la infanta el fiscal Horrach obtiene un triunfo en toda regla después de batirse el cobre junto a la abogacía del Estado para evitar que Cristina de Borbón pisara siquiera los juzgados de Palma. La esencia del fallo respecto a la hermana del rey es que no se ha podido probar que fuera consciente del delito de fraude fiscal del que la acusó Manos Limpias y por el que pedía 8 años de prisión para ella.

Teniendo en cuenta que, en contra de su forma habitual de actuar, la fiscalía y la abogacía del Estado evitaron a toda costa acusar a la infanta lo esperable era la absolución. Ahora bien, que no haya pruebas contra ella y que no la acuse la fiscalía, no despeja lo que deduce el sentido común: es del todo imposible que alguien como la infanta no fuera plenamente consciente de las actividades ilícitas de su marido siendo como era socia al 50% de una de sus empresas tapadera.

Si la evidente benevolencia del fallo del caso Nóos tiene más que ver con quienes son los principales acusados que con los hechos que se han juzgado en la Audiencia de Palma es algo de lo que tampoco hay pruebas y por tanto no cabe condena. Aún así, el sentido común también dice que los nombres y la relevancia social y política no es ajena  en absoluto al contenido de esta sentencia. 

Niño pobre, niño rico

¿Qué futuro tiene un país en el que 8 de cada 10 niños en situación de pobreza seguirán siendo pobres cuando sean mayores y probablemente nunca abandonarán esa condición? ¿Hay esperanza fundada en un país en el que la pobreza se hereda como se hereda una casa o un coche o una colección de arte? Lo ignoro pero dudo que sea muy halagüeña si tenemos en cuenta que, por ejemplo, en España hay cerca de un millón de niños que viven en hogares en los que nadie trabaja y que, probablemente, la mayoría arrastrará de por vida la condición de excluidos sociales. Los datos los acaba de dar a conocer la ONG Save the Children y vuelven a poner el foco en uno de los segmentos de la población más castigados por la crisis y, paradójicamente, más olvidados: los niños.

A los niños pobres de este país la crisis económica, de la que algunos aseguran eufóricos que ya hemos salido, les ha golpeado cinco veces más fuerte que a los niños ricos. Dicho de otra manera, mientras que en los años más duros de la crisis la renta de los niños ricos se reducía en un 6,5%, la de los niños del 20% más pobre de la población lo hacía en más del 32%. En ese mismo periodo, la brecha de la pobreza se ha agrandado y por ella se han colado 424.000 niños más que han pasado a engrosar las estadísticas de la pobreza infantil en nuestro país, que con nada más y nada menos que 1,6 millones de niños pobres es uno de los más desiguales de toda la Unión Europea.


Nada más lejos de la verdad que suponer que esa dura realidad es el efecto indeseado pero inevitable de una profunda crisis económica que ha alcanzado a todos los sectores sociales. En primer lugar porque – como demuestran estos datos de Save the Children y otras muchas estadísticas que podríamos traer aquí – los efectos de la crisis han golpeado con mucha más fuerza a quienes ya se encontraban en los últimos peldaños de la riqueza y, además,  han empujado al fondo de las estadísticas a una buena parte de lo que hasta hace no mucho tiempo conocíamos como “clase media”, hoy muy tocada.

En segundo lugar, también es radicalmente falsa la inevitabilidad de las nefastas consecuencias de la crisis sobre la imprescindible cohesión que tendría que presidir una sociedad en la que impere un mínimo de justicia redistributiva de la riqueza. Un sistema fiscal como el español, escasamente progresivo y lleno de remiendos, apaños, rincones y gateras por el que se evaden y esquivan cantidades ingentes de recursos que deberían contribuir al mayor bienestar común posible, no es la mejor manera de luchar ni contra la pobreza ni contra la exclusión.

Añádamos a esa injusta política fiscal los inmisericordes recortes y copagos sanitarios y las restricciones del gasto en servicios sociales para cumplir con un déficit público leonino, y tendremos las causas centrales por las que España disfruta del dudoso honor de situarse a la cabeza de la desigualdad social de la Unión Europea. De hecho – dice Save the Children – el gasto en España para nivelar la desigualdad social se codea con el de Bulgaria o el de Eslovaquia y está a años luz del de Alemania, Dinamarca o Finlandia. ¿Cómo pueden entonces salir esos niños de la pobreza si no hay suficientes políticas públicas de protección de la infancia y si la mayor parte del empleo que la economía genera para sus padres es de tan escasa calidad y con salarios tan bajos que, en el caso de que alcancen un trabajo,  ni siquiera les permitirá salir de pobres?

Un país que no hace todo lo necesario para reducir desigualdades sociales tan clamorosas como las que padecen los niños españoles es un país que dilapida de forma irresponsable una parte esencial de su propio futuro. Los poderes públicos tienen la obligación irrenunciable de  aminorar al máximo la creciente brecha de la pobreza para revertir esta situación injusta, más injusta si cabe cuando quien la padece es la parte más débil e indefensa de la sociedad.

Cuando Rato tocaba la campana

Me gustaría conocer al que tuvo la genial idea de llamar “supervisor” al Banco de España para darle el premio mayor al humor negro. Si el Banco de España ha supervisado algo antes y durante la crisis económica mucho me temo que no ha sido el interés general. Si lo hubiera hecho habría advertido de los riesgos de la burbuja inmobiliaria y de las medidas que se deberían haber tomado para evitar el desastre que se terminó produciendo. Luego vino el vendaval de desahucios y el “supervisor” permaneció impasible el ademán, igual que cuando trascendió el timo de la estampita de las participaciones preferentes colocadas a pensionistas pillados en su buena fe. Mientras los bancos colaban a sus clientes cláusulas abusivas sin cuento en sus hipotecas, el “supervisor” miró para otro lado y dejó hacer.

Ciego, sordo y mudo ha permanecido el Banco de España ante los reiterados abusos y las evidentes malas prácticas de los bancos de este país, así que si en algún momento el “supervisor” ha defendido el interés de alguien en esta crisis ha sido sobre todo el de los propios bancos. En ese contexto, si hay un caso especialmente sangrante por el coste que ha supuesto para los españoles es el de la salida a Bolsa de Bankia, autorizada por el “supervisor” y la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a pesar de los informes en contra de los inspectores del Banco de España advirtiendo de que la operación no era viable.


Miguel Ángel Fernández Ordóñez, el ex gobernador del “supervisor bancario” que una semana sí y otro también nos sermoneaba sobre contención salarial y reformas del mercado de trabajo, tendrá que responder como imputado junto a la cúpula que le acompañaba al frente del Banco de España y al ex presidente de la CNMV.  Estamos expectantes por conocer cómo justifican todos ellos que desoyeran las advertencias reiteradas y contundentes del riesgo que suponía permitir que cotizara un gigante con pies de barro como el Banco Financiero de Ahorros, la matriz de Bankia, con un pasivo de más de 21.000 millones de euros que hemos terminado pagando los españoles y los accionistas con la pérdida de valor de sus títulos en cuanto se descubrió el falseamiento de las cuentas.

Todos los indicios apuntan a que la autorización de la salida a Bolsa de Bankia despreció los criterios técnicos – que debieron haber sido los que primaran – y se sustentó en criterios políticos. En el Gobierno de Zapatero había una imperiosa necesidad de hacer creer a los mercados que España tenía un sistema financiero a prueba de bombas hasta el punto de permitirse el lujo de fusionar un buen número de cajas y crear con ellas un banco capaz de competir en el mercado bursátil. De otro lado, con Rato convertido en el hombre de moda entregarle un gran banco para que pudiera seguírselo llevando crudo a través de tarjetas de todos los colores era casi una obligación ineludible. ¿Qué importaba que unos inspectores pelmas dijeran que si Bankia salía a bolsa se terminarían nacionalizando sus pérdidas y las acabarían pagando todos los españoles, como en efecto ocurrió?

Estas son las consecuencias de designar a políticos con disfraz de economistas para dirigir instituciones de la importancia del Banco de España, responsable teórico de la estabilidad, la transparencia y las buenas prácticas del sistema financiero; o para encargarse de la Comisión del Mercado de Valores, el organismo dependiente del Ministerio de Economía que debe garantizar que los accionistas no tiran su dinero a la basura invirtiendo en empresas ruinosas. La decisión judicial de imputar a los responsables de que Bankia saliera a Bolsa debería servir para acometer una profunda reforma de dos organismos cuyo prestigio, que tampoco era ya muy brillante, ha quedado seriamente magullado. Ya es hora de acabar con la práctica de colocar el frente de instituciones clave como estas dos a meras correas de transmisión del partido en el gobierno y de los intereses privados. Esa es la única manera de que no volvamos a ver nunca más al Rato de turno tocando la campana en la Bolsa y a los españoles tocándonos el bolsillo y las narices.  

Rajoy para rato

El triunfo de Pablo Iglesias y la derrota de Errejón en Vistalegre es una mala noticia para la izquierda de este país y el premio gordo para Rajoy quien, después de haber sido reelegido a la búlgara como presidente del PP, puede seguir durmiendo la siesta a pierna suelta: su potencial oposición seguirá con sus peleas internas y él podrá continuar gobernando sin mayores contratiempos. Con todo el poder de los sóviets en manos de Iglesias y con Errejón en expectativa de destino, es poco probable un entendimiento político fluído entre Podemos y el PSOE, bien sea para cuestiones parlamentarias puntuales como para hipotéticos futuros acuerdos de gobierno.

Los partidarios de Iglesias son ampliamente mayoritarios en el Consejo Ciudadano y si a eso añadimos que sus propuestas políticas han barrido a las de su contrincante, es lógico esperar maximalismo y radicalidad frente al posibilismo político que representaba la opción del todavía portavoz parlamentario, Íñigo Errejón. Uno y otro han querido escenificar este fin de semana un congreso de unidad más impostada que real y más de cara a la galería que de cara a los ciudadanos. Mucho puño en alto, muchos cánticos y muchos abrazos forzados no pueden ocultar la división que anida en Podemos y que se puede ensanchar aún más si Iglesias decide prescindir de Errejón como portavoz parlamentario y secretario político. De hecho, no parece muy lógico que alguien cuyas propuestas políticas han sido claramente derrotadas siga desempeñando esa responsabilidad o la de defender en el Congreso una estrategia que no comparte.


Si el PSOE había hecho cábalas sobre la posibilidad de un mayor entendimiento con un Podemos liderado por Íñgo Errejón ya puede enterrar esas ilusiones y ponerse manos a la obra para recuperar las fuerzas suficientes que le permitan valerse por sí mismo. Independientemente de quién sea elegido líder del PSOE en el congreso de junio, poco o nada deben esperar los socialistas de un Podemos controlado por Pablo Iglesias como no sean nuevos desplantes, humillaciones e insultos. En realidad, a Iglesias parece preocuparle mucho más superar al PSOE en las urnas que desalojar a Rajoy de La Moncloa, por mucho que su agresiva retórica populista quiere hacer ceer otra cosa.  

Ese izquierdismo de todo o nada tan querido por Iglesias y sus seguidores es el que le permite a Rajoy seguir en La Moncloa y ganar congresos por mayoría búlgara. En realidad, llamar congreso a lo que el PP ha celebrado en la Caja Mágica es un abuso del lenguaje que no nos deberíamos permitir: más bien ha sido un acto de pleitesía a un líder sin rival ni oposición interna en el que todos han estado encantados de saludarse y de conocerse. Ya, si eso, para mejor ocasión quedan los grandes asuntos que preocupan a los ciudadanos de este país: el paro, las condiciones laborales, la pobreza,  la corrupción de la que el PP es un muy aventajado exponente, el futuro de las pensiones o la financiación de los servicios públicos, asuntos sobre los que este congreso no ha tenido nada que decir a los españoles.

Nada que genere controversia política o perturbe la somnolienta inmovilidad de Rajoy tiene cabida en un congreso del PP y si por casualidad a alguien se le ocurre abrir un debate sobre el aborto, la duración de los mandatos o la gestación subrogada se le pasa a los “expertos” y asunto concluido. Sólo un partido y un lider que no sientan la presión de una oposición unida y dipuesta a desalojarlo del poder a la primera oportunidad que se presente se pueden permitir el ejercicio de abulia política que han mostrado el PP y su presidente este fin de semana. Esa oposición unida ni está ni lo estará en mucho tiempo con lo que habrá que irse haciendo a la idea de que tendremos Rajoy para rato. 

Bienvenidos a la casta

Ni toda la mano izquierda del mundo será capaz ya de conseguir que Íñigo Errejón y Pablo Iglesias se vayan de cañas cuando acabe Vistalegre II. Lo más probable es que los ganadores lo celebren entre ellos y los perdedores se vayan a casa a esperar las consecuencias que les acarreará su derrota. Errejón e Iglesias se han atizado con tanto entusiasmo a través de los medios y de las redes sociales y el cacofónico coro de seguidores y detractores que los ha rodeado ha montado tal guirigay, que sería un milagro que de Vistalegre II no salgan dos Podemos. Sus modelos de partido son radicalmente incompatibles y cuando se llega a esos extremos y ninguno de los dos cede, la consecuencia lógica es que la organización se parta en dos.

Iglesias apuesta por un partido en el que la élite dirigente de la que él sería la máxima expresión impone la estrategia política y designa a candidatos y cargos orgánicos. De esa élite para abajo y por mucho que el proceso de participación se revista de círculos y asambles, la cadena de mando apenas podrá hacer otra cosa que obedecer sin rechistar so pena de ser excomulgado. Quien necesite un ejemplo muy ilustrativo de ese modelo sólo tiene que acudir a la suerte que ha corrido el hasta ayer vicepresidente segundo del Cabildo de Gran Canaria, Juan Manuel Brito, aunque hay muchos más.

Frente a este modelo vertical y jerárquico de Iglesias, Errejon propone un partido más respetuoso con los orígenes de Podemos y, por tanto, mucho más horizontal que vertical, menos de ordeno y mando y más próximo a las decisiones de las bases. Pero más allá incluso de esos dos modelos tan dispares, el líder máximo y su número dos tampoco comparten los mismos puntos de vista sobre cuál debe ser la estrategia política de Podemos: en Iglesias es patente su deseo de conquistar el cielo por la vía de la radicalidad y el maximalismo mientras Errejón no rechaza por sistema la posibilidad de acuerdos útiles con el PSOE.


En buena medida, el origen de su distanciamiento actual está en el gratuito y humillante ataque de Iglesias al PSOE en la fallida investidura de Pedro Sánchez y en la obsesión del secretario general por hacer morder el polvo electoral a los socialistas. Como consecuencia de aquella posición irresponsable y dañina para los propios intereses políticos de la organización podemita, el PSOE empieza ahora abandonar la respiración asistida y Mariano Rajoy, que sigue en La Moncloa, se paseará triunfante este fin de semana por el congreso del PP mientras Podemos se desangra en Vistalegre.

Es muy notable que un partido que se presentó ante los ciudadanos como el paladín de la nueva política y que no hace ni dos años que llegó al poder en comunidades y ayuntamientos, esté a punto de sufrir una fractura interna como la que a todas luces se cierne sobre Podemos. Esa deriva autodestructiva tiene que ver con el mesianismo de un líder que se cree tocado por la mano de la Providencia y con la papilla ideológica trufada de populismo e izquierdismo infantil de la que ese mismo líder se ha ido alimentando durante todo este tiempo.

En Podemos no ha habido ni hay un mínimo de solidez ideológica ni análisis serio de de la realidad ni democracia interna ni altura de miras. Ha habido y hay dosis estomagantes de diletantismo y postureo políticos y, así, no es posible mantener un mínimo de unidad y cohesión en una organización de aluvión y sensibilidades políticas múltiples como Podemos. Como en las viejas películas del oeste, después de Vistalegre sólo podrá quedar uno aunque tampoco importa ya demasiado si es Errejón o Iglesias. Lo que importa es la desilusión de militantes y simpatizantes y, sobre todo, los 5 millones de españoles que confiaron en una fuerza política que no ha tardado en caer en los mismos vicios que venía a erradicar. Bienvenidos a la casta.    

Con Soria no pasaba

Salvando todo tipo de distancias, la inflación de candidatos a hacerse con el santo y la limosna del PP canario me recuerda a lo sucedido cuando el del Ferrol no tuvo más opción que dedicarse a criar malvas. Surgieron entonces tantos partidos políticos como setas después de un día de lluvia. Entre reconstituidos, históricos, renacidos, refundados, maoistas, marxista – leninistas, falangistas y medio pensionistas se podía militar cada mes en uno distinto sin riesgo de repetir militancia en todo un año. Con razón se llamó a aquello la sopa de siglas y no por nada lo del PP canario parece ya la sopa de candidatos.

Antes de que a José Manuel Soria lo arrastrará el vendaval panameño, el que se movía no salía en la foto. Con Soria enriqueciendo el currículum y el aire fresco circulando por todos los rincones del partido, la máxima de Alfono Guerra se interpreta a la inversa y, así, quien no sale en la foto ahora es el que no se mueve. Fue darse a conocer la fecha del congreso regional y saltar a la arena de los candidatos el ex alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Cardona, al que no han tardado en imitar la diputada tinerfeña Cristina Tavío y Enrique Hernández Bento, hasta hace un año mano derecha de Soria en el ministerio de Industria.

Los tres crecieron políticamente a la sombra de Soria y los tres aspiran a desplazar de la presidencia a Asier Antona, el ungido por Génova para dirigir el partido tras la debacle panameña y al que la dirección nacional sigue apoyando descaradamente, sin importarle gran cosa que haya más candidatos en liza.  Él, mientras, ya se ha ha hecho con el apoyo expreso de alcaldes y otros cargos públicos que, como buenos conservadores, tal vez prefieren lo malo conocido que lo bueno por conocer.
 
Es más, en Madrid, en donde con Rajoy se bastan y sobran per secula seculorum,  empiezan a hacerse cruces ante la inflación de candidatos y a lanzar mensajes a navegantes sobre lo negativo que sería para el partido que todos se mantuvieran en sus trece hasta el congreso. Un punto de razón no le falta a Génova: si el único objetivo de estos tres candidatos es desplazar a Antona más que ofrecer un proyecto de partido verdaderamente alternativo al oficialista, no parece de mucha lógica que no fusionen sus candidaturas.

No hay que descartar que sea eso lo que termine ocurriendo en función de los apoyos que cada uno sea capaz de exhibir y de los cargos orgánicos que esté dispuesto a ceder a sus contrincantes. Hay otro escollo clave para el acuerdo y es el origen territorial de los candidatos, un nuevo sesgo inesperado en el seno de un PP gobernado desde Gran Canaria desde 1991 hasta la marcha de Soria el año pasado. Aunque por obvias razones electorales nadie lo reconoce abiertamente, Cardona y Hernández Bento buscan que ese control no salga de Gran Canaria y Tavío aspira a que lo ejerza a partir de ahora Tenerife.

El control territorial del PP a través del reparto de los cargos orgánicos y procurarse de este modo el mejor puesto de salida para las próximas listas electorales son los asuntos que verdaderamente mueven a unos y a otros cara al congreso de marzo. Eso, y la posibilidad nada despreciable de poder tocar poder autonómico aprovechando la situación de precariedad política en la se encuentra CC en el gobierno regional. 

Así pues, no nos caigamos de un guindo a estas alturas de la historia: a eso y a muy poco más suelen reducirse en la actualidad este y los congresos de los restantes partidos políticos. A partir de ahí, las ponencias ideológicas, sociales o económicas sólo suelen ser literatura, generalmente mala, para quedar bien ante los afiliados y la opinión pública. Todas esas conclusiones y listas de buenas intenciones generalmente se olvidan en cuanto cae el telón y se apagan las luces del escenario. Eso pasaba con Soria y pasará también sin Soria.  

Suena el teléfono y es...Trump

Una feliz conjunción astral hará posible que dos grandes líderes de hemisferio occidental, Donald Trump y Mariano Rajoy, hablen esta noche por teléfono. A hacer posible el histórico momento ha ayudado mucho que Trump se haya tomado el día libre y no tenga previsto construir hoy ningún muro ni prohibir la entrada en Estados Unidos a los ciudadanos de Papúa Nueva Guinea y Madagascar. A Rajoy, por su parte, le ha venido muy bien que el Real Madrid no juegue hoy partido de la Champions, con lo que está dedicando la tarde a pulir la pronunciación del jau ar yu, el ai an Mariano y el ai an veri güell.

Ni la Casa Blanca ni La Moncloa han precisado quién pagará la llamada de larga distancia, aunque sabiendo lo que le preocupa a Rajoy incumplir el déficit es probable que se la intente cargar a Trump. Partiendo de que el inglés de Rajoy es más gestual que oral y de que Trump detesta el idioma español, sería muy conveniente que a uno y a otro lado del hilo telefónico se apostaran sendos intérpretes de probada competencia. Hay que evitar a toda costa cualquier malentendido en la coversación que lleve a Trump a firmar una orden ejecutiva para construir un muro entre Aragón y Cataluña y exigir que lo paguen los canarios.


En todo caso, no hay que ser adivino para saber de qué hablarán esta noche ambos líderes en un encuentro que los libros de Historia señalarán como un hito que marcó un antes y un después en la configuración de unas nuevas relaciones internacionales. De adelantarnos lo esencial del contenido de esa conversación se ha encargado esta misma tarde un feliz Íligo Méndez de Vigo, ministro portavoz de Moncloa, según el cual, Rajoy le va a decir a Trump que “cuente con nosotros” porque “somos dos socios importantes en el mundo” y vivimos en un momento en el que “es importante hablar y dialogar (sic) para buscar acuerdos y buscar soluciones (más sic) que al final sirvan para facilitar la vida a las personas (otro sic)”.

No le pareció suficiente inclinación de cerviz al ministro que remató asegurando que “queremos tener unas buenas relaciones” porque “España juega un papel protagonista en la Unión Europea” (aquí añadan un sic tan grande como quieran). Tengan la seguridad plena de que, efectivamente, el ministro dice la verdad y ese será el tenor de la charleta telefónica de esta noche de Rajoy con Trump. No habrá ni un solo reproche a las barrabasadas del Nerón de la Casa Blanca ni una palabra en defensa de México y de los mexicanos, país del que Rajoy se olvidará convenientemente esta noche a pesar de los lazos históricos y culturales y las relaciones económicas con España.No por nada es Rajoy un experto mundialmente reconocido en ponerse de perfil cuando hay tormenta hasta conseguir pasar completamente desapercibido. 

Eso es exactamente lo que ha venido haciendo desde que Trump llegó a la Casa Blanca y empezó a tomar decisiones que han alarmado a medio mundo menos al impertérrito presidente español. Ni siquiera ha seguido en esta ocasión a su admirada Angela Merkel, la única líder europea que junto a Hollande – aunque éste ya ha hecho las maletas - se ha atrevido a elevar el tono por las locuras de Trump. De otra cosa también podemos estar seguros: Trump no le colgará el teléfono a Rajoy como hizo hace unos días con el primer ministro australiano. Eso sí, corre un serio riesgo de quedarse dormido ante tanto arrullo sobre buenas relaciones bilaterales como tendrá que escuchar esta noche.  

Más de lo mismo

 Artur Mas no ha ido hoy a un juicio, ha ido a un mitin. En su cuidada puesta en escena con miles de entregados simpatizantes, no ha faltado siquiera el retraso de treinta minutos para hacer rabiar a los jueces y al fiscal al que luego ni se dignó contestar. Si acaso se ha echado en falta un telonero que fuera caldeando el ambiente entre las masas para la aparición en escena del ídolo caído por la causa del derecho a decidir. Ya ante el tribunal ha dicho Mas que cuando convocó el referéndum soberanista del 9 de noviembre de 2014 sólo pretendía satisfacer las ansias de democracia de un pueblo que a lo único que aspira es a pronunciarse en las urnas. En absoluto estaba en su cabeza desobedecer las leyes ni saltarse la Constitución a la torera, como sostiene el antidemocrático estado español que sojuzga los sagrados derechos del pueblo catalán.

Es más, si tan ilegal era la convocatoria, sostiene Mas, el Constitucional debería haberle advertido doscientas cuarenta y cinco veces de que no siguiera adelante con los faroles. Y si con eso no hubiera bastado, el alto tribunal tendría que haberle apercibido a continuación un mínimo de quienientas ochenta y seis veces de que estaba jugando con fuego y podría terminar sentado en el banquillo de los acusados por prevaricación y desobediencia. Pero como el Constitucional se limitó a enviar una simple providencia anulando la consulta él no consideró que con aquello fuera suficiente y dejó hacer a los “voluntarios”, eso sí, asumiendo él toda la responsabilidad como corresponde a un líder tocado por la Provindencia y con una misión histórica que encarnar.


Sencillamente, nada de lo que ha aducido hoy Mas en su defensa cuela ya a estas alturas y ni siquiera vale la pena rebatir las excusas de alguien que pretende ahora hacerse pasar por víctima de su propia insensatez política. Si de alguien o de algo es víctima el ex presidente catalán no es en ningún caso de la Constitución de un estado democrático a la que, como máximo responsable político de una comunidad que forma parte del mismo, debía absoluto respeto. Si quiere culpar a alguien puede empezar por él mismo y su irresponsable deriva hacia ninguna parte en la que, presa de sus intereses políticos personales, ha embarcado con mentiras, medias verdades e ilegalidades a una parte considerable de la sociedad catalana.  Él y quienes como él consideran que la legalidad democrática es un molesto estorbo que hay que saltarse para imponer tus ideas incluso a quienes no las comparten, son los responsables, que no las víctimas, de esta situación.

Ahora bien, el juicio contra Mas que ha empezado hoy en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña es también la constatación más evidente del fracaso de la política entendida como el arte del diálogo y el acuerdo incluso a partir de posiciones diametralmente opuestas. Zapatero la pifió prometiendo a los nacionalistas catalanes que el Congreso aprobaría la reforma estatutaria que enviara el Parlament, algo que luego no cumplió porque la reforma fue reformada en Madrid.Después la pifió el PP recurriéndolo ante el Constitucional y éste la pifió a su vez afeitándolo de tal modo que lo dejó materialmente irreconocible en una sentencia que caldeó aún más los ánimos nacionalistas. Así, cuestiones que debieron haberse resuelto por la vía política se judicializaron y de aquellos lodos vienen estos fangos. Después llegó el PP a La Moncloa y Rajoy consideró – y sigue considerando – como única alternativa al problema catalán la vía judicial antes que la política. Y así seguimos, sin salida a la vista y con más de lo mismo.  

Paro: basta de cuentos

Hasta un experto en la cría de caracoles no tardaría en caer en la cuenta de que las cifras macroeconómicas canarias no encajan. En un año en el que visitaron las islas 15 millones de turistas y la economía creció casi el 4%, no es de recibo que el paro sólo se redujera en apenas 23.000 personas según la última Encuesta de Población Activa. Durante la crisis, gobierno y empresarios nos vendieron la especie de que no se crearía empleo en cantidad hasta que el crecimiento del Producto Interior Bruto no fuera superior al 2%. Ahora que el aumento del PIB casi duplica esa cifra, me pregunto si era a esa cantidad a la que se referían. Y si hablamos de calidad, lo que encontramos es temporalidad y precariedad y si no le gusta lo que le ofrecemos, apártese y deje sitio que hay una larga fila de 231.000 personas esperando en la cola del paro. Más de la mitad de ellas ni siquiera recibe ya prestación alguna por su condición de parados y trampean como pueden en la boyante economía sumergida.

Si uno se toma la molestia de preguntar a gobierno y a empresarios sólo escuchará excusas para justificar que crecimiento económico y empleo no vayan de la mano, como sería de esperar. El Gobierno acude raudo a la vieja explicación de lo poco diversificada que está nuestra economía, un mantra que tengo la sensación de llevar escuchando desde que estaba en el vientre de mi madre. Décadas después seguimos tirando con el monocultivo turístico y rezando para que Turquía, Túnez o Egipto no levanten cabeza y así poder seguir usufructuando sus turistas por tiempo indefinido. Pensar que con los 1.600 millones de euros del tormentoso Fondo de Desarrollo de Canarias se va a cambiar el modelo económico de las islas es muy poco realista. En cuanto a orientar nuestra economía hacia la investigación y las nuevas tecnologías no hay un solo elemento que apunte en esa dirección más allá de buenas intenciones pero escasos presupuestos.

Si la pregunta se dirige a los empresarios, sus excusas para explicar que crecimiento y empleo no concuerden es también la clásica y manida de siempre: demasiadas normas y demasiada burocracia. La reforma laboral no les parece suficiente y piden más sangre y la legislación siempre les resulta excesiva y engorrosa si no les permite hacer de su capa un sayo. Desregulación, impuestos bajos y subvenciones públicas constituyen los ejes estratégicos de buena parte de una clase empresarial cuyo esfuerzo en favor del bienestar general es manifiestamente mejorable.

Si la pregunta de por qué el sector turístico no crea más empleo se dirige a los hoteleros, su explicación es también de manual: ya crea todo el que puede y no cabe que se les pida un mayor esfuerzo. Cuando se les recuerda que los precios hoteleros han ido al alza en el último año, dicen que se están resarciendo de los años de vacas flacas de la crisis, obviando que Canarias lleva cuatro años consecutivos batiendo todos los registros en la llegada de turistas sin que eso quiera decir que los anteriores fueran calamitosos.  

Queda una última explicación para la falta de concordancia entre crecimiento económico y paro y es la que aportan los sindicatos y no pocos economistas. A todas luces es la más probable y consiste, en lo esencial, en que la mayor parte de esa riqueza creciente que produce la actividad económica en las islas se la está quedando una minoría a la que, aún así, le parece un gran logro que en Canarias “sólo” tengamos el 25% de paro. De manera que si algún día, puede que en un remotísimo futuro, nos situamos por debajo del 10%  habrá que erigirles monumentos y rotular calles con sus nombres y al gobierno  declararlo vitalicio.  

Niños sin infancia

Escribo hoy en primera persona: no sé cómo hubiera reaccionado si mis padres se hubieran aprovechado de mi infancia para exhibirme como atracción de feria en competiciones con los de mi edad. De lo que sí estoy convencido es de que eso no hubiera añadido un minuto de felicidad a mi infancia, la etapa más feliz de la existencia humana y que más atención y cuidados merece. En cambio, se deslomaron y sacrificaron económicamente para que me procurara una vida menos dura que la que tuvieron ellos y me enseñaron, por encima de todo, una lección que no se compra ni se paga con todo el dinero del mundo: dignidad y autoestima.

Sospecho que a los oídos de muchos padres actuales esos valores suenan como si procedieran de una lejana galaxia ya desaparecida. No puedo evitar sentir una aversión instintiva por quienes, para satisfacer la vanidad que les proporciona un efímero minuto de fama televisiva, someten a sus hijos a concursos absurdos en los que los pequeños se ven obligados a actuar como máquinas de competición. Cocinan platos imposibles a las órdenes de cocineros que actuan como sargentos o hacen gorgoritos que valoran personajes sin arte ni oficio que se presentan como el sumun del conocimiento musical. Todo a mayor gloria de canales de televisión y anunciantes a los que los padres les entregan a sus hijos para que hagan con ellos caja y repartan beneficios.


No niego que los niños también se lo puedan pasar bien en esos espectáculos televisivos en los que, en todo caso, la decisión de participar no suele ser de ellos sino de unos padres más preocupados de su propia autoestima que de la de sus hijos, por mucho que se escuden en los deseos de ellos para justificar los suyos. Con ese fin, los someten a una presión ambiental para la que no tienen aguante y los exponen a consecuencias psicológicas indeseables si pierden e incluso si ganan en esos penosos concursos.

La mala costumbre de convertir a los niños en una suerte de mascotas de las que presumir ante los demás se ha extendido también a los carnavales canarios que, en su degeneración interminable, se han poblado de concursos de todo tipo entre los que no podían faltar las ineludibles reinas infantiles. A propósito de ese tipo de certámenes, una familia de Lanzarote no ha tenido empacho alguno en que un autodenominado diseñador disfrazara a su hija como bailarina de un cabaré nocturno. La denuncia de una asociación de mujeres atizó la polémica en las redes y tanto el diseñador como los padres han  decidido retirar el cartel con la inapropiada imagen de la pequeña.

No obstante, el revuelo provocado por este asunto tiene un punto de hipocresía social que no se puede olvidar:¿cuántas de las personas que han criticado a los padres de la menor de Lanzarote se repatingan todas las semanas ante la tele para ver esos lamentables concursos de niños cocineros o cantantes con padres llorando y babeando de emoción? Tenemos la inmensa fortuna de disponer de medios materiales y humanos más que suficientes para garantizar a los niños la infancia feliz y las oportunidades de las que muy pocos pudieron disfrutar en mi generación si no era gracias el esfuerzo titánico de padres como los míos.  Sin embargo, tenía algo esa generación que por desgracia parece haberse perdido en el barullo de la modernidad mal entendida: valores sólidos a los que atenerse y respetar y a los que cada vez se hace más urgente volver.   

Entre britos y pitas

El pacto que gobierna actualmente en el cabildo de Gran Canaria nació con fórceps y puede acabar autoestrangulado por una de sus tres partes contratantes, la que representa Podemos. Con sólo cuatro consejeros, en estos momentos hay al menos tres posiciones distintas sobre lo que debe pasar a raíz de que uno de ellos, el vicepresidente segundo Juan Manuel Brito, fuera expulsado del partido. Así, tenemos la fracción partidaria de que se le envíe a las tinieblas de los no adscritos, a la que lo apoya y al propio Brito que no ve inconveniente en seguir siendo miembro del gobierno insular. Todo un récord de posiciones para una fuerza política que prometió a los ciudadanos que no actuaría como los partidos de la casta y que sólo se pelearía por el interés general y no por los sillones.

El pacto nació forzado porque la dirección de Podemos nunca aceptó de buen grado que Brito ganara las primarias como candidato al cabildo. A partir de ahí se le ha sometido a un marcaje inmisericorde en el que no han faltado denuncias judiciales por hechos muy graves que han terminado archivadas, acusaciones de nepotismo y, lo penúltimo, que amañó las primarias para hacerse con la candidatura. A la vista de que ninguno de esos intentos ha conseguido que renunciara al acta, el argumento para expulsarlo de Podemos ha venido a ser que Brito se ha convertido en una suerte de verso libre que desoye las directrices políticas del partido por el que se presentó a las elecciones.


Brito y su entorno, sin embargo, tampoco han permanecido pasivos ante las andanadas que han recibido periódicamente durante estos casi dos años de mandato. Amén de contraatacar con otra acusación de amaño electoral en primarias a la secretaria general Mery Pita, ha propiciado el desembarco en Gran Canaria de una formación como Sí Se Puede, de la que Podemos recela como del fuego a pesar de que compartieron cartel electoral en varias instituciones de Tenerife. Una vez fuera de Podemos, la dirección le pide a Brito que entregue el acta y, en su defecto, al presidente Antonio Morales que lo destituya de sus responsabilidades y lo envíe al grupo de los no adscritos.

A Morales, al que el pacto con Podemos no le ha acarreado más que disgustos y sinsabores, le ha caído en las manos una de esas papas calientes de las que los políticos buscan librarse a toda costa. Para ello le ha pasado la responsabilidad a unos servicios jurídicos que, si aplican la ley correctamente, sólo pueden darle la razón a Podemos y dictaminar que Brito tiene que convertirse en no adscrito. No me cabe duda de que Morales lo sabe y lo que no entiendo es por qué – por mucho que le pese – se sigue escudando detrás de los abogados y no adopta ya una decisión que más pronto o más tarde será ineludible. A partir de ahí, será su responsabilidad política que Brito conserve sus actuales tareas de gobierno sin retribución de ningún tipo, tal y como establece la norma para los cargos publicos expulsados del partido por el que concurrieron a las elecciones.

Si se toman la molestia de recapitular lo dicho hasta hora, notarán que ni por un momento las razones para este rebumbio político están relacionadas con la gestión de los intereses generales por parte de Brito. Ni siquiera la dirección de Podemos la ha cuestionado y mucho menos Nueva Canarias y el PSOE, las otras dos partes contratantes. Sólo la oposición, pero es de suyo y casi no cuenta. De manera que lo que se ventila aquí no es una discrepancia sobre la gestión de Brito sino un enfrentamiento personal y político en el que, a punto de llegar al ecuador del mandato, el interés general de los grancanarios sigue relegado a un muy segundo plano.  

Sánchez contra los malos

No creo que haya nada legal que objetar a que Pedro Sánchez quiera volver a por sus pistolas a Ferraz y expulsar a los mercaderes de votos del templo del socialismo patrio. Si está al día con las cuotas y consigue los avales que se requieren – lo que como el valor en la mili se le supone – es muy legítimo que intente recuperar lo que con pérfidas artes le arrebataron los malos en el borrascoso comité federal del aciago 1 de octubre. Las únicas objeciones que veo a que Sánchez viva unos días en una guagua – vulgo autobús - como Miguel Ríos son de carácter político.

La primera tiene que ver con un dilema que me reconcome: ¿es el PSOE el que necesita a Sánchez o es justo al revés? Después de darle vueltas creo que al PSOE sin Sánchez también le puede ir tan ricamente y hasta ganar unas próximas elecciones y volver a gobernar, aunque no me pregunten cuándo ocurrirá tal cosa que tampoco soy Rappel. Por el contrario, con Sánchez al frente de la aún muy maltrecha nave socialista esas posibilidades me temo que se reducirían considerablemente. A los hechos me remito y a los resultados que con Sánchez al frente obtuvo el PSOE en diciembre de 2015, empeorados brillantemente seis meses después en junio de 2016.


La cuestión, por tanto, es por qué quiere Sánchez volver a tener mando en Ferraz de donde salió tan mal parado. Creo que precisamente porque necesita como respirar sacarse de entre los homoplatos el puñal que le clavaron los barones cuando se empecinó en poner el partido a los pies de Podemos y de los independentistas con el objetivo de poder mudarse de Ferraz a La Moncloa. Sé que este análisis no gusta ni es compartido por quienes aún siguen defendiendo la tesis de la conspiración baronil para regalarle todo el poder a la derecha y al gran capital. Todos mis respetos para una interpretación que, más allá de ser cierta o figurada, al menos evitó unas terceras elecciones en las que el PSOE de Sánchez podía haberse convertido en la primera fuerza del grupo mixto, dicho sea con un punto de exageración.

La segunda objeción política a su candidatura anunciada urbi et orbi el sábado en los predios de Susana Díaz, es que de todo aquello que pasó el año pasado y de lo que él fue triste protagonista,  parece que se ha olvidado por completo el aguerrido Sánchez. Ni una frase de autocrítica ni un lo siento ni un me equivoqué en esto o en lo otro, sólo arenga a los militantes en los que fía la recuperación del poder en el PSOE y amnesia absoluta de su responsabilidad en la esperpéntica situación política que sufrimos los españoles hasta el otro día.

Olvida, no obstante, que contar con el apoyo de los militantes o al menos de una parte significativa de ellos no equivale necesariamente a contar también con el respaldo de los electores. Pero, sobre todo, inicia su nueva batalla en busca del tiempo perdido generando más división que adhesión en el seno de un PSOE que él contribuyó a dejar partido en dos y esa es siempre una pésima manera de intentar volver.

Dicho todo lo cual y para terminar me queda una tercera objeción política: su proyecto, al menos el que mostró el otro día en Sevilla, cabe en un tuit y sobra la mitad de los caracteres. Aunque, por desgracia, esa es una objeción que podemos hacer extensible a su contrincante Patxi López y a muchos otros políticos actuales. Sólo que en el caso de Sánchez va a necesitar algo más que unos cuantos tuits ingeniosos para acabar con los malos.   

En defensa de México

Es evidente que el de México no es el gobierno más democrático del mundo ni el menos corrupto. La lacra de la violencia es pavorosa, las desigualdades sociales son brutales, el narcotráfico hace estragos y la impunidad es elevadísima. Todo eso es cierto si nos atenemos a las noticias que llegan desde un país con el que Canarias mantiene curiosos lazos sentimentales. No creo que haya en ningún otro sitio a este lado del Atlántico la pasión que hay en Canarias por los corridos, las rancheras y los boleros arrancherados, por no mencionar las telenovelas. Mi generación y la precedente se conocen de memoria el repertorio de José Alfredo Jiménez, Miguel Aceves Mejías, Jorge Negrete, Antonio Aguilar, Vicente Fernández, Javier Solis, Los Panchos, Los Alegres de Terán, Chavela Vargas y otros muchos que aprendimos a amar y a escuchar a través de la radio en programas como La Ronda o Discos Dedicados y colectivamente con los viejos pick ups en discos rayados de tanto uso.

El país del que se compadecía Benito Juárez por estar tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos, ha dado al mundo nombres de la grandeza de Carlos Fuentes, Octavio Paz, Diego Rivera, Siqueiros, Cantinflas, Dolores del Río, Maria Félix o Pedro Armendáriz, cada cual maestro en lo suyo. De México eran Zapata y Pancho Villa, desarrapados líderes campesinos que, más de un siglo después de transitar por este mundo, aún se siguen evocando a través del cine o en los corridos populares de la Revolución Mexicana que muchos hemos cantado en incontables ocasiones.


La lista sería interminable aunque en todos esos nombres hay resonancias cercanas y fisonomías familiares que nos hacen sentirlos como parte de nosotros por encima de la distancia histórica y física. Por razones sentimentales y por razones culturales pero también por razones políticas y morales, en esta hora en la que México es víctima de los insultos y bravatas del patán que se sienta en la Casa Blanca desde hace unos días, debemos alzar la voz en defensa de México. No hablo del Gobierno sino de la dignidad de los mexicanos como pueblo frente al desprecio del prepotente nuevo presidente de los Estados Unidos y sus proyectos para construir un muro fronterizo y cargarle el coste al país vecino.

En este momento en el que ese energúmeno pretende humillar a los mexicanos, sobran las razones para defender a ese país hermano al que le deben la protección y la vida los cerca de 25.000 españoles que huyendo de la cruenta Guerra Civil encontraron en él refugio, paz y futuro gracias a la generosidad del presidente Lázaro Cárdenas. Entonces los refugiados eramos los españoles y, de no haber sido por países como México o Argentina, la suerte de muchos de aquellos compatriotas exiliados forzosos hubiera sido mucho más dramática.

Por desgracia, de quien no podemos esperar absolutamente ningún gesto por tibio que sea a favor de México y de los mexicanos es del rey y del Gobierno español. Uno y otro han dejado al descubierto la vacuidad de sus grandilocuentes discursos sobre fraternidad y colaboración entre ambos pueblos. Me avergüenza que al rey sólo le preocupe mantener las “excelentes relaciones” entre Estados Unidos y España y no tenga en estos momentos una sola palabra de apoyo y respaldo para los mexicanos a los que suele adular en sus viajes oficiales a aquel país.

Y qué decir de un presidente como Rajoy quien, a pesar de los intereses españoles en México, ha tenido la ocurrencia de “desearle mucho éxito a Trump”. Apena y duele la  indiferencia y la ingratitud ante lo que México ha significado para España y para los españoles. Parafraseando una de aquellas viejas rancheras, probablemente ya de ellos nos hemos olvidado pero los mexicanos por nosotros seguirán esperando. No dejemos que sea en vano.

Rajoy no presentará el tiempo

Rajoy no será el nuevo hombre del tiempo. Así lo asegura un comunicado urgente de La Moncloa que desmiente las informaciones publicadas hoy por varios medios digitales en ese sentido. La nota también sale al paso de los múltiples comentarios en las redes sociales en los que se asegura que el contrato obligaría al presidente  a afeitarse y ponerse lentillas para salir por las teles de plasma informando de las idas y venidas de las casquivanas isobaras. Según Moncloa, el presidente tampoco tiene entre los asuntos de su agenda política hacer tales cosas.

Algunas fuentes consultadas sospechan que la confusión puede deberse a que el presidente tiene el mismo nombre de pila que Mariano Medina, el hombre del tiempo que informaba en blanco y negro con una tiza cuando España sufría una “pertinaz sequía” y el de Ferrol inauguraba un pantano nuevo cada día y fiestas de guardar. Mis investigaciones me dicen que la causa del lío es otra. Es un hecho objetivo que Rajoy se apareció esta mañana en un estudio de radio vestido de chamán de la tribu de los hispanos. Tocando un tambor y agitando una calabaza conjuró al dios de la lluvia y, convencido de la fuerza irresistible de su magia, proclamó que tiene que llover a cántaros.


Va a entrar un pedazo de borrasca por Finisterre que va a enchumbar toda España e islas adyacentes, las presas van a rebosar y fabricar electricidad con energía hidráulica va a estar tan tirado de precio que estoy pensando poner un tiovivo en casa. Viene muy a propósito este sortilegio del gran jefe de la tribu de los hispanos en un momento en el que los indígenas y asimilados no consiguen sacar los dedos del enchufe. Desde que cambiamos las hogueras, los faroles y las velas El Elefante por los bombillos, hay que levantarse a las tres de la madrugada para poner la lavadora, cenar comida fría y caminar a tientas en cuanto cae la noche. No tomar esas precauciones puede conducir a que la factura mensual de la luz nos salga más cara que cenar en Maxim’s de París y vestirnos en Armani cada día.

El anuncio de que el chaparrón que se avecina despejará cualquier veleidad tarifaria de las compañías que nos sangran la cartera para engordar las de sus directivos y accionistas, ha sido acogido con el lógico alborozo por parte de los afectados. La situación era tan apurada que en pueblos y villas se habían empezado  a organizar rogativas y procesiones con el santo patrón implorando ¡agüita, agüita que la rama está sequita!.

El único que no debe estar muy contento es el joven ayudante que el Gran Chamán Rajoy designó para el negociado de calambres y tarifazos. Se llama Álvaro Nadal y para hoy mismo tenía previsto comparecer ante la asamblea de los representantes de la tribu para explicar por qué los precios de la electricidad viajan en globo ascendente y contar qué piensa hacer para que baje algún día o al menos alguna vez. Obviamente, después de que su jefe implorara esta mañana al dios de la lluvia y dijera que no es necesario hacer nada más  para que descienda, el tal Nadal se podría haber ahorrado el viaje y a nosotros el dinero.

En todo caso es un daño colateral sin importancia, compensado con creces por el nublado que se avecina y que todos celebraremos bailando la danza de las cosechas a la luz de las hogueras y dando vueltas en torno al tótem del Gran Chamán. La única pena es que no quiera ser el hombre del tiempo, con lo que eso ayudaría a la tranquilidad y a la economía de los indígenas. 

Lo suyo es puro teatro

Les garantizo que seguir el día a día de la actividad política en Canarias no es nada saludable. Con el tiempo se termina padeciendo narcolepsia, ataques irrefrenables de bostezos y arrepentimiento de no haberle hecho caso a nuestras madres cuando, en su inmensa sabiduría,  nos insistían para que de mayores fuéramos personas de provecho. Poco provecho se puede obtener de una clase política generalmente proclive al postureo y a decir una cosa y la contraria sin ponerse colorada. Cuando, como en estos días, la situación se complica porque no hay mayoría parlamentaria que sustente al gobierno de turno, las posiciones de unos y de otros se llenan de dobleces y ambigüedades en un juego más bien ridículo que aburre a las piedras.

El que más y el que menos juega a Maquiavelo, anuncia lo contrario de lo que en realidad le gustaría hacer y dice hoy lo opuesto a lo que pregonó ayer. Desde antes incluso de la ruptura del acuerdo de gobierno entre CC y el PSOE estamos asistiendo en Canarias a un teatrillo político de medio pelo que por dignidad y respeto a los ciudadanos debería concluir de una santa vez en algún tipo de desenlace, el que sea, pero concluir. Si el PP quiere entrar en el Gobierno – no me cabe duda alguna de que eso es lo que quiere - que deje de marear ya la perdiz presentándose como la damisela delicada que a todos aparenta ofrecer su mano.

Sabemos hace tiempo que esa mano ya está comprometida y que ahora sólo falta saber si quien está dispuesto a recoger “el guante” se las arregla sólo con la mano o acepta el codo también. Que aparque CC el sonsonete del diálogo con todas las fuerzas políticas cuando a nadie se le puede ocultar a estas altuas que ese diálogo se va a circunscribir al PP y a la Agrupación Socialista Gomera, que se frota las manos ante el provecho que puede obtener de esta situación. Y en cuanto a lo de reeditar el pacto con el PSOE, quienes defienden esa opción deberían leer El Quijote y acórdarse de lo de las segundas partes que, si nunca fueron buenas, en este caso podrían ser simplemente má penosa que la primera, que ya es decir.

Los socialistas, por su parte, actúan estos días literalmente como pollos sin cabeza. Por las islas acaba de pasar un miembro de la gestora que ha venido a decir el lunes que el PSOE “no contempla” un gobierno con el PP en Canarias para pasar a anunciar el martes que va a iniciar una ronda de contactos con los partidos de la oposición “para buscar un cambio político”. ¿Saben con cuál de esos partidos se van a sentar en primer lugar los socialistas? Premio: con el PP. En paralelo, en La Laguna dos de los cinco concejales del PSOE se han sumado por su cuenta y riesgo a un intento de moción de censura de cuyo fracaso son perfectamente conscientes si no tiene el respaldo de los otros tres. Claro que, en realidad, el objetivo era meterle el dedo en el ojo al portavoz de la gestora que había recalado por Canarias y enviar un mensaje crítico a la otra gestora que gobierna de aquella manera el partido en las islas. Eso sí, a gestoras no hay quien le saque ventaja al PSOE en estos momentos.  

Completan el reparto de esta suerte de ópera bufa NC y Podemos que, junto al PSOE, ya no saben cómo ponerse para exigir del presidente una cuestión de confianza y no dudan en calificarlo de ilegítimo como si las actas de los diputados que lo apoyan se las hubieran sacado en una bolsa de pipas y como si no se pudiera gobernar en minoría con apoyos puntuales. Pretenden así sin conseguirlo ocultar su impotencia para convencer al PP de que se sume a una moción de censura sin poner condiciones que, en la práctica, la hagan inviable. 

Y en medio de tanto devaneo político, un lamentable y desagradable episodio de filtraciones interesadas desde el Gobierno y desde el PSOE a propósito de la sanidad pública, olvidando unos y otros que nuestras madres nos enseñaron a no jugar ni con las cosas de comer ni con las de curar. ¿Es mucho pedir que se aclaren de una vez, aparquen la ambigüedad y se pongan todos, gobierno y oposición, a la tarea para la que fueron elegidos? ¿No fue acaso suficiente con el insufrible culebrón del cascado pacto en cascada? Por desgracia me temo que sí, que es mucho pedir.  

Trump y cierra América

Me he tomado un par de días para digerir el acontecimiento del que medio mundo estuvo pendiente el viernes, la toma de posesión de Donald Trump. Aunque el asunto se podía haber despachado sobre la marcha, preferí seguir las reacciones que suscitó y que aún sigue provocando. Una vez más me ha vuelto  a sorprender el despliegue mediático para algo que, bien mirado, no daba ni para un suelto en una esquina de no ser quien es el personaje. De nuevo, tal y como ocurrió después de las elecciones del 8 de noviembre, se han dedicado horas y horas de radio y televisión, toneladas de páginas en internet y kilómetros de papel periódico a glosar un discurso de 15 minutos en el que Trump hizo y dijo lo que esperaban que dijera e hicieran sus seguidores y sus detractores: el burro.

¿Qué es lo que cabía esperar de ese discurso de toma de posesión: que se llevara la guitarra y se arrancara con una de Bob Dylan? ¿Que citara a George Washington y recitara un poema de Walt Whitman? No nos engañemos, lo único que podía esperarse de un sujeto como este era que encadenara todos los lemas de su campaña para convertir su coronación como emperador en un nuevo mitin electoral. Aunque no he estudiado los discursos de la toma de posesión de los 44 presidentes anteriores, me atrevería a jurar que el suyo merece figurar en el primer puesto de la ramplonería, el populismo y el chovinismo americanista más nauseabundo.

Ahora bien, que su toma de posesión no diera para tanto como se ha hablado y aún se habla y escribe de ella, no significa que haya que perder de vista al individuo que ya tiene en sus manos el poder ejecutivo de la primera potencia mundial. Al contrario, es realmente a partir de ahora cuando toca vigilar de cerca todos sus pasos, sus palabras y sus acciones. Es ahora cuando se empezará a saber si se propone cumplir de verdad sus peligrosas payasadas o los contrapoderes de la democracia estadounidense son capaces de pararle los pies antes de que cometa una barrabasada.


Por lo pronto, en su primer día en el despacho oval de la Casa Blanca ya ha iniciado la escabechina de acuerdos comerciales como el Transpacífico, que afecta a un total de 11 países, y ha dado el primer paso para revisar los acuerdos con México y Canadá. Puede que no tarde mucho en ordenar el inicio de las obras del que parece ser su sueño dorado: la construcción de un muro a lo largo de la frontera sur del país para detener la inmigración que entra en Estados Unidos a través de México y encima pasarle la factura a los mexicanos.

Y así, un largo suma y sigue de disparatadas propuestas que, de un lado, parecen querer convertir al país en un fortín inexpugnable ante todo lo que llegue de fuera, sean bienes, servicios o personas, y de otro retornar a los peores tiempos del unilateralismo en la política exterior en la que Rusia, la enemiga histórica, parece haber adquirido ahora el estatus de aliado privilegiado en detrimento de Europa Occidental. Además del aumento de la inestabilidad internacional que puede provocar sus medidas y de las feas repercusiones económicas  de una vuelta a las guerras comerciales del pasado, el acceso de este individuo al poder es también motivo de proecupación porque supone un acicate para los movimientos populistas, xenófobos y racistas que pululan en varios países europeos.

Estas fuerzas, que en lugares como Francia, Alemania u Holanda escalan puestos en los sondeos electorales, engordan al calor de las consecuencias de una crisis económica, social y política ante la que liberales y socialdemócratas sólo han sabido reaccionar con ajustes fiscales y recortes del estado del bienestar. Es precisamente el auge del populismo, la xenofobia y el racismo a ambos lados del Atlántico lo que ensombrece un futuro ya de por sí lleno de incertidumbres que ahora se agravan más si cabe. Por encima de su discurso repulsivo, lo que preocupa es que la primera potencia mundial esté desde el viernes en manos de un energúmeno con poder para poner al mundo al borde del precipicio.