Cambalache

Hoy no me apetece escribir.....este tango inmortal es más elocuente que cualquier cosa que uno pueda decir. Sólo hay que cambiar el siglo XX  por el XXI y Argentina por España a fecha 9 de febrero de 2012.....




El yunque griego

Sigue la llamada "troika" (UE, FMI y BCE) machacando sobre las espaldas de los griegos con más ajustes y recortes a cambio de un segundo rescate del país heleno. Siguen los griegos en las calles diciendo "no" y los sindicatos convocando huelgas generales. 

De nada sirven porque nada hace cambiar de idea a esos señores que vemos en los telediarios entrando y saliendo de noche del ministerio griego de finanzas como si ocultaran algo. Tal vez su incompetencia para resolver la crisis de un país que apenas representa el 2% del Producto Interior Bruto de la Unión Europea; o su incapacidad para reconocer que sus medidas no pueden sino hundir más en el abismo a los griegos. 

No digo que las cosas se hayan hecho bien en Grecia ni que los griegos no hayan vivido pensando que es posible atar los perros con longanizas. Corríjanse por tanto los desmanes, impónganse sanciones, exíjase más austeridad y racionalidad en el gasto público, pero no se someta al enfermo a una cura que sólo puede abocarle al desastre social y económico.  

El Gobierno de concentración nacional – socialdemócratas, conservadores y ultraderecha (curioso totum revolutum) – lleva horas intentando decidir si acepta las draconianas medidas que le imponen los mercados para soltarles a cambio el dinero de un segundo rescate. El primer ministro – un banquero metido a político – ha amagado con dimitir y no ha descartado incluso sacar al país de la zona euro y volver al milenario dracma. 

Me malicio que no ocurrirá tal cosa: ¿cómo cobrarían entonces los bancos alemanes y franceses que ya han aceptado perder la mitad del dinero invertido en deuda griega y que de ese modo lo perderían todo?  Se trata más bien de ejemplarizar en las espaldas de los griegos, usadas a modo de yunque, lo que les puede pasar a irlandeses, portugueses, italianos y españoles si no son obedientes y no cumplen con el dictado de los mercados y los dogmas neoliberales en boga.  Ese y no otro es el verdadero contagio que se quiere evitar y parece claro que lo están consiguiendo.   

Siempre nos quedará París


Ya se sabe que los franceses son muy suyos,  perdón por el tópico, pero a ellos hay que reconocerles, por ejemplo, ser los protagonistas de la primera gran revolución de la historia moderna, de cuyos valores aún seguimos viviendo (aunque cada vez menos, la verdad). 

Ahora, todas las encuestas coinciden en que el candidato socialista a la presidencia de la República, Francois Hollande, le saca 8 puntos de ventaja para las presidenciales de mayo a Nicolás Sarkozy, ese señor bajito al que vemos un día sí y otro también colgado del brazo de la canciller alemana Angela Merkel, que lo usa a modo de bolso con el que darnos en todos los morros del déficit a machamartillo.

Cuando la socialdemocracia europea se retira meditabunda y cabizbaja a sus cuarteles de invierno a rumiar sus sucesivas derrotas electorales (véase el caso de España), Hollande saca pecho y se atreve a decir "no" a lo que el resto de sus correligionarios europeos sólo han dicho "sí frau Merkel". El candidato socialista está basando su campaña electoral en advertir de que si llega al Elíseo renegociará ese acuerdo de hierro que obliga por ley a los países miembros de la Unión Europea a establecer un tope de déficit no superior al 0,5% del producto interior bruto. Promete renegociar ese tratado para que pueda ser votado en el Parlamento Europea (que para algo se supone que fue elegido) e implementar medidas de crecimiento económico y creación de empleo. 

No sabemos aún con qué argumentos contraatacará Sarkozy que, para empezar ya se ha ganado el apoyo (como no podía ser de otra manera) de la señora Thatcher germana. También se le ha oído decir que las propuestas de su contrincante socialista restan credibilidad a la palabra dada por Francia ante sus socios comunitarios (aunque quiso decir ante Alemania). Veremos qué ocurre en las presidenciales de mayo y sabremos si son los franceses los que nos libran de esta política monocorde y suicida de ajustes y recortes que se ha implantado en la Unión Europea como un mantra irrefutable. Confiemos en que siempre nos quede París