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Europa respira...de momento

Un profundo suspiro de alivio se ha dejado sentir este domingo en prácticamente todas las capitales europeas al conocer que Enmanuel Macron seguirá siendo el inquilino del Elíseo cinco años más tras vencer a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Su triunfo frena por ahora el ascenso de la ultraderecha y evita que el país que en estos momentos lidera la UE pase a manos de alguien que estaría encantada de dinamitarla desde dentro. Sin embargo, estaría bien evitar la autocomplacencia y contener la respiración un par de meses más hasta saber qué suerte correrá el reelegido presidente en las legislativas a dos vueltas previstas para el 12 y el 19 de junio.

Tercera vuelta en junio

Bien mirado, esa próxima cita electoral de los franceses con las urnas se ve ya como una tercera vuelta que, en función del resultado, puede facilitar o complicar seriamente los planes de Macron. No le bastará entonces con invocar el voto de tirios y troyanos frente a la ultraderecha como en las presidenciales, sino defender la plaza con sus propias fuerzas frente a los populismos de extrema izquierda y extrema derecha que ya le echan el aliento electoral en el cogote y a los que un elevado porcentaje de franceses ha dejado de considerar anatema votar. De hecho, unidos superan a Macron con creces después de la debacle de los partidos tradicionales en la primera vuelta, un dato que convendría no pasar por alto.

A bote pronto cabe pensar que después de vencer en las presidenciales las legislativas de junio no deberían arrojar un resultado diferente para Macron. Sin embargo, una vez más conviene no confiarse y analizar con espíritu autocrítico algunos datos muy relevantes del clima político que reina en el país vecino, expresado con claridad en las dos vueltas presidenciales. El primero tiene que ver con la abstención: trece millones de franceses, cerca del 30% del censo, decidieron este domingo no votar, un nivel de abstención que no se registraba en Francia desde hacía medio siglo. Parece evidente que para uno de cada tres franceses ni Macron ni Le Pen han sido capaces de generar la suficiente confianza en ellos como para votar a alguno de los dos.

"Le Pen ha mejorado sus resultados en 2,5 millones de votos a pesar de la abstención"

Sería a todas luces excesivo calificar de pírrica la victoria de Macron sobre Le Pen, aunque es evidente que ha ganado sin convencer a una parte muy importante del electorado. La holgura con la que superó a Le Pen en 2017 se ha reducido considerablemente en 2022. Si hace cinco años Macron obtuvo el 66% de los votos frente al 34% que fueron para Le Pen, en la cita del último domingo la diferencia se redujo al pasar a un 58,5% para el presidente reelecto frente a un 41,4% para la aspirante. En otras palabras, mientras los apoyos a Macron han menguado en los últimos cinco años en 1,5 millones de votos, los de Le Pen han aumentado 2,5 millones a pesar de la abstención. ¿Ha tocado techo Le Pen o aún tiene recorrido para seguir creciendo? ¿Se debilita Macron o será capaz de resistir en solitario ante los populismos de uno y otro extremo? Esas dos preguntas tal vez obtengan respuesta en las legislativas, pero son inquietantes.

Macron: mensaje recibido

Macron parece haber recibido el mensaje y ser consciente de que su gestión deja mucho que desear para millones de franceses, que si votaron por él el domingo lo hicieron para evitar un mal tal vez mayor, no porque les ilusionen las propuestas del presidente. Al menos eso se desprende de sus palabras la noche electoral asegurando que su segundo mandato será diferente del primero, en el que se intensificó la polarización social que han reflejado los resultados electorales. Según un estudio del Instituto Ipsos, Macron ha conseguido el apoyo de los votantes de más edad, con más estudios y más renta residentes mayoritariamente en zonas urbanas. Los parados, los agricultores, los obreros y un alto porcentaje de los jóvenes de zonas periféricas del país se inclinaron mayoritariamente en cambio por Le Pen.

"Pocas razones para la euforia y muchas para la autocrítica"

Aliviar la fractura social que sufre el país es uno de sus principales desafíos, junto con una reforma de las pensiones que pasaría por retrasar la edad de la jubilación, algo que los sindicatos le van a poner muy cuesta arriba. También tendrá que afrontar las causas que provocaron la oleada de protestas de los Chalecos Amarillos y hacerlo en una situación económica muy complicada por los efectos de la pandemia y la guerra de Ucrania. Todo esto habrá de compatibilizarlo con el liderazgo de una Unión Europea en un momento clave de su historia y con Alemania sumida en un mar de dudas e incógnitas.

No hay pues razones para la euforia por mucho que Macron sea el primer presidente francés reelegido en dos décadas. Hay en cambio muchos motivos para la preocupación, la reflexión y la autocrítica ante un escenario político francés potencialmente sombrío para la democracia y para la UE. Ese escenario también debería ser analizado con detalle en nuestro país, en donde, salvo Vox, todo el mundo se ha declarado macroniano de toda la vida, como si con eso bastara para conjurar los riesgos democráticos de la polarización política a la que tan adictos nos hemos vuelto en este país desde hace algún tiempo. Si fueran inteligentes aprenderían del refrán y pondrían a remojo sus barbas a la vista de lo que está pasando con las del vecino francés.

Francia vota, Europa tiembla

Había muchas razones de peso para que la expectación política volviera a desbordarse el pasado domingo en Europa ante la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. En clave europea, Francia no es precisamente un socio menor de una UE que vive una encrucijada histórica por los efectos económicos de la pandemia, seriamente agravados ahora por la guerra en Ucrania. En clave interna, el hundimiento de los partidos tradicionales y el ascenso de los populismos de izquierda y de derecha remueven los cimientos de la V República. De manera que no es precisamente poco ni poco importante lo que se dirime en esta cita con las urnas, que tendrá su desenlace definitivo el próximo 24 de abril.

REUTERS

Macron tiene las de ganar, pero...

El primer asalto ha sido para el aspirante a revalidar el título, que le saca casi cinco puntos de ventaja a la aspirante de la ultraderecha. A priori todo indica que, si nada se tuerce en las dos semanas próximas, Macron renovará el cargo por otros cinco años y Le Pen se tendrá que conformar con haber disputado una segunda vuelta por segunda vez consecutiva. Sin embargo, de apriorismos políticos incumplidos están llenos los periódicos y los libros de historia. Para cantar victoria Macron deberá convencer a ese 26% de franceses que el domingo se quedaron en casa y a los que optaron por otras opciones para que le apoyen. 

Especialmente decisivos serán los votos de la izquierda populista liderada por Mélenchon, quien de momento solo pide que no se vote a Le Pen, pero no que se vote a Macron. Cabe recordar a los desmemoriados que en 2017 y ante una situación casi calcada de esta, Mélenchon recomendó el voto en blanco o la abstención por inaudito que parezca. Le Pen se ve hoy más cerca del Elíseo que en 2017, cuando su distancia respecto a Macron fue mayor que en esta segunda cita electoral entre ambos con aroma de déjà vu. Una abstención similar o mayor a la de la primera vuelta beneficiaría sus aspiraciones y podría ponerla a las puertas del palacio presidencial. A su favor juegan varios factores, entre ellos la moderación del discurso ultraderechista que caracterizaba al Frente Nacional, hoy significativamente rebautizado Reagrupamiento Nacional. 

"Le Pen se ve hoy más cerca del Elíseo que en 2017"

Le Pen ha renunciado a sacar a Francia del euro y se ha distanciado de Putin aceptando la acogida de refugiados ucranianos en suelo francés. Como populista de libro tiene soluciones mágicas para los grandes problemas de los franceses, desde la inmigración a la economía, y pesca en un caladero de votos que comparte con el ultraderechista radical Eric Zemmour – quien ya ha pedido a los suyos que la apoyen en la segunda vuelta - y en parte con el izquierdista Mélenchon. Esos caladeros están principalmente en los suburbios marginados de las grandes ciudades, entre los jóvenes sin empleo, los agricultores arruinados, los obreros y las clases medias empobrecidas por la crisis.

Le Pen y Macron: dos modelos diametralmente opuestos

Son los electores que ven en la lideresa de la ultraderecha alguien cercano a sus preocupaciones y problemas cotidianos, en contraste con un Macron al que perciben alejado de la realidad diaria del país y preocupado únicamente por Ucrania y su papel como líder europeo. Las reformas pendientes, la crisis energética, el confinamiento y las protestas sociales como las de los “chalecos amarillos” que han jalonado su mandato son, entre otros, factores que pesan negativamente en sus posibilidades de reelección. Esos factores, unidos a una campaña electoral de perfil bajo junto a la sensación de que ya estaba todo decidido antes de que abrieran los colegios, son los responsables de la alta abstención del domingo, un síntoma más de los males que aquejan a las democracias occidentales.

"Un triunfo de Le Pen causaría un efecto contagio en otros países"

Pero por encima de todo eso, Le Pen y Macron representan proyectos políticos y modelos de sociedad diametralmente opuestos. El ultranacionalismo económico, político y hasta cultural de Le Pen choca frontalmente con la Francia europea y abierta que defiende el presidente actual. Un triunfo de Le Pen probablemente implicaría el fin del eje franco-alemán, pilar maestro de la Unión Europea, y daría lugar a un efecto de contagio en otros países europeos en donde fuerzas afines como Vox buscan también protagonizar el sorpasso a la derecha tradicional como ha ocurrido en Francia. De ahí, y por lo que supone para la democracia y la estabilidad política en el viejo continente, que lo que se dirime en estas presidenciales francesas vaya mucho más allá y sea mucho más importante que una simple pugna electoral por el sillón del Elíseo.

Ocurra lo que ocurra el 24, el panorama político francés se ha polarizado entre un centro derecha sostenido únicamente por Macron y una oposición bifronte de ultraderechistas e izquierdistas populistas que puede poner contra las  cuerdas la estabilidad de la V República. Cuesta creer que hace solo cinco años presidiera esa república un socialista llamado François Hollande y que hoy, el otrora todopoderoso Partidos Socialista de François Mitterrand, apenas tenga el respaldo del 2% de los electores; como cuesta creer que la derecha moderada republicana de Chirac y Sarkozy no sea capaz ya de arañar ni el 5% de los sufragios de los francesesLas fuerzas que sostuvieron el bipartidismo francés se hunden en la insignificancia víctimas de sus propios errores y buena parte de su espacio lo han ocupado partidos de corte populista que hacen temer seriamente por el futuro de la democracia en Francia y en toda Europa.