Mostrando entradas con la etiqueta Marruecos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Marruecos. Mostrar todas las entradas

El sentido de estado según Sánchez

No sé ustedes, pero yo nada esperaba de la comparecencia de Sánchez en el Congreso para “explicar” su triple salto mortal con tirabuzón respecto al Sahara y, en consecuencia, no estoy decepcionado. Imagino que quienes creyeron que el presidente aclararía las numerosas incógnitas y sospechas que rodean el viraje saharaui estarán algo melancólicos, pero a estas alturas ya deberían conocer al personaje y saber que la transparencia y rendir cuentas no están entre sus habilidades políticas. En cambio, aquellos que siempre están dispuestos a aplaudir al líder, tanto si dice blanco como si dice negro, seguramente estarán satisfechos y convencidos de que no queda nada por aclarar ni añadir y solo cabe decir amén. 

EFE


Argelia rompe la baraja

La comparecencia de Sánchez, por la que ha habido que esperar casi tres meses desde su giro copernicano en el Sahara y que además ha diluido mezclándola con el decreto de medidas por la guerra en Ucrania, ha sido un nuevo ejercicio de opacidad y narcisismo plagado de vaguedades, lugares comunes, falsedades y una sola constatación: que ha habido cambio radical de posición por más que el entorno presidencial, el partido y los cortesanos orgánicos habituales lleven semanas intentando hacernos creer lo contrario. Así lo ha entendido también Argelia, cuyo Gobierno anunció poco después de la intervención de Sánchez que rompe el Acuerdo Bilateral de Amistad y Cooperación y congela las relaciones comerciales con España. Dos decisiones que se unen a la de llamar a consultas a su embajador en Madrid, tomada poco después de conocerse la rendición de Sánchez ante Rabat.

Sánchez recoge así lo que ha sembrado su mano torpe, que no ha sido otra cosa que despreciar a un actor clave en el conflicto saharaui al que no informó de su cambio de rumbo y al que ni siquiera mencionó en su intervención de ayer. Ahora, Argelia le devuelve la moneda en donde más puede dolerle a los españoles: el control de la inmigración, el comercio y el gas, justo cuando más necesitaba nuestro país mantener buenas relaciones con un proveedor fiable de gas y un buen comprador de algunos productos españoles. En ese escenario no hay nada más patético que escuchar al inefable e incapaz ministro Albares llorando sobre la leche derramada y prometiendo amistad eterna a Argelia.

La soledad de Sánchez

Sin más apoyo que el de su partido, Sánchez ha pedido a las fuerzas políticas que apoyen su cambio unilateral respecto al Sahara después de haberlas ignorado por completo antes de perpetrarlo. Alega que el acuerdo con Marruecos garantiza la soberanía española de Ceuta y Melilla, lo que de por sí es una afirmación cuando menos escandalosa por lo que supone de juego de manos sobre un asunto que no puede estar sujeto a conchabos de ningún tipo y menos con el futuro del pueblo saharaui y la legalidad internacional de por medio.

Arguye también que la genuflexión ante Mohamed VI será positiva para el control de la inmigración irregular, pero lo cierto es que el número de inmigrantes llegados a Canarias este año ya ha aumentado un 52% con respecto al mismo periodo del año pasado. De Canarias, región directamente concernida por lo que ocurra en el Sahara, apenas dijo nada Sánchez más allá de los tópicos habituales sobre aguas y seguridad. En juego están también las riquezas submarinas insulares, pero el presidente no tuvo tiempo para detenerse en minucias que al parecer le pillan muy lejos de sus intereses. Imagino, no obstante, que el presidente socialista canario aplaudirá con entusiasmo las palabras de su jefe de filas. 

"Canarias, ausente en las explicaciones de Sánchez sobre el Sahara"

Tampoco hubo alusiones a Pegasus, a pesar de las fundadas sospechas de que el espionaje de su teléfono y de algunos de sus ministros procedía de desiertos cercanos y de que su regate en corto con el Sahara y esas escuchas pueden estar directamente relacionados. Sánchez se agarra de que también EE.UU, Alemania y Francia han cambiado de posición sobre el futuro del Sahara, pero pretende ocultar una diferencia crucial con España: ninguno de esos países tiene las obligaciones internacionales que tiene el nuestro con un territorio al que le unen lazos históricos y afectivos que Sánchez también ha despreciado al plegarse ante la posición marroquí. Decir a estas alturas que España defiende el acuerdo entre las partes después de ponerse oficialmente del lado de una de ellas, es un escarnio y una ofensa al pueblo saharaui y al derecho internacional.

Sentido de estado vendo, que para mí no tengo

A Pedro Sánchez y a los suyos les encanta hablar de “sentido de estado”, pero, en boca del presidente, esa expresión no pasa de ser un chantaje político a la oposición para que apoye sin rechistar sus decisiones unilaterales y sin consenso. Después de no haber consultado ni siquiera con sus socios de gobierno el asunto del Sahara, Sánchez pedía ayer al Congreso que tenga “sentido de estado” y respalde su viraje, el mismo sentido de estado del que él da muestras permanentes de carecer. 

Por citar solo algunos ejemplos, “sentido de estado” para Sánchez es gobernar con el apoyo de independentistas y filoetarras, indultar a condenados por sedición para poder continuar en el poder, violar tres veces seguidas la Constitución durante la pandemia, cambiar la política exterior sin consultar ni avisar a nadie o acudir al Congreso a rastras, no tanto para rendir cuentas de la gestión como para atacar a la oposición y exigirle, cómo no, “sentido de estado.” Pensándolo bien, tal vez el verdadero y más importante estorbo que tiene España en estos momentos sea Pedro Sánchez y su absoluta falta de sentido de estado.

Día de Canarias: ¿una suerte vivir aquí?

A las puertas del Día de Canarias el Gobierno autonómico ya nos ha obsequiado el ineludible vídeo con el marchito tópico del fuego y el mar, que ya conocemos de memoria después de años machacando en la misma idea. De nuevo se sucederán los parabienes por vivir aquí, porque aún siendo la comunidad más pobre y con la mayor tasa de paro del país, en contentura y ganas de fiesta no nos gana nadie; se volverán a escuchar discursos oficiales cargados de buenas intenciones y autojustificaciones, veremos al Gobierno premiándose a sí mismo, nos revestiremos de típicos por unas horas, muchos incluso se atreverán con una isa y un sancocho y, al día siguiente, felices de haber tenido un día más de fiesta, regresaremos a la tozuda realidad cotidiana de un archipiélago al que, si no es por Juana es por la hermana, cuando no por ambas, le va a costar levantar cabeza. No tengo nada contra quienes celebran así el Día de Canarias, aunque habrá a quien mi forma de ver esa jornada le parezca demasiado pesimista y hasta poco patriota. En cualquier caso, me resisto a disfrazar de falso optimismo un panorama imposible de soslayar ni aún con la mejor de las intenciones.

Paro e ineficacia pública

Un rápido y somero repaso de los datos económicos y sociales bastan para convencerse de que vivir en Canarias a fecha de hoy es como mínimo para estar preocupados por el futuro, no digo ya para alegrarse. Según la EPA, el Archipiélago es la comunidad autónoma con mayor tasa de paro y la segunda que más empleo destruyó en el primer trimestre del año. También lidera el paro juvenil no solo de España sino de la Unión Europea, y aunque es cierto que en el último año ha habido un aumento de empleados y de afiliación, la precariedad laboral es la norma generalizada.

Mientras el paro parece ya un problema crónico de la economía canaria, hasta el punto de que ni el regreso de los turistas tras la pandemia permite reducirlo significativamente, a nadie le debería sorprender que Canarias sea también una de las comunidades autónomas con mayores tasas de pobreza y exclusión social. Solo de drama social cabe calificar que 630.000 canarios se encuentren en esa situación o que 300.000 padezcan exclusión severa o que 125.000 estén en situación crítica, según el último informe de FOESSA.

No cabe duda de que la pandemia agravó un problema que, como el del paro, también se ha vuelto crónico. No obstante, al empeoramiento ha contribuido de forma decisiva la ineficacia y la ineficiencia de los poderes públicos para responder en tiempo y forma a esa realidad. Con solo decir que el publicitado Ingreso Mínimo Vital apenas llega aún al 7% de los que lo necesitan en Canarias, está dicho prácticamente todo. No extraña tampoco por tanto que las islas encabecen también la clasificación de comunidades en las que menos cobertura ha alcanzado el IMV, presentado poco menos que como la panacea contra la pobreza, contra la que las únicas panaceas posibles son la educación y el empleo. 

Dependencia, el lunar más negro

Aunque el gran lunar negro de la gestión autonómica sigue siendo la atención a la dependencia, en donde – cómo no – Canarias lidera también la lista de personas en el limbo, es decir, dependientes con el grado de dependencia reconocido que aún no perciben la prestación o el servicio a que tienen derecho. En las islas mueren cada día 8 personas esperando por esa prestación y se tardan 900 días de media en resolver un expediente de dependencia. Aún así, Canarias redujo el año pasado en cerca de 44 millones de euros su aportación a la dependencia, según acaba de revelar la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales. ¿Una suerte vivir aquí para los dependientes?

La escasa diligencia autonómica para dar respuesta a la aguda crisis social que sufren las islas va pareja con el menosprecio y el ninguneo que el Gobierno central sigue exhibiendo ante la realidad de la comunidad autónoma con los peores datos económicos y sociales del país. La penosa gestión de las ayudas a los afectados por el volcán de La Palma, utilizado por Pedro Sánchez para su lucimiento personal, es solo un botón de muestra al que cabe añadir el desconocimiento, cuando no el desdén, de Madrid ante el cumplimiento del REF o la pachorra frente al drama humano de la inmigración.

Un giro con Marruecos que aumenta la incertidumbre...

Ahora, el ministro de Exteriores ha venido a Canarias a reconocer que la pirueta de Sánchez respecto al Sahara tampoco ayudará a reducir el número de inmigrantes que intentan llegar a las islas, un intento en el que muchos pierden la vida. Esa fue precisamente la excusa con la que se vendió a la opinión pública un acuerdo que, por si no había ya suficientes dificultades en las islas, ha ensombrecido aún más el futuro de un archipiélago que tiene la mala suerte de no llamarse Cataluña.

La pandemia o el volcán pueden considerarse atenuantes, pero en ningún caso eximentes de la falta de empuje e ideas del Gobierno del Pacto de las Flores ante una agenda plagada de asuntos pendientes, ni mucho menos para justificar su mansedumbre ante los sucesivos desplantes de Sánchez y de algunos de sus ministros. La suerte que tiene el presidente canario Torres es que la oposición parece haberle dado bula hasta las elecciones y sus socios en el Gobierno, especialmente Podemos y NC, se conforman con hacer aspavientos o hacerse oposición a sí mismos, pero ni se les pasa por la mente despegarse del poder. 

Torres insiste en que todo irá viento en popa a partir de ahora y que la economía canaria crecerá más que ninguna otra. Mientras ese feliz y dorado momento llega y a falta de solo un año para las elecciones, no se conoce aún cuál es la hoja de ruta y los hitos que piensa seguir el Gobierno autonómico para superar esta crisis, más allá del fárrago de planes, estrategias, perspectivas y agendas tan bienintencionados como poco realistas. Torres también gusta de prometer que dejará una Canarias mejor que la que encontró, pero, a fecha de hoy, los principales indicadores económicos y sociales demuestran que la situación ha empeorado en los tres últimos años y no solo por culpa de la pandemia o del volcán, sino también por la impericia y la ineficacia del Gobierno. Además de quienes sufren a diario el drama del paro, la pobreza o la exclusión, o de quienes mueren esperando la prestación de la dependencia, si hay alguien en Canarias que debería saber mejor que nadie que para la mayoría de los canarios no es una suerte vivir aquí, ese debería ser Ángel Víctor Torres.  

Sánchez, Canarias y el amigo marroquí

Cuando oigo a un político prometer algo me acuerdo de la canción de Pablo Milanés: “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos”. El 23 de marzo Pedro Sánchez acudió raudo a Ceuta y Melilla a “explicar” su amplia reverencia ante el rey de Marruecos en el contencioso del Sahara, conocida por sorpresa solo unos días antes a través del Gobierno marroquí, que no del español. Ese mismo día el presidente de Canarias, el también socialista Ángel Víctor Torres, decía solemnemente en el Parlamento autonómico que Sánchez “tendrá que explicar en el archipiélago su carta al rey de Marruecos”, que el dirigente regional calificó de “relevante” y “trascendente”, para añadir que “ninguna propuesta tendrá recorrido si no es con el acuerdo entre las partes”. A Torres se le pasó el pequeño detalle de que Sánchez ha despreciado olímpicamente la postura de una de las dos partes, por no hablar de Argelia, de la oposición española y hasta de sus ministros y socios de gobierno, antes de postrarse a las plantas de Mohamed VI y jurarle que la propuesta autonomista es “la más seria, realista y creíble”. A lo mejor lo es, pero eso lo deben decidir los saharauis y eso es lo que debe respetar Sánchez.

EFE

Canarias y la danza de los siete velos 

El 26 de abril, mas de un mes después, el mismo Ángel Víctor Torres de antes afirmó que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, estaba “preparando un viaje en las próximas semanas a Canarias” para explicar la pirueta saharaui de Sánchez, a quien, al parecer, su apretada agenda no le impidió viajar ocho veces a La Palma para fotografiarse junto al volcán, pero sí le impide subirse al Falcon y darse un salto a los territorios de ultramar para despejar las numerosas incertidumbres provocadas por su danza de los siete velos en Rabat. Hay tantas cuestiones trascendentales para Canarias en el cambio de posición sobre el Sahara, que demorar más su explicación es confirmar que las islas, su futuro y sus intereses no están ni se les espera tan siquiera en la trasera de la última hoja de la agenda gubernamental. Imaginen que esto afectara a Cataluña o al País Vasco. 

La reactivación ahora de la estancada comisión hispano – marroquí para abordar el peliagudo y demorado asunto de la delimitación de las aguas territoriales sería una buena noticia si pasamos por alto la política de hechos consumados de Marruecos en las aguas del Sahara y el asentimiento dócil de España. Hace poco más de dos años el Parlamento marroquí aprobó, unilateralmente y ante el silencio español, ampliar las aguas territoriales y crear una zona económica exclusiva que choca de lleno con la que nuestro país reclama para Canarias. Es evidente el interés marroquí por las riquezas submarinas insulares y, francamente, a la vista del tradicional entreguismo español a las tesis de Rabat, el hecho de que las islas tengan un representante en esa comisión tranquiliza muy poco si su status se limita al de un mero convidado de piedra.

Vuelven las prospecciones y siguen llegando pateras

En esas estábamos cuando, ¡oh, sorpresa!, se anuncian prospecciones de hidrocarburos en aguas supuestamente marroquíes, a unos pocos kilómetros de las costas de Lanzarote y Fuerteventura. De buenas a primeras se disparan de nuevo las alarmas y se ponen sobre la mesa los riesgos ambientales de una actividad de la que se desconocen las medidas de seguridad adoptadas y quiénes serían los responsables de los daños económicos y medioambientales de un eventual accidente. Una vez más, el Gobierno canario parece haberse enterado por la prensa de lo que se cocía a unos pocos kilómetros de las costas de las islas y que, probablemente, el Gobierno central sí conocía.

Con todo, la inmigración es el aspecto más cínico de ese acuerdo a costa del pueblo saharaui. Aún así, las llegadas de inmigrantes a Canarias desde que se dio a conocer el giro de Sánchez se han incrementado un 20%, si bien ha disminuido la presión sobre Ceuta y Melilla. Los inmigrantes, ante cuyas muertes y desapariciones en el mar el Gobierno español y el canario se dan golpes de pecho, se han convertido en indecente moneda de cambio en este trato espurio. Es difícil no ver que Marruecos se ha comprometido de palabra a impedir – cuando le convenga, claro está - la salida de sus propios ciudadanos hacia Ceuta y Melilla y hacia Canarias a cambio de que España ceda en el Sahara y quién sabe en qué más.

¿Se negoció con Marruecos sobre la soberanía canaria?

La pregunta es una de las más preocupantes si recordamos cierto titular, según el cual, el acuerdo “obliga a Marruecos a desistir (sic) de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias”. El ministro Iceta lo retuiteó al instante e incendió las redes, demostrando que en este Gobierno hay mucha gente a la que le falta un buen hervor. ¿Se puso en algún momento sobre la mesa la soberanía de Canarias, Ceuta y Melilla en el conchabo con Marruecos? ¿A qué viene hablar de que Marruecos “desiste”? ¿Qué negoció Sánchez con Marruecos a propósito de Canarias, Ceuta y Melilla? La guinda al lamentable espectáculo la ha puesto Pegasus y sus escuchas. Todo lo anterior, desde el inesperado giro de Sánchez a los supuestos términos del acuerdo con Marruecos, ha quedado indeleblemente manchado por la sospecha de un chantaje marroquí si, como todo indica, el espionaje partió de ese país.

A modo de resumen, Canarias lleva décadas pagando los platos rotos de la política de apaciguamiento español con el vecino del sur. La pesca, la agricultura o la inmigración son solo tres ejemplos de lo que ha supuesto para los intereses de estas islas una política exterior con Marruecos que ha tenido mucho menos de buena vecindad en pie de igualdad que de hechos consumados marroquíes con consentimiento español. Un Gobierno canario, cuyo presidente ha demostrado que su peso político en Madrid no alcanza la categoría pluma y cuyos socios lloriquean por las esquinas sin atreverse a dar un golpe sobre la mesa, no garantiza que en este momento crucial se defiendan tampoco los intereses canarios. Hoy es 20 de mayo de 2022 y ni Sánchez ni Albares se han dejado caer aún por Canarias. Torres calla y, como decía Milanés, “el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos”.

Segunda traición a los saharauis

La primera traición al pueblo saharaui la perpetró España hace cuarenta y seis años, cuando salió por pies de su provincia cincuenta y tres ante el avance de la Marcha Verde marroquí y abandonó a su suerte a los saharauis, ciudadanos con DNI español. De aquellos polvos estos lodos: casi medio siglo después España acaba de traicionar de nuevo a los saharauis aceptando unilateralmente la propuesta marroquí de autonomía para ese territorio. Es cierto que ninguno de los sucesivos gobiernos españoles de la democracia se han esforzado demasiado en que se cumpla el mandato de la ONU para que los saharauis decidan en un referéndum sobre su futuro político. Sin embargo, al menos de boquilla, sí habían apelado siempre a la ONU y a sus resoluciones para encontrar una salida negociada al conflicto, y esa había sido hasta ahora una política de estado, no de partido. Ninguno, ni siquiera Zapatero, se atrevió nunca a ir tan lejos como para alinearse oficial y descaradamente con la posición del invasor de un territorio sobre el que la ONU no le reconoce soberanía a Marruecos. Es, por cierto, el mismo gobierno que estos días intenta sacar pecho internacional defendiendo la soberanía y la integridad territorial de Ucrania frente a la invasión rusa. Toda una lección de incoherencia en política exterior.

Ignominia en el fondo en la forma

Todo en la ignominiosa cesión ante Marruecos es un despropósito por la forma, por el fondo y hasta por el momento elegido. Empezando porque la decisión no la hemos conocido a través de nuestro presidente o nuestro ministro de Exteriores, sino por un comunicado de la Casa Real marroquí en el que se oculta más de lo que se dice. En segundo lugar, porque Sánchez ni siquiera sometió un asunto de esta trascendencia a la consideración de su socio de gobierno y mucho menos a la oposición: cual Juan Palomo, él se lo ha guisado y se lo ha comido aunque las consecuencias nos podrían alcanzar a todos. Así ocurrirá si Argelia, defensora de la causa saharaui y proveedora de casi el 40% del gas que importa España, decide cerrarnos el grifo o encarecer el suministro justo cuando la invasión rusa de Ucrania puede desatar una crisis energética brutal en la Unión Europea. Por lo pronto Argelia ya ha deplorado el cambio de posición de España, ha negado haber sido informada por Madrid y ha retirado a su embajador.

Aunque el PSOE y el Gobierno hagan ahora malabarismos en el alambre para intentar convencernos de que el volantazo de Sánchez no se contradice de manera flagrante con el mandato de la ONU para el Sahara, lo que no podrá borrar es lo que dice su programa para las elecciones de 2019: “Trabajaremos para alcanzar una solución del conflicto que sea justa, definitiva, mutuamente aceptable y respetuosa con el principio de autodeterminación del pueblo saharaui”. Toda esa retórica ha ido a parar directamente a la papelera después de la misiva al rey de Marruecos, de la que quedan por conocer muchos y preocupantes detalles que Sánchez debería aclarar inmediatamente en el Congreso de los Diputados en lugar de enviar a su dócil ministro de Exteriores.

Mucho por explicar: la soberanía nacional no se negocia

Según un tuit del inefable ministro Iceta, “el acuerdo obliga a Marruecos a desistir de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias”. Lo primero y más urgente que el Gobierno debe explicar y mostrar a la opinión pública española es el contenido, el alcance y las condiciones de ese supuesto acuerdo. Por lo pronto, lo que se deduce de la afirmación de Iceta es que Marruecos ha chantajeado a España y nuestro gobierno se ha plegado en el Sahara a cambio de que el reino alaui deponga su reivindicación sobre territorio soberano español. Lo que no conocemos, y también deberá explicar el Gobierno a la máxima urgencia, es qué garantías ha recibido España por parte de Marruecos, si es que ha recibido alguna, a cambio de alinearse abiertamente con Rabat respecto al Sahara. Por lo pronto, lo que cabe deducir es que Marruecos ha reclamado algo que no es suyo y España le apoya para que se quede con el Sahara, que tampoco lo es. Sonaría chusco si no fuera gravísimo, pero esa es la marca de la casa de la política exterior española actual.

Esa cesión preocupa particularmente en Canarias, en donde el cambio de criterio de Sánchez ha caído como una bomba. No solo por los lazos emocionales e históricos del pueblo canario con el saharaui, sino también por las implicaciones políticas y económicas derivadas del hecho de que Marruecos se asome a las costas sahariana situadas apenas a 100 kilómetros de las islas. Una vez más, el Gobierno español parece haber pasado por alto las consecuencias para el Archipiélago de su política diplomática en el Magreb, aunque el presidente autonómico, en otro ejercicio de contorsionismo en el que ya es un consumado atleta para no incomodar a su jefe de filas, pretende hacer creer a los canarios que el cambio de timón no se da de bruces con la postura de la ONU sobre el Sahara.

Debilidad y chantaje

Las causas inmediatas de este viraje de Sánchez no son difíciles de adivinar. Algunas informaciones, que citan fuentes de inteligencia española, apuntan a que Marruecos estaba a punto de desencadenar una nueva entrada masiva de inmigrantes en Ceuta y Melilla para forzar a Madrid a ceder en el Sahara. No es descartable tampoco que Sánchez quiera hacer méritos ante Joe Biden, quien mantiene el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sahara anunciado por Trump a finales de 2020. Tal vez confía en que el presidente estadounidense se fije en él y le llame alguna vez para hablar de la guerra en Ucrania en lugar de marginarle como viene haciendo sistemáticamente desde que llegó a la Casa Blanca. Si para eso necesita poner en almoneda la soberanía nacional ante Marruecos es algo que no parece quitarle el sueño.

En resumen, la habilidosa diplomacia marroquí ha conseguido condicionar por completo la política exterior española en el Magreb, una política que se ha caracterizado históricamente por la falta de objetivos claros en la zona más allá de contemporizar y ceder en prácticamente todo ante el incómodo vecino del sur. Esa transigencia española le ha permitido a Marruecos avanzar sin prisa pero sin pausa en la explotación de los recursos naturales de un territorio ocupado ilegalmente, en el que menudean las violaciones de los derechos humanos y sobre el que cada día tiene las posaderas más firmemente asentadas, ahora además con el beneplácito español.

España necesita unas relaciones sanas y equilibradas con Marruecos y para ello debe trazar líneas rojas clarasEs imprescindible también mejorar las relaciones con Estados Unidos, con el que las cosas empezaron a ir de mal en peor desde que Zapatero tuvo la genial idea de quedarse sentado al paso de la bandera de las barras y estrellas. Todo esto carece de sentido sin un gran pacto nacional sobre política exterior, defendido y aplicado por el gobierno de turno independientemente de su color político. El mensaje debe ser diáfano: relaciones diplomáticas privilegiadas pero equilibradas entre vecinos que están condenados a entenderse, por supuesto que sí; chantajes, extorsiones, amenazas a la soberanía nacional y hechos consumados jamás y bajo ningún concepto, y el gobierno que los acepte no es digno de dirigir el rumbo de España.

Chantaje marroquí y debilidad española

Con la tinta del artículo de Iván Redondo del lunes en EL PAÍS aún húmeda, en la ciudad autónoma de Ceuta ya empezaban a pasar cosas que un Gobierno menos atento a la autopromoción de su presidente y mucho más a las señales procedentes de Marruecos tenía obligación de haber previsto. Así, mientras el artículo del gurú en jefe de La Moncloa allanaba el camino y preparaba el ambiente para que Pedro Sánchez presentara el jueves su Plan 2050, una muestra más de su narcisismo político a largo plazo, en Ceuta la gendarmería marroquí invitaba amablemente a pasar a España a todo el que lo deseara. 

Un Gobierno a por uvas

En  pocas horas miles de niños, jóvenes, mujeres y adultos incrementaron en cerca de 10.000 personas la población de una ciudad de apenas 85.000 habitantes. En Madrid, mientras tanto, el Gobierno en peso estaba a por uvas mirándose la pelusilla del ombligo. A la ministra de Exteriores no le constaba que Marruecos hubiera abierto gentilmente la puerta de paso; la portavoz María Jesús Montero pedía que "no se criminalice" a los inmigrantes y el ministro Marlaska sacaba pecho a toro pasado y presumía de "colaboración con Marruecos" para devolver en caliente y sin muchos miramientos a quienes habían entrado como Pedro por su casa. 

EFE

La guinda chusca del despropósito no la podía poner otro que el propio Gobierno, que ese mismo día no tuvo mejor ocurrencia que aprobar en Consejo de Ministros dar 30 millones de euros a Marruecos para controlar la inmigración irregular. Solo empezó a reinar cierta cordura cuando Pedro Sánchez compareció para defender la integridad territorial y, para respaldar sus palabras, viajó  a Ceuta y a Melilla. En Canarias, por cierto, echamos de menos que el presidente tuviera la misma sensibilidad cuando miles de inmigrantes se hacinaban en el muelle de Arguineguín ante la indiferencia de su Gobierno. Por su parte, la UE echó un cabo advirtiendo a Marruecos de que las fronteras españolas también lo son comunitarias y el régimen alauí plegó velas por ahora y admitió la devolución de sus ciudadanos. 

Construyendo el relato

Este es el resumen general de unos hechos que tienen, no obstante, mucha letra menuda. Empezando por el relato: el Gobierno y sus acólitos se aferraron desde el principio a la imagen de la "crisis migratoria y humanitaria" y eludieron hablar de chantaje o invasión.  Es cierto que la situación se desbordó y se vieron escenas dramáticas, pero lo que el Gobierno perseguía era desviar el foco de su propia responsabilidad por no haber estado atentos a las advertencias de Marruecos y, de paso, evitar críticas al incómodo vecino del sur por su permisividad. A medida que se fueron conociendo datos de la avalancha y se vieron imágenes de gendarmes dejando pasar a sus conciudadanos, la estrategia se vino abajo como el castillo de naipes que era. 

Lo remataron las informaciones de que las autoridades marroquíes habían facilitado el transporte hasta la frontera de jóvenes en paro y de escolares, a los que engañaron contándoles que Cristiano Ronaldo jugaba en Ceuta. La indecencia e inmoralidad con la que el régimen marroquí ha actuado con sus propios ciudadanos más pobres, utilizándolos como arietes contra un país vecino por intereses políticos, no tiene parangón ni justificación moral de ningún tipo. Esa miserable decisión ha provocado ahora que España esté distribuyendo entre sus comunidades autónomas a menores a los que buscan sus familias en Marruecos. 

EFE

Marruecos empuja y España se encoge

Pero por debajo de todo este oleaje están las razones que lo han generado, el mar de fondo de unas siempre complicadas relaciones hispano - marroquíes que se ha vuelto a encrespar. La causa inmediata  es el traslado a España del líder del Polisario para recibir asistencia sanitaria bajo identidad falsa. Por muy soberana que sea la decisión española, seguramente influenciada por Podemos, la torpeza con la que ha actuado la ministra de Exteriores la desacredita políticamente para dirigir la diplomacia española. Y no solo por eso, también porque ignoró las advertencias de Marruecos sobre las consecuencias que tendría para las relaciones bilaterales acoger al líder polisario. Tampoco le va a la saga el ministro Marlaska, al que la entrada masiva de inmigrantes a Ceuta también le pilló de nuevo con el pie cambiado, como ya había ocurrido en Canarias. 

Pero más allá de todo eso está la estrategia diplomática marroquí, persistente como una gota malaya en la conquista de sus objetivos. Entre ellos, convertir a largo plazo a Ceuta y Melilla en territorio soberano de Marruecos, sin que se pueda descartar que Canarias también entre en el lote. En todo caso, lo de esta semana en Ceuta solo ha sido un aviso de que puede poner a España contra las cuerdas en cuanto se lo proponga. A más corto plazo, Marruecos aspira a condicionar la política exterior española forzándola a abandonar el statu quo sobre el Sahara Occidental y alinearse con los Estados Unidos, reconociendo la soberanía marroquí sobre ese territorio. 

Líneas rojas y firmeza 

La cuestión es cómo responder a una diplomacia experimentada y habilidosa, amén de taimada hasta el punto de no tener reparos en usar a su población más vulnerable para conseguir sus propósitos. A favor de Marruecos juegan factores como el control de la inmigración y el terrorismo yihadista, cuestiones vitales para España y la UE. Sin embargo, la respuesta no puede ser la debilidad, la contemporización y el mirar para otro lado que practican por sistema Bruselas y Madrid. Así, Marruecos avanza lento pero sin descanso si la contraparte transige con todo: entre otras cosas la pesca, la agricultura, la ampliación de las aguas territoriales o la extensión de la soberanía ignorando las resoluciones de la ONU. Esa debilidad la percibe e interpreta muy bien Marruecos y es a la que se debe poner remedio. 

Guardia Civil

España necesita unas relaciones sanas y equilibradas con su vecino del sur y para ello debe trazar líneas rojas claras. Eso pasa por definir los objetivos diplomáticos españoles en el Magreb, un capítulo de su acción exterior tradicionalmente abandonado a su suerte en contraste, por ejemplo, con la diplomacia francesa. Incluye también mejorar las relaciones con Estados Unidos, que en el episodio ceutí ha evitado cuidadosamente ponerse del lado español y con el que Marruecos ha estrechado lazos y desarrollará estos días unas gigantescas maniobras militares. Que Joe Biden y Pedro Sánchez aún no hayan hablado ni por teléfono no es precisamente una buena señal en este contexto. 

Todo lo anterior carece de sentido sin un gran pacto nacional sobre política exterior, defendido y aplicado por el gobierno de turno independientemente de su color político. También es central la implicación de Bruselas, que debe ir más allá de su habitual retórica grandilocuente. Marruecos mantiene una relación comercial privilegiada con la UE y de ella recibe importantes subvenciones y ayudas para el desarrollo y el control de la inmigración y el yihadismo. De ser necesario, Bruselas debe pasar de las palabras a los hechoshacer ver a Marruecos que la buena vecindad excluye que si te dan la mano te tomes hasta el codo. En resumen, elementos y herramientas diplomáticas para responder al desafío marroquí hay más que suficientes, lo que se necesita es consenso nacional, apoyo comunitario y firmeza para hacerlos valer y respetar. El mensaje debe ser diáfano: relaciones diplomáticas privilegiadas pero equilibradas entre vecinos que están condenados a entenderse, por supuesto que sí; chantajes, extorsiones y hechos consumados, en los que incluso se usa a los ciudadanos como carne de cañón, jamás y bajo ningún concepto.