Mostrando entradas con la etiqueta Energía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Energía. Mostrar todas las entradas

Cuando mentir es gratis

Con la huera solemnidad en la que suele envolver sus anuncios, el presidente Sánchez prometió el 5 de septiembre en su periódico de cabecera que los españoles pagaremos al final de este año por la luz lo mismo que en 2018. Apuesto a que ni sus fanes más entusiastas se creyeron aquel anuncio a la desesperada, pero le sirvió para ganar tiempo y calmar a Podemos ante las críticas a un Gobierno y a un presidente que llegaron a La Moncloa asegurando tener la varita mágica para meter el recibo de la luz en vereda. Pero el precio no ha parado de subir desde el verano y, a menos que medie un milagro eléctrico, los españoles pagaremos este año por la luz no solo más que en 2018, sino mucho más de lo que hemos pagado jamás en la historia de la energía eléctrica de este país. El calambrazo tira de la inflación y pone en el disparadero la recuperación económica y los bolsillos de 11 millones de consumidores. Mas no importa, Pedro Sánchez tiene una suerte inmensa al gobernar un país con una oposición enredada en sus juegos de tronos, unos sindicatos dispuestos a tolerárselo todo y una ciudadanía apática y exhausta tras año y medio de pandemia. Es así como conseguirá que haber mentido una vez más al país le salga gratis total. 

Estado de la cuestión

Partiendo de que la causa principal de la subida es el encarecimiento del gas y de los derechos de emisión de CO2, veamos cuál es la situación a fecha de hoy. Desde el verano el precio de la luz ha encadenado ya cinco récords y es probable que haya algunos más. En noviembre el precio medio para los 11 millones de consumidores con tarifa regulada, que representan el 40% del total, se había encarecido el 68% con respecto a noviembre de 2020, lo que supone pasar de 68 a 115 euros de media en solo un año. Esto significa que la subida de un suministro básico para familias y empresas haya registrado en España una de las mayores subidas del mundo, que se dice pronto. 

Las subidas han sido, son y seguramente aún serán de tal calibre que las medidas adoptadas por el Gobierno con más voluntarismo e improvisación que cabeza, han surtido el mismo efecto que administrar una aspirina para detener un cáncer. La rebaja del IVA del 21% al 10%, la reducción de las cargas reguladas y la supresión del impuesto sobre la generación, con fechas de caducidad el 31 de diciembre, se las han comido en poco tiempo las subidas constantes. Incluso aquel famoso Decreto ley con el que el Gobierno iba a recortar a las malvadas eléctricas unos 2.800 millones de euros de beneficios "caídos del cielo", ha terminado convertido en agua de borrajas y apenas lo notarán en sus cuentas de resultados.

Cómo me las maravillaría yo

A principios de septiembre y a la vista de que ni a palos conseguía el Gobierno aplanar la curva de los precios y de que Podemos empezaba a ponerse nervioso y a anunciar movilizaciones, fue Pedro Sánchez a donde la prensa amiga y lanzó su solemne promesa a la ciudad y al mundo. Su problema es que los precios de la energía eléctrica no entienden de promesas rimbombantes y han seguido subiendo en globo. A menos de un mes de que acabe el año y ante el riesgo cierto de que Sánchez se vea de nuevo desmentido por la realidad como tantas otras veces, el Gobierno ya está haciendo circular la cuenta de la vieja para evitarlo. 

El truco consiste en incluir en el cálculo a los siete millones de consumidores del mercado libre a quienes las subidas no solo les han afectado poco, sino que además se han beneficiado de la reducción de impuestos y costes fijos. Solo así, haciendo trampas, hay posibilidades de que Sánchez salve la cara. Aunque es cierto que en sus declaraciones no hizo distingos entre consumidores, todo el mundo entendió que se refería a los de tarifa regulada, los menos pudientes y los más expuestos a la volatilidad de los precios, que van a pagar este año un potosí por poner la lavadora o calentar la sopa a pesar de las promesas del presidente. 

Y peor que se va a poner

El Gobierno lleva tiempo desbordado y sin apenas margen de maniobra, mientras todo indica que los precios seguirán al alza al menos hasta la primavera. Sus lamentaciones ante Bruselas para que la UE se involucre no encuentran eco y tendrá que seguir improvisando como hasta ahora con los resultados ya conocidos. Tiene la posibilidad de prorrogar las rebajas fiscales e incluso aumentarlas, cargar algunos costes a los presupuestos o vincular la tarifa regulada a contratos a plazo para reducir la inestabilidad de los precios, como han propuesto algunos analistas. Claro que eso significaría recaudar menos y seguramente esas medidas no tardarían mucho en verse compensadas también por las próximas subidas. 

Con este panorama la recuperación económica a la que el Gobierno se sigue aferrando parece cada vez más lejana. Los precios de la energía son responsables directos de una espiral inflacionista como no se veía desde 1992. Las empresas están en la cuerda floja, los salarios se deprecian y las pensiones se tendrán que revalorizar el año que viene un 2,5%, ahondando más en el déficit. Los fondos europeos son por ahora un enigma, el paro ronda el 15% y el Índice de Miseria está a la cabeza de la Eurozona, doblando la media de los países del euro y colocándose solo por detrás de Brasil y Turquía entre los países más desarrollados. No es catastrofismo sino realismo, complicado más si cabe con el repunte de la pandemia y la aparición de una variante cuyas consecuencias aún se estudian, que puede causar nuevos estragos en el sector servicios cuando empezaba a levantar tímidamente el vuelo.

Obviamente no se puede responsabilizar a Sánchez de todos estos problema, aunque en el de la luz, por citar solo uno, ha primado la improvisación y ha quedado al descubierto su demagogia. A un gobernante no se le exige que le dore la píldora a los ciudadanos con promesas irreales como la del precio de la luz, sino que los trate como a adultos, les muestre la realidad por cruda que sea y explique qué piensa hacer y, sobre todo y ante todo, que no les mienta. Pero si como suele ocurrir las mentiras le salen gratis, podemos estar seguros de que reincidirá y entonces la culpa no será suya sino enteramente nuestra. 

Con la luz hemos topado

Por nada del mundo me atrevería a aventurar si las medidas del Gobierno para abaratar el recibo de la luz darán resultado o seguiremos para bingo. Doctores tiene el enrevesado e incomprensible mercado eléctrico español y, si ni ellos se terminan de poner de acuerdo, no seré yo quien meta los dedos en ese recalentado enchufe. Después de escuchar y leer a unos y a otros, sí aprecio algunas coincidencias. Entienden que las medidas, aún teniendo aspectos positivos, buscan ante todo calmar a la opinión pública pero llegan tarde y son un parche temporal que no impedirá que el recibo se siga encareciendo en los próximos meses hasta tocar la luna, de la que ya está cerca, si como se teme el precio del gas continúa su carrera alcista. Hay también un cierto escepticismo ante la promesa de Sánchez de que este año pagaremos por la luz lo mismo que a finales de 2018. El Gobierno, que necesita con desesperación enviar un mensaje positivo a los ciudadanos y a las empresas que sufren el calambrazo, suma churras con merinas y sitúa el ahorro en torno al 30% de la factura. No lo ven tan claro los conocedores de los arcanos eléctricos, cuyos cálculos son menos optimistas y reducen  el ahorro a la mitad.

Predicar y dar trigo: en la oposición todo es posible

Pero no hagamos cábalas, el tiempo dirá quién lleva razón o si ambos, Gobierno y expertos, saben tanto del funcionamiento real de ese mercado como usted y como yo. Por no hablar de la inseguridad jurídica que denuncian las eléctricas y que puede desembocar en un gran pifostio judicial. Tal es así que el propio Gobierno, que presumió de que el decreto con las medidas estaba blindado a prueba de pleitos, admite ya que tendrá que hacer "matizaciones".

Pero más allá de la crítica a las medidas aprobadas por el Gobierno, después de semanas de subida imparable del precio de la luz sin que Sánchez supiera qué interruptor apretar, me gustaría poner una vez más de relieve uno de los peores males de la democracia, particularmente preocupante en el caso español: la demagogia de quienes cuando están en la oposición tienen soluciones mágicas para todos los problemas por complejos que sean; lamentablemente, cuando llegan al gobierno demuestran su incompetencia, se olvidan de ellas o no se atreven a aplicarlas para pasmo y cabreo de los ciudadanos que depositaron en ellos la confianza.  

"Cuando llegan al gobierno se olvidan o no se atreven a aplicarlas"

Es lo que conocemos como "populismo", una enfermedad de la democracia que ha terminado contagiando a tirios y a troyanos hasta el punto que ya no hay casi nadie que se resista a sacar de la manga la pócima milagrosa que nos librará de todo mal per saecula saeculorum en un plis plas. Así, enfrentado a la realidad de un recibo subiendo en globo que amenaza con quemar los brotes verdes de la recuperación económica y que dejará a millones de familias a dos velas, a los partidos que forman el Ejecutivo actual y sus terminales mediáticas se les han caído de pronto todos los palos del sombrajo que habían montado en la oposición. 

Y de pronto desapareció la pobreza energética

Entre los palos del ventorrillo que más juego político dieron en su día está la pobreza energética, por la que se emitieron reportajes y programas especiales en los medios afines, se guardaron minutos de silencio, se convocaron manifestaciones y se pidió hasta la dimisión del apuntador. Más que protestar por un problema social cierto y exigir soluciones, la prioridad era desgastar al Gobierno aunque el aumento del recibo eléctrico estuviera entonces a años luz del actual y el país y el mundo no se encontraran inmersos en una pandemia. Ahora la pobreza energética ha desaparecido por arte de magia para los que entonces la consideraban el problema más acuciante del país; solo Podemos ha hecho amago de convocar manifestaciones, más que nada para intentar disimular que forma parte de un Gobierno con el que el precio de la luz ha subido el 200% en un año. 

No se discute aquí que la oposición no deba fiscalizar y criticar la acción del Gobierno y, al mismo tiempo, convencer a los ciudadanos de que tiene soluciones mejores para sus problemas. Ese es su papel en cualquier democracia que funcione razonablemente y no puede renunciar a él sin desnaturalizarse. Por tanto, el principal problema no era la campaña de acoso y desgaste al gobierno de Rajoy, la misma de la que casualmente acusan ahora el PSOE y Podemos al PP, sino la ausencia de una verdadera alternativa que pusiera orden y transparencia en un mercado eléctrico oligopólico y evitara recalentones de precios como el actual. Son, curiosamente, las mismas carencias de  las que culpaban los que gobiernan hoy a los que lo hacían entonces. Por no recordar que las puertas giratorias siempre se han abierto para todos sin que nadie les haya hecho ascos. 

"Ha quedado claro que detrás de las pancartas y los eslóganes solo había humo y demagogia". 

Que sea un factor externo como la subida del precio del gas la causa principal del aumento del de la luz no exime al Gobierno de responsabilidad. Un Ejecutivo prospectivo que presume de saber cómo será España en 2050 debió haber ponderado las consecuencias para la factura eléctrica de una subida sostenida del precio del gas y haber actuado a tiempo para hacer frente a sus efectos. Dicho en otros términos, la obsesión por una transición ecológica a machamartillo sin explicar ni reparar en los costes para empresas y ciudadanos, ha llevado al Gobierno a ignorar la realidad compleja de un mercado que en la oposición sabía perfectamente cómo meter en vereda. Ha quedado claro que no tiene idea de cómo hacerlo y que detrás de las pancartas y los eslóganes que agitaban solo había humo y demagogia populista. Lo deberíamos recordar cada vez que la oposición, cualquier oposición, nos intente vender el bálsamo de Fierabrás con la promesa de que resolverá todos nuestros problemas por los siglo de los siglos. 

El Gobierno ha visto la luz

A Pedro Sánchez pongo por testigo de que cuando el PSOE y Podemos vuelvan a la oposición, reclamarán en todos los foros y plazas del país la rebaja inmediata y vitalicia de los precios de la luz y los combustibles. Ya creo estar viendo las coloridas manifestaciones contra la pobreza energética encabezadas por Alberto Garzón y los líderes sindicales, las iniciativas en el Congreso, los editoriales en la prensa amiga y los miles de tuits y retuits de los aplaudidores: todos a una reclamando mano dura con las malvadas empresas que se lucran a costa de los pobres


Baja el IVA que no se podía bajar

Ni por pienso imaginen que la escalada de precios va a ser pasajera: hay cohetes que van a Marte con menos potencial de subida que los precios de la energía y los combustibles. De la subida de la luz y del sistema tarifario que induce a hacer la colada de madrugada ya hablamos aquí hace unos días en este post: "El calambrazo". Desde entonces el precio ha seguido disparado y, a este paso, el 1 de julio la luz costará en España un 40% más que hace un año. Vamos camino de pulverizar los niveles alcanzados en enero con la borrascosa Filomena. 

Pero cantemos a coro sus alabanzas porque, al fin, el Gobierno ha visto la luz: el Consejo de Ministros aprobará hoy una rebaja temporal del IVA de la luz y congelará la llamada tasa de generación, medidas que podrían suponer un respiro momentáneo para las maltrechas economías domésticas. Y digo podrían, en condicional, porque hay estudios que demuestran que, en un mercado eléctrico tan mal organizado como el español, la subida de los impuestos se traslada inmediatamente a los precios. Sin embargo, cuando bajan, una parte se la quedan las eléctricas en  lugar de beneficiar solo a los consumidores. 

De manera que sea lo que tenga que ser, que diría un estoico, pero mi consejo es que compremos velas en cuanto terminen las loas. Lo asombroso de todo esto no es solo el cacao mental que los repentinos cambios generan en los consumidores, sino que estas decisiones se anuncian solo quince días después de que la ministra Ribera defendiera el tarifazo que entró en vigor el 1 de junio como el más transformador y resiliente a este lado del Misisipí. 

EFE

No es menos llamativo que el PSOE y Podemos estén dispuestos ahora a bajar impuestos, con lo que eso perjudicaba hasta el otro día a los pobres y beneficiaba a los ricos, según el discurso oficial de la izquierda con permiso de Zapatero. Además, supongo que a María Jesús Montero la idea le gustará lo justo. La ministra confiaba en que la Hacienda Pública se embolsara unos 2.700 millones de euros de más por la subida, que ahora se podrían quedar aproximadamente en la mitad. Y otra cuestión, la propia Montero se ha escudado una y otra vez en Bruselas para negar la rebaja del IVA, así que a ver cómo explica la que hoy aprobará el Consejo de Ministros. 

Peligra la recuperación

Con lo de los carburante pasa casi tres cuartos de lo mismo. El barril de crudo también viaja en cohete y en solo un año se ha encarecido un 40%. Como con la luz, el fin de las restricciones por la pandemia, el incremento de la demanda en las vacaciones y el engorde de los márgenes de la distribución, que han aumentado un 30% en el último año, harán que llenar el depósito se ponga a precio de caviar beluga. De hecho, ya está cerca: en Canarias, sin ir más lejos, un depósito de gasolina de 60 litros cuesta en estos momentos 63 euros, casi siete euros más que hace un año

También aquí habría margen para aliviar la subida vía unos impuestos que suponen el 50% del precio de los carburantes. Claro que este mercado tampoco es la repanocha de competitividad, sobre todo en lugares como Canarias, y nos podríamos encontrar con el mismo problema que en el de la electricidad. El Gobierno tiene sobre la mesa dos papas muy calientes y poco tiempo para evitar que las subidas dañen los brotes verdes de la economía. Deberá decidir entre cumplir lo que el PSOE y Podemos prometieron en la oposición o hacer frente a una realidad para la que no valen pancartas ni eslóganes. Bienvenida sea la bajada de impuestos que tanto han denostado y a la que ahora se agarran, aunque solo sea un parche de efectos débiles y pasajeros que no resolverá el problema de fondo. Llegó la hora de dar trigo.  

El calambrazo

No les extrañe no haber escuchado estos días a la gente de Podemos y del PSOE, o a sus terminales mediáticas, llamando a rebato contra el nuevo calambrazo eléctrico como hacían cuando estaban en la oposición. La única razón es que ahora gobiernan ellos y quedaría poco aparente arremeter contra lo que uno hace o deja de hacer. Además, entre sus prioridades ya no figura acabar con la pobreza energética que tanto les preocupaba entonces; ahora, su principal objetivo es indultar más pronto que tarde a los independentistas presos para garantizarse seguir en el poder al menos dos años más.


El eterno debate eléctrico

El eterno debate sobre la carestía de la luz se ha encendido de nuevo a raíz de dos hechos recientes, coincidentes pero distintos entre sí. Uno ha sido el brutal incremento en los últimos meses del precio de la energía, hasta el punto de que en mayo había subido el 216% con respecto al mismo mes del año pasado. El encarecimiento del gas y de los derechos de emisión de CO2, debido a la reducción de la oferta, son los responsables de una subida que tiene su correspondiente reflejo en el recibo. Al mismo tiempo, el 1 de junio entró en vigor el nuevo sistema tarifario con tres tramos horarios en los que el consumo se factura a precios diferentes. El más económico es el de la madrugada, lo que en teoría obliga a millones de familias a tener que poner la lavadora a horas intempestivas para que el recibo no les salga más caro que cenar en un restaurante de tres estrellas. 

Son familias de clase media y baja a las que este invento les pilla con la lengua fuera por los efectos de la pandemia sobre las economías domésticas y para las que el Gobierno no ha tenido a bien prever una adaptación paulatina a los nuevos hábitos de consumo que pretende implantar. En lugar de eso, ha guardado en un cajón su discurso contra la pobreza energética y ha abocado a millones de consumidores a adoptar hábitos incompatibles con el descanso y hasta con la dignidad. Incluso las organizaciones de consumidores próximas al Gobierno coinciden en que el nuevo sistema, además de poco práctico y denigrante, encarecerá aún más este servicio básico. 

Una eléctrica pública, la gran idea de Podemos

La respuesta de Podemos ha sido la esperada: exonerar al Gobierno y cargar de nuevo contra el oligopolio de las eléctricas. Para resolver el problema, la brillante idea que se les ha ocurrido no solo es contraproducente sino más vieja que la pana: crear una empresa eléctrica pública que "compita" con los malos de su película. Como iniciativa para combatir el paro entre su gente no está mal, pero hacerla pasar por nueva política no cuela: con ideas de tan comprobada ineficacia demuestran que la que de verdad les pone los dientes largos es la vieja política fracasada y clientelar.

Los del PSOE optan por mostrar buen corazón: sube la luz, es verdad, pero es por nuestro bien; las familias que vean que se les dispara el recibo, deberían estarle eternamente agradecidas porque seremos el primo de Zumosol de la UE en el cumplimiento de los objetivos medioambientales. Si hace falta trasladamos el dormitorio a la solana y, para animarnos, nos convencemos de que estamos salvando el planeta. Si el Gobierno nos pidiera que nos alumbráramos con velas y quinqués no deberíamos dudar ni un minuto porque sería por una buena causa. Que en este loco planeta llamado España vivan familias con necesidades y problemas concretos y reales, no parece preocupar a un Gobierno que basa la bondad de sus medidas en grandes objetivos medioambientales que se dan de tortas con la realidad. 

Más transparencia y menos dogmatismo 

Si me perdonan la expresión, lo del recibo de la luz en España es de coña marinera: ni antes con el PP ni ahora con la izquierda en el Gobierno nos libramos de que nos frían con un recibo ininteligible y ante el que siempre tenemos la sospecha de que entre eléctricas y gobierno nos roban a cara descubierta. No se niega la necesidad de reducir el uso de unos combustibles fósiles cada vez más escasos y costosos, solo que este tipo de medidas deben modularse de acuerdo a la situación socioeconómica de los afectados e ir acompañadas de la necesaria pedagogía. De otra manera no son percibidas como lo que deberían ser sino como lo que son en realidad: un atraco a millones de familias que ven como su factura eléctrica no para de subir, gobierne quien gobierne, y como una arbitrariedad que se impone como artículo de fe en el que hay que creer porque lo dice el Gobierno. 

El mismo Gobierno que culpa del problema a las eléctricas, mientras pretende ocultar que cerca de dos tercios del recibo son costes regulados como peajes, distribución, políticas energéticas o impuestos. El Gobierno tiene que explicar porqué no reduce esos costes o porqué la Comisión de Mercados y Competencia, la autora intelectual de este sistema tarifario disparatado, siempre descubre los conchabos de las perversas compañías eléctricas cuando el perjuicio ya está hecho; que diga de paso también si piensa hacer algo con las famosas y poco ejemplares puertas giratorias, o piensa esperar a estar en la oposición para exigírselo al gobierno de turno. 

En pocas cosas estamos tan a oscuras en España como en el funcionamiento del mercado eléctrico y en la comprensión del recibo que debemos pagar por un bien de primera necesidad. Si el Gobierno empezara por la transparencia, la ejemplaridad y el encaje de sus medidas con la realidad del país, en lugar de por las imposiciones y la moralina medioambiental bienintencionada, creo que la mayoría aceptaría sin mucha resistencia contribuir según las posibilidades de cada cual a la lucha contra el cambio climático. Pero con discursos grandilocuentes y decisiones tan ajenas a la situación del país, ni siquiera lo necesario y conveniente se convierte en deseable.