Rajoy: mucho ruido y pocas nueces

Mariano Rajoy no se caracteriza precisamente por su afición a las entrevistas periodísticas: se le ve, oye y lee incómodo consigo mismo, diciendo cosas peregrinas como lo de las cuchillas de las alambradas de Melilla y su efecto “disuasorio” y haciendo esfuerzos casi sobrehumanos por justificar que haya hecho todo lo contrario de lo que prometió antes de llegar a La Moncloa.

Después de tomarme la molestia de leer las seis páginas que el diario EL PAÍS le dedica hoy a la entrevista “coral” que Rajoy mantuvo con este y otros cinco periódicos europeos, no puedo evitar llegar a la conclusión de que su contenido podría haberse resumido perfectamente en una columna lateral en página par. Y es que el hecho de que al presidente de Gobierno le guste tan poco hablar con la prensa no es motivo suficiente para dedicar tantas páginas y tanto papel a contar la inanidad del ser político de Rajoy.

Porque, más allá de los lugares comunes a los que ya nos tiene acostumbrados, nada ha dicho el presidente que no supiéramos o al menos intuyéramos. Respecto a la crisis ha insistido en el mantra más reciente del Gobierno con una sola idea si bien expresada de manera diversa: “estamos saliendo de la crisis”, “lo peor ya pasó”, “hace un año se debatía sobre el rescate de España y ahora se debate sobre la salida de la crisis”. Que cada uno extraiga sus propias conclusiones a la vista de la situación de paro y precarización laboral y salarial que sufre el país y confronte de paso si los recortes aplicadas por Rajoy en educación, sanidad o políticas sociales se compadecen con que “el estado del bienestar sigue siendo un logro irrenunciable en España y en la UE”, como afirma el presidente.

Los "papeles" de Rajoy

Más intríngulis tiene esta otra frase de Rajoy: "lo que más me preocupa es que Alemania tenga claro adónde vamos”. Dicho de otro modo, en tus manos, Ángela, encomiendo el futuro de este país. Podría haber añadido que ha sido un alumno aventajado y que ha hecho todos los recortes que se le impusieron desde Berlín, con grave riesgo incluso para su futuro político y el de su partido, tal y como están poniendo de manifiesto los últimos sondeos de intención de voto.


Por tanto, lo que viene a decir es que o Merkel se aclara e ilumina el camino que deben seguir los obedientes discípulos del austericidio como él o pereceremos todos en el túnel de la crisis. Aparta de mí la funesta idea de pensar y actuar como el presidente de un país soberano es lo que parece deducirse de las palabras de Rajoy.

Para el final quedan sus declaraciones a propósito de la corrupción en el PP a la que ha dedicado la frase del argumentario popular en vigor desde hace solo unos meses, la misma que repiten Cospedal, Floriano y otros cercanos al núcleo duro del presidente: “Si alguien tenía contabilidad en b, sería de él”. Una frase que se comenta por sí misma y que se enmarca en ese esfuerzo tan desesperado como inútil del PP por desvincularse del hombre del que nadie podría demostrar que no era inocente, aunque hoy esté en la cárcel a la espera de juicio.

Por lo demás, nada tampoco que no conociéramos ya sobre lo que piensa Rajoy de la reforma de la Constitución – “ahora no es el momento “ - o nada que sirva para desatascar la tensión con Cataluña – “ni quiero ni puedo autorizar un referéndum”. Y, por supuesto, ni una sola frase de autocrítica de su gestión, ni una leve disculpa por haber mentido al país escudándose en las “circunstancias” y ni un atisbo de búsqueda sincera del consenso político y social que sustituya al rodillo de la mayoría absoluta en los grandes asuntos del país (educación, seguridad ciudadana, corrupción, pensiones, reforma tributaria, etc.). En resumen, mucho ruido mediático para tan pocas nueces.

El precio de una estafa

Asegura la sabiduría popular que presumir en exceso de algo es poner de manifiesto las propias carencias. El vicepresidente de la Comisión Europea y Comisario de la Competencia, el español Joaquín Almunia, presumía ayer de la multa récord que le ha caído a seis grandes bancos internacionales por conchabarse para manipular el euríbor, el índice de referencia por el que se fijan los intereses de casi siete millones de hipotecas en España, muchas de ellas con cláusula suelo. La sanción asciende a 1.700 millones de euros que tendrán que pagar entidades como el Deutsche Bank, Barclays, Société Générale o el Royal Bank of Scotland.

Aunque sólo los dos primeros tienen una amplia presencia comercial en España, la globalización financiera hace que ese sea un detalle menor. Se da la circunstancia de que el Barclays ya había sido sancionado en Estados Unidos por las mismas prácticas fraudulentas mientras que en la Unión Europea se le ha rebajado la sanción porque descubrió el pastel y a sus comensales. Por mucho que Almunia presuma de “sanción ejemplarizante” la misma dista mucho de merecer ese honor.

Más bien debe ser calificada de ridícula si tenemos en cuenta que esos 1.700 millones de euros los gana cualquiera de estos bancos en un par de trimestres. Como ejemplo, el Deutsche Bank, multado con algo menos de 500 millones de euros, ganó durante el tiempo que se supone duraron los tejemanejes más de 6.500 millones. Almunia tampoco se ha dignado informar a los ciudadanos, a los que el año que viene se les pedirá que acudan a las elecciones al Parlamento Europeo, a cuánto asciende la seguramente millonaria estafa de estos bancos. O no la sabe – lo cual es dudoso – o evita hacerla pública para evitarles males mayores a esas entidades y que prenda más si cabe la indignación social ante unas prácticas claramente delictivas.

Multar con 1.700 millones de euros por engañar a millones de ciudadanos y no dar un paso más para depurar responsabilidades es como rascarse el ombligo para curarse la pulmonía. Son imprescindibles medidas mucho más expeditivas que las autoridades comunitarias y el Banco Central Europeo deberían de haber puesto en marcha hace tiempo si no estuvieran tan preocupados por la salud financiera de los bancos y tan poco por el bolsillo de los ciudadanos.

Los directivos de los bancos que participaron en esos enjuagues con el euríbor deberían haber sido inhabilitados de por vida para trabajar en el sector y, a continuación, procesados por estafa. Sin embargo, se conforma Almunia con sacar pecho y sonreír al tendido y, en todo caso, dejar en manos de los estafados la carga de la prueba que demuestre que han sido vilmente engañados por una pandilla de ladrones de cuello blanco, como si eso fuera tarea fácil.

Que el euríbor es el fruto de un contubernio bancario para engañar a los clientes ha quedado demostrado, pero tampoco se conocen iniciativas serias en la UE para hacerlo transparente y creíble y no una coartada al servicio de los balances bancarios. Aquellos que aún se atreven a levantar la mano para salir en defensa de la banca y sus prácticas tienen en este escandaloso caso un nuevo motivo para guardársela en el bolsillo. Al menos ya sabemos una cosa: que el precio de una monumental estada bancaria como ésta es exactamente de 1.700 millones de euros, imagen corporativa incluida. Demasiado poco para tanto como presumen.