Cuentos chinos

Mariano Rajoy es como los malos periodistas, procura que los datos de la realidad no le estropeen un buen titular. También empieza a parecerse tanto a Rodríguez Zapatero que no resulta fácil decidir cuál de los dos se muestra más optimista a pesar de que las cifras digan todo lo contrario. Zapatero se parapetó en un optimismo carente de fundamento para negar la crisis y no cambió de postura hasta que el tsunami llamó a las puertas de La Moncloa. Después vino la caída del caballo y la no menos famosa intervención de julio de 2010 en el Congreso en donde dejó para los anales de la Cámara y del país aquello de que tomaría las medidas que España necesita aunque sean difíciles, “cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste”. Pero aquello ya es historia vieja y todos recordamos lo que les costaron sus medidas a los españoles y lo que le costaron al propio Zapatero. 

Ahora sigue sus pasos Rajoy quien, después de dejar a Ruiz – Gallardón fané y descangallado tras retirarle su proyecto más querido, la reforma de la Ley del Aborto, se ha ido a China a vender optimismo económico por los cuatro costados. Transcribo literalmente sus palabras en Pekín ante una selecta representación de empresarios chinos: “La situación económica de España es ahora diametralmente opuesta la que teníamos hace tres años, gracias a un cambio de rumbo decidido de la política económica y unas perspectivas indudablemente mejores”. Y remató: “España ha dado la vuelta a la situación y está creciendo, creando empleo, exportando, invirtiendo y haciéndolo de forma sostenida y sostenible”. Y, añado yo, los españoles sin enterarnos. Es verdad que no repitió lo de las raíces vigorosas de la economía española, aunque creo que al menos debió concluir con un ¡olé! para redondear la intervención. 

Supongo que Rajoy no cree en el falso tópico de que los chinos son tan tontos que se les pueda engañar como a tales. Puede que crea, en cambio, que como su democrático gobierno no les deja acceder a según qué páginas en internet no se han enterado de que la economía en la Unión Europea tirita de frío, que a Francia, Italia y a la propia Alemania le castañetean los dientes y que España no escapará a un agravamiento de su pulmonía si los motores que tiran del carro de la maltrecha Unión Europea siguen gripados durante mucho tiempo más. 

Para Rajoy no debe tener ninguna importancia que el presidente del BCE, Mario Draghi, haya dicho hace solo unos días que la economía de la eurozona está al borde de una nueva recesión – preciso que para los ciudadanos de a pie es la misma desde hace años - y que su propio ministro de Economía, Luis de Guindos, dijera también que como en el resto de Europa no mejoren las cosas significativamente España seguirá en estado de postración hasta Dios sabe cuándo. 


Él solo pretendía encandilar a los empresarios chinos con una España de la que sólo le faltó decir, como a Zapatero, que vuelve a estar en la Champions League de las economías del mundo mundial. Y en cuanto a lo de que se está creando empleo e invirtiendo que dijo Rajoy a los empresarios chinos será en los mundos de Yupi, que es en donde parece vivir el presidente. Bien está que el jefe del Ejecutivo se dé una vuelta de vez en cuando por el mundo: eso ayuda a desprenderse del pelo de la dehesa, se hacen amigos aunque sean rojos de boquilla y, si se tercia y salen unos contratos para empresas españolas con empresarios comunistas chinos o estos deciden invadirnos con tiendas de todo a 1 euro, miel sobre hojuelas. A inversor interesado en gastarse su dinero en España es norma de la casa no mirarle el diente y ahí está, por ejemplo, el caso de Adelsson y su malogrado Eurovegas de Madrid, que por un quítame allá esas leyes se fue con la pasta a otra parte para disgusto de Esperanza Aguirre e Ignacio González. 

Pero de ahí a intentar engañar a los chinos haciéndoles creer que si no invierten en una España a punto de caramelo económico o no hacen negocios con empresas españolas es que son tontos de remate, va una distancia como de aquí a China. No sé a los chinos pero a quien desde luego no engaña Rajoy es a los españoles y no es porque no le tengamos simpatía a este hombre al que de unos días a esta parte le invade un ardor de consensuarlo todo que hasta un ministro se ha quitado de en medio por poco consensuador. Es simplemente porque donde Rajoy ve raíces vigorosas los ciudadanos sólo vemos hojas secas y no precisamente porque haya entrado el otoño. 

Entrevista en Paperblog

Desde Paperblog me piden amablemente que conteste a unas sencillas preguntas sobre este blog. Aquí están las preguntas y las respuestas.
-¿Cómo definirías el estilo de tu blog?
Con una sola palabra: crítico. El objetivo es reflexionar sobre los asuntos de la actualidad desde una visión crítica y ponderada, es decir, equilibrada y evitando en todo momento la descalificación personal o el insulto. El blog es mi forma personal e intransferible de ver la realidad económica, social o política que vivimos a diario y no pretende convencer a nadie, sólo poner en orden mis propias ideas y expresarlas con absoluta libertad añadiendo en ocasiones un ligero toque ácido e irónico que hagan más digerible asuntos a veces áridos y a veces dramáticos.
-Tus artículos ofrecen una opinión a partir de un análisis sobre la política nacional e internacional, ¿En qué criterios te basas o qué es lo que te inspira a la hora de escoger una temática a tratar?
Los criterios básicos son la actualidad y el interés general, es decir, todo aquello que afecte de un modo u otro a un amplio número de personas en su vida cotidiana: sanidad, educación, justicia, economía, política, relaciones internacionales, etc. En la práctica totalidad de los casos, mis posts están pegados a la actualidad diaria, ya sea económica, social o política. Para esto, mis fuentes de información pueden ser propias aunque en la mayoría de los casos proceden de las informaciones aparecidas en medios impresos o digitales.
-¿Consideras que el periodismo ciudadano hace más democrática y abierta una sociedad?
Sin duda. Más allá de los grandes medios de comunicación y de sus líneas editoriales, a menudo condicionadas por intereses económicos y/o políticos, es muy importante que los ciudadanos de cualquier condición dispongan de ventanas como los blogs o las redes sociales para comunicar informaciones o expresar sus puntos de vista sobre los asuntos que les afectan. Siempre que se huya de la descalificación y del insulto y se respeten todas las opiniones aunque no coincidan con las nuestras, el periodismo ciudadano es una extraordinaria herramienta para la participación en los procesos sociales que les afectan y para hacer frente al pensamiento oficial único y abordar asuntos que de otro modo no saldrían a la luz.
-¿Por qué decidiste escribir un blog?
La decisión de abrir el blog surgió de la necesidad de ordenar de algún modo la realidad que me rodea, analizarla, darle sentido y sacar conclusiones con sentido crítico. No buscaba ni busco notoriedad ni reconocimiento, sólo compartir mis puntos de vista sobre la actualidad con quien quiera dedicar unos minutos en leer mis artículos y comentarlos si le apetece. Estoy abierto a todas las críticas y respeto, como no puede ser de otra manera, aquellas que no compartan mi visión de esa realidad. Para eso creo que debe servir el blog porque, al fin y al cabo, intercambiar diferentes puntos de vista sobre un mismo asunto nos enriquece a todos.
-Desde Paperblog consideramos que tu blog es una de las mejores bitácoras que colaboran en la página, ¿Cómo preparas tus artículos?
Gracias por el cumplido. Cada artículo nace de una reflexión previa sobre un asunto de actualidad que considere de relevancia e interés general por sus implicaciones sociales, económicas o políticas. Hecha esa reflexión, realizo una tarea previa de documentación especialmente si debo manejar cifras o porcentajes o utilizar declaraciones textuales de algún personaje público. Todo ello con el fin de ser lo más fiel posible a los hechos y a los datos. Como dice un principio básico del periodismo, las intepretaciones son libres pero los hechos son sagrados. A partir de ahí y después de hacer un esquema mental muy simple, suelo eligir un título que resuma en pocas palabras el sentido último del artículo, lo que quiero transmitir con él. Hecho este trabajo de preparación empiezo a escribir procurando ser escueto para no superar los cinco o seis párrafos de extensión, aunque sin escatimar posibles explicaciones que crea imprescindibles para que pueda extenderse el contexto en el que se enmarca el artículo. Por último intento cerrarlo con una conclusión que lleve implícito el sentido del título o que resuma mi punto de vista sobre el asunto que he tratado en el artículo. Antes de publicarlo tengo también por norma realizar una correción ortográfica y sintáctica lo más atenta posible. Hecho todo esto sólo me queda buscar una imagen o una viñeta que aluda al contenido del artículo y que pueda suscitar una sonrisa en el lector. El siguiente paso y definitivo es la publicación del articulo en el blog y en las redes sociales.
-Por último, ¿Cuál es tu opinón acerca de la plataforma bloguera Paperblog?
Aún llevó poco tiempo en ella pero mi primera experiencia es muy positiva. Si la comparo con otras plataformas por las que he tenido la desgracia de pasar – y no citaré nombres – la de Paperblog es la que más me satisface. Me gusta la sencillez del diseño y la facilidad para navegar entre los diferentes contenidos, la amplia variedad de asuntos que aborda, el trato personalizado – caso de esta entrevista que me piden los responsables de la plataforma a los que agradezco haberse interesado por mi blog – y el control de las lecturas a través de Paperblog o directamente en mi blog. Hago votos para que siga creciendo y mejorando día a día. Yo prometo seguir aportando mi pequeño granito de arena. Un saludo para todos los blogeros y blogeras de Paperblog. 

Marchando una de consenso

Consenso es una hermosa palabra del vocabulario político que procede del latín “consensus” y que a los políticos españoles no se les cae de la lengua desde los tiempos de la Transición. Otra cosa es lo que signifique o lo que esconda en cada momento, pero en su origen más puro quiere decir “acuerdo que se alcanza por el consentimiento entre los miembros de un grupo o entre varios grupos”. El consenso fue la palabra estrella tras la muerte de Franco y la recuperación de la democracia, siguió siéndolo con la mayoría absoluta de Felipe González y su, no obstante, famoso “rodillo” y lo fue después con Aznar, con Zapatero y ahora también con Rajoy. El consenso se saca a pasear por necesidad cuando no hay mayorías absolutas y por estética y lustre democrático cuando las hay aunque no se tenga voluntad alguna de conseguirlo, sólo deseos de no proyectar una imagen autoritaria ante la opinión pública. 

“Buscaremos el máximo consenso para aprobar esta ley”, dicen los que ostentan la mayoría absoluta a sabiendas de que si los que se oponen no se pliegan a sus deseos siempre podrán escudarse en que “lo intentamos pero no fue posible, hemos puesto todo de nuestra parte pero los electores nos han dado la responsabilidad de gobernar y eso es lo que vamos a hacer”. Es excusa vana y poco creíble puesto que nadie cuestiona la legitimidad de la mayoría absoluta pero sí su uso y abuso en contra ya no solo de toda la oposición sino incluso de la mayoría de la sociedad. 

Después de ignorar soberanamente el rechazo político y social generalizado ante la reforma de la Ley del Aborto, Mariano Rajoy acaba de descubrir ahora las bondades del consenso para no aprobar leyes que el próximo gobierno “no derogue desde el minuto uno”, según su acertado símil deportivo. En realidad, lo que han descubierto el presidente y sus asesores es un amplio consenso social contrario a volver a votarle al PP en las dos citas electorales del año que viene y para no echarle más leña al fuego no ha dudado en quemar en la hoguera a Ruiz – Gallardón. Que esa reforma carecía del mínimo consenso era más que evidente mucho antes de que pasara por el Consejo de Ministros. Sin embargo, Rajoy no consideró entonces necesario retirarla como acaba de hacer ahora en un ejemplo de que su manejo de los tiempos no es tan inteligente como proclaman sus hagiógrafos. 

De haber retirado la reforma el año pasado no habría quedado tan de manifiesto que lo único que le preocupa ahora es perder votos y no buscar el consenso sobre una reforma que, por otra parte, nadie había pedido, salvo la derecha extrema de su partido y la cúpula de la Conferencia Episcopal. Si de verdad Rajoy fuera un político de consenso, no sólo habría tenido que aparcar hace mucho tiempo la reforma del aborto. Tendría que haber hecho lo mismo con la reforma laboral que provocó dos huelgas generales, la de la Educación que ha concitado el rechazo unánime de la comunidad educativa o la desorbitada subida de las tasas judiciales que consiguió unir por primera vez en la historia del país a jueces, fiscales, abogados y otros agentes del ámbito jurídico además de a la inmensa mayoría de la población. 

Podríamos citar también aquí su completa falta de cintura política y voluntad de diálogo para encauzar la situación en Cataluña e impedir que llegara a las cotas de enfrentamiento que ha alcanzado. Y por mencionar un asunto más cercano, la imposición sin diálogo ni consenso de unos sondeos petrolíferos en Canarias que rechazan instituciones y buena parte de la sociedad de las Islas. Y solo cito algunos casos flagrantes de absoluta falta de consenso, a pesar de lo cual Rajoy ha seguido adelante con los faroles sin importarle lo más mínimo las consecuencias de sus medidas adoptadas con la absoluta y solitaria mayoría del PP. 

Ahora bien, si con su extemporánea apelación de ayer al consenso para retirar la reforma del aborto pretende Rajoy haberse ganado el reconocimiento de los españoles por su capacidad para el diálogo cargando la responsabilidad del fiasco sobre su ex ministro de Justicia, puede ir renunciando a la idea. El fracaso de esa reforma no es sólo de Gallardón sino del conjunto del Gobierno del que Rajoy es presidente y en el que se aprobó el anteproyecto de ley correspondiente con él sentado a la cabecera de la mesa del Consejo de Ministros el 20 de diciembre de 2013. 

El consenso no presupone debilidad política aunque quien lo busque disponga de votos suficientes para prescindir de él. Se trata de un valor esencial del juego político democrático que debe procurarse al menos cuando se quieren tomar decisiones de calado para el conjunto de la sociedad y no solo cuando los malos augurios electorales aprietan como ha hecho ahora Rajoy. Bertrand Rusell escribió que “un verdadero liberal se distingue no tanto por lo que defiende como por el talante con que lo defiende: la tolerancia antidogmática, la búsqueda del consenso, el diálogo como esencia democrática”. A saber qué hubiera dicho Rusell de Rajoy pero es improbable que lo considerara una liberal.