Citas de verano

Con el calor apretando y la situación política en punto muerto (por no decir que va cuesta abajo y sin frenos) ha llegado el momento de tomarse un pequeño respiro en el seguimiento de las andanzas de los prohombres de este país. 

Para no perder el contacto por completo, durante este tiempo me descolgaré de vez en cuando con alguna que otra cita sobre la que reflexionar entre caña y caña. La de hoy está entresacada de un libro magnífico que recomiendo sin reservas. Se titula "La política en tiempos de indignación" y es su autor Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social. La cita sobre la que les invito a reflexionar tiene mucho que ver con la situación de estancamiento político en la que vive España desde las elecciones del 20 de diciembre. 

"La democracia es un sistema basado en la experiencia de que por muy segura que esté la mayoría triunfante conviene tener a mano a la minoría perdedora como un recurso para posibilitar una alternativa en el caso de que, como suele ocurrir, las actuales hegemonías se agoten, las razones se tambaleen y las mayorías establecidas se desgasten"

¡Feliz verano!

Rajoy nos vacila

Era difícil que se superara a sí mismo pero Rajoy lo ha conseguido y ha dado una nueva vuelta de tuerca al más difícil todavía. Cuando todo el mundo especulaba sobre si aceptaría o no el encargo del rey para ir a la investidura e incluso si el rey llegaría a proponerlo a la vista de que ni ha buscado ni tiene apoyos suficientes para lograrla, va don Tancredo y nos regala una de sus fintas preferidas: hacer como que se mueve sin hacerlo ni un milímetro en realidad. Qué otra cosa puede significar esa aceptación del encargo del jefe del Estado condicionándola a conseguir los apoyos necesarios para no sufrir la suerte de Pedro Sánchez en la pasada legislatura. No le importa lo más mínimo hacer como si no existiera una Constitución por la que cuando se acepta el encargo del jefe del Estado es ineludible cumplir con el compromiso se tengan o no apoyos para salir airoso del mismo. 

Sé que doctores tiene el derecho y que no todo el mundo coincide con que el mandato de la Constitución es meridianamente claro en ese asunto.. Ahora bien, sí hay una mayoría de juristas que opina que Rajoy tiene que apechugar con su responsabilidad constitucional y no buscar subterfugios para esquivarla. Más allá de cuestiones jurídicas, otra cosa ha dejado clara Rajoy por si alguien aún tenía alguna duda: no ha movido un dedo para conseguir los apoyos por los que dice desvivirse de boquilla. Lo más que ha hecho ha sido poner sobre la mesa un corta y pega del programa electoral de su partido que el resto de fuerzas políticas no puede menos que considerar insuficiente para sentarse a negociar. Bien es cierto que de pasividad en la brega hay que acusar a todos los partidos políticos, empezando por el PSOE. Si esto fuera una corrida de toros habría que devolverlos sin falta a los corrales. 


Escudándose en que fue el PP el partido que ganó las elecciones, tampoco ha movido ninguno un dedo para ofrecer al menos una abstención a cambio de tres o cuatro grandes asuntos de estado sobre los que fuera posible alcanzar un acuerdo. En lugar de eso se ha perdido un mes precioso en el inmovilismo, en el regate en corto y en el tacticismo más lamentable, mientras los problemas se enquistan y se agravan. Pero aún teniendo el resto de las fuerzas una importante cuota de responsabilidad en la impresentable situación política, es sobre el PP y sobre Rajoy sobre quienes sigue recayendo, ahora más que nunca, la principal responsabilidad de desbloquear la situación, entre otras cosas, porque ganó las elecciones. Y hacerlo, además, cuanto antes, definiendo más pronto que tarde a qué se refiere cuando habla de "un plazo razonable" para buscar esos apoyos.

Rajoy tiene que despejar cualquier duda de que acudirá la investidura  y tiene que establecer un plazo lo más corto posible para intentarlo. No es una opción para Rajoy aprovechar el control sobre la presidencia del Congreso para acomodar la sesión de investidura a su exclusiva conveniencia y no es una opción para la presidenta de la Cámara jugar a favor de los intereses de su propio partido y no de los de todos los ciudadanos. Ana Pastor tiene la obligación de exigir a Rajoy una fecha para la celebración del pleno de investidura, facilitando de este modo que empiecen a caminar los plazos previstos en la Constitución para que se presente otro candidato o para que se convoquen elecciones. Ya no son admisibles ni tolerables más componendas a favor de obra ni más largas ni más ya veremos o no adelantemos acontecimientos, tan del gusto de Rajoy. Son los acontecimientos los que nos están adelantando y arrollando como país - pensiones, presupuestos, recortes, financiación autonómica, etc., etc. -  y es urgente que se ponga fin a esta esperpéntica situación. 

La forma de conducirse de Rajoy demuestra una vez más que sigue creyendo a pies juntillas en las ventajas de su estrategia preferida, que será el tiempo el que terminará dándole la victoria aunque sólo sea por agotamiento de los adversarios. No deberían estos tampoco escudarse en el tancredismo de Rajoy para continuar mano sobre mano a la espera no se sabe muy bien de qué. El bloqueo es ya mucho más grave que en la pasada legislatura porque no ha habido ni hay nada que merezca el nombre de negociaciones y porque el país lleva ya ocho meses sin un gobierno que pueda encargarse de las urgencias que hay sobre la mesa. Para rematar el despropósito de los últimos meses, solo nos faltaba ahora un candidato a la investidura que como hizo Rajoy ayer tarde se permita vacilar a todo un país, término que según una de las acepciones de la RAE significa literalamente  "engañar, tomar el pelo, burlarse o reírse de alguien".   

Echenique: tic-tac, tic-tac

Si te dedicas a tiempo completo a dar lecciones de ética corres un elevado riesgo de que te las terminen dando a ti si no eres consecuente con tus propias prédicas. No puedes ir por el mundo señalando con el dedo a los demás y exigiéndoles que limpien sus casas si tú no has hecho los deberes en la tuya. Quien aplica la doble vara de medir con respecto a la corrupción de los demás frente a la suya o recurre a la ley del embudo que deja la parte estrecha para los demás y se reserva para sí la ancha no merece que se  le preste más atención cuando vuelva a hablar de regeneración y transparencia. 

El secretario de organización de Podemos, Pablo Echenique, ha tenido que reconocer que durante un año tuvo a un trabajador a su servicio sin contrato y sin darle de alta en la Seguridad Social, o sea, en negro azabache total. Lo ha confesado después y no antes de que lo publicara un periódico de Aragón, aunque eso no es lo peor viniendo de alguien capaz de conjugar el verbo dimitir en todos las personas y tiempos salvo en la primera del presente. Lo peor es que ha intentado echarle la culpa al cha - cha - chá: dice el dirigente de Podemos - conocido martillo político de herejes y corruptos - que la culpa es del sistema porque obliga a los dependientes como él a elegir entre pagar la hipoteca o la Seguridad Social de un asistente que le eche una mano en sus tareas cotidiana. 

Dicho de otra manera, que Echenique justifica sin ambages la economía sumergida y que los empleadores  hagan de su capa un sayo con contratos, salarios y cotizaciones a la Seguridad Social alegando circunstancias como la suya u otras que les vengan bien para justificar el incumplimiento de la ley. Sin descontar, por supuesto, que sean también los propios empleados los que en ocasiones rechazan el alta en la Seguridad Social para ahorrarse la cuota y disponer de algo más de liquidez, lo cual tampoco justificaría que el empleador se aviniera al chanchullo.  

Pero ateniéndonos al caso que nos ocupa, me produce perplejidad que el partido que venía a cambiar el mundo en menos de lo que tardó en crearse, acabar con la corrupción y regenerar la vida política, perseguir el fraude fiscal y crujir a los ricos con impuestos siga teniendo como número dos de su jerárquica organización a alguien que no asume la más mínima responsabilidad política cuando es descubierto haciendo algo que de haberlo hecho otro ya le habría supuesto ser crucificado en la plaza mayor.  Rápidamente se ha organizado la autodefensa y en tromba han salido ya algunos dirigentes de Podemos a justificar a su compañero pillado haciendo algo que él mismo reconoce que no estaba bien y que, además, era consciente de ello. 

Carolina Bescansa, la inolvidable diputada del bebé parlamentario con el que arrancó la pasada legislatura, califica de "vergonzante" los ataques a su compañero. Abro aquí un breve paréntesis: según la RAE, "vorgonzante" es ocultar algo por vergüenza. Supongo que Bescansa se refiere a ataques "vergonzosos", es decir, que causan vergüenza. Y cierro paréntesis, que tampoco vamos a exigirles a la gente de Podemos ni al común de los políticos no sólo coherencia entre lo que dicen y lo que hacen sino que encima conozcan el significado de las palabras que emplean. 

No opina lo mismo que Bescansa, sin embargo, Alberto Garzón, la segunda parte contratante de la primera parte en la coalición Unidos Podemos. A su juicio, lo que ha hecho Echenique es una práctica que se debe censurar. De lo que han dicho, por ejemplo, en el PP o en el PSOE ni me voy a ocupar porque ya ustedes se lo pueden imaginar de manera muy cabal. Lo que importa ahora es saber si Echenique va a dar el paso que sigue al de reconocer que metió la pata, que incumplió la ley y que lo hizo completamente  a sabiendas. 

No se trata de atizarle al árbol cuando se tambalea pero hay que recordar que todo eso ocurrió al mismo tiempo que Echenique y los suyos nos aleccionaban sobre el descrédito de la política y sobre la ineludible obligación que tienen de responder con sus cargos aquellos que se aparten del camino recto marcado por la nueva moralidad pública, esa al parecer tan vieja que reza que si lo hago yo es justificable pero si lo hacen otros no tiene perdón de Dios. Tic-tac, Tic-tac.