Un pacto para olvidar

El mejor pacto político posible para Canarias que hoy ha pasado a mejor vida ha sido, con diferencia, el más inestable que han tenido estas islas en mucho tiempo. Debe haber sido también el que más tiempo ha dedicado a apagar fuegos que nada tienen que ver con la gestión del interés público. Algún defecto congénito debía tener la criatura para que generara más discrepancias que coincidencias desde su nacimiento y se haya despedido entre reproches y estertores. Puede que fuera que los socios que lo han sustentado a trancas y a barrancas durante año y medio no estuvieran hecho el uno para el otro o, mejor dicho, uno puede que sí pero el otro no. CC aceptó este pacto que ha vendido como el mejor posible, porque no le terminaban de cuadrar las cuentas políticas con el PP, aunque con el apoyo de los tres diputados de la Agrupación Socialista Gomera sumara suficiente mayoría parlamentaria. También porque  pensaba que sería más cómodo gobernar con el PSOE y de hecho así tenía que haber sido, sobre todo a la vista de la capacidad de aguante que los socialistas han demostrado durante la mayor parte de lo que llevamos de esta convulsa legislatura.

Los socialistas ni se plantearon en junio del año pasado articular una mayoría parlamentaria alternativa que enviara a CC a la oposición. En un claro error de cálculo, un  PSOE sin liderazgo reconocido ha pretendido ahora explorar esa fórmula confiando en que la coyuntura nacional le sería favorable y se ha encontrado con las paredes de Ferraz y de Génova enfrente. Probablemente fue en ese intento de censurar a Clavijo cuando el PSOE selló la salida del Gobierno que ha firmado hoy el presidente. 


Sin embargo, en junio del año pasado y sin pensárselo mucho, el PSOE se entregó en brazos de CC y confió en que los nacionalistas cumplirían las cláusulas políticas del acuerdo, empezando por el pacto en cascada que ya se había incumplido en la legislatura anteriorEsa obsesión por extender el acuerdo regional a cabildos, ayuntamientos y pedanías ha supuesto un persistente dolor de cabeza para los socios del pacto, con los socialistas como los más perjudicados, y un guineo insufrible para una ciudadanía cada vez más indiferente ante estas trifulcas de vecindad. No obstante, las desavenencias no sólo han tenido que ver con quién gobierna en según qué ayuntamiento. La falta de entendimiento y de proyecto compartido entre los socios ha sido patente en asuntos de mucho más calado como el debate de la nueva ley del suelo y el control de legalidad del planeamiento urbanístico o en la gestión socialista de la sanidad pública abiertamente cuestionada por el propio presidente.  

Y sin ir más lejos, en el destino que debía darse a los 160 millones de euros del Impuesto sobre el Tráfico de Empresas, a la postre un regalo envenenado que ha terminado dinamitando el pacto.  Desde el momento en el que se supo que Canarias no tendría que devolver ese dinero al Ministerio de Hacienda, CC y el PSOE han mantenido una pugna sorda y soterrada primero y a voces después que ha terminado en el cese de los consejeros socialistas. Y todo eso, y aquí viene lo más esperpéntico, después de haberse puesto de acuerdo sin muchos problemas sobre cómo distribuir más de 7.000 millones de euros del presupuesto autonómico del próximo año.


Los socialistas ya habían protagonizado desplantes suficientes como para que el cese se hubiera producido hace un mes y los ciudadanos nos hubiéramos evitado esta agonía política. Me refiero al inexplicable abandono del Consejo de Gobierno por parte de los consejeros del PSOE – reiterado hoy - y al voto con la oposición en el Parlamento que, sin embargo, no condujeron a lo que hubiera sido lógico, normal y responsable en un partido como el PSOE: abandonar el gobierno y dar por roto el acuerdo.

La necesidad de la ex vicepresidenta Hernández de permanecer en el Gobierno para no poder comba en la pugna por liderar el PSOE canario y el miedo a aparecer como el dinamitador del acuerdo y a tener que gobernar en minoría por parte de CC, han aplazado más allá de todo lo razonable y admisible el fin de una crisis permanente que ha hecho un enorme daño a la imagen del Gobierno de Canarias. Una lección cabe extraer de la penosa historia de este pacto de desencuentros y es que la aritmética parlamentaria no lo es todo en las relaciones políticas: si no hay proyectos medianamente afines para sustentar un acuerdo de gobierno estable y cohesionado o si ni siquiera hay proyecto claro ni nadie con capacidad suficiente para liderarlo, el fracaso está garantizado. En política, lo que parece que suma en realidad también puede restar.  

La ira de Aznar

Aunque creo que ha dejado el vicio, no me extrañaría que Rajoy haya encendido un buen veguero para celebrar como se merece que su padrino Aznar haya renunciado a la presidencia de honor del PP. Se acabó por fin la brasa insufrible de sermonearme a toda hora con lo que debo hacer y pensar sobre la economía, los impuestos, Cataluña o el partido, habrá dicho para sus entretelas el gallego. De Rajoy sabemos que ya le pueden hacer cosquillas en las plantas de los pies que no moverá un solo músculo de la cara. A las críticas de Aznar, eternamente enfurruñado y de mala uva, Rajoy ha respondido con el desdén del silencio o como quien oye llover plácidamente en Pontevedra. Todo lo contrario del vallisoletano,  incapaz de expresar sus puntos de vista sin torcer el gesto y mascullar las palabras como si hablara para su camisa y no para quienes le escuchan.

Ahora bien, que Rajoy parezca una estatua del Museo de Cera y que las críticas parezca que no le afectan no quiere decir que la procesión no vaya por dentro. Aznar fue y sigue siendo el “presidente” para la derecha carpetovetónica nacional,  la misma para la que Rajoy no es más que “Maricomplejines” – Jiménez Losantos dixit. Junto con eso, que alguien que te eligió a dedo para ser su heredero político te esté tirando casi a diario de las orejas no debe ser tampoco plato de buen gusto para nadie, ni siquiera para el aparentemente inconmovible Rajoy.



Sin embargo, y aunque lo disimulen muy bien los dirigentes del PP cantando ahora las excelencias políticas de Aznar, lo cierto es que al partido le viene de perlas que este Pepito Grillo de la derecha más caduca pase a la condición de simple militante. En el imaginario de la mayoría de los españoles Aznar aparece con los pies sobre la mesa junto a Bush y sus compiches, en el trío de las Azores o mintiendo a los españoles sobre los atentados de Atocha. Es también, aunque los populares canten sus bondades económicas, el responsable político de la burbuja inmobiliaria que ha provocado la peor crisis vivida en décadas en este país; y al mismo tiempo es el que hablaba catalán en la intimidad con Pujol y el que invitó a la boda de su hija a la flor y nata de la trama Gürtel.

Por eso, cuanto menos le recuerden los españoles y cuantas menos homilías haya que soportar sobre lo que debe hacer o dejar de hacer el Gobierno del PP, mucho mejor para los populares. Aunque temo que se equivoquen si dan por hecho que este martillo de herejes no les seguirá leyendo la cartilla cada vez y tenga oportunidad. Renunciar a la presidencia de honor del PP le deja las manos libres para arremeter contra Rajoy o contra quien estime conveniente y con la dureza que estime conveniente. A su servicio tiene la fundación FAES, a la que ya ha desconectado del PP, y hasta la posibilidad de fundar un nuevo partido a la derecha de la derecha.

De naturaleza política rencorosa, Aznar no se va a retirar de la primera línea así como así ni va a perdonar que Rajoy y el PP hayan ignorado las reiteradas críticas y recomendaciones de un hombre que se siente imbuido de la verdad absoluta e inapelable. Haría bien Rajoy en apurar su puro e irse preparando para las embestidas aznaristas que seguramente le estarán esperando a la vuelta de la esquina y que, esta vez sí, puedan terminar obligándole a romper el silencio sobre su arrogante padrino político. 

Ladrones de banco

En una sola sentencia el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha propinado hoy una sonora bofetada judicial doble a España. La primera a los avariciosos bancos españoles – perdón por la redundancia – a los que obliga a devolver hasta el último céntimo de las cláusulas suelo de las hipotecas. El Banco de España, de cuyos cálculos me fío menos que de una escopeta de feria a la vista de los números que hizo sobre Bankia, estima que el roto superará los 4.000 millones de euros. Otras estimaciones elevan la cifra hasta los 30.000 millones sobre la base de calcular 3.000 euros anuales de media  por los dos millones de hipotecas con cláusula suelo firmadas en España desde 2009 apróximadamente.

Fue entonces cuando la burbuja inmobiliaria reventó y los bancos idearon el truco del almendruco de la clausula suelo para guardarse las espaldas  ante posibles bajadas del Euribor y seguir sangrando a sus clientes. Sinceramente, confío en que la cifra no sea tan elevado porque de serlo no tardaría Rajoy en personarse en Bruselas para pedir un nuevo “no rescate” de los bancos españoles a bajo interés y, por supuesto, sin cláusula suelo. En cualquier caso no aconsejaría yo a nadie que abriera el champán para celebrar este fallo.

El descosido es grave como se ha reflejado ya en las cotizaciones de los bancos que más han abusado de las cláusulas suelo. Y aunque ya las entidades habían proveído fondos temiendo el varapalos, no firmaría yo en ningún lado que no se disparen ahora las comisiones, los intereses de los préstamos y otros peajes bancarios para cuadrar los balances y resarcirse del golpe. Eso sin contar con que los bancos no van a soltar un solo euro de oficio, de manera que quien quiera cobrar tendrá que ganárselo en los juzgados.


La sentencia también es una bofetada sin precedentes en plena cara del Tribunal Supremo español. Esta alta instancia judicial había fallado en mayo de 2013 que las cláusulas suelo son nulas pero, en una sorprendente pirueta, establecía que los bancos sólo tenían que devolver lo cobrado a partir de esa fecha y no desde el momento de la firma de la hipoteca. En otras palabras, que todo lo cobrado hasta ese momento bien cobrado estaba y aquí paz y después gloria. Si los magistrados que redactaron esa sentencia tuvieran un mínimo de vergüenza torera ya deberían haber  tirado la toga y las puñetas a la basura y haberse ido a casa abochornados.

Incluso alguien que no haya pisado nunca una facultad de derecho se preguntaría cómo se puede considerar que la cláusula de un contrato es nula pero sólo por un tiempo, es decir, a partir de determinada fecha y no desde el momento mismo de la firma del compromiso. Pues, para asombro general,  los magistrados del Supremo actuaron más como miembros del consejo de administración de un banco que como defensores de la Ley y fallaron que obligar a los bancos a devolver todo el dinero de las cláusulas suelo ponía en peligro el sistema financiero.

Se me agota la capacidad de asombro ante el privilegiado trato político, económico y hasta judicial que se dispensa en España a los bancos, algo que dudo tenga parangón europeo. Mientras ellos no han dejado de desahuciar y embargar desde que se vino abajo el tinglado del ladrillo, los españoles hemos pagado a escote su rescate millonario, nos hemos tragado sus abusivas cláusulas suelo para acceder a una vivienda y hemos comprado sus participaciones preferentes opacas y sus acciones de Bakia bichadas.

Ninguno de los principales responsables de todo eso está entre rejas, en gran parte, porque todo eso se ha perpetrado con la connivencia, la complicidad y hasta el aplauso en ocasiones del Gobierno, del Banco de España y, como en el caso de las cláusulas suelo, incluso de la Justicia. Por primera vez en mucho tiempo y espero que sirva de precedente, me siento orgulloso de una institución de la UE: su Tribunal de Justicia ha dado una lección de justicia a España y a quienes anteponen los intereses privados al derecho y al bien general.