Comisiones de investigación: más ruido que nueces

Pocas cosas como una comisión parlamentaria de investigación para no sacar nada en claro o, si lo prefieren, para no sacar nada nuevo en claro. Después de meses de reuniones y comparecencias varias, los resultados que arrojan son más bien magros y poco novedosos con respecto a lo que ya se conoce del asunto investigado. A menudo, estas comisiones sólo sirven para reproducir en fórmato más reducido las diferencias y las afinidades que los partidos ya mantienen dentro y fuera de la cámara sobre la cuestión de la que se trate. La guerra que han protagonizado las principales fuerzas políticas para presidir las dos comisiones de investigación que se crearon ayer en el Congreso avalan lo que digo.

No tengo ninguna razón de peso para esperar que los resultados de esas dos nuevas comisiones vayan a ser distintos de los de las anteriores ni que vayan a aportar revelaciones espectaculares sobre los asuntos de los que se ocuparán. Obviamente, el hecho de que las presidan dos diputados nacionalistas canarios, – Ana Oramas y Pedro Quevedo -, aunque éste último a regañadientes,  no les otorga un plus de interés para los ciudadanos aunque para ellos supongan una indudable proyección política por el eco mediático que van a tener sus sesiones. Si, como se prevé, deben declarar ante la misma y hacerlo con la verdad por delante bajo pena de prisión o multa personajes como Mariano Rajoy, la expectación informativa está más que asegurada.

“No tengo ninguna razón de peso para esperar que los resultados de esas dos nuevas comisiones vayan a ser muy distintas de las anteriores”

De la comisión que se encargará de investigar el origen de la burbuja inmobiliaria y cómo la misma terminó costándonos 60.000 millones de euros a los españoles para rescatar a las cajas lastradas por el ladrillo, no hay casi nada nuevo que explicar.  Quien quiera ilustrarse tiene a su disposición una abundantísima bibliografía que narra el nacimiento del monstruo cuando José María Aznar liberalizó el suelo y cómo creció y se desarrolló cuando las cajas se dedicaron a conceder créditos como churros sin asegurarse su devolución. Luego vino la crisis y crecieron las sospechas de que las cajas, gobernadas por políticos y no por banqueros, estaban quebradas y no había más remedio que rescatarlas con el dinero de todos.

Es una historia demasiado conocida y sufrida por todos los españoles como para que quepa esperar revelaciones sorprendentes. Ni siquiera el inefable Miguel Ángel Fernández Ordóñez,  gobernador del Banco de España cuando la explosión del ladrillo y felizmente para él eximido ahora por el juez del desastre de la salida a bolsa de Bankia, dirá otra cosa que no sea exculparse una vez más de haber mirado para otro lado mientras el monstruo inmobiliario engordaba.

“Sólo si se acordaran medidas para que estos hechos no se repitan estarían justificadas”

De la comisión que investigará otra caja, aquella en la que presuntamente contabilizaba el PP el dinero que recaudaba para financiarse irregularmente, podría esperarse algo más si no fuera porque el asunto ya es también lo suficientemente conocido a través de no pocos libros y, lo que es aún más importante, de unos cuantos autos judiciales que no dejan lugar a muchas dudas sobre el asunto. Que en esa comisión tenga que comparecer probablemente Mariano Rajoy – suponemos que en vivo y de cuerpo presente – no significa que el presidente vaya a decir nada que no haya dicho ya y que en síntesis ha sido exactamente nada. Si para cuando Rajoy declare como testigo vía plasma ante el juez de la Gürtel ya ha dicho el PP que no tiene nada que aportar, sería ingenuo suponer que lo va a hacer en una comisión parlamentaria por muy seria y formal que sea.

Mi escepticismo y seguramente el de muchos otros ciudadanos ante los resultados de estas dos comisiones de investigación no significa que no crea que estos asuntos no deban analizarse a fondo en sede parlamentaria. Sólo digo que la experiencia ha demostrado que, en todo caso y como mucho, no van nunca más allá de lo que va la Justicia que los investiga. En cambio, generan un ruido mediático y una distorsión política en la que importa más sacar los colores del rival o autoprotegerse de las acusaciones que llegar al fondo de la verdad. Ni siquiera confío demasiado en que sirvan para acordar medidas consensuadas que impidan que los hechos investigados se repitan, aunque con eso sólo su constitución, sus trabajos y las retribuciones que van a cobrar sus integrantes estarían más que justificadas. 

El hombre que arengaba a las vacas

O Nicolás Maduro está muy sólo y no tiene a nadie más con quien hablar o tendría que hacérselo mirar con urgencia. Arengar como hizo hace poco a una manada de vacas (ver vídeo) para que apoyen su inconstitucional reforma de la Constitución bolivariana, evidencia no sólo la inestabilidad política de Venezuela sino la de su presidente, de la que hasta ahora no sospechábamos mucho. Es cierto que en su día vio pajaritos que asoció con el espíritu de su amado líder Hugo Chavez pero pensamos que había sido una alucinación pasajera que ya habría superado. El mitin vacuno de Maduro ya ha dado para unos cuanto memes y no pocos chistes que, poco más o menos, vienen a considerar que el presidente venezolano está como una cabra o de atar.

Nada de esto tiene gracia alguna en cuanto se recuerda que son ya 40 las víctimas mortales en Venezuela desde que a comienzos de abril se recrudecieron las protestas contra el chavismo. Se me ocurre que, para variar, Maduro podría dejar tranquilas a las vacas y sentarse a hablar con sus compatriotas y con los partidos de la oposición sobre cómo sacar a un país tan rico como Venezuela del pozo al que él mismo y el chavismo lo han conducido. Podría preguntarles si el salario les llega a fin de mes en el caso de que tengan alguno, si cuando van al supermercado o a la farmacia encuentran lo que necesitan y si cuando salen a la calle se sienten seguros. Si en lugar de aferrarse al poder como un náufrago a una tabla hubiera prestado atención a las demandas de su pueblo, al que tanto apela y con el que tanto se le llena la boca, no me cabe duda que habría cuarenta muertos menos y puede que hasta un país en vías de levantar cabeza. 

“Maduro podría preguntarles si  cuando van al supermercado o a la farmacia encuentran lo que necesitan”

Tras ganar las presidenciales por la mínima y perder las legislativas a manos de su denostada oposición, Maduro ha iniciado una deriva hacia la autocracia que ya tiene a su país inmerso en un clima político irrespirable y en una crisis económica y social que no parece tocar fondo. Desde el momento en el que perdió el control del legislativo su única obsesión ha sido ignorar la voluntad de los venezolanos y usar todos los resortes del poder para desembarazarse de la oposición. Ha retrasado sine die las elecciones regionales por miedo a perderlas también y su simulacro de diálogo con la oposición con la mediación de la Iglesia católica fue un frustrante paripé de cuyos acuerdos no ha cumplido ni uno.


En paralelo maniobró con el poder judicial fiel al chavismo para imposibilitar el revocatorio de su mandato por el que bregó una oposición que tampoco ha parado para sacarse a Maduro de encima. Para el presidente de Venezuela, la Asamblea Nacional es como una piedra en el zapato que hay que eliminar por todos los medios, por lo civil o por lo penal. Llamarla, como hace a menudo, “asamblea podrida” sólo porque no la controlan los suyos es señal más que elocuente de lo que significa la democracia para Maduro.

La penúltima arremetida fue enviarle al Tribunal Supremo a usurpar sus funciones alegando el incumplimiento las resoluciones de ese órgano integrado por probos chavistas. Y la última, para la que ha pedido hasta el apoyo de las vacas, convocar una asamblea constituyente formada mayoritariamente por su gente saltándose los pasos del manual de funcionamiento de cualquier sistema democrático. En él se establece que primero se convocan unas elecciones constituyentes y después los representantes elegidos por el pueblo elaboran una nueva constitución que someten a la consideración de los ciudadanos en un referéndum.

“La Asamblea Nacional es como una piedra en el zapato que hay que eliminar por todos los medios”

Todo esto son sólo milongas para un Maduro desatado que nunca ha tenido empacho alguno en saltarse todos los semáforos rojos aunque eso esté llevando al país a estrellarse. Entretanto, la comunidad internacional parece paralizada y temerosa de intervenir de algún modo en Venezuela ante una situación que se torna más crítica cada día que pasa. En España casi todos los partidos políticos y no pocas instituciones han expresado en los últimos días su preocupación por el clima de crispación y enfrentamiento en el que se está sumergiendo Venezuela. Desentona, como ya es habitual y conocido, Podemos que, tratándose de Nicolás Maduro y de su veloz carrera hacia la dictadura final, sigue sin decir ni mu. 

A Dios rogando y con Maza dando

José Manuel Maza no debería seguir un minuto más al frente de la Fiscalía General del Estado. Maza no reúne el principal requisito que debe cumplir quien ocupa un cargo de la responsabilidad del suyo en un Estado de derecho: máxima independencia del poder ejecutivo. Como ciudadano me siento abochornado por su nueva y forzada comparecencia de esta tarde en el Congreso, la segunda en dos meses y ambas relacionadas con casos de corrupción en el PP. En las dos – “caso Auditorio”  en Murcia y “caso Lezo” en Madrid - José Manuel Maza ha obviado las  evidencias y se ha aferrado a la ausencia de pruebas palpables de que sus actuaciones y las del fiscal anticorrupción Manuel Moix, nombrado por él, buscan ahorrarle al PP disgustos judiciales.

En Murcia se opuso a que el fiscal anticorrupción de aquella comunidad acusará al ex presidente autonómico Pedro Antonio Sánchez en el “caso Auditorio”. En Madrid, su hombre de confianza en Anticorrupción, Manuel Moix, hizo lo posible y lo imposible para detener los registros del “caso Lezo” que llevaron a la cárcel al ex presidente madrileño Ignacio González y a otros presuntos implicados en el saqueo de la empresa Canal de Isabel II. La rebelión de los fiscales madrileños le obligó a dar marcha atrás en una decisión a todas luces escandalosa. A los pocos días, no obstante, relevó de sus funciones a los fiscales que investigaban las comisiones del 3% en Cataluña y sin consultarles siquiera dio curso a la denuncia de un imputado contra ellos.

"Maza no reúne el principal requisito que se supone debe cumplir quien ocupa un cargo de la responsabilidad del suyo"

Moix ha llegado a la fiscalía anticorrupción gracias a lo serio que le parecía al mismísimo Ignacio González, como el propio Maza ha reconocido esta tarde en sede parlamentaria. No obstante ello, al actual Fiscal General no se le ocurrió ni por asomo pensar mal de esa preferencia por parte de un político como González que, mucho antes del “caso Lezo”, ya estaba siendo investigado por otros asuntos turbios como el ático de Marbella.  Moix ha sido también quien, raudo y veloz, ha salido a desautorizar de nuevo a los fiscales madrileños que sospechan de que Ignacio González y sus hermanos recibieron un oportuno chivatazo procedente de las altas esferas políticas o de la judicatura que les puso en aviso de que estaban siendo investigados.
  

Ninguna de estas actuaciones de Moix, que como poco pueden calificarse de irregulares, merecen reproche alguno para Maza. Además, no contento con guardar las espalda de su escudero en Anticorrupción, ha tenido también la ocurrencia de pedir que se castigue a los medios de comunicación que publiquen filtraciones judiciales. Cabe suponer que, para este señor, la libertad de expresión y el derecho a la información recogidos en la Constitución deben ser severamente limitados si suponen una amenaza de algún tipo para el Gobierno o para el PP. Al parecer, la Ley Mordaza no le parece suficiente despropósito y quiere reforzarla algo más.

Sólo por una ocurrencia como esa debería ser inmediatamente cesado por quien lo nombró para el cargo, el ministro de Justicia, sólo que éste también debería aprovechar e irse a casa con él ya que a este paso ya ha hecho bueno al nefasto Ruiz Gallardón. Por elevación debería hacer lo propio quien nombró a Catalá al frente de Justicia, un Mariano Rajoy a quien la corrupción en su partido no es extraño que le preocupe más bien poco mientras cuente con fieles escuderos en la fiscalía que se encarguen de echarle agua al fuego.

“Catalá ya está haciendo bueno al nefasto Alberto Ruiz Gallardón

La falta de pruebas tangibles a la que se aferran Maza, Catalá  y Rajoy sobre la proximidad de la Fiscalía General a los intereses del PP en los casos de corrupción no despeja el manto de sospecha sobre sus actuaciones. La persistencia de esa sombra de duda es incluso peor que las pruebas ya que contamina todo el sistema y hace que paguen justos por pecadores. La corrupción y la manifiestamente mejorable lucha contra ella ha dañado severamente la confianza de los ciudadanos en los políticos y en las instituciones. Sin embargo, las reiteradas  actuaciones de la Fiscalía General del Estado a favor de los intereses del partido en el Gobierno o de la Jefatura del Estado -  recuérdese lo ocurrido con el “caso Nóos” entre otros - ha arrojado una permanente sombra de duda que corroe una de las columnas maestras de la democracia, el sistema judicial.  

Asegurarla es de vital importancia y eso pasa por un acuerdo político – que por desgracia ni está ni se le espera -  que haga del Ministerio Público un verdadero poder al servicio del Estado de derecho y no del partido de turno en el Gobierno.