Debate sin ambición

En su derecho están quienes deseen dedicar su tiempo a averiguar quién ganó el debate socialista de hoy. Es un asunto en el que nunca he creído mucho ya que el resultado sólo se basa en sensaciones y percepciones subjetivas de quien opina tan buenas y fiables como las de otro cualquiera. No es por zafarme y no dar un nombre pero si me preguntaran respondería que no hay ganador en el debate de hoy entre los aspirantes a dirigir el PSOE. No quiero decir que todos hayan perdido sino que ninguno ha estado a la altura de las circunstancias y del crítico momento histórico en el que se encuentra un partido con el bagaje y la historia del PSOE.

Creo que los tres han vuelto a perder una buena oportunidad para explicarles a los suyos y al resto de los ciudadanos cuáles son las ideas y proyectos concretos con los que aspiran a volver a hacer del PSOE “un partido ganador”, según la terminología al uso de los tres candidatos. Lo que se ha visto hoy ha sido una nueva riña – bien es verdad que muy educada - entre los dos aspirantes  con más posibilidades de quedarse con el santo y la limosna del PSOE frente a un tercero que ha intentado de nuevo hacer de Pepito Grillo sin conseguirlo.

“Si me preguntaran respondería que nadie ha ganado hoy el debate”

Resulta descorazonador que en un debate sobre el partido que quiere cada uno de los candidatos, la mayor parte del tiempo lo hayan empleado Díaz y Sánchez en cobrarse las facturas por el pasado reciente. El propio López, que ha hecho hoy loables esfuerzos por no enredarse en ese debate estéril que mantienen sus dos contrincantes desde hace meses, terminó también enredado y por momentos haciendo pinza con Díaz contra Sánchez. López se ha vuelto a parecer hoy al bombero que ha llegado demasiado tarde al incendio y al que no le queda más remedio que aceptar que la única manera de que se apaguen las llamas es dejándolas que sigan su camino hasta que se acabe el material combustible. Sólo que en este caso el material que está ardiendo no es otro que el que representan los 130 años de vida que atesora el PSOE.
  

Más allá de los lugares comunes y de los mantras sobre la abstención para que gobierne Rajoy, los cambios de rumbo de Sánchez o la presunta proximidad de Díaz al PP, casi nada se ha dicho hoy que no hubiéramos escuchado ya. Imagino que los afiliados del PSOE que el domingo elegirán al nuevo líder o lideresa del PSOE y que ya tenían su voto decidido no lo cambiarán en función de lo que han visto y escuchado esta mañana. Del mismo modo, a los que nadaban en un mar de dudas no creo que el debate les haya aclarado otra cosa que no sea que en el partido siguen faltando propuestas concretas y sobrando ganas de revancha.

“Ni siquiera quedó claro si Susana Díaz es una infiltrada del PP  y Sánchez un infiltrado de Podemos”

Por no aclararse ni siquiera se ha aclarado hoy  si Susana Díaz es una infiltrada del PP y Sánchez un infiltrado de Podemos, aunque por lo que ambos se dijeron mutuamente uno estaría dispuesto a creer que así es. No deja de ser sintómatico que los dos postulantes con más opciones a ocupar la secretaría general del PSOE apenas hayan esbozado sus líneas estratégicas principales dejando a propios y extraños con las mismas dudas previas al debate. Es evidente que detrás de esa calculada ambigüedad se esconde el indisimulado deseo de ambos de usar al PSOE como trampolín para llegar a La Moncloa. El problema es que ambos parecen haber olvidado la importancia de asegurar bien el trampolín para no dar saltos en el vacío.

No sé quién ganará las primarias del domingo aunque las quinielas apuestan con fuerza por Díaz y por Sánchez. Pero al margen del nombre del ganador o ganadora, el drama del PSOE es que ninguno de los tres aspirantes parece reunir las condiciones necesarias para encarnar el liderazgo renovador y de consenso que reclama el partido para no caer en la irrelevancia política. Un debate tan poco estimulante, tan trabado en viejas rencillas y tan escaso de ideas como el de hoy revela una vez más que la salida de la crisis socialista dista aún mucho de estar cerca. 

Comisiones de investigación: más ruido que nueces

Pocas cosas como una comisión parlamentaria de investigación para no sacar nada en claro o, si lo prefieren, para no sacar nada nuevo en claro. Después de meses de reuniones y comparecencias varias, los resultados que arrojan son más bien magros y poco novedosos con respecto a lo que ya se conoce del asunto investigado. A menudo, estas comisiones sólo sirven para reproducir en fórmato más reducido las diferencias y las afinidades que los partidos ya mantienen dentro y fuera de la cámara sobre la cuestión de la que se trate. La guerra que han protagonizado las principales fuerzas políticas para presidir las dos comisiones de investigación que se crearon ayer en el Congreso avalan lo que digo.

No tengo ninguna razón de peso para esperar que los resultados de esas dos nuevas comisiones vayan a ser distintos de los de las anteriores ni que vayan a aportar revelaciones espectaculares sobre los asuntos de los que se ocuparán. Obviamente, el hecho de que las presidan dos diputados nacionalistas canarios, – Ana Oramas y Pedro Quevedo -, aunque éste último a regañadientes,  no les otorga un plus de interés para los ciudadanos aunque para ellos supongan una indudable proyección política por el eco mediático que van a tener sus sesiones. Si, como se prevé, deben declarar ante la misma y hacerlo con la verdad por delante bajo pena de prisión o multa personajes como Mariano Rajoy, la expectación informativa está más que asegurada.

“No tengo ninguna razón de peso para esperar que los resultados de esas dos nuevas comisiones vayan a ser muy distintas de las anteriores”

De la comisión que se encargará de investigar el origen de la burbuja inmobiliaria y cómo la misma terminó costándonos 60.000 millones de euros a los españoles para rescatar a las cajas lastradas por el ladrillo, no hay casi nada nuevo que explicar.  Quien quiera ilustrarse tiene a su disposición una abundantísima bibliografía que narra el nacimiento del monstruo cuando José María Aznar liberalizó el suelo y cómo creció y se desarrolló cuando las cajas se dedicaron a conceder créditos como churros sin asegurarse su devolución. Luego vino la crisis y crecieron las sospechas de que las cajas, gobernadas por políticos y no por banqueros, estaban quebradas y no había más remedio que rescatarlas con el dinero de todos.

Es una historia demasiado conocida y sufrida por todos los españoles como para que quepa esperar revelaciones sorprendentes. Ni siquiera el inefable Miguel Ángel Fernández Ordóñez,  gobernador del Banco de España cuando la explosión del ladrillo y felizmente para él eximido ahora por el juez del desastre de la salida a bolsa de Bankia, dirá otra cosa que no sea exculparse una vez más de haber mirado para otro lado mientras el monstruo inmobiliario engordaba.

“Sólo si se acordaran medidas para que estos hechos no se repitan estarían justificadas”

De la comisión que investigará otra caja, aquella en la que presuntamente contabilizaba el PP el dinero que recaudaba para financiarse irregularmente, podría esperarse algo más si no fuera porque el asunto ya es también lo suficientemente conocido a través de no pocos libros y, lo que es aún más importante, de unos cuantos autos judiciales que no dejan lugar a muchas dudas sobre el asunto. Que en esa comisión tenga que comparecer probablemente Mariano Rajoy – suponemos que en vivo y de cuerpo presente – no significa que el presidente vaya a decir nada que no haya dicho ya y que en síntesis ha sido exactamente nada. Si para cuando Rajoy declare como testigo vía plasma ante el juez de la Gürtel ya ha dicho el PP que no tiene nada que aportar, sería ingenuo suponer que lo va a hacer en una comisión parlamentaria por muy seria y formal que sea.

Mi escepticismo y seguramente el de muchos otros ciudadanos ante los resultados de estas dos comisiones de investigación no significa que no crea que estos asuntos no deban analizarse a fondo en sede parlamentaria. Sólo digo que la experiencia ha demostrado que, en todo caso y como mucho, no van nunca más allá de lo que va la Justicia que los investiga. En cambio, generan un ruido mediático y una distorsión política en la que importa más sacar los colores del rival o autoprotegerse de las acusaciones que llegar al fondo de la verdad. Ni siquiera confío demasiado en que sirvan para acordar medidas consensuadas que impidan que los hechos investigados se repitan, aunque con eso sólo su constitución, sus trabajos y las retribuciones que van a cobrar sus integrantes estarían más que justificadas. 

El hombre que arengaba a las vacas

O Nicolás Maduro está muy sólo y no tiene a nadie más con quien hablar o tendría que hacérselo mirar con urgencia. Arengar como hizo hace poco a una manada de vacas (ver vídeo) para que apoyen su inconstitucional reforma de la Constitución bolivariana, evidencia no sólo la inestabilidad política de Venezuela sino la de su presidente, de la que hasta ahora no sospechábamos mucho. Es cierto que en su día vio pajaritos que asoció con el espíritu de su amado líder Hugo Chavez pero pensamos que había sido una alucinación pasajera que ya habría superado. El mitin vacuno de Maduro ya ha dado para unos cuanto memes y no pocos chistes que, poco más o menos, vienen a considerar que el presidente venezolano está como una cabra o de atar.

Nada de esto tiene gracia alguna en cuanto se recuerda que son ya 40 las víctimas mortales en Venezuela desde que a comienzos de abril se recrudecieron las protestas contra el chavismo. Se me ocurre que, para variar, Maduro podría dejar tranquilas a las vacas y sentarse a hablar con sus compatriotas y con los partidos de la oposición sobre cómo sacar a un país tan rico como Venezuela del pozo al que él mismo y el chavismo lo han conducido. Podría preguntarles si el salario les llega a fin de mes en el caso de que tengan alguno, si cuando van al supermercado o a la farmacia encuentran lo que necesitan y si cuando salen a la calle se sienten seguros. Si en lugar de aferrarse al poder como un náufrago a una tabla hubiera prestado atención a las demandas de su pueblo, al que tanto apela y con el que tanto se le llena la boca, no me cabe duda que habría cuarenta muertos menos y puede que hasta un país en vías de levantar cabeza. 

“Maduro podría preguntarles si  cuando van al supermercado o a la farmacia encuentran lo que necesitan”

Tras ganar las presidenciales por la mínima y perder las legislativas a manos de su denostada oposición, Maduro ha iniciado una deriva hacia la autocracia que ya tiene a su país inmerso en un clima político irrespirable y en una crisis económica y social que no parece tocar fondo. Desde el momento en el que perdió el control del legislativo su única obsesión ha sido ignorar la voluntad de los venezolanos y usar todos los resortes del poder para desembarazarse de la oposición. Ha retrasado sine die las elecciones regionales por miedo a perderlas también y su simulacro de diálogo con la oposición con la mediación de la Iglesia católica fue un frustrante paripé de cuyos acuerdos no ha cumplido ni uno.


En paralelo maniobró con el poder judicial fiel al chavismo para imposibilitar el revocatorio de su mandato por el que bregó una oposición que tampoco ha parado para sacarse a Maduro de encima. Para el presidente de Venezuela, la Asamblea Nacional es como una piedra en el zapato que hay que eliminar por todos los medios, por lo civil o por lo penal. Llamarla, como hace a menudo, “asamblea podrida” sólo porque no la controlan los suyos es señal más que elocuente de lo que significa la democracia para Maduro.

La penúltima arremetida fue enviarle al Tribunal Supremo a usurpar sus funciones alegando el incumplimiento las resoluciones de ese órgano integrado por probos chavistas. Y la última, para la que ha pedido hasta el apoyo de las vacas, convocar una asamblea constituyente formada mayoritariamente por su gente saltándose los pasos del manual de funcionamiento de cualquier sistema democrático. En él se establece que primero se convocan unas elecciones constituyentes y después los representantes elegidos por el pueblo elaboran una nueva constitución que someten a la consideración de los ciudadanos en un referéndum.

“La Asamblea Nacional es como una piedra en el zapato que hay que eliminar por todos los medios”

Todo esto son sólo milongas para un Maduro desatado que nunca ha tenido empacho alguno en saltarse todos los semáforos rojos aunque eso esté llevando al país a estrellarse. Entretanto, la comunidad internacional parece paralizada y temerosa de intervenir de algún modo en Venezuela ante una situación que se torna más crítica cada día que pasa. En España casi todos los partidos políticos y no pocas instituciones han expresado en los últimos días su preocupación por el clima de crispación y enfrentamiento en el que se está sumergiendo Venezuela. Desentona, como ya es habitual y conocido, Podemos que, tratándose de Nicolás Maduro y de su veloz carrera hacia la dictadura final, sigue sin decir ni mu.