Nos toman el pelo

Un tipo fúnebre llamado Olli Rehn, con pinta de haberse desprendido de un glaciar finlandés, arrojó el viernes un jarro de agua helada sobre los no natos brotes verdes de los que Mariano Rajoy había hablado poco antes en el debate sobre el estado de la nación. Vino a decir el gélido comisario europeo de Economía que el déficit público español de 2012 cerrará por encima del 10% merced a la generosa inyección en vena recibida por los irresponsables bancos españoles.

Si descontamos el regalo a la banca, el déficit superará el 7% frente a la optimista previsión de Rajoy de que quedará por debajo de esa cifra, aunque el compromiso inicial de España era que no superara el 4,5% aliviado después por Bruselas hasta el 6,3%, lo que tampoco se cumplirá. El tal Rehn dijo también que este año la economía española se hundirá el 1,4% más y que el paro – lo peor de todo – rozará el 27% de la población activa lo que, en términos absolutos, significa que alcanzaremos los 6,5 millones de desempleados.

Las desastrosas previsiones económicas suponen una nueva constatación del fracaso absoluto del masoquismo fiscal impuesto por Alemania a países como España, a la que las autoridades comunitarias entretienen con la engañosa promesa de que le volverá a aliviar el objetivo del cumplimiento del déficit, eso sí, si continúa con las reformas, eufemismo indecente para referirse a nuevos ajustes y recortes en el ya maltrecho estado del bienestar.

Nada de reconocer que la austeridad fiscal sin medidas de reactivación económica es una política suicida que sólo conduce a deprimir más la economía, como demuestran una vez más estas cifras, y causa un sufrimiento social demoledor en términos de paro, exclusión social, pobreza y marginalidad.

Si finalmente Bruselas – léase Berlín - se muestra generosa y abre la mano a España en el objetivo del cumplimiento del déficit, no tengan la menor duda de que Rajoy y los suyos lo venderán como un gran triunfo, a pesar de ser un clamoroso fracaso, y un reconocimiento de que las reformas puestas en marcha y en las que hay que seguir profundizando, van en la buena dirección para crecer y crear empleo.

Y si eso no ocurre – que no ocurrirá mientras no se dé un giro radical a este suicidio económico – siempre quedará la opción en el próximo debate sobre el estado de la nación de culpar de nuevo del problema a la herencia socialista, aunque hayan pasado ya dos años de gobierno popular, el que iba a sacar al país de la crisis en seis meses. Hasta puede que vuelva a decir aquello de que tenemos la “cabeza fuera del agua” y que “hay futuro” para España, aunque sea aún mucho más negro si cabe que el que tenemos un año después de su llegada a La Moncloa.

A los ciudadanos de este país, tanto la Comisión Europea como el Gobierno español nos toman por tontos haciéndonos creer en la ilusión de que un miserable alivio de dos o tres décimas en el cumplimiento del déficit significará guardar por fin las tijeras de podar el estado del bienestar y dedicarse a lograr que la economía vuelva a funcionar.

No nos dejemos engañar ni permitamos que nos tomen por tontos: el desmantelamiento de los derechos sociales adquiridos no se detendrá por mucho que se cumpla el mantra del déficit con el que nos tienen hipnotizados Bruselas y Rajoy. Ya hay muchos tiburones salivando ante la perspectiva de hincarle el diente a servicios públicos como la sanidad o la educación y no van a soltar tan fácilmente su presa. Estamos ante una operación a gran escala para laminar la función social y redistributiva del modelo de Estado surgido de la Segunda Guerra Mundial y entregárselo a precio de saldo a los mercados y a las grandes corporaciones. Nada más y nada menos es lo que está en juego y lo demás son sólo juegos de manos – juegos de villanos – para mantenernos entretenidos.

Gallardón y el caos del tasazo

El engolado Alberto Ruiz-Gallardón, en el que muchos, dejándose llevar por su ingenuidad, creyeron ver al ministro más “progre” del Gobierno de Rajoy, se ha revelado no sólo como uno de los más ultraconservadores sino como uno de los más incompetentes, si hacemos excepción de Montoro y su amnistía fiscal y algún otro. Su empecinamiento en elevar astronómicamente las tasas judiciales y cercenar el derecho constitucional a la tutela judicial en igualdad de condiciones levantó en su contra una marejada inédita de protesta.

Tiene en su penoso haber que jueces, magistrados, fiscales, abogados, secretarios judiciales y hasta ordenanzas se revelaran contra su injusto tasazo. En el Tribunal Constitucional hay ya numerosos recursos pidiendo la inconstitucionalidad de la medida; todos los intentos y peticiones del mundo de la judicatura, del Consejo del Poder Judicial, de las autoridades europeas y de las organizaciones sociales más variadas para que reconsiderara la subida de las tasas chocaron contra su prepotencia.

Desde el primer momento, la puesta en práctica de la medida fue una verdadera chapuza typical spanish: la ley de tasas entró en vigor pero a alguien se le había pasado por alto preparar los formularios de autoliquidación para que los sufridos litigantes repagaran de sus bolsillos el coste de un servicio público que ya se financia con los impuestos de todos.

La situación duró un mes largo pero durante ese tiempo el caos no hizo más que aumentar y enredarse: nadie en los juzgados sabía muy bien por lo que había que pagar y por lo que no y muchos ciudadanos empezaron a desistir de reclamar sus derechos a la vista de que no les alcanzaban sus ingresos para meterse en pleitos.

Apenas dos meses después de ponerse en marcha la precipitada y caótica norma, Ruiz – Gallardón, el mismo que atribuyó las protestas del mundo judicial al gremialismo de sus miembros, ni siquiera ha tenido el valor y la gallardía de la que habla su apellido para dar la cara y reconocer que ha metido la pata con todas las de la ley. El anuncio de que rectifica y rebajará un 80% las tasas variables – las que se obtienen de calcular el valor de los bienes reclamados en un pleito – ni siquiera lo ha hecho el propio Ministerio. Ha tenido que ser la Defensora del Pueblo la que ha comunicado la buena nueva después de que su titular se reuniera con el ministro y el mismo día en el que jueces, magistrados y fiscales protagonizaban la tercera huelga de la democracia por las contrarreformas judiciales.

Se lanza así el mensaje de que el tanto de la marcha atrás de Gallardón, que no incluye rebajar las tasas judiciales fijas, es fruto de las gestiones de la defensora Soledad Becerril, cuando lo cierto y verdad es que ha sido la presión social la que le ha obligado a recular.

Sea como fuere, lo cierto es que a estas alturas el caos es ya antológico. Según denuncian por ejemplo los secretarios judiciales, pagar o no pagar las tasas depende de en qué comunidad autónoma se resida o a qué juzgado se acuda porque los funcionarios interpretan la ley como Dios les da a entender en ausencia de unas directrices claras y uniformes por parte del Ministerio. Con la rectificación que, además prevé devolver las tasas a quienes las hayan pagado indebidamente de acuerdo con la modificación, lo único que se conseguirá es incrementar el lío y la confusión que a quien único perjudica es a los ciudadanos que necesitan recurrir a la administración de Justicia no por placer o malsana afición a pasarse los días en los juzgados, sino por su derecho a reclamar algo tan elemental en un sistema democrático como la tutela judicial.

El barullo es tan monumental que la única rectificación que cabe ya es la derogación de esta ley inicua y la dotación de medios humanos y materiales para que la administración de Justicia pueda cumplir adecuadamente con su trabajo. Lo que serviría también para meter entre rejas a tanto corrupto como anda suelto por este país haciéndole peinetas a los sufridos ciudadanos.

Marciano Rajoy en el Congreso

Un señor con barba que dijo llamarse Mariano Rajoy y ser el presidente del Gobierno de España aterrizó ayer en el Congreso de los Diputados y habló largo y tendido sobre el estado de la nación. En un primer momento pensé que igual decía algo interesante sobre un asunto tan delicado y me quedé a escuchar su discurso con la máxima atención. Sin embargo, sólo habían pasado unos minutos cuando me dio por sospechar que aquel señor no era quien decía ser, que acababa de aterrizar procedente de otro planeta y que las cosas que decía no se referían al estado de la nación de la que aseguraba ser el presidente.

Eso sí, antes de aterrizar se pertrechó de unos cuantos datos terribles que lanzó a bocajarro como para sobrecoger a los terrícolas hispanos que le escuchaban y justificar lo que iba a decir a continuación. Fue a partir de ese momento cuando se me metió en la cabeza que se había producido un error en el aterrizaje y que aquel señor se refería a otro país o, tal vez, a otro planeta. Una buena parte de su intervención la dedicó a culpar a unos malvados terrícolas de apellido socialista que – dijo – habían gobernado antes que él y habían dejado al país hecho unos zorros.

¿Señala Bárcenas la procedencia de Rajoy?
Dijo también que gracias a su providencial llegada al gobierno se ha superado la catástrofe y se puede mirar al futuro con más tranquilidad aunque sin relajar ni un minuto la tensión de las reformas. Un sudor frío me recorrió todo el cuerpo. Después aturdió a los terrícolas que escuchaban sus palabras con una ristra de más reformas de segunda generación cuyo objetivo – dijo – es crecer y crear empleo. Tuve la sensación de que todo aquello lo había escuchado muchas veces  a la misma persona que decía ser el presidente del Gobierno. En cualquier caso seguí atento a la pantalla.


Reconoció que no ha cumplido su programa electoral porque, según dijo, una realidad desconocida se lo ha impedido - ¿otros extraterrestres, tal vez? - pero se ufanó de haber cumplido con su deber. Yo había oído hablar mucho en los últimos tiempos de lo dañina que estaba siendo la reforma laboral para el empleo, de los injustos recortes en sanidad, educación y justicia y de los atropellos que cometían los bancos con quienes no pueden pagar las hipotecas. Me llamó mucho la atención que no mencionara nada de esto y, aunque mis sospechas de que aquel señor era un marciano disfrazado de presidente del Gobierno iban en aumento, yo ya estaba tan hipnotizado que me era imposible desconectar.

Vino a hablar luego de una cosa muy fea a la que los terrícolas hispanos llaman corrupción tapándose la nariz. Habló del asunto en términos muy generales y no mencionó en ningún momento a un tal Luis Bárcenas que está estos días en todos los papeles en los que, según dicen, untó con sobres a la mitad de la cúpula del partido, incluido al que al parecer es su presidente y casualmente se llama también Mariano Rajoy. Aquí se disipó cualquier duda de que este señor no era quien decía ser y no hablaba del país del que decía hablar. Lo cierto es que anunció también muchas medidas para acabar con esa cosa tan fea y hasta se ofreció para pactarlas con los incrédulos terrícolas de la oposición.

Estos respondieron después a sus palabras reprochándole mucho que no hubiese hablado del tal Bárcenas y de eso tan feo llamado corrupción en su partido. Uno de ellos que dijo llamarse Alfredo Pérez Rubalcaba, el más feroz de todos y con una cierta pinta también de no ser completamente de este mundo, le echó en cara la pobreza que sufren los terrícolas hispanos por sus injustas medidas así como su pertinaz negativa a aclarar las cosas feas que ocurren en su partido. Le pidió incluso su dimisión pero el marciano que decía ser presidente del Gobierno le respondió con “y tu más” y el asunto quedó en tablas.

Apagué la tele confundido y salí a la calle temiendo que el país hubiese sido invadido por marcianos. Por suerte o por desgracia no encontré a ninguno pero aún tengo el susto en el cuerpo.