Ponferrada bien vale una misa

Enrique IV sólo pudo ocupar el trono de Francia después de abjurar del protestantismo y hacerse católico. “París bien vale una misa”, cuentan los cronistas que dijo para justificar su acceso al poder aún a costa de renunciar a sus convicciones religiosas. En el bochornoso episodio de la moción de censura en Ponferrada ha pasado algo muy similar. El PSOE ha renegado de uno sus principios más acendrados - la tolerancia cero contra cualquier tipo de violencia de género - y, como Enrique IV, los ha relegado a un segundo término para ocupar la alcaldía de la ciudad apoyándose en el voto de un condenado por acoso sexual.

Días antes de que se votara la moción de censura, la dirección federal del PSOE, empezando por Rubalcaba, conocía de las intenciones de sus correligionarios leoneses pero no detuvo la operación, ni la desautorizó ni siquiera advirtió con abrirles expediente de expulsión a los que la habían puesto en marcha. Es más, el secretario de organización, Óscar López, se vanaglorió del acuerdo porque el edil condenado por acoso que apoyó con su voto al candidato socialista a la alcaldía se comprometió a dimitir inmediatamente, cosa que en efecto ha hecho después de vengarse a gusto del alcalde censurado con el que compartió siglas y gobierno municipal en el PP cuando tuvo lugar el tristemente famoso “caso Nevenka Fernández”.  

“Tenemos un acosador menos en política”, dijo con vergonzoso triunfalismo el tal López, como si la condición de acosador de ese individuo no fuera de dominio común y no estuviera verificada judicialmente antes de que apoyara al PSOE en la moción de censura.

Fue sólo con los hechos ya consumados y con el nuevo alcalde socialista empuñando el bastón de mando, cuando Rubalcaba y su guardia de corps empezaron a rasgarse las vestiduras, a exigir rectificaciones y a amenazar con la excomunión socialista. Nada tiene de raro que el nuevo alcalde y sus concejales les hayan hecho una higa tipo Bárcenas y hayan decidido darse de baja del PSOE para conservar el poder que tanto les ha costado ganar.

Literalmente y en cristiano dejan al secretario general y a la Ejecutiva socialista con el culo al aire y ponen en solfa el tambaleante liderazgo de Rubalcaba, que ya cuestionan abiertamente también en Cataluña y en Galicia, mientras él y su aparato se agarran al sillón de Ferraz como náufragos a un tablón en medio del mar encrespado.

A partir de ahora, cualquier agrupación local de pueblo más o menos grande les podrá tomar por el pito del sereno y hacer lo que le venga mejor a sus intereses locales. Y que le vayan dando morcillas a los principios si se convierten en un estorbo para hacerse con el poder.

Ganada Ponferrada a costa de renunciar a una de las esencias fundamentales del discurso socialista, el PSOE debería adoptar como nuevo lema de su ideario, aunque ligeramente modificada, la frase inmortal de Groucho Marx: “Estos son mis principios pero, si me impiden llegar al poder, tengo otros”. En esto parece haber derivado el marxismo del PSOE.

Los lunes, milagro petrolero

No hace mucho el ministro Soria se dirigió educadamente a las grandes petroleras que copan el mercado español de los carburantes y les pidió que, por favor, se cortaran un poco con los precios. Enseñó la zanahoria pero no ocultó el palo: o se avienen a razones o el Gobierno actuará. La BP, REPSOL y CEPSA le respondieron, muy educadamente también, que los "márgenes ya están muy ajustadas" pero que verían lo que se podía hacer. Es decir, le dijeron “nones”, eso sí, de muy buenas maneras. Pasados unos meses de aquel cordial encuentro entre Ministerio y petroleras, el precio de los combustibles ha seguido subiendo en globo.


Los avispados cerebros de la Comisión Nacional de la Energía han decidido ahora abrir un expediente informativo sobre el prodigioso milagro por el que las gasolineras de las tres petroleras que copan las tres cuartas partes del mercado de los carburantes, bajan los precios los lunes más del 1% y vuelven a subirlos a partir del martes hasta llegar al fin de semana, cuando los  automovilistas se sienten algo más rumbosos y miran menos lo que cuesta la gasofa. Entonces, el alza compensa con creces la bajada y vuelta a empezar. El lunes, además de ser el día de menor consumo, es también el que se usa por Bruselas para elaborar las estadísticas sobre  los precios de los combustibles en la Unión Europea. Así, las estadísticas quedan sesgadas y reflejan una realidad bien distinta de la que sufren en sus bolsillos los ciudadanos.

Desde luego, no hay que ser experto de la susodicha Comisión de la Energía para entender que el mercado de los combustibles en España, teóricamente liberalizado, funciona en régimen de oligopolio entre las tres petroleras que se comen casi todo el pastel y que están conchababas de facto para imponer los precios. Las tibias medidas del Gobierno poco han servido para corregir el descaro con lo que las grandes compañías del petróleo nos sacan los cuartos.

Para más sonrojo, el expediente informativo con el que ahora se las amenaza llega después de la denuncia del apaño de precios hecha por la Organización de Consumidores y Usuarios. Ni siquiera parece obedecer a una decisión de oficio de una Comisión Nacional de la Energía que, mientras las petroleras se lo siguen llevando crudo a costa de los que no podemos prescindir del coche, dormía plácidamente la siesta.

Con sinceridad, creo poco o nada en ese expediente por mucho que el siguiente paso sea imponerle una sanción a estos chorizos de la gasolina. En cualquier caso, no me cabe la menor duda de que con lo que se han embolsado a costa nuestra les saldrá a cuenta pagarla y ya la repercutirán luego en los precios.

La alabada liberalización de los mercados en muchos casos deviene en monopolios u oligopolios si las presuntas autoridades que en teoría deben fomentar la competencia y vigilar para que no se produzcan abusos de posición de dominio en el mercado miran para otro lado. Por eso, las eventuales sanciones que se anuncian a bombo y platillo para hacer creer que se persigue y castiga de verdad a las grandes compañías que hacen de los ciudadanos rehenes de su codicia sin límites, no pasan de ser inútiles cortinas de humo. Desde luego, no van a evitar que continuemos asistiendo atónitos al milagro de unos precios de la gasolina que siempre suben mucho más de lo que bajan o parecen bajar.

Montoro enciende el ventilador

Cualquier día de estos nos levantaremos y escucharemos aterrados que Montoro nos señala con su dedito acusador como defraudadores de Hacienda. Mejor será por tanto no criticar ni con mucha dureza ni muy alto la amnistía fiscal por la que se le coló media trama Gürtel con el innombrable Bárcenas al frente.  Señor Montoro, diga conmigo: Bár – ce – nas.

En un intento desesperado de desviar la atención del escándalo de corrupción que tiene al PP y al Gobierno acorralados, el irrepetible ministro de Hacienda lleva una temporada insinuando, lanzando insidias y predicando admoniciones y castigos terribles contra todo aquel o aquello – sea persona física o jurídica – que se atreva a afearle que le pusiera alfombra roja a los grandes defraudadores o que, simplemente, manifieste sus críticas contra los recortes. No deja títere con cabeza este sheriff fiscal, contra todos dispara: desde los actores díscolos que, según él, acampan en paraíso fiscales a los partidos políticos de la oposición a los que no cita pero apunta, a los medios de comunicación críticos con el Gobierno y ahora también a los tertulianos y creadores de opinión que no le bailan el agua a él, a su partido o al Gobierno.

Comete una ilegalidad y lo sabe  porque, además de ministro es catedrático de Hacienda Pública. No puede Montoro sembrar la duda, la insidia y la sospecha contra todos aquellos que alzan la voz para denostar sus decisiones o la política del Gobierno. Sencillamente, no puede usar la información confidencial de la Agencia Tributaria a la que por razón de su cargo tiene acceso para atacar a los no adeptos. Es, además de una ilegalidad, una desfachatez política. Lo que tiene que hacer es hablar menos – o mejor, nada – y enviar a los inspectores de Hacienda contra los defraudadores, sean estos quienes sean.

Eso sí, no debería dejar el ministro que se le pasara este ataque justiciero que le embarga en los últimos meses para empezar por su propio partido y por el que fue su tesorero durante tantos años de duro trabajo, hasta el punto de acumular 38 millones de euros en Suiza. Ya el innombrable le ha presentado varias demandas al PP - hasta he perdido la cuenta - mientras éste sigue dando largas y rodeos para no demandar a Bárcenas directamente. Prefiere en cambio actuar contra EL PAÍS y contra el autor de los papeles, que no cita, - o sea, Bárcenas - que salpican a la cúpula del partido que sustenta al Gobierno, incluido su presidente que, significativamente, no se suma a la iniciativa. De EL MUNDO, que publicó la primicia de los sobres en negro, se ha olvidado convenientemente, no vaya Pedro J. a liar más las cosas si como ha dicho uno de los firmantes de la información, Eduardo Inda, guardan un as en la manga para casos de demanda.

En cualquier país en donde el verbo dimitir forme parte del vocabulario habitual de la política, un ministro como Montoro ya habría dimitido o habría sido destituido por hacer uso para la lucha política de los datos de Hacienda. En España en cambio,  lo que se hace es amagar con hacer públicos los nombres de los grandes defraudadores fiscales, sin más precisiones técnicas y legales, con la esperanza de que las trapisondas de los demás oculten o al menos diluyan las propias. Como en el tango, en el mismo lodo todos manoseaos.