Tragedia en Santiago

Mientras continúa aumentando el número de víctimas mortales, se agolpan las preguntas sobre las causas del gravísimo accidente ferroviario en Santiago de Compostela. Sin duda, no es lo más urgente en estos momentos cuando aún no han sido identificados todos los cadáveres, más de treinta personas permanecen en estado crítico y decenas de heridos se recuperan en hospitales gallegos en donde el personal sanitario ha dado insuperables muestras de solidaridad al incorporarse a sus puestos tras abandonar incluso las vacaciones. Son esos heridos los que necesitan todos los cuidados sanitarios posibles y los familiares de las víctimas mortales los que requieren toda el apoyo y la atención profesionalizada que precisen para empezar a superar un trauma que, aun así, seguramente marcará sus vidas para siempre.

Respecto a las causas, todavía son muchas más las preguntas que las respuestas. Lo único que parece seguro es que el tren circulaba a una velocidad muy superior a la permitida en el lugar de la tragedia pero no sabemos a ciencia cierta lo que podríamos llamar la causa de la causa del accidente. Por tanto, no cabe señalar el fallo humano como el único responsable de lo ocurrido por más que el maquinista, que tendrá que declarar como imputado, alardeara en las redes sociales de circular a 200 kilómetros por hora, lo cual no quiere decir que ayer lo hiciera de manera voluntaria y hasta suicida.

Los expertos coinciden en que en un accidente de esta magnitud y gravedad concurren varias causas concatenadas de entre las cuales, por supuesto, no se puede excluir el fallo humano. El estado de la vía o los sistemas de frenado y seguridad del tren son elementos esenciales a tener en cuenta antes de llegar a una conclusión fundada sobre el origen último de la tragedia.

Por el bien de las familias de las víctimas, cabe confiar en que la investigación que se ha abierto no se demore años como ha ocurrido con otros gravísimos accidentes registrados en España, sin ir más lejos el del avión de Spanair en Barajas, del que está a punto de cumplirse un lustro, con un saldo de 154 víctimas mortales. Los familiares libraron una lucha a brazo partido con la Administración para encontrarse, cuatro años después del accidente, que la Justicia sobreseía el caso en la vía penal al considerar que no se había podido determinar las causas técnicas de lo ocurrido, obviando las posibles causas humanas a pesar de las peticiones de los afectados. Hoy siguen reclamando justicia para reparar la pérdida sufrida y, sobre todo, para que una tragedia como aquella no se repita.

Esto ocurre en un país como España en el que políticos de todo tipo y condición acuden en tropel, raudos y veloces, al lugar de los grandes siniestros sea una inundación, un incendio, un terremoto, un accidente de aviación o una tragedia ferroviaria como la de Santiago. Se solidarizan con los afectados, dan ánimos y prometen investigaciones exhaustivas pero al poco tiempo lo olvidan todo y dan largas cuando se les pregunta por sus promesas. 

Esperemos que no vuelva a ocurrir lo mismo con las víctimas del tren de Santiago, que la investigación sea rigurosa y lo más ágil posible para depurar las responsabilidades a que haya lugar y para que un hecho de esta gravedad no se repita. Como en el caso de Spanair y tantas otras tragedias vividas en nuestro país, es lo mínimo que se merecen los que hoy sufren la pérdida irreparable de sus seres queridos en la curva mortal de una vía férrea.    

Griñán: ¿por qué te vas?

Dices que tu decisión de bajar la persiana como presidente de la Junta de Andalucía obedece a motivos personales. Dices también que no hay razones jurídicas para imputarte por el caso de los ERES fraudulentos. Me llama la atención que afines tanto con lo de las “razones jurídicas”: qué otras razones podría haber para llamarte a declarar como imputado si no son de tipo jurídico. No sé, disculpa que piense así, pero me suena como si te hubieses puesto la venda antes de la herida.

¿Tiene algo que ver el hecho de que mañana esté llamado a declarar, él sí como imputado, el ex interventor autonómico que te advirtió una quincena de veces – nada menos – que lo de los ERES era irregular siendo tu entonces consejero de Economía y Hacienda? ¿Es que al ver como ha sido imputada tu predecesora en el cargo, Magdalena Álvarez, has llegado al convencimiento de que tú serás el siguiente? Si no es indiscreción, cuéntanos por qué te vas. Dinos qué razones personales te han llevado a tomar esta determinación cuando hace sólo un mes decías que agotarías la legislatura. ¿Por qué has cambiado de opinión en tan poco tiempo? ¿Por qué te vas cuando sólo llevas al frente de la Junta un año escaso? Tal vez podías haberlo pensado antes de presentarte a las elecciones.

Nos tienes desconcertados: primero dices que no te volverás a presentar a las elecciones autonómicas, para las que aún faltan tres años. Sin embargo, como secretario del PSOE en Andalucía pones patas arriba el partido y organizas unas primarias de prisa y corriendo para elegir a tu sucesor o sucesora. Se celebran no sin quejas de los que se vieron desplazados por el aparato del partido y sale ganadora Susana Díaz, que ahora tendrá que recoger el testigo que tu le endosas cuando, a lo mejor, ella esperaba que eso ocurriera, en todo caso, allá por 2016.

Dices también que agotarás la legislatura pero a las primeras de cambio y alegando razones personales das un giro copernicano y le pones fecha a tu marcha, tan pronto como el 27 de agosto. Todo esto es muy raro. Afirmas que el caso de los ERES te ha afectado sobre todo por “las mentiras”. Hombre, entiendo que te afecte pero ninguna razón personal en relación con ese asunto debería de atribularte si todo ha sido legal o si tu no sabías cómo se repartían los millones de los ERES, aunque permíteme que te diga que como consejero de Economía y Hacienda tu obligación era saberlo y, por descontado, denunciarlo. Es lo que los juristas, tan amantes de los latinajos, llaman culpa in vigilando, tú ya me entiendes.

También me llama la atención que dejes la presidencia de la Junta pero no la secretaría del PSOE andaluz ni la presidencia del PSOE federal. Ya sé que el segundo de los cargos es como un jarrón chino que uno no sabe muy bien dónde colocar, que diría Felipe González. Siento decirte esto, pero me recuerdas a Esperanza Aguirre, salvando todas las distancias: también dejó la presidencia de Madrid pero ha seguido al frente del PP en esa comunidad autónoma repartiendo estopa a diestro y siniestro en el sentido literal de la expresión. Ya sé que tu estilo es diferente pero, digo yo, qué necesidad tienes de mantener esas dos responsabilidades afectado personalmente como estás por el asunto de los ERES.

Supongo que no querrás ejercer de una suerte de Aguirre a la andaluza y marcarle el terreno a Rubalcaba, que ya bastante tiene el pobre con Rajoy, como hace la lideresa con su fraternal enemigo el presidente del Gobierno; francamente, no te veo en ese papel, aunque todo puede ser. ¿Se trata acaso de no soltar las riendas del partido para controlar desde él a tu sucesora? No sé qué pasa en estos momentos por tu cabeza. Sí sé en cambio que llevas muchos años en política y cambiar de actividad, aunque comprendo que no es sencillo porque el hábito termina haciendo al monje, siempre es bueno para la salud y la mente.

Y me queda también la duda de si tu marcha supondrá un adelanto electoral en Andalucía ahora que has cogido al PP con el paso cambiado y, por no tener, no tiene ni candidato. A lo mejor – igual tú lo sabes – todo va a depender al final de que la jueza Alaya aparque el trolley con ruedas que arrastra a diario por las calles de Sevilla y empiece a llamar a las decenas de imputados que llevan años esperando poder sentarse ante ella para decir su nombre y a qué dedicaban sus esfuerzos cotidianos. ¿Es eso lo que temes? ¿Son esas las razones personales de las que hablas? ¿Por eso has cambiado de opinión? ¿Prevés que tú también te tendrás que sentar más pronto que tarde ante la jueza del trolley y la mirada inescrutable que tan mal le cae a tu partido? Dinos: ¿por qué te vas?

La veleta de Cospedal

A diferencia de su jefe de filas, María Dolores de Cospedal suele hablar por los codos. A ella le debemos la perla cultivada de la “indemnización en diferido a Bárcenas”, aunque la mayor parte de las veces su discurso provoca el sopor de los lugares comunes sobre las “reformas imprescindibles” y, cómo no”, la “transparencia” inmaculada de las cuentas del PP. Cospedal, además de mano derecha de Rajoy, es también la presidenta de Castilla - La Mancha, aunque por allí no la vean más que de San Juan a Corpus, de Toledo, por supuesto. Ella tiene a bien celebrar las reuniones del gobierno regional los jueves por la mañana y por la tarde del mismo día las sesiones del parlamento.

Desde hace algún tiempo buena parte de la semana tiene que pasarla en Génova 13 intentando desactivar las bombas que Bárcenas va colocándole en el camino. Entre ellas, ese famoso “recibí” de un donante que presuntamente apoquinó 200.000 euros al PP castellano – manchego a cambio de una contrata de basuras en Toledo y que ella ha calificado hoy de “mentira, mentira, mentira”. De manera que es poco el margen que le queda para atender a su extensa comunidad autónoma, como a ella seguro que le gustaría, dada su desinteresada y altruista dedicación a la política de la que sólo cobra por ser presidenta regional y secretaria general del PP, aunque hasta no hace mucho también como senadora.

Sin embargo, el poco tiempo que sus actividades partidistas le dejan para ocuparse de la felicidad de sus paisanos lo suple con grandes dosis de entusiasmo y originalidad. Ahí la tenemos en mayo de 2012 anunciando un incremento del número de diputados de las cortes regionales y unos meses después proponiendo todo lo contrario. Primero dijo que el aumento de escaños era necesario por el incremento de población en algunas provincias y después se agarró a la austeridad para defender exactamente lo opuesto. En medio se cargó de un plumazo el sueldo de los diputados regionales para “ahorrar” y dar ejemplo de austeridad porque, según ella, eso era lo que pedían los ciudadanos. Se le ha pasado el detalle de explicarnos ahora qué más da que los diputados sean 25 o 300 si no cobran nada de las arcas públicas.

Pero vayamos por partes porque conviene aclarar que Cospedal la austera, la que cierra servicios nocturnos en centros de salud y colegios pero cobra dos sueldos mensualmente y se dedica a su comunidad autónoma a tiempo parcial, no es ni mucho menos una veleta que gira según la empuje el viento. Su reforma de 2012 para aumentar el número de diputados regionales y la reducción a la mitad aprobada hoy en las cortes autonómicas responden a un mismo objetivo: manipular el sistema electoral para garantizarse el poder per secula seculorum e impedir que accedan a la cámara otras fuerzas políticas que no sean el PP y el PSOE, éste último si no hay más remedio. Formaciones como IU y UPyD van a tener que duplicar y hasta triplicar el número de votos para alcanzar representación parlamentaria.

En 2012 le venía bien aumentar los diputados porque con los mismos votos que obtuvo el PP en 2011 le sacaría tres escaños de diferencia al PSOE. Cuando las cosas empezaron a irle mal y con los recortes salvajes su popularidad empezó a menguar de forma alarmante, Cospedal se olvidó de lo ponderada, sensata y razonable que era la reforma anterior y propuso otra para dejar en la mitad el número de escaños pero con la misma finalidad, coartar al máximo la representatividad popular en las urnas y consolidar para los restos el régimen de partido único y como mal menor el bipartidismo con el PSOE.

Así entiende ella la democracia, desde el populismo de eliminar los sueldos a los diputados para volver a la época del sufragio censitario y abrir la puerta a eventuales corruptelas y desde la manipulación de los sistemas electorales para perpetuarse en el poder en detrimento de la representación popular. Escritores como Clarín, Costa, Blasco Ibáñez o Galdós, que dirigieron sus dardos contra el caciquismo decimonónico español, hallarían en Cospedal una fuente inagotable de inspiración.