¡Que la detengan!

Lo de Esperanza Aguirre no es que aburra, es que indigna hasta el estupor y más allá. La señora condesa de Murillo tiene tan asumido su papel de “a mí no hay quien me rechiste” que es incapaz de detener la verborrea prepotente con la que expande sus estupideces por platós de televisión y estudios de radio. Tras su tocata y fuga con unos guindillas de movilidad del ayuntamiento de Madrid por aparcar su coche en un carril bus, la lideresa ha optado por lo que mejor se le da: sostenella y no enmendalla. En lugar de reconocer que metió la pata hasta la cintura, pedir disculpas a los ciudadanos atendiendo a su relevancia pública y hacer propósito de la enmienda, ha optado por una huída hacia adelante que solo puede conducirla al ridículo más lamentable. 


Al final, seguramente todo se resolverá en un juicio de faltas en el que Aguirre puede ser condenada a pagar una multa de 10 a 60 días. Solo en el supuesto poco probable de que su comportamiento sea considerado falta grave podrían caerle de seis meses a un año de prisión que seguramente no serían suficientes para acabar con sus huesos en la trena. Todo este circo que Aguirre ha montado por su soberbia reacción ante el requerimiento de los agentes se lo podría haber ahorrado y de paso ahorrarle también a los ciudadanos el bochorno que supone escuchar a diario a una dirigente política que ha ocupado altos cargos de responsabilidad pública diciendo sandeces sin parar.

Las críticas que ha recibido por su actitud chulesca durante y después del incidente con los agentes municipales no han servido para hacerla recapacitar lo más mínimo. Desprecia que se le exija la ejemplaridad que debe mostrar un representante político y basa su defensa en absurdas acusaciones de machismo, descubriéndose a estas alturas como la ferviente feminista que nunca ha sido ni será. Sabe perfectamente que cualquier otro ciudadano habría sido detenido inmediatamente y puesto a disposición judicial y, seguramente, no por una falta de orden público sino por un delito de desobediencia a la autoridad. Dos cosas completamente distintas que consecuentemente conllevan penas distintas de ser hallado culpable.

A ella en cambio fue a visitarla la Guardia Civil a su domicilio “para aclarar lo sucedido” y se marchó por donde había venido sin llevársela esposada como tal vez debería haber hecho. Pero todo eso a la señora Aguirre le debe de sonar a música celestial y cosas de gañanes que no van con ella. Lo suyo es seguir chuleando a los agentes, negando las evidencias que hasta su compañera de filas y alcaldesa Ana Botella ha tenido que admitir y soltando patujadas para rechifla de tertulias y corrillos de cafetería. ¡Pero qué salá es la Espe! ¡Qué gracia tiene! 

Para que el circo no decaiga ni un minuto y alimentar de este modo los comentarios sobre su gracejo y desparpajo, se permite decir en un pregón taurino la chorrada hasta ahora mayor de su muy extensa colección histórica de chorradas: que aquellos que detestamos la mal llamada “fiesta nacional “somos antiespañoles y queremos la destrucción de España. Solo alguien tan pagada de sí misma como Esperanza Aguirre puede soltar una perla cultivada de ese tamaño y con aroma tan rancio a ultraderecha casposa. Alguien en su entorno político y personal debería de decirle que pare de una vez y deje de tomar por imbéciles y antiespañoles a los que no le reímos sus estupideces y no comulgamos con lo que expele su cerebro mononeuronal. Alguien debería de hacerlo pero no hay esperanza de que alguien lo haga.

Cañete puede con todo

Al ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente – MAGRAMA para los amigos – se le ve fuerte y rozagante. De pronto sale en un telediario comiéndose un yogur caducado y al día siguiente lo vemos zampándose unos jugosos melocotones de la huerta murciana y poco después probando unos pinchos de recio chorizo castellano en Salamanca. Sin embargo, desde el pasado nueve de abril Miguel Arias Cañete tiene un problema: no se aclara con las agendas del día a día. Ese día salió ante los medios la número dos del PP María Dolores de Cospedal y, en funciones de ventrílocua oficial del premioso dedo de designar de Rajoy, anunció que Arias Cañete sería el esperado candidato popular al Parlamento Europeo. 

Todo fueron parabienes y felicitaciones para el ministro y este, sacando pecho – lo cual tampoco era necesario – tardó solo unas horas en verse ganador y tal vez próximo comisario agrícola europeo. Hasta la candidata socialista, la señora Valenciano, pudo por fin ajustar el punto de mira de sus críticas al PP. Pero lo cierto es que, desde el mismo momento en que el dedo de Rajoy se posó sobre la barba de Arias Cañete, el ministro no da pie con bola con las agendas. El caso es que se levanta por las mañana y confunde la agenda de ministro con la de candidato: cuando acude a un acto para defender las cuotas de jurel se le escapa que cuando sea comisario europeo los pescadores podrán pescar todo el jurel que quieran; en cambio, cuando se pone el traje de faena electoral va y dice que como ministro del ramo hará todo lo que esté en su mano para que España se convierta en una unidad petrolera en lo universal, eso sí, respetando al máximo el medio ambiente. 

Esta esquizofrenia le ha hecho pensar a algunos que Arias Cañete debería dimitir como ministro y dedicarse sólo a sus mítines y promesas, más que nada para no transmitir la poco edificante imagen de que usa dinero del Ministerio para labrarse un futuro venturoso como comisario europeo. Es cierto que la Ley no le obliga a dimitir, lo cual no quiere decir que la Ley esté bien, sino más bien todo lo contrario. En todo caso, si lo hiciera tampoco chocarían los planetas entre sí, ni mucho menos.  La cuestión es por qué Rajoy no lo ha relevado ya de la pesada cartera del MAGRAMA y no se sabe si es debido a que no tiene a nadie a quién poner en su lugar – harto dudoso -, a si es que prepara una crisis de gobierno más amplia o si es el propio Arias Cañete el que quiere aguantar hasta el final como un jabato a pesar del lío con sus agendas paralelas y concomitantes. 

A lo mejor es que tiene expedientes trascendentales que resolver y no puede irse sin haberles echado un garabato al pie. Sólo Rajoy y Dios lo saben y en consecuencia sólo cabe esperar a que el dedo del presidente vuelva a posarse en el elegido para sustituir al ministro con más peso del gabinete, además del más valorado aunque no llegue al 5. Lo cierto es que Arias Cañete no ha entrado con buen pie en la carrera electoral, y no va con segundas. Nada más ser designado candidato sacó la malvada oposición a relucir que había ocultado al Congreso que tiene acciones de una petrolera - DUCAR -  que, además, contrata con la administración pública. Sin duda, sólo en España debe de ocurrir que un ministro de Medio Ambiente tenga intereses en una compañía petrolera y que encima no los declare a la Cámara. 

Se da la circunstancia de que la petrolera de la que es accionista el ministro y candidato posee filiales en Canarias, en donde otra petrolera – Repsol – quiere buscar crudo y hacer ricos a todos los canarios de un taponazo. Por supuesto, se trata también del mismo ministro de cuyo departamento depende en última instancia que Repsol pueda empezar a buscar petróleo en estas islas. Aunque el refrán popular asegura que blanco y en botella suele ser leche, en este caso le da a uno por preguntarse si negro y en barril es petróleo.

Te llegará un carta

Once hermosos millones de euros piensa gastarse la Seguridad Social en informar por correo ordinario a los ciudadanos de este país sobre su futura e hipotética jubilación. Vayan sacando pues del buzón la publicidad del supermercado de la esquina y la propaganda política para las elecciones europeas. La primera tanda está a punto de salir del horno y va destinada a los mayores de 50 años en paro y afiliados o no a la Seguridad Social.

Eso sí, como no hayan cumplido al menos 15 años de cotización olvídense de recibir la buena nueva de la ministra Báñez con las previsiones sobre su futuro cada vez más cercano. De momento no está previsto, aunque no es descartable, que en la carta se adjunte un tarot para que el feliz receptor de la misiva averigüe si volverá a trabajar antes de que pase a la situación de retirado con todos los honores y, en su caso, sepa si la pensión por jubilación le dará para dar la vuelta al mundo dos veces, comer en los restaurantes de los master chefs de turno y dedicar el resto del tiempo al macramé y el yoga.

Que no desespere el resto que hay cartas para todo el mundo. El año que viene – Dios y la Virgen del Rocío mediantes – nuestra ministra de Empleo hará llegar sus efusivas felicitaciones a los mayores de 40 años en paro o con curro. El objetivo es el mismo: advertirles de que se vayan comprando una hucha y guardando unos euros para cuando seamos viejos, porque las cuentas en la Seguridad Social están hechas unos zorros y nadie sabe si para cuando llegue la jubilosa jubilación con la que todos soñamos habrá siquiera pensiones. De momento se descarta en el Ministerio meter en el sobre un hermoso tríptico a todo color sobre los salerosos planes privados de pensiones con los que la banca y las aseguradoras a ella adheridas nos prometen dos futuros venturosos, como mínimo.

Y hasta 2016 tendrán de esperar - ¡paciencia! – los restantes curritos o parados para que el cartero llame a su puerta con la carta del ministerio. Bastará entonces con haber cotizado sólo cinco añitos para ser el afortunado poseedor de una firma de la ministra. En total, más de 17 millones de cartas circulando por toda España en los próximos tres años para regocijo de empleados y parados. Cosa distinta será que en los próximos tres años se pueda hablar en este país de algo que merezca el nombre de pensión por jubilación y no digamos nada dentro de 10, 15 o 20 años. Sobre todo teniendo en cuenta el nuevo y chiripitifláutico sistema para “revalorizar” las pensiones que queda al albur de que la economía vaya al menos regular, de que la caja de la Seguridad Social no siga criando telarañas y, en último extremo, de la santa voluntad del Gobierno de turno.

Pero no queda aquí la cosa que, a lo que se ve, en el ministerio de Báñez se sigue trabajando con ahínco en garantizarnos a todos, si no un trabajo, si por lo menos información a mansalva que nos aligere y aclare el incierto porvenir que nos espera a los que vamos cumpliendo años y echando canas. También va a aprobar el ministerio un nuevo modelo de nómina que especifique con mayor claridad lo que se aporta a la Seguridad Social por parte del empresario. Eso si a Montoro no le da por hacer caso a la gran patronal y cargar sobre los trabajadores dichas aportaciones, que de ese hombre cabe esperar cualquier cosa.

De lo que no hay noticia cierta, aunque sería una buena idea que invitó a la ministra a considerar, es de la conveniencia de regalar también a cada trabajador una lupa de muchos aumentos para que pueda alcanzar a ver el menguante salario que recibe mes a mes. Eso, junto a las cartas que están por llegar, nos daría una idea mucho más aproximada de la cuantía de la pensión si es que tenemos la suerte de cobrar alguna. Y ya puestos propongo incluir en este correo masivo que prepara el ministerio una edición facsímil de los papeles de Bárcenas encuadernada en piel y firmada de su puño y letra. Más que nada para tener algo que dejar en herencia a nuestros hijos.