Al ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente – MAGRAMA para los amigos – se le ve fuerte y rozagante. De pronto sale en un telediario comiéndose un yogur caducado y al día siguiente lo vemos zampándose unos jugosos melocotones de la huerta murciana y poco después probando unos pinchos de recio chorizo castellano en Salamanca. Sin embargo, desde el pasado nueve de abril Miguel Arias Cañete tiene un problema: no se aclara con las agendas del día a día. Ese día salió ante los medios la número dos del PP María Dolores de Cospedal y, en funciones de ventrílocua oficial del premioso dedo de designar de Rajoy, anunció que Arias Cañete sería el esperado candidato popular al Parlamento Europeo.
Todo fueron parabienes y felicitaciones para el ministro y este, sacando pecho – lo cual tampoco era necesario – tardó solo unas horas en verse ganador y tal vez próximo comisario agrícola europeo. Hasta la candidata socialista, la señora Valenciano, pudo por fin ajustar el punto de mira de sus críticas al PP. Pero lo cierto es que, desde el mismo momento en que el dedo de Rajoy se posó sobre la barba de Arias Cañete, el ministro no da pie con bola con las agendas. El caso es que se levanta por las mañana y confunde la agenda de ministro con la de candidato: cuando acude a un acto para defender las cuotas de jurel se le escapa que cuando sea comisario europeo los pescadores podrán pescar todo el jurel que quieran; en cambio, cuando se pone el traje de faena electoral va y dice que como ministro del ramo hará todo lo que esté en su mano para que España se convierta en una unidad petrolera en lo universal, eso sí, respetando al máximo el medio ambiente.
Esta esquizofrenia le ha hecho pensar a algunos que Arias Cañete debería dimitir como ministro y dedicarse sólo a sus mítines y promesas, más que nada para no transmitir la poco edificante imagen de que usa dinero del Ministerio para labrarse un futuro venturoso como comisario europeo. Es cierto que la Ley no le obliga a dimitir, lo cual no quiere decir que la Ley esté bien, sino más bien todo lo contrario. En todo caso, si lo hiciera tampoco chocarían los planetas entre sí, ni mucho menos. La cuestión es por qué Rajoy no lo ha relevado ya de la pesada cartera del MAGRAMA y no se sabe si es debido a que no tiene a nadie a quién poner en su lugar – harto dudoso -, a si es que prepara una crisis de gobierno más amplia o si es el propio Arias Cañete el que quiere aguantar hasta el final como un jabato a pesar del lío con sus agendas paralelas y concomitantes.
A lo mejor es que tiene expedientes trascendentales que resolver y no puede irse sin haberles echado un garabato al pie. Sólo Rajoy y Dios lo saben y en consecuencia sólo cabe esperar a que el dedo del presidente vuelva a posarse en el elegido para sustituir al ministro con más peso del gabinete, además del más valorado aunque no llegue al 5. Lo cierto es que Arias Cañete no ha entrado con buen pie en la carrera electoral, y no va con segundas. Nada más ser designado candidato sacó la malvada oposición a relucir que había ocultado al Congreso que tiene acciones de una petrolera - DUCAR - que, además, contrata con la administración pública. Sin duda, sólo en España debe de ocurrir que un ministro de Medio Ambiente tenga intereses en una compañía petrolera y que encima no los declare a la Cámara.
Se da la circunstancia de que la petrolera de la que es accionista el ministro y candidato posee filiales en Canarias, en donde otra petrolera – Repsol – quiere buscar crudo y hacer ricos a todos los canarios de un taponazo. Por supuesto, se trata también del mismo ministro de cuyo departamento depende en última instancia que Repsol pueda empezar a buscar petróleo en estas islas. Aunque el refrán popular asegura que blanco y en botella suele ser leche, en este caso le da a uno por preguntarse si negro y en barril es petróleo.
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