Esos jóvenes zotes

Está demostrado: los jóvenes españoles son unos verdaderos zotes, es decir, “ignorantes, torpes y muy tardos en aprender”, según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. O si lo prefieren, están entre los últimos de la clase de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) y su infalible informe PISA. El último cate que han recibido lo hemos conocido hoy mismo: uno de cada seis alumnos españoles de 15 años no sabe interpretar una factura y desconoce si es más barato comprar los tomates a granel o en cajas. Se ve que no son muy amantes del gazpacho y la ensalada. 

El suspenso de hoy se suma a los que cosechan los jóvenes de este país desde que PISA habita entre nosotros y el Gobierno lo utiliza para denigrar el modelo educativo anterior y tener una buena coartada para implantar uno nuevo que va a conseguir que los zotes de hoy sean los más brillantes de la clase más pronto que tarde. En la mente y en el recuerdo de todos está otro informe PISA muy reciente que dejaba también a los alumnos españoles como unos verdaderos catetos ante operaciones tan sencillas como encender el aire acondicionado. Por no hablar de sus malos resultados en comprensión lectora y matemáticas. 

Desde que PISA existe la Biblia consagrada ya no tiene la exclusiva de la palabra de Dios revelada. Todo lo que dicen los informes PISA va a misa – perdón por el ripio – y no se atisba en el Gobierno intención de mostrar al menos un poco de escepticismo sobre la metodología empleada en las encuestas, como sí hacen no pocos expertos en pedagogía y educación. Más allá del hecho de que la OCDE sea una organización supranacional que atesora y predica el liberalismo como credo económico, los informes de este organismo tienen más tripas que las que puedan imaginar los que ingenuamente estén pensando en un ejercicio científico y objetivo sobre las capacidades intelectuales de los alumnos de más de 50 países de todo el mundo. En primer lugar, que las preguntas no sean las mismas ni de la misma dificultad en todos los países ya debería de ponernos en guardia. A nadie se le escapa que homogeneizar datos tan dispares y encima hacer una suerte de clasificación mundial de países en función de lo listos y preparados que estén sus alumnos es más un juego de mesa que un análisis riguroso de los datos. 

Esto hace que el modelo matemático empleado por PISA para procesar los datos recogidos en los exámenes haya sido puesto seriamente en duda por no pocos expertos. Es más, en algunas ocasiones, pruebas que se hacen en unos países – por ejemplo las relacionadas con la comprensión lectora – no se hacen en otros. En ese caso, PISA se limita a realizar una especie de extrapolación y ofrecer resultados más propios del esoterismo y la magia blanca que del rigor científico. 

Nótese, además, que PISA sólo valora la capacidad para aprender de los chicos y chicas en función de estadísticas, como si hablara de máquinas y no de jóvenes insertos en contextos históricos, sociales y económicos determinados. Habría que preguntarse también quién se beneficia de esta pugna entre países por escalar puestos en la clasificación de estudiantes listos y espabilados y tal vez nos llevaríamos alguna sorpresa en forma de intereses inconfesables de determinadas editoriales que hacen un gran negocio con estos informes. En cualquier caso, lo que no parece de recibo es que el nivel educativo de los países de la OCDE se haya convertido de un tiempo a esta parte en una suerte de bolsa de valores en la que unos suben y otros bajan, salvo que sea eso lo que se pretende, algo que no deberíamos descartar. 

Con todo, la pregunta que conviene hacerse es si los informes PISA que tan mal dejan a los alumnos españoles sirven para mejorar la calidad de la educación, al fin y al cabo el objetivo teórico por el que se elaboran periódicamente. También sobre esto se han pronunciado los expertos y han llegado a la conclusión de que las “recomendaciones” de PISA a los países de la OCDE sobre cómo deben ser las escuelas o qué cosas habría que mejorar convendría guardarlas en un cajón y olvidarse de ellas porque son mera especulación. De todo esto no debe deducirse que el informe PISA no sirva absolutamente para nada, aunque no son pocos los que piensan así. Cosa bien distinta es convertirlo en el Santo Grial de la educación como ha hecho el Gobierno español y utilizarlo de aval para perpetrar una regresiva y unilateral reforma educativa de la que seguro están encantados en la OCDE.

Las cuentas de Jenaro

Jenaro García, el sonriente hombre de la foto, era hasta ayer el consejero delegado en España de una empresa multinacional llamada Gowex. La actividad de la compañía en nuestro país consiste en proveer de conexión wifi a la red a particulares y a numerosos ayuntamientos e instituciones españoles. Jenaro García era hasta el domingo uno de los grandes emprendedores patrios y su empresa un modelo a seguir para propios y extraños. Sin embargo, en menos de cuarenta y ocho horas se ha convertido en un villano de la peor calaña. Sic transit gloria mundi (así pasan las glorias en el mundo, de forma efímera y fugaz), decían los clásicos con mucha razón. 

A Jenaro lo pescó en un renuncio una empresa consultara que empezó a sospechar que las cuentas de Gowex en España no eran todo lo brillantes que se estaba haciendo creer a los inversores y a las empresas e instituciones que contrataban sus servicios. Jenaro lo negó en primera instancia pero no tardó mucho en confesarlo todo y reconocer que había estado haciendo la cuenta de la abuela al menos durante los últimos cuatro años. Ahora pide perdón por el daño que ha hecho, que él mismo califica de “irreparable”, y se dispone a asumir las correspondientes consecuencias no sin antes endilgarnos un largo poema de Kipling que, la verdad, se pudo haber guardado para el juicio. Al menos, y eso hay que reconocérselo, ha tenido la valentía de confesar y aguantar los palos que le están lloviendo en las últimas horas. 

La cuestión es si el único responsable de lo ocurrido es Jenaro con sus cuentas falseadas. Gowex cotizaba hasta ayer en el llamado Mercado Bursátil Alternativo, pensado para que empresas pequeñas y medianas puedan financiarse en los mercados ante la persistente imposibilidad de acceder a los créditos bancarios. Por sus propias características, hablamos de empresas de mucho mayor riesgo para los inversores que las que cotizan en el mercado continuo. A pesar de ello, lo ocurrido con Gowex viene a poner de manifiesto que Jenaro engañó literalmente a medio mundo con sus cuentas y dejó gravemente dañado el citado Mercado Bursátil Alternativo del que han empezado a huir compañías ante el riesgo de que se extienda el contagio. 

Que Jenaro engañara a los accionistas y a sus trabajadores, ahora abocados a quedarse sin empleo, no debería de extrañarnos demasiado. Se trata de una costumbre bastante extendida y pocos son los medios que tienen los empleados para conocer el estado de las cuentas de la empresa para la que trabajan. Sin embargo, que también les haya tomado el pelo durante cuatro años a los miembros del consejo de administración, a los auditores y asesores financieros de la compañía y a los organismos de regulación y control de la competencia y el mercado bursátil es algo que vuelve a clamar al cielo. La conclusión más benévola que cabe extraer de lo ocurrido es que todos ellos estaban en Belén con los pastores mientras Jenaro sumaba y se llevaba 4 cuando era 1 o ninguna, o peor aún, cuando había que restar en vez de sumar. 

La incompetencia de tanto regulador que a la postre no regula ni controla nada en este país empieza a ser proverbial: ahí tenemos la estafa multitudinaria de las preferentes o a Bankia saliendo a bolsa después de haber vendido ganancias cuando eran pérdidas, por no mencionar la ceguera e ineptitud del Banco de España mientras las entidades financieras se hinchaban a dar créditos hipotecarios sin garantías suficientes y engordaban la burbuja inmobiliaria. 

Pero para llorar, más que para reír, son las reacciones “políticas” generadas por las cuentas falsas de Jenaro. A Luis Linde, el gobernador del Banco de España – sobre el que me sigo preguntando a qué dedica su tiempo con la política monetaria en manos del Banco Central Europeo - lo que le preocupa es la repercusión negativa de este escándalo sobre la bendita “marca España”. A este señor, los accionistas que han perdido la inversión, los trabajadores que perderán su empleo y los efectos demoledores sobre el Mercado Bursátil alternativo parecen importarle literalmente una higa. 

Otro que también se ha lucido al comentar este asunto es su tocayo el ministro de Economía, Luis de Guindos. En su opinión, lo que hay que hacer es mejorar los controles sobre las empresas como Gowex y lo dice ahora, cuando el daño ya está hecho y, como dice Jenaro, “es irreparable”. Si la incompetencia y la ineptitud cotizaran en bolsa estos luises y los responsables de los vergonzosos organismos de control se forrarían. Jenaro lo ha conseguido y ni siquiera sabe sumar y restar.  

El debate que no fue

Sanísimo ejercicio político el realizado hoy por los tres candidatos a la secretaría general del PSOE. Que los aspirantes a dirigir uno de los dos grandes partidos políticos del país se avengan a confrontar sus puntos de vista es algo inédito en España por razones que a nadie se le escapan: la enquistada y poco democrática costumbre de los partidos españoles de que los nombres de quienes han de llevar las riendas de la formación y formar parte de las listas electorales se cocinan de puertas adentro y no se regalan cuartos al pregonero. Al menos en el PSOE, ese viejo y perjudicial hábito se ha roto hoy y sería deseable que algo similar ocurriera en el resto de las fuerzas políticas. 

Sin embargo, no basta con las buenas intenciones para conseguir que las cosas cambien y el PSOE recupere el terreno político y electoral perdido en los últimos años. El de esta mañana ha sido un debate, más que de guante blanco, de guante suave y algodonoso. De hecho, llamarlo debate se me antoja un tanto excesivo por la falta de posiciones realmente encontradas y divergentes. Encontrar diferencias de calado entre el discurso de Eduardo Madina y el de Pedro Sánchez resulta poco menos que imposible más allá de alguna pulla entre ambos que estuvo muy lejos de hacer sangre en el adversario y que sólo son capaces de detectar aquellos que siguen muy de cerca la vida diaria del partido. 

No creo que los militantes que el próximo domingo están llamados a decidirse por uno de los tres candidatos dispongan de las claves necesarias para interpretarlas adecuadamente y es más que probable que hayan llegado a la conclusión de que los discursos de Madina y Sánchez son perfectamente intercambiables. El tercero en discordia, José Antonio Pérez Tapias, que nada tiene que perder con su apuesta y sí mucho que ganar, fue el único de los tres que marco algunas distancias con sus dos rivales y sin embargo compañeros en la carrera por la secretaría general. 

Mientras que del sevillano profesor de Filosofía puede decirse que fue el que con mayor nitidez dibujó un discurso tributario de la izquierda del partido, aunque sin desentonar demasiado con la melodía de los otros dos, de Madina y de Sánchez se puede afirmar que dejaron en el aire más interrogantes que respuestas y que sus respectivas posiciones ante algunos asuntos de calado apenas se diferencian de las que ha venido manteniendo el todavía secretario general Pérez Rubalcaba. 

Pero, con todo, lo más decepcionante del debate es que giró mucho menos sobre lo que piensan hacer los tres aspirantes para sacar al PSOE de la situación de crisis en la que se encuentra que sobre las medidas que adoptarían si llegan a La Moncloa. En este punto, Pérez Tapias fue también el más cómodo toda vez que ya ha dejado claro que en caso de acceder al liderazgo del partido no se presentaría a las elecciones generales. Sin embargo, Madina y Sánchez rivalizaron en derogación de leyes aprobadas o por aprobar por el gobierno del PP y en medidas que tomarían en el supuesto que uno de los dos sustituya a Rajoy a finales del año que viene al frente del Ejecutivo. 

En este sentido y aunque no era eso lo que tocaba hoy, creo incluso que, ya metidos en programa electoral, faltó originalidad y audacia por parte de los candidatos a la hora de afrontar un reto tan trascendental – el verdadero reto de los socialistas españoles y de la socialdemocracia europea - como el de preservar el estado del bienestar en un contexto de globalización económica y de imperiosa necesidad de controlar con eficacia y eficiencia el gasto público. 

Desde mi punto de vista y de eso se supone que trataba el debate de hoy, los militantes que lo han seguido y de los que depende la próxima dirección socialista se han quedado con las ganas de conocer muchos más detalles sobre lo qué piensan hacer los aspirantes a la secretaría general para que el PSOE vuelva a convertirse en una alternativa de gobierno en España, cuál va a ser el papel de los afiliados, cuáles serán los canales de participación más allá de las grandes frases sobre “abrir las puertas”, hasta dónde se van a tener en cuenta sus opiniones o cómo se va a regenerar el parido desde la cúpula hasta las bases. Sin embargo, Madina y Sánchez han optado hoy más bien por vender la piel del oso antes de cazarlo, sin duda una mala estrategia cuando el oso está tan fuerte y el cazador tan débil.