Jenaro García, el sonriente hombre de la foto, era hasta ayer el consejero delegado en España de una empresa multinacional llamada Gowex. La actividad de la compañía en nuestro país consiste en proveer de conexión wifi a la red a particulares y a numerosos ayuntamientos e instituciones españoles. Jenaro García era hasta el domingo uno de los grandes emprendedores patrios y su empresa un modelo a seguir para propios y extraños. Sin embargo, en menos de cuarenta y ocho horas se ha convertido en un villano de la peor calaña. Sic transit gloria mundi (así pasan las glorias en el mundo, de forma efímera y fugaz), decían los clásicos con mucha razón.
A Jenaro lo pescó en un renuncio una empresa consultara que empezó a sospechar que las cuentas de Gowex en España no eran todo lo brillantes que se estaba haciendo creer a los inversores y a las empresas e instituciones que contrataban sus servicios. Jenaro lo negó en primera instancia pero no tardó mucho en confesarlo todo y reconocer que había estado haciendo la cuenta de la abuela al menos durante los últimos cuatro años. Ahora pide perdón por el daño que ha hecho, que él mismo califica de “irreparable”, y se dispone a asumir las correspondientes consecuencias no sin antes endilgarnos un largo poema de Kipling que, la verdad, se pudo haber guardado para el juicio. Al menos, y eso hay que reconocérselo, ha tenido la valentía de confesar y aguantar los palos que le están lloviendo en las últimas horas.
La cuestión es si el único responsable de lo ocurrido es Jenaro con sus cuentas falseadas. Gowex cotizaba hasta ayer en el llamado Mercado Bursátil Alternativo, pensado para que empresas pequeñas y medianas puedan financiarse en los mercados ante la persistente imposibilidad de acceder a los créditos bancarios. Por sus propias características, hablamos de empresas de mucho mayor riesgo para los inversores que las que cotizan en el mercado continuo. A pesar de ello, lo ocurrido con Gowex viene a poner de manifiesto que Jenaro engañó literalmente a medio mundo con sus cuentas y dejó gravemente dañado el citado Mercado Bursátil Alternativo del que han empezado a huir compañías ante el riesgo de que se extienda el contagio.
Que Jenaro engañara a los accionistas y a sus trabajadores, ahora abocados a quedarse sin empleo, no debería de extrañarnos demasiado. Se trata de una costumbre bastante extendida y pocos son los medios que tienen los empleados para conocer el estado de las cuentas de la empresa para la que trabajan. Sin embargo, que también les haya tomado el pelo durante cuatro años a los miembros del consejo de administración, a los auditores y asesores financieros de la compañía y a los organismos de regulación y control de la competencia y el mercado bursátil es algo que vuelve a clamar al cielo. La conclusión más benévola que cabe extraer de lo ocurrido es que todos ellos estaban en Belén con los pastores mientras Jenaro sumaba y se llevaba 4 cuando era 1 o ninguna, o peor aún, cuando había que restar en vez de sumar.
La incompetencia de tanto regulador que a la postre no regula ni controla nada en este país empieza a ser proverbial: ahí tenemos la estafa multitudinaria de las preferentes o a Bankia saliendo a bolsa después de haber vendido ganancias cuando eran pérdidas, por no mencionar la ceguera e ineptitud del Banco de España mientras las entidades financieras se hinchaban a dar créditos hipotecarios sin garantías suficientes y engordaban la burbuja inmobiliaria.
Pero para llorar, más que para reír, son las reacciones “políticas” generadas por las cuentas falsas de Jenaro. A Luis Linde, el gobernador del Banco de España – sobre el que me sigo preguntando a qué dedica su tiempo con la política monetaria en manos del Banco Central Europeo - lo que le preocupa es la repercusión negativa de este escándalo sobre la bendita “marca España”. A este señor, los accionistas que han perdido la inversión, los trabajadores que perderán su empleo y los efectos demoledores sobre el Mercado Bursátil alternativo parecen importarle literalmente una higa.
Otro que también se ha lucido al comentar este asunto es su tocayo el ministro de Economía, Luis de Guindos. En su opinión, lo que hay que hacer es mejorar los controles sobre las empresas como Gowex y lo dice ahora, cuando el daño ya está hecho y, como dice Jenaro, “es irreparable”. Si la incompetencia y la ineptitud cotizaran en bolsa estos luises y los responsables de los vergonzosos organismos de control se forrarían. Jenaro lo ha conseguido y ni siquiera sabe sumar y restar.
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