Petróleo: que hablen los científicos

Aquellos que defienden que Canarias debe dejar de ser el archipiélago de las Islas Afortunadas para convertirse en la Arcadia Feliz gracias al petróleo, argumentan que el debate está politizado y que tienen que ser los científicos los que digan si hay o no riesgo. La primera falacia es la de la politización: su capacidad para distinguir lo que es política de lo que no lo es merece un urgente ensayo de filosofía política. Para los defensores del petróleo, los únicos que no están politizados son ellos, mientras que el resto sólo esconde oscuros intereses políticos detrás de su oposición al crudo. De esta manera, quienes activan legítimamente los mecanismos legales y políticos a su alcance para oponerse a los interesados proyectos de una empresa privada hacen política; los que les ponen toda suerte de trabas, enredan, mienten sobre los supuestos beneficios del negocio, actúan como portavoces de la petrolera en cuestión o impiden que los ciudadanos se pronuncien libremente, esos no hacen política. Ellos son sólo ángeles caídos del cielo sin mancha ni culpa alguna, sin motivaciones políticas de ningún signo y sólo preocupados del bien común y dos piedras. 

La segunda falacia tiene que ver con la supuesta ausencia de un debate científico “serio” sobre los riesgos de buscar y extraer petróleo – si lo hubiera – en aguas de Canarias. Los informes de reputados investigadores y científicos canarios y nacionales en los que con mayor o menor énfasis se advierte de esos riesgos no les sirven a los defensores del petróleo. Para ellos sólo valen los puntos de vista de los pocos científicos, por no decir ninguno, que se han atrevido a descartar cualquier peligro para el medio ambiente y el turismo derivado de un derrame de petróleo. Busquemos pues fuera de Canarias y de España a ver qué opinan otros científicos sobre este asunto. Uno de ellos lo encontramos tan lejos de Canarias como en Alaska. 

Se llama Richard Steiner y durante treinta años fue profesor de Conservación Marina en la universidad de aquel estado norteamericano. Es asesor además de varios países y tiene en su hoja de servicios haber estudiado a fondo la catástrofe medioambiental provocada por el Exxon Valdez en las costas de Alaska y la del pozo Macondo de BP en el Golfo de México. Es de suponer, por tanto, que sabe de lo que habla. Y lo que dice es que las prospecciones y en su caso extracción de crudo que Repsol empezará a hacer en Canarias dentro de un mes, son “extremadamente peligrosas”. 

Las razones ya las han expresado otros científicos “politizados” pero vale la pena escucharlas en boca de Steiner: “Seré muy claro: el proyecto de Repsol es extremadamente peligroso. No tiene las medidas de seguridad que debería tener. No alcanza en este punto lo que exige la legislación europea, ni siquiera lo que demanda la legislación española”. Y añade que REPSOL saca petróleo en el Golfo de México con niveles de seguridad muy superiores a los que pretende aplicar en Canarias, sobre todo después de que el Gobierno de Estados Unidos endureciera los requisitos medioambientales tras el desastre de BP que le ha costado a la Casa Blanca unos 40.000 millones de dólares. Aquí les recuerdo de paso que la cantidad que tendría que pagar REPSOL por un vertido en aguas canarias no superaría los 60 millones de euros. 

Y remata el científico: “La visión que tiene España de las prospecciones que pretende realizar Repsol me recuerda a la forma arrogante cómo se veían las perforaciones en aguas profundas de Estados Unidos antes del accidente de BP”. Un accidente que – como recuerda Steiner – no se produjo precisamente en un pozo de extracción sino de investigación. El científico estadounidense recomienda “respetuosamente” al Gobierno español que no siga adelante con las prospecciones de Repsol en aguas canarias y, si lo hace, que le exija condiciones de seguridad más altas y la obligue a aceptar una responsabilidad “ilimitada” ante cualquier daño que pueda causar. 

Para los no politizados, el problema seguramente es que Steiner no sabe nada de prospecciones, nunca ha visto un derrame de petróleo ni una catástrofe ecológica de cerca ni ha estudiado sus causas y, lo que es peor, está politizado. Así pues, dejemos a un lado la política y olvidemos los consejos y recomendaciones de este científico por muy respetuosas y expertas que sean: hay que cambiar cuanto antes las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides de las que hablaron los clásicos por negros barriles de petróleo a mayor gloria del beneficio de una empresa privada. Y que nadie piense que eso es hacer política.

AENA capota

El Diccionario de la Real Academia Española define capotar como “dar un avión una vuelta por accidente al despegar o al aterrizar de modo que se coloque con la proa hacia tierra”. Eso es precisamente lo que ha terminado pasando con la salida a bolsa de AENA, la empresa pública que gestiona los aeropuertos españoles. De chapuza en chapuza, este país que Mariano Rajoy vende por el mundo como el paradigma de la seriedad y de las cosas bien hechas, el Gobierno que preside se ha visto esta tarde en la obligación de posponer sine die – y puede que de modo definitivo – la anunciada salida a bolsa de esa empresa, una de las operaciones estrella del PP en esta legislatura. La razón no es otra que una pésima gestión – una más - motivada por las prisas con las que el Gobierno quería poner el 49% de AENA en manos de inversores privados grandes, chicos y mediopensionistas. 

A última hora y cuando ya se creía que estaba todo preparado para que AENA empezara a cotizar en bolsa el 12 de noviembre, alguien en el Gobierno ha caído en la cuenta de que las cosas se habían hecho con las posaderas y dio orden de parar motores. La pega procede del Ministerio de Economía y estriba en que la empresa auditora de AENA - PwC- iba a ser también la que firmara la confort letter, el documento que avala que la compañía es solvente para cotizar en el mercado bursátil. El Ministerio de Fomento – del que depende AENA – y el de Hacienda – que se relamía pensando en lo que iba a ingresar por la operación de venta de una de las pocas joyas de la corona que van quedando – querían saltarse alegremente la obligación de convocar un concurso público para que fuera una auditoria distinta de PwC la que firmara la dichosa confort letter.

Pero Economía, que hace algún tiempo multó a Deloitte por haber sido la auditora y la firmante de la carta de marras de la desastrosa salida a bolsa de Bankia, se ha negado a dar el visto bueno. En síntesis, además de poner de manifiesto las tensiones y la descoordinación en el seno del propio Ejecutivo sobre la venta parcial de AENA, lo que esto significa es que la privatización de casi la mitad de la empresa queda ahora en suspenso a la espera de licitar los servicios de una nueva auditora e incluso se baraja la posibilidad de que el Gobierno la retire definitivamente. No voy a decir que me entristezca la noticia de que AENA, con suerte, siga siendo pública al cien por cien. Lo único que digo es que este episodio vuelve a dejar en evidencia el estilo a la remanguillé que emplea este Gobierno en cuestiones de tanto calado y trascendencia económica y social para el país. 

En realidad me alegro profundamente del fracaso de la operación, aunque no se deba, por desgracia, a que el Gobierno haya recapacitado y caído en la cuenta de que los aeropuertos de un país que recibe todos los años 60 millones de turistas son un sector estratégico para su economía que no puede estar en manos privadas. De hecho, eso es lo que iba a ocurrir dentro de no mucho y terminará pasando si el Gobierno sigue adelante con sus planes. A nadie se le escapa que después de haber vendido el 49%, el Gobierno vendería otro tramo de la parte pública con la que ahora se queda y al final le entregaría al sector privado el 100% de la empresa envuelta en papel de celofán y atada con un lazo de colores. 


Está en los genes de este Gobierno poner las empresas públicas en manos privadas sin importarle las consecuencias económicas y sociales de esas decisiones. De por sí, la venta del 49% ya supone un arriesgado paso por cuanto los inversores de referencia que acudan al festín – si es que al final no se suspende – no se limitarán a poner el dinero y callar en las reuniones del nuevo consejo de administración de AENA. Querrán cortar el bacalao aunque no tengan la mayoría de las acciones y, el Gobierno, siempre tan solícito con las demandas de las grandes empresas, no dudará en hacerles el gusto y, por último, venderles la totalidad del pastel. 

Esa alegría por el batacazo de la salida a bolsa de AENA es más intensa si cabe por el hecho de vivir en un archipiélago como el canario, dependiente del sector turístico, en donde los aeropuertos son también pieza clave para la economía regional y elemento de cohesión social y económica entre las islas. Por mucho que el Gobierno del Estado prometa lo contrario amparándose en que mantiene la mayoría de las acciones, nadie puede garantizar que aeropuertos deficitarios como los de El Hierro o La Gomera no terminarían cerrando una vez AENA esté en manos privadas. Ahora, sus pérdidas se enjugan con las ganancias de otros aeropuertos que sí son rentables, pero luego se terminará imponiendo la lógica del beneficio empresarial puro y duro por más que gomeros y herreños se queden prácticamente aislados. 

Así pues, que la salida a bolsa de AENA capote es una muy buena noticia aunque sea como consecuencia de la desastrosa gestión del Gobierno, siempre tan preocupado por los intereses privados y tan poco atento a los intereses generales. Y en estos días de corrupción rampante, una buena noticia hay que celebrarla por todo lo alto. 

¡Que viene Podemos!

Arde la calle al sol de Poniente y hay tribus oscuras cerca del río esperando que caiga la noche. Esas tribus a las que alude la letra de Radio Futura puede que ya estén aquí y se hagan llamar Podemos. Los cenáculos políticos madrileños arden hoy en rumores ante la posibilidad de que la formación de Pablo Iglesias se haya convertido o esté a punto de hacerlo en la primera fuerza política de este país en intención directa de votos. Saldremos de dudas el lunes cuando el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) publique su última encuesta. Soy incapaz de imaginarme el escenario político que un resultado así abriría en España y estoy convencido de que el PP y el PSOE tampoco. La encuesta está provocando un verdadero tsunami que tiene a socialistas y a populares agarrados al palo de la bandera para que no se los lleve la tempestad que supondría un triunfo electoral de Podemos. 

Tal es así que el PP perdería el ayuntamiento y la comunidad de Madrid a favor de Podemos, que también se erigiría en fuerza política de referencia en lugares como Cataluña o Valencia. De confirmarse estos datos del sondeo, no estaríamos ya ante un aldabonazo sino ante un verdadero martillazo en la cabeza de un PP fané y descangallado con los casos de corrupción y un PSOE metido en el quiero y no puedo de Pedro Sánchez para recuperar los favores electorales perdidos. Pero, más allá de que la encuesta del CIS confirme o desmienta los datos que hoy ya se vaticinan, lo cierto es que Podemos se está convirtiendo en un gran quebradero de cabeza para el bipartidismo nacional y la alternancia en el poder. De hecho, uno de los sondeos más recientes ya le daba a la formación de Iglesias cerca de 50 diputados en el Congreso y la convertía en la tercera fuerza política nacional por detrás del PP, que perdería la mayoría absoluta, y del PSOE, que caería aún más con respecto a sus deplorables resultados de 2011. Por detrás de Podemos quedaría IU, que vería como sus esperanzas de mejorar con respecto a las últimas generales se desvanecerían en beneficio de esta marejada política que representan Iglesias y los suyos. 

Contra Podemos y contra su indefinición programática e ideológica y su supuesto populismo se emplean casi a diario desde hace tiempo representantes del PSOE y del PP sin que por ello hayan conseguido, al parecer, frenar el avance de esta formación emergente. Es común también escuchar que el voto de Podemos es el del cabreo y el hartazgo – que ahora Rajoy tiene la bondad de compartir con todos nosotros – de millones de ciudadanos ante la corrupción sistémica y el descrédito de la política, mientras las medidas contra la crisis adoptadas por el Gobierno han evitado cuidadosamente castigar a quienes la generaron. Pero es el cabreo no sólo contra el Gobierno del PP sino contra la oposición del PSOE, que en tres años de legislatura sigue aún rumiando una salida por la izquierda a esta situación interminable. 


Es casi imposible no estar de acuerdo con el diagnóstico que hace Podemos de las causas y consecuencias de esta situación económica, social y política que sufre España. Al fin y al cabo, el análisis de esa realidad ha nacido en las calles y en las asambleas de ciudadanos de toda edad y condición que están convencidos de que otro modo de entender y de practicar la política no sólo es posible sino imprescindible. 

Entre esos ciudadanos no sólo hay “perroflautas”, como despectivamente se motejó en su momento a los movimientos que dieron origen a Podemos, sino incluso votantes habituales de los dos grandes partidos, como se deduce de las últimas encuestas de intención de voto. Son ciudadanos que no están dispuestos a ser meros espectadores con derecho a voto cada cuatro años y mientras resignarse a confiar de nuevo en las decisiones y en las medidas cocinadas en los despachos y en las cúpulas de los partidos convencionales. 


Más allá de simpatías o antipatías sobre la arrogancia política que suele mostrar Pablo Iglesias, cosa bien distinta son las recetas de Podemos para afrontar una situación extraordinariamente compleja y delicada desde el punto de vista social, político y económico que lo menos que necesita es un elefante en una cacharrería ya bastante abollada. Es aquí en donde flaquea la fuerza de Pablo Iglesias y los suyos, en la indefinición organizativa y el magma ideológico de un movimiento transversal y variopinto que irremisiblemente deriva en batiburrillo de propuestas que van desde la sensatez al delirio. Las encuestas – dicen los entendidos – son fotos fijas de lo que piensa o siente la sociedad en un momento dado. La que el lunes publicará el CIS se realizó en plena tormenta por las tarjetas opacas de Caja Madrid y el “caso Pujol” – de ahí, tal vez, el ascenso de Podemos en Cataluña – pero antes de que fuera imputado Ángel Acebes por los papeles de Bárcenas y de que estallara ante las narices del PP la Operación Púnica. 

Nadie a estas alturas, a siete meses para las elecciones locales y autonómicas y a un año para las generales, puede asegurar que Podemos sea capaz a la hora de la verdad, la de depositar el voto en las urnas, de reflejar en el recuento oficial lo que ahora le auguran las encuestas. Sin embargo, PP y PSOE siguen tardando en preguntarse a qué obedece el ascenso de Podemos: un buen examen de conciencia y un propósito sincero de enmienda por parte de ambos tal vez pueda ayudarles a salvar al menos los muebles. Y una manera muy sana e higiénica de empezar a hacerlo cuanto antes es dejar de escribirle el programa electoral a Podemos, acabar de una vez con el “y tú más” de la corrupción y pasar a la acción. El problema para ellos y tal vez para el país es que se les está acabando el tiempo y no se aprecian demasiados signos de arrepentimiento mientras las tribus están cada vez más cerca.