Mato y la mala suerte de Rajoy

Apelando a la superstición popular cabe pensar que si a Rajoy lo hubiera mirado un tuerto tendría más suerte. Lo debe de haber mirado un ciego, o tal vez es un ciego el que lo guía por el proceloso mar de la corrupción en su partido. Ha ocurrido que, cada vez que pretendía convencernos de que la economía española es una locomotora desbocada y que ya hemos dejado atrás hace tiempo el final del túnel, le estallaba en los bajos una bomba lapa que hacía saltar por los aires su discurso y ponía de nuevo en el primer plano de la opinión pública otro escándalo de corrupción relacionado con su partido. 

Sólo así se entiende que un día antes de comparecer en el Congreso de los Diputados para volver a colocarnos el discurso huero de la lucha contra la corrupción, el juez Ruz haya escrito en un auto que su ministra de Sanidad, Ana Mato, se lucró de las relaciones de su ex marido con la trama Gürtel. A esta hora de la tarde Mato sigue en su puesto y mañana por la mañana, cuando Rajoy suba a la tribuna de oradores del Congreso para hablar de corrupción, es muy probable que ella también esté allí, sentada en el banco azul, aplaudiendo a rabiar las cosas que diga aquel al que le seguirá debiendo el puesto. A esta mujer incombustible, a la que Rajoy no ha dejado caer aunque ha tenido razones más que sobradas para hacerlo, no se le ha movido nunca un pelo a pesar de las evidencias de que las fiestas de cumpleaños de sus hijos, los regalos caros y los viajes que hizo por esos mundos de Dios los pagó la trama Gürtel. Ni siquiera cuando declaró que nunca había visto un Jaguar en su garaje le entró la risa floja ni se puso colorada. También tuvo una oportunidad de oro para dimitir cuando alarmó a medio país con su nefasta gestión política de la crisis del ébola pero, por desgracia, la dejó pasar igualmente. 

Como, salvo sorpresa, dejará pasar la que le señala sin ambages la puerta de la calle después de que Ruz la haya señalado hoy como beneficiaria de los tejemanejes de la Gürtel con su ex marido. También es probable que Rajoy deje pasar una nueva oportunidad de predicar con el ejemplo y destituir a su ministra, algo que debió haber hecho hace tiempo y con lo que tal vez hoy tendría algo más de credibilidad cuando pontifica contra la corrupción. En su lugar acudirá mañana al Congreso a prometer medidas que ya ha prometido en al menos dos o tres ocasiones desde que llegó a La Moncloa y que nunca ha puesto en práctica. La razón no me la pregunten pero tampoco es difícil adivinarla. Sea cual sea, que después de tres años en La Moncloa y a menos de uno para las próximas elecciones generales sigo haciendo las mismas promesas de lucha contra la corrupción no dice nada bueno ni positivo a favor de su supuesta voluntad de regeneración política, más bien todo lo contrario. 

Es cierto que Mato no ha sido acusada de formar parte directa de la trama Gürtel, aunque eso no le evitará seguramente tener que sentarse en el banquillo de los acusados como responsable civil junto a personajes tan respetables y honorables como Francisco Correa. En su condición de “partícipe a título lucrativo” de la trama corrupta – que así se llama la figura jurídica a la que recurre el juez Ruz - la todavía ministra tendrá que devolver una cantidad de dinero que se determinará en el juicio pero que puede rondar los 55.000 euros. 

Ahora bien, que el juez no la señale como acusada sino “sólo” como beneficiaria directa de la Gürtel sería razón más que suficiente en cualquier país serio – esa expresión con la que Rajoy se llena la boca allá donde va y cada vez que puede – para dimitir inmediatamente o para que quien la puso en el cargo la destituya sin excesivos miramientos y sin perder un segundo. Puede que me equivoque, pero soy de la opinión de que ninguna de las dos cosas ocurrirá y Mato seguirá siendo ministra de Sanidad mientras Rajoy sea presidente del Gobierno. Lo cual no será impedimento alguno para que el jefe del Ejecutivo presuma mañana ante los diputados de todo lo que ha hecho y de todo lo que hará para acabar con la corrupción. Me temo que a lo más que llegará mañana será a apuntar con el dedo acusador y mirar a la bancada de la oposición mientras evita poner los ojos en el banco azul, no vaya a ser que la presencia en él de Ana Mato le siga dando mala suerte.

Pedro contra Sánchez

Hace poco más de tres años, por más señas un 2 de septiembre de 2011, José Luis Rodríguez Zapatero estaba a punto de abandonar La Moncloa en manos del regenerador, reformador y prometedor Rajoy. La crisis de caballo asolaba España y los mercados financieros acechaban agazapados a la espera de asestar el golpe definitivo: el rescate financiero. Torres no tan altas como Irlanda, Grecia y Portugal habían caído y era sólo cuestión de tiempo que también cayera España. La situación de pánico llevó al PP y al PSOE a urdir una reforma constitucional que cogió a la oposición con el pie cambiado y a los españoles despistados y volviendo de vacaciones. En un pleno del Congreso que pasará a los anales del parlamentarismo español como un ejemplo de lo que es legislar de espaldas a los ciudadanos, los dos grandes partidos votaron a favor de limitar el techo de gasto de las administraciones públicas españolas a lo que gustara ordenar la Comisión Europea y priorizar el pago de la deuda pública. 

Con las prisas para cerrar el acuerdo, a Pérez Rubalcaba y a Rajoy se les olvidó garantizar de algún modo en el texto constitucional reformado que la sanidad, la educación y las políticas sociales seguirían contando con financiación suficiente. Entre los diputados que votaron a favor del acuerdo estaba Sánchez, representante por Madrid, que incluso se congratuló en Twitter de la hazaña de haber reformado la Carta Magna por la vía oscura, sin consenso con la oposición y sin consultar a los españoles en un referéndum, como era de rigor. Con su voto y con el de sus compañeros más los del PP, el PSOE le hizo entrega solemne a Rajoy de las tijeras con las que, nada más pisar La Moncloa, el nuevo presidente afrontó con entusiasmo la tarea de podar a fondo el estado del bienestar que tantos esfuerzos había costado construir y cuya tarea ya había iniciado con algo de timidez, eso sí, Rodríguez Zapatero. 

Poco tiempo después Alfredo Pérez Rubalcaba y el PSOE se llevaron el revolcón electoral de sus vidas y los socialistas se adentraron en una travesía del desierto a la que aún no le ven la salida. Buscándola han dado con el que consideran su mirlo blanco, de nombre Pedro, que hace solo unas horas acaba de renegar del Sánchez que en 2011 dijo sí a los mercados y la reforma de la Constitución de acuerdo con el PP. Pedro quiere ahora borrar su pasado y anuncia que, si gobierna, volverá a reformar la Constitución para enmendar el “error” de Sánchez. Por lo pronto ya se ha adherido a una iniciativa de lzquierda Plural y del Grupo Mixto que piden eso precisamente, aunque las posibilidades de que prospere son tantas como las que tiene el equipo de mi pueblo de ganar la Liga de Campeones. 

Pero Pedro no se achanta y en su cruzada contra Sánchez dice que desfacerá el entuerto de hace tres años aunque, eso sí, quiere dejar claro que él asume la necesidad de controlar el déficit público y la obligación de pagar la deuda. Lo que quiere hacer – dice – es blindar en la Carta Magna la financiación suficiente de los servicios públicos básicos. El PP y el Gobierno, alérgicos a cualquier cambio constitucional que no de gusto a los mercados como aquel de 2011, no han tardado en echarle las manos al cuello y llamarlo “populista” y, sin que sirva de precedente, no les falta un puntito de razón. A Pedro parece que le pueden por momentos los mensajes llamativos y las apariciones en televisión, incluidos los programas de cotilleo. O lo frenan sus asesores o puede llegar a sentir la tentación de dejarse barba y coleta. 

Por lo demás, que Pedro consiga su objetivo y rompa definitivamente con Sánchez no depende sólo de él sino de que obtenga la mayoría parlamentaria suficiente, algo que se vende demasiado caro en estos tiempos de máxima incertidumbre política. Si la improbable conjunción de los astros le brindara algún día la posibilidad de dar el paso, no debe olvidarse de algo muy importante: a los españoles nos gustaría poder decir algo al respecto de esa reforma y no ser de nuevo simples convidados de piedra como ya ocurrió en 2011. Porque, con todo, ese fue el peor de los errores de Sánchez y los suyos y que Pedro dice ahora querer enmendar.

Petróleo: una encuesta clarificadora

Los ciudadanos de Canarias se quedaron ayer con las ganas de expresar en las urnas lo que opinan de las prospecciones que Repsol realiza en aguas de las islas desde hace una semana. La consulta convocada por el Gobierno de la comunidad autónoma fue abortada por el Ejecutivo central mediante un recurso ante el Tribunal Constitucional que la suspendió temporalmente hasta que decida sobre el fondo de la cuestión. Sin embargo, la macroencuesta alternativa encargada por el Gobierno canario a las dos universidades de las Islas y cuyos datos hemos conocido hoy ha venido a poner negro sobre blanco el mismo o parecido resultado que probablemente habrían arrojado las urnas: una aplastante mayoría de ciudadanos en contra de unos sondeos que ven peligrosos para el medio ambiente del Archipiélago. (Pinche aquí para consultar la encuesta )

Por espigar sólo unos pocos datos, tres de cada cuatro canarios se oponen a las prospecciones, una oposición que es más acusada en las islas más próximas al lugar en el que Repsol busca gas o petróleo desde el lunes pasado. En la inmensa mayoría, la razón argumentada por quienes se oponen es el riesgo que estos trabajos representan para el medio ambiente. Por el contrario, el 15% que apoya la actividad de Repsol en las aguas canarias aduce la creación de empleo que se generaría. Aunque minoritario, es llamativo este argumento por cuanto, a fecha de hoy, ni Repsol ni el Ministerio de Industria que apadrina el proyecto han sido capaces de precisar con una cierta aproximación cuántos puestos de trabajos se han creado en la fase exploratoria ya iniciada ni cuántos se crearían en el supuesto de que se encontrara gas o petróleo y la multinacional decidiera extraerlo y comercializarlo en su beneficio, que no en el de los canarios. 

A lo más que han llegado unos y otros es a hablar de “oportunidades de empleo”, signifique eso lo que signifique. Por lo demás, a fecha de hoy, tampoco hay ningún compromiso firme de que las islas participarán de algún modo en los beneficios que Repsol obtenga de la eventual extracción de petróleo. Es revelador también el apoyo que refleja la encuesta a la posición del Gobierno de Canarias en este controvertido asunto, a menudo tildada de “politizada” por el Gobierno del Estado y por el PP canario: siete de cada diez encuestados creen que debe continuar oponiéndose institucionalmente a los planes de la petrolera y del Ministerio.
La encuesta se ha hecho sobre una muestra de 2.700 entrevistas en todas las islas, superior incluso a la que realiza el Centro de Investigaciones Sociológicas para todo el país. Estima un margen de error del 2% y ha sido realizada con el respaldo académico y técnicos de las dos universidades canarias, lo que la aleja de cualquier tentación de considerarla amañada políticamente. En realidad, el resultado no debería de ser una sorpresa demasiado grande para nadie: bastaba echar un vistazo a la participación en las protestas públicas celebradas en los últimos meses en las islas o a lo que se opina en las redes sociales sobre este asunto para predecir que la gran mayoría de la sociedad canaria rechaza de plano estos sondeos. 

Sin duda, quienes siguen considerando que la industria petrolera es inocua para el medio ambiente y que dejará beneficios sin cuento en las islas van a seguir defendiendo estas prospecciones contra viento y marea. En su derecho están pero ahora al menos ya saben que su posición es claramente minoritaria. Con todo, la cuestión de fondo ahora es saber si el titular del Ministerio de Industria, José Manuel Soria, tiene algo que decirles a los siete de cada diez paisanos suyos que rechazan un proyecto en el que ha puesto todo su empeño personal y político.

¿Les dirá que están equivocados de medio a medio y repetirá que la industria petrolera será la solución para todos los problemas de Canarias, que es compatible con el turismo y no representa riesgo alguno para el medio ambiente? ¿Les dirá que han sido manipulados por el “politizado” Gobierno autonómico para que se opongan a los sondeos como si los ciudadanos no fueran capaces de pensar y decidir por sí mismos? ¿Les dirá que no se ha sabido explicar bien? ¿Les dirá que las catas de Repsol continuarán adelante a pesar de lo que opine la mayoría de los canarios? ¿Cree y respeta el ministro la opinión mayoritaria de los ciudadanos aunque ésta no se exprese en las urnas en las que su Gobierno no les permitió expresarse? Estamos esperando las respuestas.