Obama: hola y adiós

Me permito parafrasear el titular con el que el diario EL MUNDO resumió esta mañana la visita relámpago que Barack Obama realizó ayer a España. Resume a la perfección el contenido político cero de la misma por mucho que se pavoneara Rajoy de entrevistarse con el líder más poderoso del mundo y el rey sacara pecho. Ya de entrada se trataba de una visita sin apenas contenido posible y que Obama iba a hacer porque le pillaba de camino de vuelta a casa tras participar en Varsovia en la cumbre de la OTAN. Total, se dijo, ya que estoy en Polonia bajo un momento a España, saludo a Felipe y a Mariano y quedo como un caballero; al fin y al cabo allí no hay gobierno ni parlamento constituido y como a mi me quedan dos telediarios para dejar la Casa Blanca a nada me tengo que comprometer.

Dicho y hecho, con la variable imprevista de que en medio se cruzó el atentado de un francotirador de Dallas que acabó con la vida de cinco policías y a Obama le faltó tiempo para dejar la visita a España en unas pocas horas, la mayor parte de las cuales reservó para sus compatriotas de la base militar de Rota. Con el rey y con Rajoy dijo cosas muy emotivas sobre las estrechas relaciones entre ambos países, la importancia aliada de España y lo bien que lo está haciendo el presidente español en funciones para sacarnos a todos de una vez de la crisis. Nos animó para que formemos gobierno cuanto antes y prometió volver a visitarnos, tal vez con una mochila como la que dice que llevaba cuando sólo era un estudiante de derecho y se dio un garbeo por España sin tanta parafernalia de seguridad y protocolo como ayer. 

Dicho lo cual subió a paso ligero la escalerilla del Air Force One, saludó sonriente y se fue a casa en donde le aguardan unos días complicados después de lo ocurrido en Dallas. Aquí, unos se han quedado con ganas de más, sobre todo los sevillanos que vieron con decepción como el líder de líderes no salió del perímetro de la base de Rota. A otros ni nos enfría ni nos caliente gran cosa y lo mismo nos da que nos da lo mismo que Obama haya estado sólo un día mal contado en España y no dos como estaba previsto en un principio. No es que uno tenga ningún tipo de animadversión personal contra el presidente estadounidense, es simplemente que este dar palmas con las orejas que practican algunos políticos patrios ante este tipo de visitas le producen sonrojo y vergüenza ajena. 

Obama es un señor que ha marcado un antes y un después en Estados Unidos, sobre todo porque ha sido el primer presidente negro de la historia de ese país. Pero no por mucho más: aunque es el sorprendente e imprevisible ganador de un premio Nobel de la Paz, ni ha enderezado las cosas en Irak, Afganistán, Pakistán o Libia, ni ha cerrado Guantánamo ni ha puesto coto a la proliferación de armas de fuego en su país. Ha conseguido que la economía estadounidense remonte el vuelo - y no es poco mérito - pero el suyo sigue siendo un país lleno de desigualdades sociales abismales. 

Por lo que a España en particular se refiere, las relaciones económicas y comerciales no han sufrido problemas y en cuanto a la seguridad y la defensa de nada se podrá quejar Obama después de que, olvidado lo de la salida de las tropas españolas de Irak y lo de la bandera norteamericana,  nuestro país permitiera, por ejemplo, que la base militar de Morón haya pasado de temporal a permanente. Por tanto, su visita relámpago de ayer ha sido mera cortesía - que se agradece - pero que no cabe sacar de contexto y presentarla interesadamente como una suerte de hito que marcará un nuevo marco de relaciones entre España y Estados Unidos. 

Si nuestro país no hubiera perdido en los últimos tiempos tanto peso en el concierto internacional, tal vez Obama no se habría ido tan rápido de España o habría visitado a su imprescindible aliado mucho antes y no cuando su mandato en la Casa Blanca ha entrado en tiempo de descuento y ya no es momento de abordar cambios de largo alcance. Y si el Gobierno español fuera mucho menos complaciente con todo lo que diga Washington y tuviera un poco más de sentido de estado, pondría sobre la mesa la necesidad de avanzar hacia una colaboración bilateral en seguridad y defensa menos desequilibrada en favor los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, de los que nuestro país parece poco más que un mero soporte territorial. 

¿Qué fue de Venezuela?

Acabo de mirar y he comprobado aliviado que Venezuela sigue en el mapa, al país de Bolívar y Hugo Chávez no ha sido barrido de la faz de la tierra por un huracán tropical ni por un tsunami. Después de semanas desayunando, almorzando y cenando con Venezuela en casi todos los periódicos y telediarios, que de unos días a esta parte haya prácticamente desaparecido de la "agenda informativa" y sobre todo de la política me llenó de zozobra y me dije: aquí ha pasado algo raro, a Venezuela y al malvado Maduro con su oposición y todo se los ha tragado el mar o se los ha llevado el viento y yo sin enterarme. Pero no, está en el mismo sitio de siempre, al fondo a la derecha, y con los mismos problemas de siempre sólo que un poco más agravados por el paso del tiempo, que tiene la mala costumbre de echarlo todo a perder tal vez con la única salvedad del vino y no siempre. 

En ese paréntesis entre caer en la cuenta de que ya nadie en este país habla de Venezuela y comprobar que el imperialismo yanki no lo ha reducido aún a escombros, me llenó de angustia imaginar a los líderes políticos españoles sin una buena defensa de los sacrosantos principios democráticos que tirarse a la cabeza. No acertaba a suponer cómo podrían superar el trauma  de la desaparición de Venezuela en el PP, valedor en primer grado de la oposición venezolana en el interior y en el exilio y primera espada contra el Gobierno de Maduro. 

Sufría por la inutilidad del  asesoramiento jurídico de Felipe González al opositor Leopoldo López y de mediación política de José Luis Rodríguez Zapatero si el chavismo había pasado a mejor vida. Y me preguntaba por Albert Rivera y su primer viaje a Caracas como estadista en potencia para apoyar a la oposición venezolana como si alguien supiera en aquel país quién es este señor o le importara al menos un comino lo que fuera a hacer o a decir en la Asamblea Nacional. 

No podía dejar de pensar en Podemos y en sus politólogos de cabecera que se habían quedado sin trabajo al no tener ya gobierno venezolano al que asesorar ni perro que les ladre. Un desastre, me dije, hasta que comprobé que felizmente Venezuela no se ha movido ni un metro de donde ha estado desde hace más de 200 años, año arriba o abajo. Allí sigue Maduro en el machito, pegado como una lapa al sillón presidencial, intentando evitar que la oposición lo corra a gorrazos del palacio de Miraflores, sede del gobierno. Un Maduro tan "ostentóreo" como siempre- Jesús Gil dixit - clamando contra la burguesía, el capitalismo, el imperialismo, Mariano Rajoy alguna vez y el sursum corda también si se pone a tiro. 

Y en el mismo sitio sigue también la oposición, ahora con el legislativo bien agarrado intentando cobrarse desde él las penalidades que le hizo pasar Maduro cuando era minoría. También siguen en la cárcel Leopoldo López y Antonio Ledezma y así hasta cerca de un centenar de dirigentes opositores que se atrevieron a buscarle las cosquillas al chavismo. Y, sobre todo, continúan las colas en los supermercados, el desabastecimiento de los productos más elementales y cotidianos, el mercado negro de divisas, el impago a los pensionistas, la inflación astronómica, la falta de medicamentos y los cortes de luz eléctrica, la inseguridad y la falta de futuro. 

Todo sigue en Venezuela igual o peor que antes de que se hablara tanto de ese país en España e igual o peor que siempre desde hace muchos años. Pero ya nada de eso es noticia en España, a nadie le interesa en estos momentos la última burrada que haya dicho Maduro en sus infumables soflamas en radio y televisión. Tampoco interesa ya gran cosa el nuevo intento de la oposición por sacar al presidente venezolano del poder al que - hay que subrayarlo -  accedió democráticamente, algo que olvida esa misma oposición  y que en España se ignora deliberadamente. 

Venezuela ya no da votos en España si es que realmente dio muchos en las últimas elecciones. Por eso ha pasado a convertirse en invisible y a prácticamente ningún medio de comunicación le importa ya una higa si los venezolanos pasan miserias y penalidades para llegar a fin de mes, para comer o para acceder a los medicamentos. Me temo que sólo unas nuevas elecciones en España volverían a poner a Venezuela en la agenda informativa y política española, de lo contrario pueden dar por seguro que medios y partidos políticos actuaran como si ese país y sus problemas no existieran y nunca hubieran existido.  ¿Venequé? ¿Dónde queda eso?

Abstención, de entrada no

Sospecho que de tanto hablar de y viajar a Venezuela a la clase política española se le han terminado adhiriendo los modos y maneras de los guionistas de culebrones. Ya vivimos uno bien largo y chévere hace nada y ahora andamos embarcados no sé si en la segunda parte del anterior o en uno nuevo, el tiempo lo dirá. Los protagonistas, eso sí, son los mismos y en estos primeros capítulos vuelven a hacer aproximadamente lo mismo: enredar y oscurecer el panorama. Sólo uno de ellos, el protagonista de la trama, parece ahora algo menos lerdo y ha dado señales de haberse despertado de la larga siesta de Marca, copa y puro a la que estaba entregado desde hacía meses. Eso ha disparado las sensaciones positivas y muchos se han lanzado a anunciar la buena nueva a los cuatro vientos: esta vez sí tendremos gobierno. 

No adelantaría yo aún acontecimientos a la vista de la reciente y decepcionante experiencia que nos obligó a volver a las urnas. Esperaría sin desesperar pero sin confiar tampoco demasiado, o dicho de otra manera, le pondría una vela a un nuevo gobierno y otra a unas nuevas elecciones. Siendo realista hay que coincidir con quienes apuestan más por la segunda opción. Los que en la noche de las elecciones ya hablaban de un pacto PP+C`s+PNV+CC deberían ir descartando esa suma. Aunque los números dan si se añade la buena voluntad de alguna abstención, lo que no dan son las cuentas políticas. De manifiesto lo han dejado los del PNV con respecto a Ciudadanos, estos con respecto a los del PNV y estos a su vez con respecto al PP. Sólo CC le ha ofrecido al hombre de la Moncloa su voto y aunque todo lo que suma no resta, ese apoyo no le da al aspirante popular para llegar muy lejos. 


En estas circunstancias, la única opción para no tener que mudarnos a vivir  a un colegio electoral es que la novia en la que todos tienen puestos los ojos al menos se abstenga. Y en torno a esa salida gira ahora toda la trama: el galán que la quiere desposar por conveniencia y que en la pasada legislatura se sentó en La Moncloa a ver la vida pasar, le mete ahora prisa para que se decida cuanto antes, que no está el país para esperar. Se unen al coro los naranjitos, que desde el minuto uno volvieron a vetar al aspirante pero no han tenido reparo en pedirle a la novia acosada que asuma la situación con responsabilidad y no bloquee la formación de un gobierno. Desde la otra orilla del espectro político, se oye por lo bajo a uno que iba para presidente y que por su prepotencia se ha estrellado con todo el equipo ofreciendo casi una utopía: un pacto por la izquierda. 

Así que todos los focos del estudio en el que se rueda este cansino culebrón están puestos en esa novia que lleva dos semanas sin abrir la boca, aunque lo hacen por ella sus allegados. El problema es que no se escuchan una sino varias voces al mismo tiempo diciendo cosas que se parecen pero que no son lo mismo. Por resumir y para no cansar, tenemos por un lado a quienes creen que la respuesta a los requiebros del galán aspirante debe ser no siempre y en cualquier circunstancia; por otro lado están quienes matizan y vienen a decir  "abstención, de entrada no" y más adelante ya veremos. Esto me recuerda mucho a aquel histórico referéndum sobre la entrada de España en la OTAN convocado - miren qué cosas -  por alguien que acaba de proponer algo similar para la actual coyuntura. 

Quién se impondrá al final lo empezaremos a saber este sábado cuando se reúna la familia de la novia en pleno para decirle lo que debe hacer, aunque no se debería descartar una consulta a las bases para conocer su opinión, como ya ocurriera cuando el pacto con C's. Daría oxígeno a la asfixiada novia y le permitiría volver a presumir de democracia directa y participativa. Por eso, la del sábado seguramente no será la última palabra en este culebrón, ya que la familia de la novia se puede volver a reunir dentro del plazo previsto para decir digo donde dijo Diego.Maneras de justificar ante la opinión pública una abstención donde antes había un "no" seco y terminante para que el galán pueda gobernar se me ocurren un par de ellas. No sé, sin embargo, hasta qué punto serían convincentes ni de recibo para quienes el 26J votaron por esta opción política que su voto sirva para lo que podría llegar a servir por mucho que se envuelva en papel de seda. Ese es precisamente el nudo gordiano de toda la cuestión por lo que, conociendo cómo se las gastan los guionistas de culebrones y cómo les gusta enredar el argumento, lo mejor será ponerse cómodos y armarse de santa paciencia.