Pedro Sánchez al teléfono

El líder del PSOE ha iniciado una ronda de contactos telefónicos con el resto de fuerzas políticas que debe tener encantados de la vida a los chicos de César Alierta y de los nervios a los periodistas políticos. A Mariano Rajoy le dedicó el lunes 10 minutos que invirtió en volver a decirle "no" a la posibilidad de una abstención y menos con la tempestad que se abatía sobre La Moncloa hasta que fue posible convencer a Soria de que sacara los dedos del enchufe del Banco Mundial. Inmediatamente se puso en contacto - telefónico - con Pablo Iglesias  al que le dedicó el doble de tiempo y un poco más que a Rajoy, 25 minutos en total según cuentan las crónicas. Lo malo es que las crónicas no pueden ir más allá porque de la conversación no salió ningún avance ni compromiso claro de volver a verse para tomarse un café o unas cañas y hablar de tú a tú sobre qué posibilidades tiene lo nuestro. 

Y ahí sigue, pegado al teléfono: ahora vendrán Rivera, los catalanes, los vascos, los canarios - José Javier Vázquez no está de momento en la lista - y así hasta agotar el arco parlamentario y la paciencia de algunos barones socialistas, por no mencionar la de los ciudadanos de este país. Porque de la boca de Sánchez no ha salido hasta la fecha presente, próxima ya a la semana desde que Mariano Rajoy se quedó con las ganas de su abstención, la palabra investidura. Dicen los expertos en los pozos del café y en las interioridades de Ferraz que Sánchez no quiere tirarse a la piscina sin antes comprobar que no hay cocodrilos como en marzo pasado. Según tales expertos, Sánchez busca el apoyo de Podemos y la abstención de Ciudadanos para desplazar al mustio Rajoy de La Moncloa. Lo que llama la atención es que no intente de paso resolver la cuadratura del círculo, tarea en la que tal vez tendría más éxito.


Podemos y Ciudadanos siguen en sus trece de no darse ni la hora y, aunque los de Rivera tampoco se la pensaban dar a Rajoy y al final le dieron hasta el parte meteorológico, es artículo de fe creer que el milagro se podría repetir con la tribu de la coleta. Desde la orilla opuesta las simpatías de la gente de Iglesias para con la de Rivera es la misma que la de los hinchas del Real Madrid para con los del Barcelona o viceversa y con eso está todo dicho. Algunos de los gurús vitalicios que escudriñan el vuelo de las aves para adivinar si al país le esperan días fastos o nefastos han dejado rodar la especie de que Sánchez podría estar pensando en la posibilidad de gobernar con sus 85 escaños y buscar el apoyo parlamentario puntual del resto de los partidos. 

Si ese fuera el plan, además de la cuadratura del círculo debería ponerse también manos a la obra para resolver el misterio de la vida extraterrestre. No es que le niegue cintura política a alguien que ha practicado el baloncesto en años más mozos y que aún sigue luciendo buena planta, pero eso es una cosa y otra bien distinta convertirse en contorsionista a tiempo completo. Sean cuales sean sus intenciones sobre su eventual postulación para la investidura, lo que a casi nadie se le escapa es que su principal objetivo en estos momentos es echar días para atrás hasta que pasen las elecciones vascas y gallegas con la esperanza de que los resultados ayuden a resolver el crucigrama. 

De este modo consigue el que es otro de sus objetivos menos confesables: evitar convocar el Comité Federal del PSOE para que los barones le digan lo que tiene que hacer y con quién debe hablar de cómo salir de este laberinto de estrategias entrecruzadas en el que anda perdida España desde la última Navidad. A uno se le ocurre que es eso lo que debía haber hecho nada más decirle "no" a Rajoy por activa y por pasiva: convocar al Comité Federal, máximo órgano entre congresos, y conocer su análisis y sus propuestas en un momento político tan delicado y complejo como el actual.

Puesto que los barones no quieren ahora mismo hacer ruido mediático con dos autonomías como Galicia y el País Vasco en juego, Sánchez hace gasto telefónico para que no se note demasiado que Rajoy le ha terminado contagiando del virus del dontancredismo que padece desde hace años el inquilino de la triste figura que habita en La Moncloa. Que los asuntos de este país estén hechos unos zorros y que sus ciudadanos estén ya al borde de un ataque de nervios ante tanta majadería política y ante la posibilidad de tener que volver a las urnas, no parece quitar el sueño ni a Sánchez ni a ningún otro líder político español.   

¿Regeneración? ¿Qué regeneración?

En el PP deberían hacérselo mirar seriamente. En la metedura de pata con el nombramiento de Soria para el Banco Mundial actúan los populares como los adúlteros pillados en plena faena que alegan en su imposible defensa que las cosas no son lo que parecen sino lo que ellos quieren que parezcan. Varios medios de comunicación han desmontado todos y cada uno de los increíbles argumentos empleados por Rajoy y los suyos para intentar revestir de legalidad y aburrido trámite administrativo en forma de concurso público un caso en el que lo único que ha primado ha sido el más rancio amiguismo del beneficiado con los beneficiadores. 

Ni ha habido concurso público que merezca ese nombre ni el cargo de marras en el Banco Mundial tiene que ser ocupado por un funcionario público, técnico comercial del Estado por más señas. Sólo indicaciones vagas y genéricas sobre las condiciones que debe reunir el candidato que tanto puede ser un técnico comercial del Estado como cualquier otra persona que se considere con méritos suficientes para aspirar a la sabrosa canonjía a razón de 226.000 euros al año libres de impuestos. Ocurre, sin embargo, que de la existencia de esa vacante se enteraron sólo unos pocos allegados y que la elección la hicieron altos cargos del ministerio de Economía que - ¡oh, casualidad! - detenta un entrañable amigo de Soria. 

Ni hubo selección de candidatos ni baremación de los méritos de los aspirantes ni tribunal calificador que tomara la decisión de quién debía ir a Washington y quién no. Todo estaba decidido, atado y bien atado, desde el primer minuto, probablemente desde que en abril Soria aceptó abandonar sus responsabilidades políticas tras descubrirse sus escondites panameños y puso como condición para ello una contraprestación acorde con sus grandes méritos políticos y profesionales.


No obstante y a pesar de que en las filas del PP empiezan a multiplicarse las voces críticas, Rajoy y su corte de los milagros persisten en sus increíbles explicaciones. Ponen cara de asombro y se preguntan cómo se le puede negar a un funcionario público optar a un puesto vacante si reúne las condiciones requeridas para el mismo. Se rasgan las vestiduras y critican que se quiere "masacrar" a Soria en lo personal después de haberlo "masacrado" en lo político. No explican, sin embargo, por qué el anuncio no se hizo antes de la sesión de investidura de la semana pasada y no tres minutos después de que Rajoy fracasara en su apático intento de seguir en La Moncloa pero sin mayoría absoluta. ¿Por qué había que esperar si todo ha sido tan legal, transparente y aburridamente administrativo?

Metida la pata hasta el corvejón - si es que una decisión tomada de manera tan deliberada puede calificarse así -  lo difícil ahora es sacarla sin desdecirse; el Gobierno y el PP se encuentran en una posición poco menos que imposible, pillados en sus propias mentiras fabricadas para hacer pasar por legal un dedazo del tamaño del Valle de los Caidos - y perdón por la forma de señalar. Sólo si Soria renunciara - presiones para que lo haga debe tener unas cuantas - podrían recomponer un poco su ya de por sí penosa imagen pública de partido y gobierno enfangados en la corrupción. 

Y no sólo porque la de Soria haya sido una decisión viciada de amiguismo prepotente - que lo ha sido - sino también y sobre todo porque el beneficiado de la misma no atesora entre sus virtudes la más importante de todas para un funcionario servidor del interés general: una hoja de servicios públicos limpia de toda tacha. Si el PP y el Gobierno tuvieran la improbable decencia de rectificar y anular la propuesta para que Soria viva dos años a cuerpo de rey podría empezar Rajoy a hablar de regeneración de la vida pública con un mínimo de conocimiento de causa. Mientras no asuma  que no se puede mentir a todo el mundo durante todo el tiempo y que la vida pública sólo se sanea apartando de ella a los corruptos y aprovechados del poder por más que judicialmente sean unos santos varones, la palabra regeneración en su boca seguirá sin tener la más mínima credibilidad, con concurso o sin concurso. 

El funcionario Soria

No cuela, por mucho que se empeñen Rajoy y la mayoría de los suyos, que la propuesta sobre el empleo dorado para el que se propone al ex ministro panameño José Manuel Soria sea un mero trámite administrativo fruto de un prosaico concurso de méritos en el que el aspirante ha batido a todos sus rivales. El paso al frente que sin complejos y por mis bigotes dio el viernes por la noche el ministerio de Economía - después de haberlo negado - con la anuencia ineludible de las barbas de Rajoy tiene todo el reconocible aroma de los dedazos  más paradigmáticos del caciquismo político. 

Sólo habían pasado tres minutos mal contados desde que un Rajoy con cara de circunstancias había recogido los bártulos tras su fracasada investidura, cuando de Guindos, amigo y valedor de Soria al igual que el propio presidente, anunció al mundo mundial que el canario andaba sobrado de méritos curriculares para desempeñar la alta representación de nuestro país en el Banco Mundial. Hasta los propios populares fueron pillados con el pie cambiado y muchos de ellos no sabían qué cara poner ni qué explicación dar cuando al día siguiente por la mañana acudieron a lamer las heridas de su amado líder en la reunión de la cúpula del partido.

Los equipos fabricantes de argumentarios en La Moncloa y en el ministerio se pusieron raudos a la labor de justificar lo injustificable y encontraron la respuesta que ahora repiten casi todos en el PP como un adiestrado coro de loros: el señor Soria es un funcionario que tiene derecho a optar a ese puesto porque no está imputado ni inhabilitado judicialmente para el mismo; por tanto, impedirle acceder a él no sería legal, dicen. Ese es el mantra que esparcen a los cuatro vientos desde ayer en un intento vano y estéril de hacernos olvidar quién ha sido el ministro Soria, cuáles han sido sus andanzas y milagros en la política y cuáles fueron las razones que le llevaron a abandonar el Gobierno y la vida política el pasado mes de abril.


Ahora sabemos o podemos sospechar al menos con mucho fundamento que la salida de Soria del Gobierno después de haberse atragantado malamente con los papeles de Panamá tuvo un precio que no fue otro que conseguir un empleo de relumbrón a razón de 226.000 euros al año limpios de polvo y paja y a los que Montoro no podrá hincarles el diente; algo así como otro paraíso fiscal pero con todas las bendiciones y sin tener que ocultarlo detrás de nombres raros o exóticos. A esto se reducen en esencia las promesas de regeneración política que volvió a hacer Rajoy en su fracasada investidura de la semana pasada y de las que a estas alturas ya dudan seriamente hasta en el PP. 

Son episodios y decisiones como estas los que alejan cualquier posibilidad, por mínima que sea, de apoyar a alguien como Rajoy y al PP para continuar al frente de este país y mucho menos para regenerar su vida política. A la vista de lo ocurrido con este nombramiento, para el presidente y para la mayoría de su partido basta un expediente brillante y, sobre todo, ser muy amigo de quienes toman las decisiones para lavar la indecencia política y la falta de ética de quien tuvo empresas en paraísos fiscales siendo cargo público de este país y mintió descaradamente sobre ellas. 

Lejos de haber quedado por ello políticamente inhabilitado para cualquier responsabilidad pública o respaldada por el poder público, se le premia en cambio con un suculento cargo internacional de representación pública y de no menos suculenta remuneración. Bien a la vista está que Rajoy no abandona nunca a los que le han sido fieles por un quítame allá esas empresas en paraísos fiscales e incluso por unos milloncejos de nada en Suiza. Recuérdese al efecto cuál es su máxima filosófica sobre la corrupción: "Luis, sé fuerte".