Justicia y cintas de audio

Los solemnes actos de apertura del Año Judicial - así, con mayúsculas - suelen tener un aspecto apolillado y con fuerte aroma a cerrado, muy propio de lugares en los que se hace urgente abrir las ventanas para que entre aire fresco. En ese sentido, el de este año en el Tribunal Superior de Justicia de Canarias no se ha diferenciado en nada con respecto a los de las últimas décadas. Lo único nuevo, y no para bien, ha sido escuchar al presidente del máximo órgano judicial de la comunidad autónoma, Antonio Doreste, haciendo una encendida defensa de lo bien que lo hace y lo mucho que se esfuerza la Fiscalía Anticorrupción en perseguir a los malandrines, aunque no hay constancia de que tuviera petición alguna de nadie para romper esa lanza en favor del ministerio público. Extraña porque, un jurista de su prestigio, debería tener siempre muy presente aquel latinajo tan sabio según el cual excusatio non petita, accusatio manifiesta. 

No fue, sin embargo, esta proclama de un juez a mayor gloria de la fiscalía  lo que animó por una vez los oscuros pasillos de la vetusta sede institucional del poder judicial en las islas. De eso se encargaron dos jueces - un juez y una jueza - pertenecientes a ese mismo Tribunal y que vienen protagonizando desde hace tiempo una batalla por entregas y cintas de audio que está dejando la imagen de la Justicia, con mayúsculas también, para el arrastre. El reparto se completa con un conocido empresario y dirigente futbolístico que no se para en barras a la hora de grabar de extranjis una conversación con uno de los jueces de la disputa y en la que no parece haber muchas dudas de que conspiran para arruinarle la carrera profesional a la jueza y cortocircuitar para los restos sus aspiraciones políticas. Todo ello y por si fuera poco alarmante lo anterior, con el añadido muy agravante de que ese mismo juez grabado es el que investiga al empresario grabador por un presunto fraude millonario a Hacienda y a la Seguridad Social. 

Si bien un reciente informe pericial de la Guardia Civil ha concluido que la grabación que el empresario entregó en el juzgado tiene más cortes que una película de rollos, lo cierto es que lo que se ha filtrado y puede escucharse en cualquier medio digital estos días es material suficiente como para hacerse unas cuantas preguntas a cuál más inquietante. Hay que empezar preguntándose por qué un juez recibe en su despacho profesional a alguien a quien está investigando por presuntos delitos contra la Hacienda Pública y la Seguridad Social. De seguido y por su propio peso cae la siguiente cuestión: con qué objetivo graba la conversación el empresario y con qué fin la entrega en un momento determinado y no en otro en un juzgado. 

En relación con la cuestión anterior y a la vista de lo que dice el peritaje de la Guardia Civil, también hay que preguntarse quién y por qué mutiló la grabación original entregando el empresario en el juzgado una edición resumida de la conversación con el juez. En ese contexto qué cabe interpretar de que en la parte de la grabación que no se entregó y que la Guardia Civil ha podido rescatar de la grabadora aparezcan nombres de conocidos políticos, empresarios y magistrados, habituales muchos de ellos del palco de honor del estadio de fútbol en el que juega el equipo que preside el empresario grabador. 

Se podrían formular algunas preguntas más pero las planteadas son más que suficientes para sentir la necesidad de taparse la nariz ante el hedor que se desprende de todo este asunto. ¿Estamos atisbando sólo la punta de un iceberg de conchabo, compadreo y promiscuidad entre determinados jueces, políticos y empresarios en perjuicio o en beneficio de terceros? ¿Es de recibo que un magistrado se siente presuntamente  a compadrear con un investigado sobre cómo responder en un interrogatorio de manera que sus declaraciones perjudiquen a un tercero, la jueza en este caso? ¿Se puede grabar de tapadillo una conversación en sede judicial, trocearla para que diga lo que se quiere que diga y luego utilizarla con fines bastardos? 

A la vista de lo que vamos sabiendo, se puede y de hecho se hace. No es menor el encargo que tiene entre sus manos el Tribunal Superior de Justicia de Canarias que preside Antonio Doreste: aclarar, huyendo de cualquier tentación corporativista y a la mayor rapidez posible, si las cosas son como parecen o no lo son. De Doreste nos hubiera gustado escuchar esta semana, además de su arenga en favor de los fiscales que no parece que le corresponda hacer a un juez, alguna declaración sobre cómo y cuándo piensa el órgano judicial del que es el máximo responsable poner luz sobre un caso que deteriora gravemente la imagen y la confianza de los ciudadanos en la Justicia. Puede que el año que viene haya más suerte. 

El pacto de Estocolmo

No dejarán de sorprenderme los políticos y su capacidad para reinventarse cada día. Lo acabamos de descubrir en el PSOE y en CC y en su pacto tan imposible como irrompible, por lo que vamos viendo. En el haber de los socialistas canarios hay que añadir una nueva virtud a las muchas que atesoran: decir en voz muy alta y muy enérgica todo lo contrario de lo que en realidad quieren hacer. Por su parte, los nacionalistas, puede que un tanto asustados ante el inesperado enfado de sus socios de pacto, se nos han mostrado estos días como mansos corderitos dispuestos a hacer examen de conciencia, propósito de la enmienda y alguna que otra pequeña penitencia si no queda más remedio en aras de la estabilidad política y tal y tal.  

Hemos llegado a esta portentosa situación después de que la perdida de la alcaldía socialista de Granadilla a manos de los desalmados y descontrolados nacionalistas provocara un calentón global en el PSOE que a punto estuvo de derretir los polos y provocar un incendio en el desierto del Sahara. Al frente de la protesta socialista, Julio Cruz certificó la defunción del pacto aunque para entonces ni siquiera se había pronunciado la ejecutiva del partido. Aunque eso era lo de menos, porque lo que esta hizo fue lanzar el balón hacía la demarcación del Comité Regional para que este resolviera. 

Mientras la pelota llegaba a su destino los ánimos empezaron a apaciguarse, Julio Cruz desapareció misteriosamente de la escena y el incendio pudo ser perimetrado y controlado, a la espera en estos momentos de su extinción y posterior refrescamiento de las áreas más chamuscadas. Otro tanto ha ocurrido con el secretario de los nacionalistas, José Miguel Barragán. Éste último, por cierto, dimisionario en diferido a la espera de que la ejecutiva de CC le permita dejar el cargo y le evite de este modo tener que levantarse a diario con el gallo para atender a las emisoras de radio. 

Volvemos al balón en forma de papa caliente que la ejecutiva del PSOE había lanzado hacia el Comité Regional para que este tomara la decisión definitivamente definitiva sobre si valía la pena seguir soportando los abusos del primo de zumosol o era preferible coger el hatillo e irse a hacer piña con Román y con Noemi. Pero justo cuando estaba a punto de llegar el histórico momento en el que el pulgar del cónclave socialista indultaría o condenaría el pacto con CC, los mismos que le habían dando el patadón mandaron el balón a las tuneras sin siquiera dejarlo caer al suelo. Así, un comité regional que se anunciaba poco menos que trascendental para el futuro de la Macaronesia y para el que ahora no hay fecha de celebración, ha sido sustituido por una reunión informal entre la ejecutiva y los secretarios insulares para "intercambiar puntos de vista" y si hay tiempo, supongo, tomarse unos botellines antes de coger el avión que hace mucho tiempo que no nos vemos. 

De manera que, en resumen, hemos pasado de las siete plagas de Egipto al Cantar de los Cantares y de la ruptura de los papeles del matrimonio de conveniencia a la discreta negociación de un pacto que "está funcionando bien" y que es "el mejor para Canarias". Lo que están negociando sólo se adivina porque la transparencia brilla por su ausencia y los ciudadanos sólo podemos hacer cábalas como si no fuera con nosotros lo que se discute entre los partidos en los que se apoya el Gobierno de todos los canarios. Dicen unos que más dinero para las consejerías del PSOE en los próximos presupuestos autonómicos, particularmente para la sanidad pública cuestionada por quienes afirman ahora que el pacto es poco menos que la octava maravilla del mundo. 

No faltan tampoco los que aseguran que el PSOE se quiere cobrar también alguna pieza nacionalista del Gobierno pero eso me parece el colmo del optimismo y seguramente me quedo muy corto. Tengo pocas dudas de que CC y el PSOE serán capaces de echarle unos remiendos al acuerdo y seguir tirando con él mal que bien hasta que otro grupo de concejales nacionalistas le vuelva a pegar fuego con autorización de la superioridad o sin ella, que tampoco eso importa demasiado como ha quedado de manifiesto en los anales de Granadilla. Eso sí, lo único que parece claro después de más de un año desde que se firmó este acuerdo de nuestros dolores de cabeza es que el PSOE ya ha desarrollado todos los síntomas del síndrome de Estocolmo, aunque hay que reconocerle que lo disimula con muchísima convicción.  

Lo que quiere el PP

Después de meses atosigando al PSOE para que se abstuviera y permitiera a Rajoy mantener el mando en plaza, de pronto al PP se le han pasado las prisas para que haya gobierno en España "cuanto antes". De la noche a la mañana prácticamente han desaparecido de su discurso las campanudas frases sobre la "responsabilidad", la "altura de miras" y el "sentido de estado" con las que nos flagelaba de la mañana a la noche. Ese cansino machaqueo ha cambiado ahora por otro en el que ya no hay prisas para formar gobierno, sino necesidad de "garantías" para que el que se forme dure algo más que un caramelo a la puerta de un colegio. En realidad, que dure los casi cuatro años que en una situación normal faltarían para unas nuevas elecciones. 

Con su rival atravesado por una división interna como no recuerdan ni los más viejos del PSOE, el PP no quiere dejar pasar la oportunidad de hacer leña del árbol caído e intenta imponer condiciones a cambio de aceptar la abstención socialista. Para empezar, el apoyo del PSOE a los presupuestos estatales de los próximos tres años, es decir, de lo que resta de legislatura. Esto, hablando en plata, es como pedirle al PSOE que tire las armas y se entregue con las manos en alto y los pantalones por los suelos. Es cierto que la política española nunca ha estado sobrada de generosidad y que los partidos no dudan en aprovechar los problemas de sus contrincantes para obtener rédito político. Hasta cierto punto es natural y forma parte del juego político; sin embargo, la situación del país no es normal después de nueve meses de interinidad gubernamental y, por eso, no es de recibo que el PP pretenda aprovecharse ahora de  la extrema debilidad del PSOE para forzar unas terceras elecciones con la esperanza de recuperar la mayoría absoluta sólo o en compañía de Ciudadanos.


Porque parece haber cada vez menos dudas de que la estrategia popular pasa en estos momentos por obligar al PSOE a rechazar la humillación política y tener de este modo excusa para provocar las nuevas elecciones. Este órdago del PP pone a los socialistas y a la gestora que los dirige ante un dilema aún más difícil del que ya tenían planteado. Si abstenerse a cambio de nada para que gobierne Rajoy ya es una pésima opción,  aunque tal vez la menos mala comparada con unas nuevas elecciones, hacerlo atado de pies y manos ante las políticas que el PP seguiría aplicando como si tuviera mayoría absoluta sería como hacerse el hara kiri definitivo y firmar su propio certificado de defunción. 

Al término del soporífero discurso de Rajoy en su fracasada sesión de investidura, escribí que el líder del PP no quería ser presidente. A los hechos me remito: después de dejar pasar todo septiembre mientras Pedro Sánchez se quemaba a lo bonzo con sus contactos telefónicos y sus patéticos intentos de atraerse a Podemos, Rajoy esperó sentado en La Moncloa hasta que su rival socialista tuvo que salir del PSOE por la puerta de atrás. Es cierto que el PSOE se encuentra en esta ratonera de imposible salida sin dejarse aún más jirones de piel, debido a sus propios errores y a la obsesión de su ex secretario general por alcanzar la cuadratura política del círculo. Eso, no obstante, no debería ser excusa para que el PP, que se lleva desgañitándose desde el año pasado para que gobierne la lista más votada, pretenda ahora forzar unas nuevas elecciones sólo porque le viene bien a su estrategia política. 

Si ese es el objetivo  - y todo empieza a apuntar en esa dirección - habrá que concluir una vez más que el PP ha vuelto a mentir a los españoles con su reiterativo discurso sobre la "responsabilidad", la "altura de miras" y el "sentido de estado". Está a punto de demostrar que su principal objetivo ha sido recuperar el poder absoluto que perdió el 20 de diciembre del año pasado; para ello  ha contado con el inestimable apoyo del propio PSOE y sus torpezas, por no mencionar ahora a los conquistadores del cielo de Pablo Iglesias, que cuando pudieron hacer posible un gobierno de progreso lo torpedearon a conciencia buscando el sorpasso electoral para alzarse con el santo y seña de primera fuerza de la oposición. Pero llorar sobre la leche derramada no sirve de nada y el PSOE tendrá que decidir ahora si prefiere morir matando en unas terceras elecciones o postrarse de hinojos ante Rajoy para recibir el golpe de gracia.