Un patán muy peligroso

Por lejos que nos queden sus elecciones y por mucho desdén que se pueda sentir por el american way of life, es imposible no sufrir sudores fríos con sólo imaginarse al tipo del tupé rubio platino de presidente de la que a fecha de hoy sigue siendo la primera potencia mundial. El escándalo gira ahora en torno a un vídeo de hace cinco años en el que este rijoso cavernícola profería comentarios vomítivos sobre las mujeres y los que éstas se dejan hacer de él. Pero llueve sobre mojado: antes de conocer la basura que excreta la cloaca de su cerebro cuando piensa en las mujeres, ya nos había dado sobradas muestras de que lo del vídeo no fue un "comentario de vestuario" aislado, como lo ha calificado el propio mandril de referencia. 

La putridez de su pensamiento da para eso y para mucho más: los periodistas, los hispanos, los negros, el presidente de su país, los cubanos, los musulmanes o los europeos - seguramente me olvido de alguien -  también se han visto alcanzados por el surtidor de basura que sale a toda hora por su boca de palurdo. Los penúltimos damnificados han sido sus propios compañeros del Partido Republicano, alarmados no vaya a ser que la lengua viperina de su candidato mamporrero les deje sin la presidencia de Estados Unidos en las elecciones del 8 de noviembre. Como buenos hipócritas que son, se rasgan las vestiduras tras escuchar lo que este chimpancé con raya a un lado  dice de las mujeres; y aunque es muy de agradecer que por fin se den cuenta de a qué clase de bestia parda han estado apoyando hasta ahora contra viento y marea, hubiera sido mucho mejor cortarle las alas antes de que empezara a desbarrar.


Lo que hicieron, en cambio, fue auparlo a la nominación republicana y reír sus gracias junto a unos medios de comunicación que vieron en él a un payaso con una asombrosa capacidad para proporcionar titulares escandalosos a toda hora con sólo levantar el dedo índice y abrir su bocaza de babuino. Llevado a hombros por los suyos - hay que recordar su victoria aplastante en las primarias republicanas - y jaleado por unos medios que sólo conciben la pugna política como un espectáculo circense o un combate de boxeo, no puede haber nada extraño en que la "América" más profunda, casposa y reaccionaria se haya decantado en las encuestas por el discurso xenófobo, racista y machista de este culiparlante. 

Ahora, este monstruo vociferante y de resabios filonazis campa por sus respetos y, salvo que renuncie a la candidatura, - de momento eso parece poco probable por más presiones que esté recibiendo - el 8 de noviembre se erguirá sobre sus cuartos traseros y venteará intentando captar el aire de la Casa Blanca. Me temo que a estas alturas quien único puede frenar esas aspiraciones es su rival demócrata, aunque no vendería yo todavía la piel del elefante republicano. Si la candidata de los demócratas llega a presidenta de Estados Unidos puede que sea más por las barrabasadas del pichabrava con el que esté midiendo sus fuerzas que por su capacidad de convencer incluso a sus propios electores. 

Pillada en más de un renuncio y con tendencia a esconderse cuando debería dar la cara, su candidatura no levanta ni de lejos la pasión y el entusiasmo que hace ocho años despertó fuera y dentro de Estados Unidos el actual inquilino de la Casa Blanca. Su debilidad  la reflejan fielmente los sondeos electorales, algo que en Estados Unidos es poco menos que la verdad revelada sobre lo que piensan hacer los electores con su voto. En ningún momento hasta la fecha ha conseguido la fría candidata demócrata poner suficiente tierra de por medio frente al berzotas republicano. Sólo ahora, después de conocerse el vídeo sobre la consideración que al carajaulas de su rival le merecen las mujeres, ha tomado una cierta ventaja favorecida por aquellos que se empiezan a caer del guindo de su indecisión sobre si votar por ella o por el patán del flequillo imposible.

Las próximas semanas serán claves y aún queda un tercer debate que se adivina más tenso si cabe que el de hace unos días, en donde no solo no se dieron la mano sino que el energúmeno republicano amenazó incluso a su contrincante demócrata con meterla en la cárcel si llega a la Casa Blanca. Y a fe que es capaz al menos de intentarlo, a ella y a todos los que le caigan mal o no le rían las gracias a este chulo matón que amenaza con hacer de su país y del mundo un lugar mucho peor de lo que ya es.  

Brexit y xenofobia

Empieza a ser difícil reconocerse en la imagen que viene proyectando desde hace unos meses la cuna del liberalismo político. Gran Bretaña, un país cuyas virtudes políticas y sociales, aún distando un buen trecho de ser perfectas, muchos hemos envidiado sanamente, está entrando en una espiral de xenofobia y populismo que no augura nada bueno. El referéndum que un político mediocre llamado David Cameron se sacó del bombín para arrebatar un puñado de votos a la derecha eurófoba y xenófoba es el culpable de la deriva que está tomando el problema. Creyó que su farol funcionaría y haría pleno: arrancarle concesiones exclusivas a la Unión Europea y luego ganar también el referéndum. Pero lo perdió porque la Inglaterra profunda se terminó creyendo a pies juntillas las patrañas de quienes culpan a los extranjeros de todos los males del país y abogan por cerrarles las fronteras con siete llaves; "extranjeros", una palabra que en boca de quienes la pronuncian y en el contexto político en el que lo hacen tiene matices incluso siniestros y arrastra recuerdos sobrecogedores. 

Ahora, cuatro meses después de que una mayoría relativamente estrecha de los británicos decidiera que Gran Bretaña debe abandonar la Unión Europea, la muy conservadora Theresa May hace bueno incluso a un Cameron al que no le quedó más remedio que salir de la escena política después de su clamoroso fracaso. Su propuesta sobre los extranjeros acaba de encender todas las alarmas y la califica a la perfección el hecho de que haya merecido la felicitación entusiasta de ultraderechista Frente Nacional francés y que recoja en síntesis lo que siempre había venido exigiendo el eurófobo Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), al que los conservadores le acaban así de robar de un plumazo el meollo de su rancio discurso político. 


Con el argumento de que los extranjeros son los responsables de que haya británicos en paro - dejando así en evidencia en qué granero electoral está buscando votos el Partido Conservador -  la señora May se propone reducir a 100.000 el número de inmigrantes que estaría dispuesto a aceptar anualmente el país. Nótese que no habla de comunitarios ni de extracomunitarios - los inmigrantes procedentes de las colonias del viejo imperio británico son con diferencia los más numerosos frente a los de otros países de la Unión Europea - sino de "extranjeros" de manera vaga e imprecisa.

Y oculta, además, de manera interesada que esos extranjeros que ahora no  son bienvenidos  no están en su país viviendo de la sopa boba sino trabajando, por ejemplo, en una sanidad pública que sufre una carencia crónica de médicos y enfermeros o en trabajos que los ingleses ya no quieren desempeñar. En otras palabras, estos "extranjeros " pagan impuestos, y generan riqueza y puestos de trabajo en beneficio de la economía británica. La audacia xenófoba de la señora May incluía también obligar a las empresas británicas a publicar un listado con nombres y apellidos de los trabajadores extranjeros contratados. Sin embargo se ha visto obligada a recular ante el rechazo de la patronal británica porque, en verdad, de ahí a exigir que llevaran también una estrella amarilla cosida a la ropa para ser reconocidos por la calle y convenientemente cacheados y detenidos sólo había un paso. 

Si esta es la declaración de intenciones con la que Londres se quiere sentar el año que viene con Bruselas a negociar el brexit me temo que vamos a asistir a un doloroso y largo divorcio en el que los más perjudicados pueden terminar siendo los más de tres millones de emigrantes que viven y trabajan actualmente en el Reino Unido. En las grandes capitales comunitarias - entre los que como siempre no está Madrid a pesar del elevado número de españoles que reside y trabaja en Gran Bretaña - se advierte al gobierno británico que no sueñe con tener acceso al mercado único comunitario si no cumple uno de sus requisitos básicos: la libre circulación de personas, además de la de bienes, capitales y servicios. 

Ignoro hasta qué punto las posiciones de Berlín o de París van en serio o son sólo declaraciones para el consumo interno de sus respectivos ciudadanos que buscan en los líderes europeos algún gesto de firmeza ante la campante arrogancia del conservadurismo británico. Sin embargo, me puede la desconfianza y sospecho que el sacrosanto interés de las grandes corporaciones económica junto a los beneficios que tiene para ambas partes preservar sin trabas los intercambios comerciales, terminará imponiéndose de nuevo a ese discurso cada vez más huero sobre la ciudadanía europea que nos han vendido durante décadas en Bruselas y en el que cuesta un gran esfuerzo seguir creyendo.   

"Petite pays"

Me emociona la voz de Cesaria Évora, la profundidad de su forma de cantar, la dulzura y la suavidad de su acento; me hipnotiza el ritmo cadencioso de su música y me transporte a ese "petite pays" del que habla en esta canción. Cesaria Évora es el alma musical de un pequeño país llamado Cabo Verde que uno visita solo escuchando a "la reina de los pies descalzos" y es también el espíritu de la solidaridad y el cariño para con los más pobres. Cesaria Évora, Cise, es el amor hecho música.  


Pequeño país
Allá en el cielo tú eres una estrella
Aquí todo brilla
Allá en el mar tú eres arena
Aquí todo moja
Mirando este mundo afuera
Sólo hay rocas y mar
Pobre tierra llena de amor
Con canciones de Morna y Coladera
Tierra sabia llena de amor
Con música de Batuco y Funana
Oh, cuánta saudade
Saudade, saudade
Oh, cuánta saudade
Saudade, saudade
Pequeño país, yo te amo mucho
Pequeño país, yo lo amo mucho