Lo suyo es puro teatro

Les garantizo que seguir el día a día de la actividad política en Canarias no es nada saludable. Con el tiempo se termina padeciendo narcolepsia, ataques irrefrenables de bostezos y arrepentimiento de no haberle hecho caso a nuestras madres cuando, en su inmensa sabiduría,  nos insistían para que de mayores fuéramos personas de provecho. Poco provecho se puede obtener de una clase política generalmente proclive al postureo y a decir una cosa y la contraria sin ponerse colorada. Cuando, como en estos días, la situación se complica porque no hay mayoría parlamentaria que sustente al gobierno de turno, las posiciones de unos y de otros se llenan de dobleces y ambigüedades en un juego más bien ridículo que aburre a las piedras.

El que más y el que menos juega a Maquiavelo, anuncia lo contrario de lo que en realidad le gustaría hacer y dice hoy lo opuesto a lo que pregonó ayer. Desde antes incluso de la ruptura del acuerdo de gobierno entre CC y el PSOE estamos asistiendo en Canarias a un teatrillo político de medio pelo que por dignidad y respeto a los ciudadanos debería concluir de una santa vez en algún tipo de desenlace, el que sea, pero concluir. Si el PP quiere entrar en el Gobierno – no me cabe duda alguna de que eso es lo que quiere - que deje de marear ya la perdiz presentándose como la damisela delicada que a todos aparenta ofrecer su mano.

Sabemos hace tiempo que esa mano ya está comprometida y que ahora sólo falta saber si quien está dispuesto a recoger “el guante” se las arregla sólo con la mano o acepta el codo también. Que aparque CC el sonsonete del diálogo con todas las fuerzas políticas cuando a nadie se le puede ocultar a estas altuas que ese diálogo se va a circunscribir al PP y a la Agrupación Socialista Gomera, que se frota las manos ante el provecho que puede obtener de esta situación. Y en cuanto a lo de reeditar el pacto con el PSOE, quienes defienden esa opción deberían leer El Quijote y acórdarse de lo de las segundas partes que, si nunca fueron buenas, en este caso podrían ser simplemente má penosa que la primera, que ya es decir.

Los socialistas, por su parte, actúan estos días literalmente como pollos sin cabeza. Por las islas acaba de pasar un miembro de la gestora que ha venido a decir el lunes que el PSOE “no contempla” un gobierno con el PP en Canarias para pasar a anunciar el martes que va a iniciar una ronda de contactos con los partidos de la oposición “para buscar un cambio político”. ¿Saben con cuál de esos partidos se van a sentar en primer lugar los socialistas? Premio: con el PP. En paralelo, en La Laguna dos de los cinco concejales del PSOE se han sumado por su cuenta y riesgo a un intento de moción de censura de cuyo fracaso son perfectamente conscientes si no tiene el respaldo de los otros tres. Claro que, en realidad, el objetivo era meterle el dedo en el ojo al portavoz de la gestora que había recalado por Canarias y enviar un mensaje crítico a la otra gestora que gobierna de aquella manera el partido en las islas. Eso sí, a gestoras no hay quien le saque ventaja al PSOE en estos momentos.  

Completan el reparto de esta suerte de ópera bufa NC y Podemos que, junto al PSOE, ya no saben cómo ponerse para exigir del presidente una cuestión de confianza y no dudan en calificarlo de ilegítimo como si las actas de los diputados que lo apoyan se las hubieran sacado en una bolsa de pipas y como si no se pudiera gobernar en minoría con apoyos puntuales. Pretenden así sin conseguirlo ocultar su impotencia para convencer al PP de que se sume a una moción de censura sin poner condiciones que, en la práctica, la hagan inviable. 

Y en medio de tanto devaneo político, un lamentable y desagradable episodio de filtraciones interesadas desde el Gobierno y desde el PSOE a propósito de la sanidad pública, olvidando unos y otros que nuestras madres nos enseñaron a no jugar ni con las cosas de comer ni con las de curar. ¿Es mucho pedir que se aclaren de una vez, aparquen la ambigüedad y se pongan todos, gobierno y oposición, a la tarea para la que fueron elegidos? ¿No fue acaso suficiente con el insufrible culebrón del cascado pacto en cascada? Por desgracia me temo que sí, que es mucho pedir.  

Trump y cierra América

Me he tomado un par de días para digerir el acontecimiento del que medio mundo estuvo pendiente el viernes, la toma de posesión de Donald Trump. Aunque el asunto se podía haber despachado sobre la marcha, preferí seguir las reacciones que suscitó y que aún sigue provocando. Una vez más me ha vuelto  a sorprender el despliegue mediático para algo que, bien mirado, no daba ni para un suelto en una esquina de no ser quien es el personaje. De nuevo, tal y como ocurrió después de las elecciones del 8 de noviembre, se han dedicado horas y horas de radio y televisión, toneladas de páginas en internet y kilómetros de papel periódico a glosar un discurso de 15 minutos en el que Trump hizo y dijo lo que esperaban que dijera e hicieran sus seguidores y sus detractores: el burro.

¿Qué es lo que cabía esperar de ese discurso de toma de posesión: que se llevara la guitarra y se arrancara con una de Bob Dylan? ¿Que citara a George Washington y recitara un poema de Walt Whitman? No nos engañemos, lo único que podía esperarse de un sujeto como este era que encadenara todos los lemas de su campaña para convertir su coronación como emperador en un nuevo mitin electoral. Aunque no he estudiado los discursos de la toma de posesión de los 44 presidentes anteriores, me atrevería a jurar que el suyo merece figurar en el primer puesto de la ramplonería, el populismo y el chovinismo americanista más nauseabundo.

Ahora bien, que su toma de posesión no diera para tanto como se ha hablado y aún se habla y escribe de ella, no significa que haya que perder de vista al individuo que ya tiene en sus manos el poder ejecutivo de la primera potencia mundial. Al contrario, es realmente a partir de ahora cuando toca vigilar de cerca todos sus pasos, sus palabras y sus acciones. Es ahora cuando se empezará a saber si se propone cumplir de verdad sus peligrosas payasadas o los contrapoderes de la democracia estadounidense son capaces de pararle los pies antes de que cometa una barrabasada.


Por lo pronto, en su primer día en el despacho oval de la Casa Blanca ya ha iniciado la escabechina de acuerdos comerciales como el Transpacífico, que afecta a un total de 11 países, y ha dado el primer paso para revisar los acuerdos con México y Canadá. Puede que no tarde mucho en ordenar el inicio de las obras del que parece ser su sueño dorado: la construcción de un muro a lo largo de la frontera sur del país para detener la inmigración que entra en Estados Unidos a través de México y encima pasarle la factura a los mexicanos.

Y así, un largo suma y sigue de disparatadas propuestas que, de un lado, parecen querer convertir al país en un fortín inexpugnable ante todo lo que llegue de fuera, sean bienes, servicios o personas, y de otro retornar a los peores tiempos del unilateralismo en la política exterior en la que Rusia, la enemiga histórica, parece haber adquirido ahora el estatus de aliado privilegiado en detrimento de Europa Occidental. Además del aumento de la inestabilidad internacional que puede provocar sus medidas y de las feas repercusiones económicas  de una vuelta a las guerras comerciales del pasado, el acceso de este individuo al poder es también motivo de proecupación porque supone un acicate para los movimientos populistas, xenófobos y racistas que pululan en varios países europeos.

Estas fuerzas, que en lugares como Francia, Alemania u Holanda escalan puestos en los sondeos electorales, engordan al calor de las consecuencias de una crisis económica, social y política ante la que liberales y socialdemócratas sólo han sabido reaccionar con ajustes fiscales y recortes del estado del bienestar. Es precisamente el auge del populismo, la xenofobia y el racismo a ambos lados del Atlántico lo que ensombrece un futuro ya de por sí lleno de incertidumbres que ahora se agravan más si cabe. Por encima de su discurso repulsivo, lo que preocupa es que la primera potencia mundial esté desde el viernes en manos de un energúmeno con poder para poner al mundo al borde del precipicio. 

Cláusulas suelo:¿solución o burla?

El Real Decreto aprobado hoy en Consejo de Ministros para agilizar la devolución del dinero de las cláusulas suelo de las hipotecas tiene poco de solución y mucho de burla a los afectados por la avaricia de los bancos. Es precisamente a los bancos a los que esta presunta solución extrajudicial les resuelve el problema mientras que a los consumidores los convierte en rehenes suyos. Es necesario recordar que la sentencia publicada el 21 de diciembre de 2016 por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea obligaba a los bancos a devolver todo el dinero cobrado por las cláusulas suelo abusivas desde la firma de la hipoteca.

Aquel fue un sonoro bofetón judicial al Tribunal Supremo español que, en mayo de 2013, antepuso el interés de los bancos a los derechos de los consumidores al establecer que las entidades sólo debían devolver lo cobrado a partir de esa fecha. Sin embargo, una cierta ambigüedad en la redacción de la sentencia comunitaria abrió la puerta por la que no tardaron en colarse algunas entidades. El fallo no precisaba con exactitud si todas las cláusulas suelo son abusivas o sólo aquellas que un juez declare como tales. El Banco Sabadell no tardó en responder que las cláusulas suelo de sus hipotecas eran más transparentes que el agua y por tanto no ha lugar a devolución alguna.

Esa rendija se ha convertido hoy en puerta abierta de par en par con el Real Decreto del Gobierno. Según se establece en el mismo, los bancos solo están obligados a informar a sus clientes de que tienen derecho a reclamar la devolución del dinero pero no se les obliga a devolverlo, en contra de lo que establece la sentencia europea. El mismo Banco Sabadell ha reiterado hoy que no hay cláusulas suelo abusivas en sus hipotecas, de lo que se deduce que ni siquiera informará. Como esa entidad podrían hacer las demás si lo desearan y ahorrarse así el engorro y el gasto correspondientes. Las que lo hagan deberán informar a los clientes de cuánto dinero se les va a devolver, lo que de facto convierte al autor del delito en el ejecutor de la sentencia por el que fue condenado.

Banco y cliente tendrán tres meses para cerrar un acuerdo y, si no lo alcanzan, el usuario podrá acudir a la vía judicial. Por el camino le aguarda una legión de bufetes de abogados ansiosos estos días por quedarse con una parte del pastel de 4.000 millones de euros. Si en el pleito obtiene más de lo que le ofreció el banco las costas serán para este pero si obtiene lo mismo o menos los gastos correrán de su bolsillo. Con la monserga de evitar un colapso judicial, el Gobierno empuja a los ciudadanos a convertirse en rehenes de los bancos y de sus triquiñuelas para intentar devolver menos o a ser posible nada de lo que cobraron de forma abusiva.

Si el problema es que la Administración de Justicia no es capaz de asumir una avalancha de reclamaciones, lo que el Gobierno debe hacer es dotarla de los medios para que cumpla su función constitucional de garantizar la ejecución de las sentencias judiciales como la de las cláusulas suelo. No es de recibo que se traspase esa función al ámbito privado de las relaciones desiguales entre los bancos y sus clientes porque no hay que ser adivino para saber cuál de los dos tiene la de ganar.

Desde el punto de vista político es inexplicable que este engendro de solución extrajudicial cuente con el respaldo del PSOE y de Ciudadanos que, encima y junto al PP, no han parado de presumir estos días de lo fácil, rápido y barato que les va a salir a los afectados recuperar el dinero que les birlaron los bancos. Aunque el Real Decreto entrará mañana mismo en vigor, aún deberá pasar por el Congreso de los Diputados para su convalidación. Hay tiempo por tanto de enmendarlo y hacer del mismo una verdadera solución ágil, sencilla, justa y gratuita para quienes sólo piden lo que en justicia les corresponde: que se les devuelva lo que es suyo. Sería un escarnio intolerable que, amparándose en la necesidad de evitar un supuesto colapso judicial, el Gobierno y los partidos que apoyan esta pésima solución permitan a los bancos ser juez y parte de sus propias prácticas abusivas.