Los ilusos españoles que creíamos que el fin del bipartidismo traería aire fresco y regeneraría la vida política, vemos hoy que lo que trajo fue populismo, ruido y confusión y, sobre todo, mucha más gente disputándose el pastel de nuestros impuestos. Hasta tal punto el clima político se ha deteriorado que no pocos empezamos a añorar los tiempos del aburrido turnismo entre el PP y el PSOE. La enésima trifulca política en curso nos lleva en esta ocasión a Murcia, en donde Ciudadanos, una de las llamadas "fuerzas emergentes", decidió romper su pacto con el PP y aliarse con el PSOE para hacerse con su primer gobierno autonómico. Todo ello, faltaba más, con la bendición de Moncloa, con la que el acuerdo llevaba semanas negociándose.
Epicentro en Murcia y tsunami en Madrid
La onda expansiva alcanzó enseguida Madrid, plaza política de primer orden, y pilló a todo el mundo por sorpresa, incluido Ciudadanos: la presidenta popular Ayuso cesó de inmediato a los consejeros naranja con los que gobernaba y le madrugó a la oposición con un adelanto electoral antes de que le cayeran encima dos mociones de censura casi a la vez, lo cual debe haber batido varios récords históricos. Es de nota que ambas mociones se las presenten dos partidos que hasta ayer no habían movido un dedo para desalojar a Ayuso, pero a la que no han cesado de denostar cada día con el inestimable apoyo de señalados medios de comunicación.
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Son los mismos partidos, por cierto, que presumen de demócratas pero critican la convocatoria de elecciones, probablemente mucho más por miedo a perderlas que por inoportunas en la actual situación, aunque lo sean. No entraré en la pugna jurídica sobre si prevalece la convocatoria o las mociones, un asunto que seguramente se dilucidará en los tribunales en los que, como es de sobra conocido, los jueces están mano sobre mano sin otra cosa mejor que hacer que desenredar los líos que organizan los partidos políticos.
Ayuso desatada y Casado se difumina
Si al final hay elecciones y las gana Ayuso, en el horizonte se dibuja un pacto con Vox - otros regeneracionistas de tomo y lomo - y a renglón seguido un ataque de nervios de Pablo Casado, que no gana para disgustos después del nuevo porrazo en Cataluña. Con una Ayuso desatada contra todos, incluidos propios y extraños, la estrategia de Casado de poner tierra de por medio con los de Santiago Abascal, que con tanto esmero viene cultivando en los últimos tiempos, se iría literalmente por el sumidero y sus barones empezarían a serrucharle la silla de una presidencia que no termina de cuajar.
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Más incierto es si cabe el futuro de Inés Arrimadas después de un paso que la coloca a merced de Pedro Sánchez. Todo dependerá de que el presidente la utilice para atar corto a Pablo Iglesias y evitar que el líder de Podemos - otros regeneradores también venidos cada vez a menos- se le suba al monte más de lo que ya lo hace. Si Sánchez sigue durmiendo bien por las noches, la señora Arrimadas, a la que muchos de los suyos le afean sin miramientos la maniobra murciana, ya puede ir pensando en afiliarse al PSOE para seguir en política o hacer pareja en Twitter con Rosa Díez.
Para cantar bingo y hacernos aún más felices, solo falta ya que la inestabilidad se extienda también a las otras plazas que gobiernan naranjas y populares: el ayuntamiento de Madrid, Castilla y León - en donde el PSOE también censura sin importarle para nada la pandemia y a sabiendas de que no prosperará la iniciativa - y Andalucía, en donde de momento parece haber continuidad. En resumen, si en todo sistema democrático saludable es imprescindible una alternativa política viable a los partidos en el poder, en España y después de lo de ayer no está ni se le espera por mucho falta que haga.
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¿Pandemia? ¿Qué pandemia?
La otra cara de este enésimo circo político es la de los españoles, una cara de estupor y hastío. Nada de lo que ayer hicieron o dijeron los líderes políticos servirá en la lucha contra la pandemia o para la reactivación de la economía, algo que suena tan de Perogrullo que hasta produce sonrojo mencionarlo. Este es otro episodio más de ruido y furia que ha vuelto a dejar a la vista de todos que la verdadera agenda de los partidos no es que salgamos más fuertes de la crisis o que nadie se quede atrás.
Lo que verdad les ocupa casi a tiempo completo es pelearse por los sillones y los cargos, como si no hubiera un mañana o no hubieran muerto 70.000 personas o la economía esté en coma inducido y no haya millones de familias viviendo en la más absoluta incertidumbre sobre su futuro. La situación se va pareciendo cada vez más a aquella escena de "El camarote de los Hermanos Marx" en el que todo el mundo entraba pero nadie salía. Ya solo falta que alguien desde dentro grite aquello de ¡y dos huevos duros!
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