Saquen sus manos de la Historia

Se cuenta que cuando los turcos estaban a punto de conquistar Constantinopla, los sabios bizantinos se entretenían discutiendo sobre el sexo de los ángeles. En España, como si no tuviéramos otros asuntos más importantes que atender, también llevamos siglos discutiendo sobre las consecuencias de nuestra llegada a América pero con el mismo resultado que los bizantinos: cinco siglos después seguimos sin ponernos de acuerdo. Ni lo haremos jamás mientras en el debate interfiera la política, maestra de la tergiversación interesada y de poner la Historia al servicio de su discurso. Un par de frases inconcretas del papa Francisco para felicitar a los mexicanos por el segundo centenario de su independencia, han levantado un pequeño tsunami político, a los que tan acostumbrados estamos ya por estas latitudes, que ha demostrado una vez más que cuando los políticos meten sus manos en la Historia desaparecen los claroscuros y se impone el negro o el blanco sobre el conjunto. 

Lo que escribió el Papa

No me resisto a reproducir íntegro el pasaje de la carta del papa, causa del mencionado revuelo histórico - político. (Aquí pueden leer el texto íntegro de la misiva). 

"Para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tanto mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos". 

De este párrafo inconcreto, vago y cargado de buenas intenciones, que lo mismo alude a los soldados españoles, a la Iglesia católica o a los criollos que lideraron la independencia de México, se ha hecho una montaña política y, tomando el rábano por las hojas, se ha interpretado por unos que el papa se equivoca gravemente al pedir perdón por los grandes beneficios que implicó la conquista, mientras los de la acera ideológica contraria entienden que Francisco hace muy bien en pedir perdón por unos hechos que el pontífice ni siquiera menciona expresamente en su carta. De manera que asistimos al esperpento político de ver a los partidos de derecha arremetiendo contra el papa y  a los de izquierda, empezando por el presidente mexicano, paseándolo a hombros. ¡El mundo al revés!

Una discusión interminable

En el campo de la Historia la discusión tiene también un larguísimo recorrido, con una poderosa influencia de la llamada "leyenda negra" sobre España. Sin embargo, la posición predominante entre los estudiosos de aquel periodo de la historia mexicana, que es también parte inseparable de la historia española, es que la conquista no fue ni obra de la Providencia, como algunos han llegado a defender, ni un genocidio, como han sostenido otros. Entre otras razones porque Hernán Cortés nunca tuvo intención de extinguir a los indígenas, sino de lograr su sumisión. 

Al respecto me permito reproducir otro párrafo, en este caso de Antonio Domínguez Ortiz, reputado historiador español de referencia para el periodo histórico en cuestión: 

"Caso único en la historia, España se había adelantado haciendo una autocrítica [de la conquista de América] lo bastante dura como para dar armas a sus adversarios. Los informes, las juntas especiales, las instrucciones a los virreyes, las leyes de Indias, revelan el interés de los gobernantes españoles por resolver el problema del trato a los indígenas con una generosidad que sorprende, con unos escrúpulos de conciencia que aún hoy, tras cuatro siglos de lucha por los derechos humanos y la igualdad de las razas, no son frecuentes. En teoría todo quedó en regla; en la práctica se corrigieron muchas cosas, pero los abusos subsistieron y en parte subsisten. (...) En Tierra Firme los responsables de las hecatombes demográficas fueron las enfermedades introducidas por los invasores y frente a las cuales el organismo de los naturales no tenía defensas. Aún así, se produjo una recuperación, origen de los importante núcleos de nativos que subsisten en la América española y solo en ella". (Antonio Domínguez Ortiz, "España. Tres milenios de historia", pág. 213. Ed. Marcial Pons, 2007)

Con todo, más allá del debate historiográfico está el anacronismo que supone pedir perdón por hechos ocurridos hace cinco siglos, como si las sucesivas generaciones debieran cargar eterna y colectivamente con los hechos culposos de sus antepasados más remotos. Soy de los que opina que pedir perdón y ofrecer reparaciones por los daños ocasionados solo adquiere todo su sentido si se refiere a contemporáneos que puedan valorar el gesto de reconciliación. Cuando hace referencia a hechos ocurridos hace medio milenio, la exigencia de perdón tiene aroma a pose estética e incluso a trampantojo para desviar la atención de otros problemas, entre ellos las actuales condiciones de vida de las poblaciones indígenas. 

"Sacar sus manos de la Historia es el mayor favor que pueden hacerle los políticos al conocimiento del pasado"

En cualquier caso, no deberíamos perder de vista el interés secular del poder por hacerse un traje a la medida con la Historia y justificar así sus planteamientos ideológicos. Herramienta muy socorrida para lograr ese objetivo es lo que los historiadores denominan el "presentismo", que no es otra cosa que justificar o intentar justificar una posición política o ideológica del presente proyectando ese presente en el pasado. La conquista americana es precisamente uno de esos temas recurrentes de la historiografía sobre España que más se ha prestado a la manipulación del presentismo para utilizarla como arma política, incluso por algunos historiadores o pseudohistoriadores. 

La Historia ha sido, es y desgraciadamente seguirá siendo una de las disciplinas más maltratadas y tergiversadas por el poder político desde la Antigüedad hasta hoy. Ese poder, sobre todo si es dictatorial o autoritario, tiende a monopolizar los hechos, los adapta a su ideario y hacer lo que sea necesario para que la gente se los crea tal y como él los cuenta. Sacar sus manos de la Historia y dejarla en las de los historiadores rigurosos como Domínguez Ortiz y tantos otros, es el mayor favor que podrían hacerle los políticos no solo al conocimiento del pasado, sino también a la convivencia entre los ciudadanos.  

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