Los ríos de tinto provocados por el caso Gürtel y los papeles de Bárcenas se han desbordado en las últimas horas a raíz de la decisión del juez Ruz de enviar a prisión incondicional al ex tesorero del PP. Salvo en el propio PP, en donde la decisión judicial solicitada por la acusación particular y a la que esta vez no se opuso la Fiscalía Anticorrupción sólo ha merecido 17 palabras, ni una más ni una menos, entre las que no figura precisamente el innombrable.
Bárcenas está en la cárcel porque el juez aprecia que hay riesgo de fuga toda vez que su chapucera explicación sobre una supuesta venta de cuadros no se sostiene y porque desde que estalló la trama Gürtel no ha dejado de traspasar fondos desde sus cuentas en Suiza a paraísos fiscales en América. En Suiza llegó a acumular – que se sepa por ahora – más de 48 millones de euros fruto de la muy rentable sociedad delictiva montada con el cabecilla de la trama Gürtel y las comisiones ilegales obtenidas de empresas beneficiarias de contratos públicos con administraciones gobernadas por el PP.
De esa exitosa sociedad para delinquir se han beneficiado también mediante generosos sobresueldos varios cargos públicos y orgánicos del partido del que continuó cobrando hasta el pasado mes de enero, explicada por la inimitable Cospedal como una “indemnización en diferido”. Sin embargo, Bárcenas, el hombre del que Rajoy dijo que nunca “se demostrará que no es inocente”, parece ahora que nunca ha militado en el PP y que nunca ha sido su tesorero ni ha acumulado 48 millones de euros en Suiza obtenidos ilícitamente. Es un desconocido, un señor particular que si ha cometido delitos está bien que los pague. Nada que ver con el PP para el que trabajó tantos años y que tantas alegrías proporcionó a sus dirigentes que no dudaron en alabar su “capacidad” hasta antes de ayer.
Ahora que a Bárcenas se le han acabado los viajes a Suiza para depositar sus mordidas en los bancos helvéticos y regalarse de paso unos slalons en la nieve, el PP se pone de nuevo de perfil y actúa como si el asunto no fuera con él y con su financiación irregular. Vano intento para el que no cabe otra explicación que el pavor que existe en la dirección popular ante la posibilidad de que el ex tesorero ahora tras las rejas de la cárcel de Soto del Real destape algunas malolientes alcantarillas más.
Frente a esa actitud cobarde y huidiza de dirigentes como Floriano o Cospedal y sus jeremiadas sobre una causa general contra el PP – por no hablar del silencio sepulcral de Rajoy - se agiganta la figura de dirigentes como la presidenta del PP vasco que, ante las mismísima narices del líder de su partido y presidente del Gobierno, dijo con todas las letras que el asunto de los “papeles de Bárcenas” es “vomitivo” y “asqueante”.
Seguramente es lo mismo que piensan pero no dicen otros muchos dirigentes, militantes y votantes populares, amén del conjunto de los ciudadanos de este país que asisten también asqueados al espectáculo nauseabundo e interminable de la corrupción política. Es verdad que con el innombrable en la cárcel se respira hoy un poco mejor en España, pero la calidad del aire no mejorará de forma sustancial hasta que Rajoy y los suyos expliquen a la sociedad qué le deben a Bárcenas.