La culpa la tienes tú


La prima de riesgo campa a sus anchas y hoy se ha puesto por encima de los 600 puntos: otro máximo histórico que, a buen seguro, no será el último. El interés del bono a diez años vuelve a rebasar el interés del 7%, la bolsa se pega el mayor batacazo de los últimos dos años y hasta la comunidad valenciana de los Camps, Fabra y demás familia ha tenido que pedir el rescate porque no puede pagar sus deudas.

A pesar de todos los tijeretazos habidos y por haber, las mentiras, las medias verdades y la chulería dentro y allende nuestras fronteras, la situación de España, la de Grecia o la de Portugal se parecen cada vez más hasta el punto de que se confunden. ¿Estamos “rescatados”? ¿No, pero cómo si lo estuviéramos gracias a la delictiva gestión de nuestros banqueros a los que ahora hay que salvarles el culo después de que nos sodomizaran a placer? ¿Lo peor está por venir?

Nadie sabe nada. Lo único que sabe el Gobierno es echarle la culpa a otros: a la herencia socialista, a la incertidumbre económica global y ahora ¡a la desconfianza internacional en el euro! Es lo que han dicho hoy sin despeinarse la vicepresidenta del Gobierno y el sonriente ministro de Hacienda - ¿qué le hace tanta gracia, señor Montoro? - para justificar que el más brutal paquete de recortes de la democracia – aprobado en solitario por el PP y contestado en la calle por decenas de miles de ciudadanos más que hartos - solo haya servido para empeorar la situación más de lo que ya estaba.

¿Se acuerdan de cuando Zapatero culpaba de los problemas de España a la situación económica internacional y a los mercados? ¿Y se acuerdan de lo que entonces decía Mariano Rajoy?

 ¿Se lo aplicará a sí mismo?

Arde sobre quemado


O llueve sobre mojado, como prefieran. Lo ocurrido esta semana con los incendios en Canarias pone una vez más de manifiesto que el ser humano es el único animal capaz de tropezar, no una ni dos, sino muchas veces con el mismo fuego o con el mismo temporal; parece como si estuviéramos ante hechos nunca antes vistos y, por tanto, de imposible previsión. 

Ahora que el esfuerzo sobrehumano y admirable de centenares de personas ha permitido que el fuego declarado en La Palma este en vías de extinción y el de Tenerife se encamine a su control después de afectar al 1% de la masa arbórea de la isla, proceden algunas reflexiones sobre este asunto.

La sabiduría popular afirma que “los incendios se apagan en invierno”, lo que nos remite ni más ni menos que a la prevención, la única manera de evitar en un alto porcentaje la posibilidad de que se produzcan. Si eso ocurre – porque nunca es posible descartar por completo la negligente o criminal mano del ser humano o las meras causas naturales – una labor preventiva siempre es un tanto a favor de una intervención más rápida y eficaz. 

Prevenir implica, entre otras cosas, impedir que los montes acumulen toda suerte de maleza, el combustible ideal en un incendio. Hasta no hace mucho tiempo, las labores agrícolas tradicionales mantenían el monte en perfecto estado de revista prácticamente sin coste alguno para el erario público. Ahora que los profundos cambios socioeconómicos han relegado esas actividades al olvido y ya no están ni los pastores ni los agricultores para cuidar los montes, la única alternativa que queda es sustituir su ausencia con un mayor y más eficiente gasto público en prevención, medios y educación ambiental.

Sé que la idea es una auténtica herejía en estos tiempos en los que prima el masoquismo de los recortes, pero no creo que haya otra capaz de evitar la creciente frecuencia con la que sufrimos en Canarias devastadores incendios forestales que arrasan en pocas horas con la creación sabia y paciente de la Naturaleza. 

Prevenir significa contratar personal para que, entre otras cosas, abra cortafuegos, limpie caminos y elimine malezas de nuestros bosques; prevenir es contar con los suficientes medios materiales y humanos para atender con rapidez y eficacia complicadas situaciones como la de esta semana, con dos pavorosos incendios en dos islas distintas a punto de provocar un conato de rebeldía entre municipios e islas porque los medios actuaban antes en otro municipio o en otra isla.

También es prevenir tomarse muy en serio la educación medioambiental de la población, empezando por los más jóvenes, pero sin olvidar a nuestros entrañables domingueros de merienda campestre y reguero de latas, botellas, bolsas de plástico y toda suerte de desperdicios. Sobre ellos hay que hacer recaer – como sobre los pirómanos – todo el peso de la ley y, si ésta no se considera suficientemente dura, endurecerla más; y prevenir es también que quienes aún tienen la suerte de conservar huertas y fincas las limpien o, en su caso, sean obligados a limpiarlas bajo advertencia de sanción. 

En esta línea, las normas medioambientales deben ser tan flexibles como claras para permitir las actividades tradicionales que aún se conserven y no representen riesgos medioambientales y perseguir hasta las últimas consecuencias las que lo supongan. 

Iniciado el incendio ya sólo cabe escuchar a los técnicos hablando de temperaturas, viento y topografía – factores sobre los que poco o nada puede influir el ser humano – y, por supuesto, ver sobre el terreno a los responsables políticos de turno con un desolador paisaje de telón de fondo.

La política es – entre otras cosas – determinar cuáles son las prioridades a las que se dedican los recursos de los contribuyentes que, a su vez, poseen la última palabra sobre si la elección de esas prioridades es la adecuada y – ojo – sobre el coste social y económico que se está dispuesto a asumir para ponerlas en práctica.

¿Aprenderemos la lección o volveremos a tropezar contra el mismo incendio?

Andrea Fabra: la revelación del PP


Se llama Andrea Fabra – de los Fabra de toda la vida, ya saben – y es diputada castellonense del PP, partido en el que milita desde los tiernos 18 años. De raza le debe venir porque su padre es Carlos Fabra, dirigente cuasi vitalicio del PP de Castellón con un gusto sospechoso por las gafas ahumadas propias de los capos mafiosos de serie B. Entre los grandes logros del progenitor figuran la construcción de un aeropuerto para que paseen las personas y sacarse la lotería todos los años.

Que esté imputado por cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal es algo que no le inquieta lo más mínimo. A la sombra de tan augusto personaje, Andrea Fabra pasó por la universidad – las malas lenguas dicen que es dudoso que la universidad pasara por ella, pero eso es irrelevante – y se licenció en Derecho.

A los 25 años ya era asesora parlamentaria de su paisano Juan Costa, entonces secretario de Estado de Hacienda en el Gobierno de Aznar, y, a la sazón, hermano de Ricardo, el gimoteante ex secretario del PP valenciano conocido por un gusto exquisito en la elección de sus trajes. Es un misterio aún sin desvelar qué pudo influir, pero lo cierto es que Andrea dio pronto el salto al sector privado como gerente de Relaciones Internacionales de Telefónica. Claro que eso no le hizo perder el contacto con la política, por la que siente una gran pasión mamada en su familia durante generaciones.

Así que en 2000 accedió a la ejecutiva del PP de Castellón que – miren por dónde – presidía su egregio padre. Y ahí sigue desempeñando la responsabilidad que más se adapta a su perfil de persona comprometida y sensible ante los problemas sociales: secretaria ejecutiva de Acción Social que ha compaginado con el mismo puesto en el PP de la comunidad valenciana.

El salto a la política nacional lo dio de la mano de otra cima del PP valenciano, Francisco Camps, muy conocido y reconocido también por su cuidado atuendo y por el que ha sido interrogado con reiteración hasta por jueces, fiscales y abogados, personajes todos ellos de pésimo gusto en el vestir, como es sabido. Fue él, Camps, quien la designó senadora por la Comunidad Autónoma antes de que en las elecciones de 2008 obtuviera un escaño por Castellón que renovó en 2011.


Claro que la vida de una persona como ella entregada al servicio de los demás no suele ser un camino de rosas: siempre hay envidiosos y calumniadores dispuestos a desacreditar el esfuerzo, la constancia y la honradez. La malvada administración de Hacienda decidió investigarla en 2007 por orden del juez instructor del “caso Fabra” - sí, en efecto, el que no le quita el sueño a su padre porque se siente absuelto por el pueblo, porque Mariano Rajoy recompensó sus servicios públicos llamándole ciudadano ejemplar y Francisco Camps dijo que Castellón tenía mucha suerte de contar con él, aunque tal vez debió decir que Fabra tenía mucha suerte de contar con Castellón.

Pero volviendo a Andreíta, este retoño político llamado a escribir grandes páginas en las historia pública del país, es en la actualidad la portavoz de su partido en la Comisión de Sanidad y Servicios Sociales del Congreso de los Diputados, cargo que le viene como anillo al dedo – por cierto, su marido José Güemes es el ex consejero de Sanidad de Esperanza Aguirre, otro pepero de postín para que todo quede en familia.

Lo que no conocíamos bien hasta ahora era su fina capacidad oratoria y el verdadero ideario político de Andrea Fabra; sin embargo ella ha tenido a bien hacerlo público - y a gritos - en el Congreso de los Diputados, la tribuna ideal para dejar constancia en el Diario de Sesiones de los discursos públicos que deberían estudiar a partir de ahora los escolares en Eduación Cívica y Constitucional.

La revelación se produjo cuando Mariano Rajoy dejó caer el miércoles un nuevo hachazo, en esta ocasión sobre la prestación que reciben los parados: ¡que se jodan!, grito Andrea desde su escaño, con una concisión y una claridad de ideas nunca hasta ahora oídas en la Cámara. ¿Qué político actual es capaz de exponer su ideario en diez letras y tres palabras con tanta transparencia, contundencia y enjundia? No cabe duda: a Andrea Fabra le espera un gran futuro en el PP.