Cataluña enseña las uñas

La multitudinaria manifestación independentista de ayer en Barcelona – 600.000 manifestantes según el Gobierno central, 1,5 millones según los Mossos y 2 millones según los convocantes – es un serio toque de atención al Gobierno de Mariano Rajoy más allá del ineludible baile de cifras. Alentada y respaldada por el Gobierno de la Generalitat, si una cosa ha puesto de manifiesto esta marcha es que el Estado autonómico empiezan a saltar por las costuras que la Constitución de 1978 pretendió dejar bien cosidas. El tiempo ha demostrado que no es así y que resulta cada vez más perentorio pensar en un nuevo traje en lugar de remendar el viejo por la vía de la recentralización que propugna el PP, que sí supone un riesgo verdadero de ruptura.

Es cierto que la manifestación de ayer es la respuesta – contundente - ante la negativa del Gobierno español a negociar el pacto fiscal que exige la Generalitat, por más que las dimensiones de la demostración pública del descontento hayan superado con creces las propias previsiones del Govern que ahora deberá gestionar esta reivindicación independentista.
 
Pero también lo es que, detrás de esa protesta, anidan intereses políticos y económicos poco solidarios con el resto del país en una situación de crisis tan dramática como la actual. Sin olvidarnos de que la llama independentista le permite a Artur Mas desviar la atención sobre sus durísimos recortes derivados del descontrol en las cuentas públicas. Todo ello, sin entrar a analizar ahora cuál podría ser el futuro de un Estado catalán independiente que tendría que solicitar su ingreso en la Unión Europea y contar con la unanimidad de todos sus miembros para ser aceptada.

Sin embargo, el envite independentista de ayer no sólo está ahora en los tejados de la Generalitat y de las fuerzas políticas soberanistas; también está en el del Gobierno español con su presidente a la cabeza, que no puede despachar con un desdeñoso no es el momento de líos ni algarabías un asunto de este calado político. Es evidente que el apoyo del PP a CIU en Cataluña y de los nacionalistas catalanes a Rajoy en Madrid pone a ambas fuerzas políticas en una situación incómoda pero, tal vez por eso, favorable también para el encauzamiento de la situación. Algo tendrá que decir también el PSOE, además de las ambigüedades previas a la manifestación de ayer.

La Constitución fija la organización política del Estado pero ello no implica que su reforma deba ser tabú para los partidos políticos – para responder al dictado de los mercados no lo fue en absoluto y se cambió de la noche a la mañana.

Cada vez parece más evidente que únicamente explorando la vía federal puede tener alivio la dinámica de tensión permanente que viene presidiendo desde hace años las relaciones entre el Gobierno central y las comunidades autónomas, mucho más acusada a raíz de la crisis económica – véanse también los casos del País Vasco o de Canarias.

Resolver los problemas empieza por afrontarlos, no por minimizarlos, despreciarlos, demorarlos o esconderlos. Si hay voluntad y altura políticas no faltarán instrumentos para lograrlo.

Mariano Tancredo Rajoy

Cinco avezados periodistas no fueron capaces anoche de arrancarle un titular medianamente potable al presidente Rajoy en la entrevista que le hicieron en Televisión Española. Y no es que les faltaran tablas y hasta colmillo retorcido a la mayoría de los entrevistadores, es que cuando uno no quiere ni cinco ni diez ni todo un país puede. Vano esfuerzo el de la televisión pública que se pasó todo el fin de semana autopromocionando la entrevista con Rajoy, la primera que ofrece el presidente a una cadena de televisión desde que llegó a La Moncloa. A la vista de los resultados, mejor hubiese programado un capítulo de Cuéntame.

Las respuestas de Rajoy, en un tono que pretendía ser didáctico pero que en la mayor parte de las ocasiones se quedó en un mero encastillamiento en sus posiciones ya de sobra conocidas, no sólo decepcionaron sino que no arrojaron la más mínima luz sobre lo que se propone hacer el presidente en los próximos días o semanas en asuntos como el tan traído y llevado rescate que él, por supuesto, evitó llamar así o adoptó un tono desdeñoso cuando lo hizo.

Como es lógico negó haber presionado al BCE para que compre deuda de países en apuros como España, pero se mostró encantado de que eso vaya a ocurrir en tanto le insufla oxígeno para aguantar ¿hasta las elecciones gallegas? Por cierto, preguntado por la posibilidad de que el PP pierda la mayoría absoluta en la tierra natal del líder, Rajoy no se cortó un pelo de la barba para hacer campaña electoral en la televisión pública en favor de Feijóo.


Por lo demás, sus razonamientos sobre el déficit – es más importante recortar el déficit que eso que usted llama rescate, le espetó a una de las periodistas – suenan ya a canción del verano, al igual que esa insufrible cantinela de que todas las medidas que su gobierno está tomando servirán para crecer y crear empleo; cuando se le preguntó por iniciativas que incentiven de verdad la economía más allá de los recortes en el estado del bienestar, entonó de nuevo el estribillo del control del déficit en el que este hombre de fe inquebrantable en el masoquismo fiscal que predica e impone su amiga Angela Merkel ve la panacea a todos los males del país.

Su reiterada promesa de que no tocará las pensiones – las personas que tienen 80 o 75 años ya no pueden ponerse a buscar trabajo ¡gran razonamiento! - sonó a que efectivamente las tocará a la vista de que, como él mismo tuvo que admitir, tampoco quería subir los impuestos directos e indirectos, ni recortar en sanidad o en educación o en servicios sociales y tuvo que hacerlo porque no había más remedio si queremos controlar el déficit para que que se crezca y haya enmpleo. ¡ Qué cansino puede llegar a ser este hombre! Que Rajoy esté muy contento con los resultados de la reforma laboral no debe sorprender a nadie siempre que se crea en que cuando la situación mejore la reforma será un elemento fundamental - ¿saben para qué? - para crecer y crear empleo. Nunca lo hubiera imaginado.

Ahora que el PP ha puesta en marcha la cruzada protaurina conviene recordar aquí a Don Tancredo, torero de fama mundial cuyo estilo consistía básicamente en salir al ruedo y subirse a una banqueta: allí esperaba a que el bicho embistiera y que, con un poco de suerte, pasara de largo. Y así actúa también Rajoy aunque con una diferencia con respecto a Don Tancredo: desde la banqueta del Gobierno, él azuza al toro para que cornee al respetable y aspira encima a cortar orejas y rabo y a salir a hombros por la puerta grande.

El sueño de Eurovegas

He soñado que era el primer español que disfrutaba de Eurovegas, el paraíso terrenal que nos ofrecen Sheldon Adelson y Esperanza Aguirre a los españoles . Me he visto ante uno de los majestuosos casinos y he admirado la colosal estatua de 15 metros de altura de la presidenta en mármol de Carrara; enseguida me he transportado a la descomunal sala de juegos en donde me ha dado la bienvenida la sugestiva cacofonía musical de las tragaperras y el dulce tintineo de los dolares, todo ello punteado por las voces bien timbradas de croupiers recién llegados de Las Vegas: ¡Hagan guegou, seniores! ¡Nou va másss! 

Me he paseado por los modernos restaurantes y me he deleitado anticipadamente con el menú: hamburguesas con o sin queso, pollo frito con o sin papas y perros calientes con o sin mostaza. Como no tenía hambre me he ido a dar una vuelta por los teatros y salas de cine pero no he sido capaz de decidirme entre David Bisbal, Julio Iglesias y Clint Eastwood. De modo que he optado por explorar uno de los faraónicos hoteles del complejo y alojarme en una de sus más de treinta mil habitaciones, en donde hasta James Bond tardaría varios días en encontrarme.

He pensado entonces en las injustas críticas que se le han hecho a Eurovegas. A Esperanza Aguirre y a Artur Mas se les reprocha haberse arrastrado por los despachos de Adelson implorando su favor millonario, como si un inversor de su importancia pudiera ser enviado a la ventanilla pública de juegos de azar a pedir cita previa. Se escandalizan algunos de que Adelson quiera exenciones fiscales y dispensas legales, olvidando que alguien que hace tanto por España merece un trato acorde con su generosa oferta en inversión y puestos de trabajo. 

Seguramente ha sido la mayor experiencia de Esperanza Aguirre a la hora de esconder los libros de leyes y el BOE cuando lo requiere el interés general - que es el caso – lo que ha animado al magnate estadounidense a decantarse por Madrid para hacernos el regalo de Eurovegas.

Considero fuera de lugar que se diga que Adelsón prohíbe a sus empleados afiliarse a un sindicato, organizaciones cegadas por el odio de clase e incapaces de comprender el enorme privilegio que representa trabajar para este self made man. Y si la apertura de Eurovegas atrae prostitución, blanqueo de dinero y gangsterismo como aducen otros, hay que recordar que toda idea de progreso y desarrollo económico incluye siempre algunos pequeños peajes que hay que asumir en beneficio del bien superior.

Para otros es escandaloso que este señor siente sus reales en España mientras en su país se le investiga por sobornar a funcionarios chinos. Los que enarbolan estas críticas olvidan que nadie amasa una fortuna de 20.000 millones de dólares levantándose diariamente a las seis de la mañana para acudir a la oficina o a la obra. 

Y luego están los que sacan a relucir que Adelson es el mayor donante del Partido Republicano de Estados Unidos. Desprecian la posibilidad de que los republicanos ganen las elecciones y, gracias a esas generosas donaciones económicas, podamos ver a Rommey y a Rajoy en buena compañía echando una partida en las tragaperras o jugándose los cuartos al póker en uno de los numerosos garitos de Eurovegas: ¿se imaginan como aliviaría eso la prima de riesgo y como mejoraría la confianza de los mercados en España?

En mi sueño me veo abandonando el casino con dos grandes maletas repletas de dólares. Junto a la estatua de Esperanza Aguirre dejo un buen fajo de billetes para obras de caridad; en la salida le doy otro fajo al portero para que envíe a sus hijos a la universidad, pague algunos plazos de la hipoteca y compre las medicinas para su esposa enferma. El hombre intenta agradecérmelo de rodillas y besándome la mano, que yo retiro confundido.

- No me dé a mi las gracias, déselas a Eurovegas – le digo. Y me voy pensando que España está salvada.