Cinco avezados
periodistas no fueron capaces anoche de arrancarle un titular
medianamente potable al presidente Rajoy en la entrevista que le
hicieron en Televisión Española. Y no es que les faltaran tablas y
hasta colmillo retorcido a la mayoría de los entrevistadores, es que
cuando uno no quiere ni cinco ni diez ni todo un país puede. Vano
esfuerzo el de la televisión pública que se pasó todo el fin de
semana autopromocionando la entrevista con Rajoy, la primera que
ofrece el presidente a una cadena de televisión desde que llegó a
La Moncloa. A la vista de los resultados, mejor hubiese programado
un capítulo de Cuéntame.
Las
respuestas de Rajoy, en un tono que pretendía ser didáctico pero
que en la mayor parte de las ocasiones se quedó en un mero
encastillamiento en sus posiciones ya de sobra conocidas, no sólo
decepcionaron sino que no arrojaron la más mínima luz sobre lo que
se propone hacer el presidente en los próximos días o semanas en
asuntos como el tan traído y llevado rescate que él, por supuesto,
evitó llamar así o adoptó un tono desdeñoso cuando lo hizo.
Como
es lógico negó haber presionado al BCE para que compre deuda de
países en apuros como España, pero se mostró encantado de que eso
vaya a ocurrir en tanto le insufla oxígeno para aguantar ¿hasta las
elecciones gallegas? Por cierto, preguntado por la posibilidad de que
el PP pierda la mayoría absoluta en la tierra natal del líder,
Rajoy no se cortó un pelo de la barba para hacer campaña electoral
en la televisión pública en favor de Feijóo.
Por
lo demás, sus razonamientos sobre el déficit – es
más importante recortar el déficit que eso que usted llama rescate,
le espetó a una de las periodistas – suenan ya a canción del
verano, al igual que esa insufrible cantinela de que todas las
medidas que su gobierno está tomando servirán para crecer
y crear empleo;
cuando se le preguntó por iniciativas que incentiven de verdad la
economía más allá de los recortes en el estado del bienestar,
entonó de nuevo el estribillo del control del déficit en el que
este hombre de fe inquebrantable en el masoquismo fiscal que predica
e impone su amiga Angela Merkel ve la panacea a todos los males del
país.
Su
reiterada promesa de que no tocará las pensiones – las
personas que tienen 80 o 75 años ya no pueden ponerse a buscar
trabajo ¡gran
razonamiento! - sonó a que efectivamente las tocará a la vista de
que, como él mismo tuvo que admitir, tampoco quería subir los
impuestos directos e indirectos, ni recortar en sanidad o en
educación o en servicios sociales y tuvo que hacerlo porque
no había más remedio si queremos controlar el déficit para que que se
crezca y haya enmpleo. ¡
Qué cansino puede llegar a ser este hombre!
Que
Rajoy esté muy
contento con
los resultados de la reforma laboral no debe sorprender a nadie
siempre que se crea en que cuando
la situación mejore la reforma será un elemento fundamental -
¿saben
para qué? - para
crecer y crear empleo. Nunca
lo hubiera imaginado.
Ahora
que el PP ha puesta en marcha la cruzada protaurina conviene recordar
aquí a Don Tancredo, torero de fama mundial cuyo estilo consistía
básicamente en salir al ruedo y subirse a una banqueta: allí
esperaba a que el bicho embistiera y que, con un poco de suerte,
pasara de largo. Y así actúa también Rajoy aunque con una
diferencia con respecto a Don Tancredo: desde la banqueta del
Gobierno, él azuza al toro para que cornee al respetable y aspira
encima a cortar orejas y rabo y a salir a hombros por la puerta
grande.
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