Madrid: la luz que va delante

Fue Cataluña la primera comunidad autónoma en imponer el cobro de un euro por receta médica expedida y ahora se le acaba de sumar Madrid con una medida idéntica que entrará en vigor el 1 de enero próximo. El popular Ignacio González, el nuevo presidente de la comunidad madrileña, sigue así no sólo los pasos del muy nacionalista Artus Mas, sino los de Esperanza Aguirre, que en sus últimos tiempos al frente del gobierno autonómico madrileño ya ni se molestaba en disimular sus querencias por la sanidad privada.  Como en Cataluña, la injusta, ineficaz y peligrosa medida del cobro de un euro por receta se presenta con las habituales engañifas: “no tiene afán recaudatorio sino disuasorio porque se hace un uso irracional de los medicamentos” y "con esta medida se garantiza la universalidad y la calidad de la sanidad pública".

Puede que los españoles no seamos muy conscientes de que los medicamentos los pagamos con nuestros impuestos y su uso irracional sólo contribuye a incrementar el gasto sin que eso suponga una mejora general del estado de salud de la población. Esa es una realidad que no se puede negar, pero pretender atajarla por la vía de un nuevo repago sumado al  impuesto por el Ministerio de Sanidad en toda España no es la mejor manera. Son mucho más eficientes y justos los programas de prevención y educación sanitaria y sin embargo apenas se aplican con la convicción, profundidad y continuidad que serían necesarias para que sean eficaces. 

El cobro de un euro por receta – además de ser de muy dudosa constitucionalidad que lo pueda aplicar una comunidad autónoma por cuanto establece diferencias injustas de acceso a la sanidad pública entre ciudadanos según su lugar de residencia – castigará más aún a los sectores más vulnerables de la sociedad que, precisamente, son los que más necesitan de los medicamentos. El hecho de que Madrid y Cataluña ni siquiera se hayan planteado la posibilidad de cobrarlo en función de la renta del paciente hace aún más injusta la medida y puede provocar, en cambio, que personas que realmente necesitan acudir al médico con frecuencia se lo piensen antes de hacerlo. Algunas voces autorizadas provenientes de la profesión médica ya han advertido de que eso es lo que está pasando desde que se implantó el copago de los medicamentos. 

Que el presidente madrileño no hace sino continuar los pasos de Esperanza Aguirre y su programa privatizador de la sanidad pública, lo demuestra también el hecho de que seis hospitales públicos de la comunidad autónoma pasarán a ser gestionadas por empresas privadas y el mismo camino llevan buena parte de los centros de salud. El mapa sanitario que se dibuja en Cataluña y en Madrid – por ahora - es el de centros sanitarios privados para quienes se los puedan permitir y centros sanitarios públicos de beneficencia para los pobres de solemnidad.

Madrid es semillero de votos para el PP y laboratorio de ideas neoliberales con un denominador común: reducir a su mínima expresión el estado del bienestar hasta situarlo de nuevo en los tiempos de la caridad y la beneficencia pública. Si es cierta la máxima de que la luz que va delante es la que alumbra, es probable que medidas como las que se van a aplicar en la comunidad de Madrid no tarden en extenderse a otros territorios.

Por lo demás, es muy significativo y esclarecedor que las dos primeras comunidades autónomas que han dado el paso de aplicar el euro por receta hayan sido Madrid y Cataluña, en donde, por cierto, el PP le exige a Mas que retire la misma medida que va a aplicar el popular presidente madrileño. Así, mientras crece a modo de cortina de humo el lío y la algarabía entre el nacionalismo catalán y el nacionalismo de Madrid, la derecha une sus fuerzas para dar en el suelo con el estado del bienestar. ¡Qué coincidencia!

El dilema de la economía sumergida

Al menos que yo recuerde, ésta es la primera vez que una administración pública le pone números a la economía sumergida, que por su propia definición y características no es fácil de cuantificar. La Dirección General de Trabajo del Gobierno de Canarias acaba de reconocer públicamente que en el Archipiélago existen unos 125.000 trabajos “sumergidos”, esto es, no regularizados. Si es cierta, la cifra espanta porque supone el 43% de los trabajadores en paro inscritos en las oficinas públicas de empleo de la comunidad autónoma, que ascienden a casi 289.000 personas.

No olvidemos, sin embargo, que las cifras de la Encuesta de Población Activa (EPA ) que conocíamos el pasado viernes colocan el número total de desempleados en el Archipiélago en 378.000 personas, casi 100.000 más que las que han confiado en los servicios de la administración pública para encontrar un trabajo. Quiere ello decir, que a esos 125.000 trabajos no declarados hay que añadir seguramente algunos miles más de desempleados que no confían ya en los servicios públicos de empleo para encontrar una ocupación regulada.

Las causas de estos preocupantes datos no son difíciles de adivinar: por un lado, la inveterada tradición nacional, tanto de empresarios como de trabajadores, de burlar las cargas fiscales y sociales que implican el trabajo regularizado, algo que por desgracia está demasiado extendido incluso en épocas de bonanza económica; por otro, la expulsión del mercado laboral legalizado de millones de trabajadores a raíz de la crisis económica y de las facilidades concedidas a los empresarios para despedir a precio de saldo. 

Es seguramente esta segunda causa la que ha hecho que se haya disparado el número de trabajadores que, ante las nulas perspectivas de encontrar un empleo legal, han optado por aceptar una ocupación en precario pero cuya remuneración, por baja que sea, está exenta de cotizaciones sociales y pago de impuestos. A nadie se le escapa que esta práctica supone, sobre todo, un quebranto para las arcas de la Seguridad Social y la hacienda pública, además de una competencia desleal para los empresarios que hacen frente a sus obligaciones y una presión a la baja de los salarios de la economía legal.

Es una vieja máxima que la economía sumergida – sobre todo en épocas de crisis tan profunda como la actual – es una válvula de escape sin la cual la conflictividad social podría llegar a alcanzar cotas de intensidad incontrolable y de consecuencias imprevisibles: mejor dejarla estar para evitarse más problemas que los que ya tenemos y, de paso, permitir que los trabajadores y empresarios sumergidos puedan seguir tirando hasta que vengan tiempos mejores.

El problema es serio y el dilema para resolverlo también: permitir que cada vez más trabajadores y empresarios se adentren en la economía sumergida no hará sino agravar las tensiones de las cuentas públicas, pero perseguirla y sancionarla puede dar lugar a situaciones de mayor depauperación social que las que ya sufrimos en España y, particularmente, en Canarias.

¿Que hacer entonces? La solución no es fácil y, hasta ahora, las medidas que se han adoptado para aflorar el empleo sumergido han arrojado un balance bastante pobre: o a las autoridades laborales les faltan medios y convicción para afrontar la situación o a los trabajadores y empresarios sumergidos le sobran artimañas para eludir la legalidad, o ambas cosas a la vez.

Lo que parece evidente es que la mejor manera de luchar contra el empleo sumergido no es poniendo el despido a precio de saldo y suprimiendo derechos laborales, sino adoptando medidas que favorezcan el trabajo digno y de calidad y aplicando la ley a los que opten – trabajadores o empresarios – por la ilegalidad. En cuanto a la primera condición, el camino emprendido es justamente el contrario, con lo que nadie debería de extrañarse de que la economía sumergida termine engullendo a buena parte de la economía productiva de este país.

Báñez y la irrealidad

La realidad:

1.- Casi 5,8 millones de españoles están a día de hoy en el paro y en dos millones de hogares de este país no trabaja ninguno de sus miembros. Uno de cada cuatro españoles no tiene trabajo y en comunidades como Canarias no lo pueden hacer tres de cada diez. Causa directa de estos datos es la aplicación de la injusta y desequilibrada reforma laboral que ha disparado los expedientes de regulación de empleo al calor del abaratamiento del despido. La tasa de paro juvenil de España supera el 50% y en comunidades como Canarias alcanza el 62%.

2.- Cerca de medio millón de personas se han ido de España en lo que llevamos de 2012 en busca de las oportunidades de trabajo que en nuestro país no encuentran.

3.- La tasa de pobreza en España afecta a dos de cada diez ciudadanos y en comunidades autónomas como Canarias a tres de cada diez. 

4.- La tasa de pobreza infantil en España afecta al 24% de los niños y en Canarias a casi el 30%. España es el país con mayores tasas de desigualdad social de la Unión Europea. 

5.- En muchos lugares de España, incluida Canarias, hay niños que sólo pueden hacer una comida diaria, la que reciben en el comedor escolar, porque sus familias no disponen de recursos para alimentarlos mejor.

6.- En los dos últimos años, que han coincidido con el agravamiento de la situación económica, organizaciones como Cruz Roja, Cáritas o los bancos de alimentos se han visto desbordadas ante las peticiones de comida. 

Larga cola de españoles saliendo de la crisis

 7.- Desde el comienzo de la crisis económica se han registrado en España más de 350.000 desahucios, y la cifra sigue aumentando acompañada además de episodios de desesperación que han conducido al suicidio. Ni el Poder Judicial ni el Gobierno ven necesario hacer frente a este drama social.

8.- Desde el comienzo de la crisis han cerrado en España más de 300.000 pequeñas y medianas empresas, y la cifra sigue aumentando.

9.- Desde que se puso en marcha la reestructuración del sistema bancario, las entidades financieras han recibido miles de millones de euros públicos para sanear los activos tóxicos generados por su mala cabeza especulativa; y más que recibirán en virtud del rescate bancario. 

10.- Desde que comenzó la crisis, los directivos y altos ejecutivos bancarios se han llevado centenares de millones de euros en concepto de pensiones por jubilación y primas. Mientras, miles de españoles estafados con productos como las participaciones preferentes siguen esperando una solución.
 
11.- Con la llegada del PP al Gobierno se ha exacerbado la política de recortes emprendida por el PSOE y se ha implantado el copago en la sanidad, se ha excluido a los inmigrantes irregulares del Sistema Nacional de Salud y se ha reducido drásticamente el número de medicamentos financiados por la sanidad pública. Además, también se ha recortado a conciencia en educación, investigación y cultura.

12.- Las comunidades autónomas, asfixiadas por los recortes presupuestarios para cumplir el objetivo de déficit, se han quedado sin recursos para atender las competencias en sanidad, educación y prestaciones sociales y muchas de ellas han tenido que recurrir al Fondo de Liquidez Autonómico y someterse a la intervención de sus cuentas y a nuevos ajustes y recortes. 

13.- Ni antes con el PSOE ni ahora con el PP se ha perseguido con decisión el fraude fiscal ni se han gravado las grandes fortunas o los bienes de la Iglesia Católica. Se han incrementado en cambio el IVA y el IRPF y se ha hecho recaer la mayor presión fiscal sobre las espaldas de la clase media, cada día más depauperada. 

14.- Desde el comienzo de la crisis, los ciudadanos de este país cada vez contamos menos en las decisiones económicas que nos afectan y que se nos imponen porque lo dictan los mercados. Se nos engañó en la campaña electoral prometiendo que no se haría todo lo que se ha hecho después y se nos sigue engañando cada día cuando se asegura que todas esas medidas servirán para crecer y crear empleo.


La irrealidad:

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, ha dicho: Estamos saliendo de la crisis, hay señales. Estamos viendo ya señales esperanzadoras en un entorno de una crisis económica muy dura. Y no me refiero a un optimismo vacío sino al relato de la realidad.

Las preguntas:

¿Cuándo? ¿Dónde? ¿De qué color, intensidad y tamaño son las señales? ¿Son brotes verdes o azules? ¿Flipa la ministra? ¿Se cree lo que dice? ¿Cree que los españoles creen en lo que dice? ¿Es la ministra un ser de este mundo en crisis? ¿Los parados, los excluidos, los desahuciados y los hambrientos son también personas humanas para la ministra? ¿Nos toma el pelo la ministra? ¿Por qué?