Pensiones: el penúltimo engaño

Lo ha vuelto a hacer: Rajoy ha vuelto a incumplir una de sus promesas, tal vez la última que le quedaba por incumplir, no congelar o rebajar las pensiones. Con su decisión de hoy de no actualizarlas de acuerdo a la subida del IPC se ha cargado la escasa credibilidad que le quedaba; ha atravesado sin el más mínimo rubor la línea roja que él mismo se había trazado y le ha dado un hachazo de al menos 3.500 millones de euros al poder adquisitivo de los pensionistas, ya mermado con las subidas fiscales de los últimos meses y los copagos y repagos sanitarios. 

Todo a mayor gloria del objetivo de déficit, han dicho en su nombre, porque él no da la cara, la portavoz Sáenz de Santamaría y la ministra de Trabajo Fátima Báñez. ¿Qué credibilidad y confianza puede reclamar para sí y para sus políticas alguien que ha incumplido todas y cada una de sus promesas: abaratamiento del despido, subidas del IRPF y el IVA, recortes en sanidad, educación y servicios sociales y ahora también la actualización de las pensiones conforme a la subida del IPC? 

No contento con eso, ha vuelto a meter la mano en la hucha del Fondo de Reserva  para pagar la extra de Navidad de los pensionistas y es ya la segunda vez que lo hace este año. Con ambas decisiones, no actualización y utilización del Fondo de Reserva por encima de lo establecido legalmente, el Gobierno de Rajoy se salta olímpicamente la Ley de la Seguridad Social. Y se queda tan ancho. Sólo un calificativo merece la decisión de hoy: engaño puro y duro merecedor de juzgado de guardia. Me pregunto cuántos pensionistas damnificados por esta decisión volverán a votarle al PP. Al menos debería dar la cara y pedirles perdón.
  
Esta es sólo una mínima muestra de las veces que Rajoy y los suyos negaron que congelarían o bajarían las pensiones y juraron por lo más sagrado que las actualizarían de acuerdo al IPC.


Hasta que llegó el 30 de noviembre de 2012 y con cara compungida, Soraya Sáenz de Santamaría anunció el engaño a 9 millones de pensionistas.....



Ángel “Atila” Gurría y los brotes verdes

Ahora que con tanto primor y esmero cuidaban Rajoy y los suyos los brotes verdes de la economía, ha pasado por La Moncloa un señor y se los ha pisoteado a conciencia hasta no dejar vestigio de ellos. Se llama Ángel Gurría y es el secretario de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Asegura este Atila del ultraliberalismo que no sólo no se ve luz alguna al final del túnel sino que ni siquiera se sabe cuándo se verá. Pero no hay de que preocuparse porque él tiene la receta mágica para que esa luz se vea más pronto que tarde y retoñen con fuerza los anhelados brotes verdes.

Es una receta sencilla pero, sin duda, muy eficaz. Sus ingredientes se componen, básicamente, de abaratar más el despido, subir más el IVA en el turismo, el transporte y los libros, endurecer el cobro de la prestación por desempleo, reformar – es decir, recortar – las pensiones, y quitar las desgravaciones fiscales por los planes de pensiones o la vivienda. Hay más ingredientes, pero con estos la receta resulta igual de sabrosa y contundente. Y menos mal que este nuevo Atila de la economía asegura que las medidas de austericidio fiscal que ha ido adoptando en su primer año de Gobierno Rajoy y sus hunos van en la buena dirección.

Le parece estupendo que se haya subido el IVA, que se haya abaratado el despido y que se haya reformado el sistema de pensiones para recortarlas y hacer más difícil acceder a ellas. Sin embargo, cree que el Gobierno se ha quedado corto en los ingredientes y que, en consecuencia, el guiso le está quedando desabrido. No quiero ni imaginarme qué nos habría recetado este caballero si hubiesen sido otros y no los que han sido los ingredientes empleados por Rajoy para salir de la crisis: ¿el látigo? ¿la economía de trueque? ¿el curandero de la tribu? ¿el hospicio de ancianos? ¿las damas de beneficencia?

Se da la curiosa paradoja de que el mismo organismo del que es secretario este sabio economista había pronosticado horas antes de pregonar urbi et orbe su pócima mágica para salir de la crisis, que la economía española se contraerá el año que viene el 1,4%, que el paro se pondrá por encima de los 6 millones de desempleados y el sacrosanto objetivo de déficit se irá a hacer puñetas. Lo más llamativo es que en ese mismo informe, la OCDE recomienda no emprender recortes adicionales para favorecer la recuperación. ¿En qué quedamos? ¿Hay que hacer más recortes para salir de la crisis o hacerlos nos llevará a no salir de la crisis y a hundirnos un poco más en ella? ¿Alguien puede explicar el galimatías? Seguro que Ángel “Atila” Gurría y los hunos ultraliberales tienen la respuesta. Confiemos en ellos aunque por donde pasen no vuelvan a crecer la hierba ni los brotes verdes nunca más.

Bancos: el honrado gremio del robo

Negro sobre blanco las draconianas condiciones del rescate bancario español – sí, rescate, Sr. de Guindos y Sr. Rajoy – sólo cabe reaccionar con indignación y estupor. Sabemos que el que presta pone las condiciones, pero estas que alegremente desgranaba ayer el otrora socialista Joaquín Almunia son un atraco bancario en toda regla. Casi 37.000 millones de euros para reflotar unas entidades bancarias a las que se podía haber dejado caer después de garantizar – ya garantizados por ley – los depósitos de los pequeños ahorradores. ¿Por qué cualquier otra empresa puede quebrar y acudir a un concurso de acreedores y un banco no?

¿Acaso entidades como el Banco de Valencia, Novacaixagalicia y Caixa Cataluña, que se llevan la mitad del rescate, son entidades sistémicas tan importantes como para tener que salvarlas con dinero público? ¿Por qué no se liquidan en lugar de sanearlas con nuestro dinero para venderlas después al mejor postor, como ha ocurrido ya con el Banco de Valencia y su venta por 1 euro a la Caixa? La otra mitad se la lleva Bankia, el gran gigante con pies de barro surgido de los conchabos políticos del PP y la indiferencia del Banco de España ante lo que estaba pasando bajo sus mismas narices. ¿Por qué no se ha diseñado para ella un plan ordenado de liquidación y cierre con las máximas garantías para pequeños inversionistas, ahorradores y empleados?

El mito de demasiado grande para dejarlas caer no se puede justificar haciendo recaer sobre trabajadores, pequeños inversores y contribuyentes en general el coste de la operación. Porque eso es lo que supone el rescate bancario anunciado ayer por Almunia, que paguen los platos rotos de la indigestión de ladrillo los cerca de 10.000 empleados que se irán a la calle y los pequeños tenedores de preferentes que perderán en muchos casos todos los ahorros de su vida al ver que su inversión sufre una quita cercana a la mitad del valor y reciben a cambio unas acciones devaluadas y sin expectativas de revalorizarse al menos a medio plazo. 

Y significa también que los contribuyentes, que ya hemos aportado miles de millones para salvar a los bancos, tendremos que afrontar ahora 37.000 millones más que computarán como déficit público y que pagaremos con nuevos recortes sociales. A la vista de las perspectivas económicas y de las restricciones a la actividad que impone Bruselas – nada de ladrillo y prohibición de actuar fuera de su ámbito geográfico de origen lo que, por cierto, contraviene la propia normativa comunitaria sobre libertad de establecimiento - hay muy pocas esperanzas de que los bancos rescatados sean capaces de devolver este crédito, aunque el ministro de Guindos declare ufano que el interés será inferior al 1; tampoco hay seguridad alguna de que esta lluvia de millones sea suficiente para reflotarlos y no sea necesario inyectarles más euros en vena dentro de poco tiempo para poder venderlos tras sanearlos con el dinero de todos. 
 
Mientras todo esto ocurre, nadie, ni Bruselas, ni el Banco de España, supuesto supervisor del sistema financiero que miró para otro lado cuando la burbuja inmobiliaria se hinchaba peligrosamente, ni los gobiernos actual y pasados, han movido un dedo para regular un mercado financiero que ha vivido demasiados años por encima de sus posibilidades gracias a una normativa laxa cuando no inexistente y que es el principal responsable de la situación en la que nos encontramos.

Eso sí, a la hora de poner freno al drama de los desahucios injustos, todo son paños calientes y advertencias de los riesgos que unas medidas demasiado ambiciosas pueden tener sobre la estabilidad de ese sacrosanto sistema financiero. De solo una cosa podemos estar seguros: esta estafa bancaria perpetrada a la luz del día y con todas las de la ley la vamos a pagar – la estamos pagando ya – los castigados contribuyentes. Es cierto que ver a los consejeros de Bankia o de otras entidades sentados en el banquillo de los acusados es un pequeño consuelo, pero ver a algunos de ellos entre rejas me temo que sigue estando también muy por encima de nuestras posibilidades.