Dimitir es de tontos

Un diputado inglés del Partido Liberal Demócrata acaba de renunciar al acta. Su crimen, haber mentido sobre una multa de tráfico. Él mismo lo reconoció ante la justicia. En realidad es su segunda dimisión en un año: en febrero de 2012 ya había dimitido como ministro de Energía del Gobierno de Cameron tras ser imputado por este asunto. El político en cuestión es un tonto. De haberse dedicado a la política en España hoy tendría coche oficial con chófer.

La ministra alemana de Educación acaba de dimitir tras descubrirse que había usado el copia y pega en su tesis doctoral. Ahora se ha quedado solo con el título de Bachillerato. El mismo método investigador usó antes que ella su colega de Defensa y también dimitió. Ambos han sido unos tontos: en España ya se habrían querellado hasta contra los bedeles de la universidad y seguirían en sus puestos.

La ministra sueca de Asuntos Exteriores dimitió hace unos años tras descubrirse que había presionado para cerrar una web de extrema derecha que publicó caricaturas de Mahoma. Otra tonta más: en nuestro país hoy sería embajadora en Irán.

Un ministro búlgaro de Interior dimitió en 2008 a raíz de sus reuniones con empresarios corruptos. El muy tonto no sabía que en España habría sido nombrado inmediatamente ministro de Economía o de Hacienda.

El Gobierno belga dimitió en bloque hace no mucho tras conocerse que había presionado al Tribunal de Apelación para evitar un fallo desfavorable en el caso de la división y venta de FORTIS, el primer grupo bancario y asegurador del país. En España, el tonto presidente belga y sus tontos ministros coparían ahora el consejo de administración de la entidad.

La ministra francesa de exteriores dimitió en 2011 cuando se supo que había viajada a Túnez por invitación del Gobierno de ese país en plena primavera árabe. La muy ingenua debió haber dicho que “todo es falso, salvo algunas cosas”, como se hace en España, y continuar tranquilamente en el puesto.

El ministro griego de cultura tuvo que dimitir el año pasado después de un robo en el Museo de Olimpia. En España hoy sería, como mínimo, el conservador de El Prado.

En resumidas cuentas, dimitir es de tontos pudiendo culpar a los demás de tus ineptitudes, irregularidades o delitos, achacarlo todo a una conspiración contra ti, tu partido o tu Gobierno y anunciar una lluvia de querellas y las siete plagas de Egipto contra los que se atrevan a afearte la conducta. Por eso en España hay tanto listo.

Iban un español y una alemana


- ¡Gürtel Morgen, Ángela! ¿Cómo estás?
- Dabuten, Mariano. Pero no es Gürtel Morgen, sino Guten Morgen.
- Perdona, es que llevo unos días que ya no sé ni lo que me digo.
- La verdad es que te veo muy desmejorado. ¿Qué te pasa?
- No me hables. Me persigue desde Madrid una nube de periodistas y no sé cómo quitármelos de encima.
- ¿Y qué es lo que quieren?
- Que les responda a unas cuantas preguntas
- ¿Qué quieren saber?
- Que les diga si he cobrado en negro de mi partido. Hasta ahora he podido evitarlos pero me temo que hoy no voy a tener más remedio que responderles. ¿Tú podrías echarme una mano?
- ¿Cómo?
- No sé. ¿Qué te parece si hacemos una declaración institucional sin preguntas al final de nuestro encuentro? Podríamos poner un plasma en la sala de prensa y que se limiten a grabar nuestras palabras. Podemos decir que nos admiramos mutuamente, que nuestras relaciones son inmejorables y que los dos estamos muy comprometidos con el crecimiento y el empleo.
- Seguro que no colará. Además, en Alemania no le tenemos miedo a las preguntas de los periodistas; las contestamos siempre aunque no digamos la verdad.

- Pues algo tendré que decirles.
- ¿Has pensado en alguna respuesta?
- No sé, no tengo las ideas muy claras. ¿Qué te parece si les digo que todo es falso, salvo algunas cosas?
- ¿Tú crees que se lo tragarán?
- Me temo que no. Ya dije el sábado que todo es falso pero no sólo no me creyeron sino que hasta la oposición empezó a pedirme la dimisión. ¿Tú te lo puedes creer?
- Yo ya no sé muy bien que creer de ustedes los españoles. Me tienen realmente preocupada, con tantos jóvenes en paro. ¿Qué hacen durante todo el día esos chavales que ni estudian ni trabajan? Seguro que se van a la playa a tomar el sol.
- De eso precisamente venía a hablarte, Ángela. ¿Tú podrías echarnos una manita anunciando que vas a permitir que los países ricos como el tuyo pongan en práctica medidas que reactiven la economía No hace falta que te comprometas mucho, sólo que nos des alguna esperanza después de tanta austeridad fiscal.
- No puedo, Mariano. Sabes que tengo elecciones este año y los alemanes ya están cansados de ayudar a países como el tuyo.
- No me hagas esto, Ángela. Dame un respiro. Tengo que volver a España con alguna promesa tuya de que nos vas a dar un respiro.
- Lo siento mucho, Mariano. Lo que sí puedo hacer cuando salgamos ante la prensa es decir que eres un tío admirable, que tus reformas son una nueva maravilla mundial y que más pronto que tarde darán resultados.
- ¡Pero Ángela! ¡Que tengo seis millones de parados, a toda la oposición en contra, a la gente de la calle que ya no confía en mí porque dice que he hecho lo contrario de lo que había prometido, como si tú me hubieses dejado otra salida. Ahora, para colmo de males, me persigue por todos los rincones un tío en el que confié ciegamente y una nube de periodistas que no hace más que preguntas incómodas. ¡Tienes que ayudarme!
- Ya te he dicho que lo siento, Mariano. No puedo hacerlo, me juego las elecciones y no querrás tener que negociar después con un socialdemócrata manirroto. Sospecho que eso no va contigo.
- ¡Cómo eres, Ángela!
- Mira, tú sales ahí y les dices que vas a poner en marcha algunas acciones para reactivar la economía, pero sin demasiados detalles que después te lo echan en cara si no lo cumples. Yo, por mi parte, diré que estoy obnubilada con tus reformas y que te voy a enviar todos los años a millones de turistas alemanes; hasta yo voy a seguir haciendo turismo en La Gomera, por cierto ¡qué bien se come allí! Eso sí, tienes que prometerme una cosa.
- Lo que tu digas.
- Tienes que decir que sigues comprometido hasta las corvas con el objetivo del déficit y las reformas estructurales. A los alemanes les encanta escuchar eso cuando vienen otros como tú a pedirme dinero.
- Vale. Así lo haré.
- ¡Ánimo, hombre! ¿Nos vemos en el Consejo del jueves?
- ¡Y qué remedio!
- ¡Guten Morgen, Mariano!
- ¡Gürtel Morgen, Ángela!

La mano paralizada de Rajoy

Hace apenas unos días, el aún presidente del Gobierno y del PP Mariano Rajoy prometió que no le temblaría la mano si se descubrían irregularidades en su partido. Fue a propósito de la aparición de una hucha con 22 millones de euros que Luis Bárcenas tenía en Suiza fruto de sus desvelos para la vejez a la vista de cómo se presenta el panorama de las pensiones y de que empezaran a circular informaciones de sobresueldos en el PP, de los que el propio presidente aparece como perceptor. 

De eso hace ya casi dos semanas y a la vista de lo que ha hecho Rajoy en todo este tiempo a pesar de la acumulación de evidencias de financiación irregular y pagos opacos a dirigentes y cargos públicos del PP, sólo cabe concluir que el presidente tiene completamente paralizada la mano de acabar con las irregularidades. O se le ha dormido o se la han atado a la espalda. Tengo para mí que es seguramente lo segundo. No sólo es que no haya firmado su propia dimisión que ahora le pide hasta el siempre constructivo Alfredo Pérez Rubalcaba, quien no debería levantar mucho la voz ni ponerse muy gallito a la vista del fuerte olor a cerrado en su partido y a la esperpéntica historia de Amy Martin y sus artículos sobre cine nigeriano a 3.000 euros la pieza para la Fundación Ideas. Por no citar los ERES andaluces y otros sabrosos relatos para no dormir.

La cuestión es que Rajoy ni siquiera se ha atrevido a firmar la destitución fulminante de su ministra de Sanidad de la que ahora se sabe con certeza que recibió costosos regalos, billetes aéreos, alquiler de coches y hasta una tonelada de confetis de la trama Gürtel para ella y su ex marido, el cual guardaba además en el garaje del domicilio familiar un flamante Jaguar que ella nunca vio y que debieron de haber dejado allí los Reyes Magos. Tal vez le convendría que le revisara la vista un competente oftalmólogo, privado, por supuesto.

Ana Mato, la ministra del copago, el repago y los recortes sanitarios para garantizar una sanidad pública, universal y de calidad, resulta así alcanzada directamente por la mayor red de corrupción política y financiación irregular de partidos que ha visto España desde los tiempos de FILESA. A la vista de que no tiene intención alguna de dejar de velar por nuestra salud y bienestar, el presidente no sólo no le ha dado la baja permanente en el Gobierno sino que la ha animado a que continúe en su puesto. Todo un ejemplo de lo firme y rápida que es la mano de Rajoy cuando se trata de acabar con las irregularidades en su partido.