Hace apenas unos días, el aún presidente del Gobierno y del PP Mariano Rajoy prometió que no le temblaría la mano si se descubrían irregularidades en su partido. Fue a propósito de la aparición de una hucha con 22 millones de euros que Luis Bárcenas tenía en Suiza fruto de sus desvelos para la vejez a la vista de cómo se presenta el panorama de las pensiones y de que empezaran a circular informaciones de sobresueldos en el PP, de los que el propio presidente aparece como perceptor.

La cuestión es que Rajoy ni siquiera se ha atrevido a firmar la destitución fulminante de su ministra de Sanidad de la que ahora se sabe con certeza que recibió costosos regalos, billetes aéreos, alquiler de coches y hasta una tonelada de confetis de la trama Gürtel para ella y su ex marido, el cual guardaba además en el garaje del domicilio familiar un flamante Jaguar que ella nunca vio y que debieron de haber dejado allí los Reyes Magos. Tal vez le convendría que le revisara la vista un competente oftalmólogo, privado, por supuesto.
Ana Mato, la ministra del copago, el repago y los recortes sanitarios para garantizar una sanidad pública, universal y de calidad, resulta así alcanzada directamente por la mayor red de corrupción política y financiación irregular de partidos que ha visto España desde los tiempos de FILESA. A la vista de que no tiene intención alguna de dejar de velar por nuestra salud y bienestar, el presidente no sólo no le ha dado la baja permanente en el Gobierno sino que la ha animado a que continúe en su puesto. Todo un ejemplo de lo firme y rápida que es la mano de Rajoy cuando se trata de acabar con las irregularidades en su partido.
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