Bring back our girls!

Hay hechos ante los que es mucho más fácil reaccionar con las entrañas que con la razón. El secuestro en el norte de Nigeria de cerca de 300 jóvenes a manos de una secta bárbara cuyo líder amenaza con venderlas como esclavas sexuales es uno de ellos. A pesar de todo vamos a intentar analizarlo desde la razón y no desde el deseo de venganza que en estos casos pugna con fuerza por imponerse. Del secuestro hace ya casi un mes y los más pesimistas dudan de la posibilidad de que las jóvenes puedan volver sanas y salvas con sus familias angustiadas. En realidad, nadie sabe muy bien en dónde están, sólo se sabe que fueron secuestradas en una ciudad del norte del país, una zona en manos de grupúsculos yihadistas que aspiran a extender la ley islámica por toda la región. 

El grupo que se atribuye el secuestro de las jóvenes se hace llamar Boko Haram, una expresión del idioma local hausa que viene a significar algo así como “la educación occidental es pecado”, lo que por sí solo representa toda una declaración de intenciones sobre el papel que debe desempeñar la mujer en su repugnante sociedad ideal. Mientras llega el momento de implantarla a sangre y fuego, la mujer sólo merece para estos bárbaros la consideración de objeto con el que negociar y chantajear para alcanzar sus fines. 

Además de lo intrincado y extenso del territorio, junto con su carácter fronterizo, una de las principales dificultades para dar con las jóvenes y rescatarlas de las garras de sus captores lo constituye el hecho de que ni siquiera Boko Haram es un grupo uniforme y bien identificado, sino más bien una constelación de grupúsculos que actúan a su libre albedrío sembrando el terror en la zona bajo su control. 

El Gobierno del país africano más poblado y con mayores desigualdades a pesar de la riqueza del petróleo,  ha demostrado una vergonzosa falta de determinación ante el secuestro. Esto ocurre, además, en un país en el que el secuestro es casi una industria tan fructífera como la del petróleo. Según analistas internacionales, en Nigeria se perpetran el 25% de los raptos mundiales. Amnistía Internacional ha denunciado que avisó a las autoridades nigerianas de que Boko Haram estaba preparando un ataque a la ciudad en la que fueron secuestradas las jóvenes. Sin embargo – dice AI – el Gobierno parece que se lo tomó con calma y cuando actuó ya era demasiado tarde: las jóvenes habían desaparecido hacia un calvario del que puede que no salgan con vida y si lo consiguen seguro que no será indemnes. 

A propósito de estos hechos, las ONGs que trabajan en Nigeria han recordado estos días que son frecuentes los secuestros de mujeres que el cabo del tiempo y con suerte son encontradas embarazadas o con recién nacidos. Para mayor escarnio, la pasividad del gobierno nigeriano se combinó con una suerte de arrogancia estúpida al rechazar la cooperación internacional que le ofreció Estados Unidos y otros países para rescatar a las jóvenes. Sólo cuando el caso llegó en tromba a las redes sociales de todo el mundo y numerosos responsables públicos empezaron a hacer llamamientos para salvar a las jóvenes se atrevió a aceptar el apoyo internacional. Si cuando se produjo el secuestro las posibilidades de encontrar a las jóvenes no eran muchas, después de todo el tiempo transcurrido son casi nulas. 

El secuestro de estas chicas, además de originar una ola mundial de solidaridad y exigencias de que se actúe para acabar con él, pone también sobre la mesa el peligro que puede suponer para esa región que el país con más población del continente se desestabilice políticamente y termine convertido en otro estado fallido. El rapto de las chicas ha sido en realidad un episodio más de la dinámica acción – reacción que protagonizan el Gobierno y los yihadistas después de que el Ejército detuviera hace unos meses a las esposas de varios terroristas y ante su política de represión sin contemplaciones en las zonas del norte de predominio musulmán. El norte del país sufre un abandono secularizado por parte de las autoridades de Lagos y en ese caldo de cultivo echan sus raíces estos grupos que asesinan, secuestran y atemorizan a la población con la aplicación de la “sharía” si se le ocurre acudir a las autoridades para denunciar sus tropelías. 

El mundo entero clama para que vuelvan “nuestras chicas” y hay que seguir presionando para conseguirlo. Sin embargo, el mundo entero y sobre todo África también necesitan evitar que un país como Nigeria pueda terminar en manos de iluminados fanáticos como los de Boko Haram y otros similares.     

Europa no nos pone

Que más de la mitad de los españoles en edad de votar no sepa cuándo se celebrarán las próximas elecciones al Parlamento Europeo es un dato más que elocuente del interés que despiertan estos comicios en la calle. Es uno de los muchos datos que arroja el Barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) hecho público hoy que ponen de manifiesto que para millones de españoles escuchar hablar de “asuntos europeos” y salir corriendo es todo uno. Ahí va otro: entre los que ya tienen claro que no irán a votar cuando demonios quiera que sean las elecciones, más los que se lo están pensando sumados a los que no contestan, nos encontramos con que la abstención se puede encaramar también a la mitad del electorado, cuatro puntos más que en las elecciones de 2009. 

Y eso en el supuesto de que ande fina la encuesta del CIS, que ha ganado fama de pronosticar una participación mucho mayor de la que se produce en realidad el día de las elecciones. Un ejemplo lo encontramos en la convocatoria de hace cinco años cuando aventuró que votaría el 75% del electorado y votó apenas el 45%, el nivel de participación más bajo desde que se celebraron las primeras elecciones europeas en España allá por 1989. Los partidos políticos, principalmente el PSOE y el PP, fingen como que les preocupa mucho que los ciudadanos se queden en caso el día de las elecciones cuando, en realidad, una alta abstención les beneficia aunque en paralelo salgan castigados en intención de voto, como también pone de relieve la encuesta del CIS. 

En otras palabras: que aumente la abstención no beneficia a los partidos pequeños que tienen que luchar con uñas y dientes para abrirse un hueco en el debate público que monopoliza el bipartidismo de los dos grandes. Es un dato muy importante a tener en cuenta a la hora de decidir lo que hacer o a quién votar el día de las elecciones. 

En lugar de cruzarse chascarrillos electorales como vienen haciendo desde hace semanas para pescar abstencionistas recalcitrantes o en potencia, lo que deberían hacer el PP y PSOE es público reconocimiento de sus pecados y sincero propósito de la enmienda. Pero no se ve que eso vaya a ocurrir hasta el punto que de momento siguen sin ponerse de acuerdo para que sus candidatos estrella – Valenciano y Cañete – se enfrenten cara a cara en un debate televisado. Se conforman con protagonizar una campaña en clave doméstica sabedores – y no les falta razón – de que los que vayan a votar usarán las mismas claves para inclinarse por uno, por otro o por ninguno. 

Sin embargo, es cuando menos frustrante no escuchar de estos candidatos una sola idea sobre esta Unión Europea y su destino en lo universal, una estructura construida desde el tejado hacia abajo y a la que aún no terminamos de ponerle los cimientos de los ciudadanos. Siendo benevolentes, cabe decir que la voz y las opiniones de esa ciudadanía a la que se convoca ahora siguen teniendo un peso demasiado exiguo para la superestructura comunitaria que a menudo la ignora o la menosprecia. Un repaso a las medidas que han ido adoptando organismos comunitarios como la Comisión o el Consejo Europeo a lo largo de esta crisis nos podría dar la medida exacta de lo que importa en Bruselas lo que piensan los ciudadanos, mientras el Parlamento Europeo asiste impotente a lo que se cuece en otras cocinas distintas a la suya, supuestamente la depositaria de la soberanía de esa ficticia ciudadanía europea. Atenazado además por las presiones de los poderosos grupos de intereses económicos que pululan por sus pasillos, la Eurocámara parece querer compensar su desairado papel en los grandes asuntos de la Unión entregándose a una verborrea normativa sobre lo humano y lo divino con la que no son pocas las ocasiones en las que genera más irritación que reconocimiento.

La gran novedad es que, por primera vez, los electores que se molesten en acudir a las urnas podrán elegir al presidente de la Comisión Europea, aunque será una elección indirecta que al final quedará de nuevo supeditada al juego de sillas y de intereses que preside el Consejo Europeo en el que se sientan los presidentes de Gobierno y jefes de estado, los que de verdad cortan la mayor parte del bacalao en esta Unión Europea de nuestros dolores de cabeza. En los grandes partidos europeos, por las filas populares aspira a presidir la Comisión un señor luxemburgués llamado Jean Claude Junker, que durante sus lagos años al frente del “Eurogrupo” no ha dejado pasar un día sin que exigiera reformas, ajustes y sacrificios de los ciudadanos. Es a todos los efectos el candidato de la nueva Dama de Hierro que gobierna Europa con mano firme desde Berlín y si sale elegido presidente no cabe la más mínima duda de que actuará como su ventrílocuo. Enfrente tenemos a un alemán llamado Martin Schulz que milita en el Partido Socialdemócrata de su país, a la sazón miembro de la gran coalición de gobierno de la susodicha Dama de Hierro y por lo tanto copartícipe de las mismas políticas o muy parecidas. 

A partir de ahí encontramos una constelación de fuerzas políticas y el preocupante ascenso de arrogantes partidos populistas, xenófobos y filonazis en Francia, Reino Unido, Italia, Hungría, Dinamarca, Suecia, Grecia u Holanda. Son fuerzas que se mueven entre el euroescepticismo y la eurofobia y que han sabido conectar con la masa de ciudadanos hastiados de la música monocorde y cancina que emiten desde el comienzo de la crisis Bruselas y sus instituciones. Por suerte, el mensaje antieuropeo de esas fuerzas no ha calado en España aunque no es del todo improbable que lo haga de continuar los principales partidos de este país sin ofrecer a los ciudadano propuestas movilizadoras en lugar de otra interminable ración de “y tú más”. Así las cosas y en resumen, a quién le puede extrañar a estas alturas que en torno a 18 millones de españoles, la mitad de los que tienen derecho a votar, ni siquiera se hayan interesado en saber cuándo son las elecciones. Está claro que la actual Unión Europea no nos pone, o mejor dicho, cada vez nos pone menos. 

Incendio petrolero en el Senado

Ni los más viejos del lugar recuerdan una mañana tan movida como la de hoy en el Senado. Una cámara presidida por el bostezo se despertó esta mañana con una sacudida en todo regla que a punto estuvo de causarles un shock de consecuencias imprevisibles a sus señorías, especialmente a las del PP. Se debatía una moción de colmillo retorcido presentada por el PSOE en la que pedía al Gobierno de Rajoy, lisa y llanamente, que se paralicen temporalmente las prospecciones petrolíferas en el Mediterráneo. La iniciativa era una copia literal de la resolución aprobada recientemente por unanimidad en el Parlamento de Baleares y su objetivo no era otro que poner a los senadores del PP ante la tesitura de votar lo mismo en la cámara alta o desdecirse y oponerse. 

Llegaba, además, después de que el propio presidente Rajoy se comprometiera hace una semana con su homólogo canario, Paulino Rivero, a estudiar la posibilidad de la moratoria temporal de los sondeos, algo que los populares canarios se apresuraron a calificar de disparate. La sorpresa saltó cuando el senador Palacios, portavoz de los populares en la comisión de Industria, anunció que su grupo estaba dispuesto a negociar una enmienda transaccional con el PSOE que pasaría precisamente por paralizar las prospecciones. 

Empezó entonces una agitada mañana de negociaciones entre los grupos en la que no faltaron ataques de pánico y peticiones de llamadas urgentes al ministro Soria – de viaje en Nueva York - por parte de los senadores canarios del PP para que apagara el incendio petrolero que acababa de declararse en el Senado. Las lenguas de doble filo cuentan que los senadores populares de Canarias, fervientes defensores de la riqueza que supondrá el petróleo, amenazaron con romper la disciplina de voto si se les obligaba a votar a favor de la enmienda socialista: “nuestra honra está en juego y de aquí no me muevo”, cuentan que dijeron. 

Hasta el secretario de Estado con las Cortes, José Luis Ayllón, un hombre que depende directamente de Mariano Rajoy, acudió con la manguera al Senado a intentar enfriar los ánimos y poner paz en las filas populares, con los de Baleares enrocados en la oposición al petróleo para no quedar desairados ante sus electores y ciudadanos y los de Canarias atrincherados en el no a la propuesta socialista para no tener que desdecirse de todo lo que han dicho hasta ahora a favor de las prospecciones. El incendio se consiguió sofocar a primera hora de la tarde sobre la campana cuando ya el pleno del Senado llegaba a su fin y había que votar. Sin embargo no se extinguió, ni mucho menos. 

Aunque al final se impuso la doctrina de Industria y la moción del PSOE fue derrotada por amplia mayoría para alivio de los representantes canarios, cuatro senadores del PP por Baleares rompieron la baraja y votaron a favor de la paralización de las catas. Alegan que, por encima de la pertenencia a un determinado partido político y de la uniformidad a la hora de apretar el botón de votar, están los intereses generales de su comunidad autónoma y ocurre que esos intereses y el petróleo no se llevan bien. 

Si no fuera porque todos se sientan juntos en la misma zona del Senado nadie diría que estos senadores y sus compañeros de Canarias militan en el mismo partido. Los primeros se muestran orgullosos de haber defendido su oposición irreductible al petróleo por encima de adscripciones políticas y los segundos de todo lo contrario, o más bien, de no haberle hecho un feo al presidente de su partido en las Islas y casualmente ministro de Industria. 

Ahora bien, se equivocan el Gobierno y el PP si dan el incendio por controlado y extinguido tanto en Baleares como en Canarias. Allí porque la indisciplina de los senadores populares refuerza la oposición al petróleo ya de por sí unánime y cerrada empezando por la del presidente Bauzá, del PP, que no se ha cortado lo más mínimo a la hora de felicitar a los senadores díscolos de su partido; aquí, porque aún deben dilucidarse cuestiones nada menores como el informe del ministerio de Medio Ambiente sobre el estudio de impacto ambiental de Repsol, acusado de incompleto y deficiente, y el fallo del Tribunal Supremo por los recursos de las instituciones canarias. Así que el último manguerazo tardará en llegar por más que haya quien piense que ya puede llevarse el camión de bomberos.